No tardaron en acercarse al campamento celtíbero las gentes de los alrededores, expresándoles su agradecimiento y ofreciéndoles su solidaridad. Les llevamos refrescante agua de la cueva santuario de Bata, les ofrecimos las mejores viandas de sus hogares, y nuestra mejor cerveza.
Anochecía, turdetanos y celtíberos confraternizábamos cada vez más conforme la cerveza regaba nuestras gargantas. Encendimos hogueras, hombres y mujeres se atrevían a danzar en torno a las llamas. Asamos todo tipo de carnes con parrillas encima de las brasas.
La luz tenue de las llamas ofrece en la noche una imagen espectacular y emotiva ante el gentío allí reunido.
El Señor de Bata, Setalicean, y su esposa Iseldún, se acercan a la hoguera más grande. Brillan intensamente sus joyas a la luz del fuego, sus más lujosas vestimentas marcan claramente su nobleza. Pero la luz que más brilla a los ojos de los 10 000 celtíberos que están allí asentados es la altivez y belleza de la joven que les acompaña entre el séquito. Aduneitín, la hija menor de los señores de Bata es conocida y admirada entre los turdetanos por su inteligencia, condescendencia y por participar con sus padres en el gobierno de sus tierras y sus gentes. La junta de líderes de Turdam no ignoraba jamás su consejo, y fue ella la que instó a pedir ayuda a los hermanos celtíberos del norte, ante el empuje y desacato de las tropas del cónsul Catón y los saguntinos en nuestro territorio turdetano.
Alrededor de las hogueras comieron y bebieron, el ambiente anima a acercarse a las llamas y comenzar a danzar entorno a ellas. Jóvenes damas bailan haciendo bambolear sus largas túnicas, girando rápidamente sus cinturas. A los jóvenes guerreros les resulta imposible vencer la tentación de acompañarlas, bailan a su alrededor e imitan las danzas típicas turdetanas, que difieren en poco de las suyas. Sujetan sus manos haciendo grandes corros, e imitan los pasos que los locales bien conocen.
Búmtalos observa el espectáculo con un cuenco de vino en la mano, no es persona de danzas, pues su musculoso cuerpo y su gran envergadura nunca han dado precisamente gracilidad a sus movimientos. Pero hace un rato largo que su mirada ha quedado fija, no escucha las bromas y bravuconadas de sus compañeros, da la impresión de que ha quedado sordo. Una esbelta doncella baila entre el gentío ante la prevalente atención del gentío. De aspecto tan poderoso como el suyo, tan alta como él, le impresiona, la ha visto en sueños muchas veces. No puede evitar levantarse, caminar hacia el fuego, acercarse a ella y fijar sus ojos en los suyos.
Aduneitín ve acercarse hacia ella una sombra desde la oscuridad de la noche, aproximándose a la luz de la hoguera van apreciándose sus rasgos, un joven alto, esforzado, vigoroso, de pronunciadas facciones que brillan reflejadas por las llamas. Es extraño que ella, de carácter firme e impasible, tiemble ante la sombra de alguien a quien no conoce.
Aduneitín gira hacia él, da unos pasos. Búmtalos llega hasta ella, sin pensarlo se atreve a danzar. Sus compañeros de Lutia, no creen lo que ven. Para los dos jóvenes va a ser una noche muy corta. Una turdetana y un lutiacense, brillan como dos estrellas en la oscuridad, bajo las murallas de Bata.
Han transcurrido unos días, los días más maravillosos de sus vidas. Aduneitín y Búmtalos no se han separado desde la mañana hasta la noche, la hija de los señores de Bata, llevó a Búmtalos a su hogar para que sus padres lo acepten entre la familia, no es posible que haya otro hombre en su vida que no fuera él. Búmtalos es bien recibido por Setalicean e Iseldún, su fama y la de su linaje le preceden, y su impronta como guerrero le favorecen.
