Revisar la Historia, la que en su momento nos refiriera un Miguel Ballesteros Viana, es revisitar el pasado, ese atrayente país que no siempre nos ofrece nuevos horizontes. Si de Utiel y de nuestra comarca se trata, un excelente sherpa es el bueno de José Luis Martínez Martínez, que puntual a su expedición anual o visita de mojones en términos de caballeros de la sierra nos muestra otro singular episodio de nuestra Historia en Algunas noticias sobre la Tercera Guerra Carlista en Utiel y comarca, segundo capítulo que en forma de opúsculo dedica el autor a las Carlistadas.
Con talento de narrador y ritmo periodístico, don José Luis despliega una narración bien asentada en la prensa de la época, con cabeceras tan emblemáticas como Las Provincias, y en fuentes del Archivo General Militar de Madrid. Nuevas aportaciones de este gran trabajador de la historia, que bien merecería que un recuperado, tras muchos sinsabores y esfuerzos, Archivo Histórico de Utiel llevara su nombre como título de gloria.
El contenido de este libro, verdadero pequeño gran hombre, es francamente rico, pero me permito apuntar algunos de sus ejes más sugerentes, a mi juicio.
Quizá, la primera función de la historia es ayudar a pensar para convertirnos en adultos, a superar prejuicios y mitos enajenantes. La justa atención dispensada a los Voluntarios de la Libertad de Utiel rompe el tópico del carlismo de la localidad, pues a comienzos de la Gloriosa las ideas liberales habían echado raíces aquí, con personas dispuestas a jugársela por acabar con sus adversarios más contumaces, como prueba la celebrada acción de Los Isidros.
Esta sociedad en la que había ido calando el liberalismo no acaba de afianzar un consenso, por mucho que lo proclamaran los gerifaltes que derrocaron a Isabel II. Los aborrecidos consumos, a los que podrían añadirse las no menos odiadas quintas, hicieron hervir la sangre de los más humildes en muchas localidades españolas, como las de nuestra comarca. Aquella comunidad de Utiel vivió entre la esperanza y la desilusión, una vez más, entre la alegría y la conmoción como la causada por la acción carlista de Camporrobles de 1872.
¿Vuelta a la maldición de las partidas de la Primera Guerra Carlista? Las acciones de Cucala y Santés, que llegó a irrumpir en Utiel, hablan de continuidad, pero los efectivos desplegados hablan de una nueva guerra, más regular, con efectivos más uniformados, según se contemplan en las fotografías de soldados coetáneos, en un tiempo en el que sus imágenes estaban transformando la visión de la guerra, desde el claustrofóbico cuartel de soldados cariacontecidos al campo de batalla de la Guerra de Secesión Norteamericana sembrado de cadáveres deshechos.
Las ágiles facciones son sustituidas por unidades militares mayores, que necesitan vivir del terreno al modo napoleónico, pues los carlistas controlaron de manera precaria territorios de nuestra geografía más cercana, a diferencia del Norte vasco-navarro. Tampoco aplicaron nada similar a algo que se pareciera a una planificación económica militar, que avanzara la guerra total de 1914. Utiel tuvo que aguantar tributaciones onerosas, auténtico impuesto contrarrevolucionario que determinó a muchos contribuyentes destacados a abandonarla, un fenómeno que afectó a otras localidades como la hermana Requena, sometida nuevamente a presión militar y obligada a fortificarse de la mejor manera.
Los liberales no se arredraron. Tras las dificultades sufridas durante los primeros meses de la atribulada I República, verdaderamente notables, desplegaron importantes fuerzas al mando del general Pavía primero y más tarde del también general Salamanca. El gobernador de Valencia Antonio de Candileja giró visita a nuestra comarca en septiembre de 1875, cuando los ánimos ya andaban muy alicaídos por tanto sacrificio. Es bien sabido que la Restauración cosecharía el esfuerzo militar precedente realizado, con su mozo rey soldado al frente, pero también heredaría algo muy triste: el abatimiento público, el deseo de abandonar responsabilidades consistoriales aplastantes, levadura de pasividades y retraimientos que beneficiarían actitudes caciquiles, del atajo del favor por encima de la afirmación de la justicia.
En esta guerra que asistió a la muerte incidental del alcalde José Pardo y Abascal y a la fundación de la Subcomisión de