Búmtalos sabe que tiene que partir a la batalla, y su honor de guerrero aumenta la probabilidad de caer en combate, huir es de cobardes. Si muere, Aduneitín no debe olvidarle, saca de su cincho un hermoso puñal celtíbero, se lo dio su padre, había pertenecido a su linaje varias generaciones, es su tesoro. Donde esté el puñal, estará él. Lo eleva entre dos rocas, alza lentamente su espada afalcatada, y la deja caer con fuerza. La hoja del puñal queda sesgada por la mitad, con delicadeza entrega la parte correspondiente a Aduneitín, incluida la vaina, y él guarda en su alforja la parte inferior de la hoja. Los dos son uno, aunque estén separados, cuando el puñal vuelva a juntarse, sus corazones permanecerán fusionados eternamente.
Llegan noticias al campamento celtíbero, el cónsul romano de Hispania Citerior, Catón, ha enviado una delegación para parlamentar con los jefes celtíberos, en un lugar intermedio. La costumbre del ejército romano, les obliga a intrigar, “divide et impera” (divide y vencerás). Roma conoce a los celtíberos como mercenarios, pues los imperios acostumbran a contratarlos como tales para combatir en sus ejércitos, por lo tanto saben que van a combatir al lado de los turdetanos a cambio de fuertes salarios. La negociación es muy simple, concediéndoles mayor estipendio y perdonando sus infidelidades, conseguirán que abandonen el bando hispano y pasen al romano. El trato no será difícil. Los celtíberos saben tratar con Roma, la costumbre, responden a los delegados de Catón que estudiarán su ofrecimiento, y vuelven a su campamento. A Catón sólo le queda la incertidumbre.
Los celtíberos mantienen su campamento, las órdenes son avanzar hasta las afueras de Turdam, al encuentro de las tropas locales turdetanas, aunque guardando la distancia. En cualquier momento las legiones romanas pueden atacar, hay que estar preparados.
Grupos de equites (jinetes) recorren el territorio de Turdam, hostigando a las tropas iberas, recopilando víveres e intentando provocar que el ejército turdo-celtíbero decida abandonar sus posiciones y se lancen a la lucha a campo abierto. Incluso hay noticias de que los equites han atacado la retaguardia celtíbera y han arrasado los equipajes e impedimentos. Aun así, nada ha cambiado. Algunos grupos de turdetanos se han lanzado a hacer pequeños ataques a los campamentos romanos, probando su valor, pero vuelven enseguida al campamento. Las fuerzas se respetan, el pretor Publio Manlio ve perdidas sus opciones al tener enfrente, junto a los turdetanos, a los esforzados celtíberos. El cónsul Catón no cree que exista oportunidad en esta ocasión. Él, con siete cohortes, vuelve hacia el Iberus (Ebro), dejando al pretor Manlio con el resto del ejército en el campamento.
Aquí no ha pasado nada, los guerreros volverán salvos a sus hogares, esta vez.
Búmtalos tornó indemne a Bata donde le esperaba Aduneitín para juntarse prontamente en el rito de los esposos, llevar una nueva vida en Bata, y gobernar en el futuro el señorío que ahora rigen Setalicean e Iseldún. Una batalla ganada sin sangre lleva a unos lazos de amor, cuya sangre perdurará en la fusión de dos linajes hermanos, anteriormente distantes.
Un puñal partido por la mitad, ha vuelto a unirse, y será por tiempo símbolo de los nuevos señores de Bata.
2200 años después, un tranquilo paseante, amante del lugar, encontró un pedazo de un puñal celtíbero brillando en el suelo de una milenaria fortaleza ibera.
Un puñal celtíbero en el corazón de una turdetana.
FIN
*(Los topónimos iberos utilizados los he extraído de textos iberos procedentes de hallazgos en el territorio del Estado ibero de Turdam: Los Villares, Pico de los Ajos, Sinarcas, y de las zonas celtíberas a las que nos hemos referido)
Bibliografía.
Tito Livio “Ab Urbe Cóndita”
Plomo celtibero de Luzaga.
Plomos iberos de Los Villares
Plomos iberos de Pico de los Ajos.
“UNA RUTA ROMANA Y MEDIEVAL POR LA TIERRA DEL CABRIEL Y EL MAGRO”. Por Víctor Hernández, Víctor Manuel Galán y Javier Jordá. (Crónicas Históricas de Requena)
Autor: Javier Jordá Sánchez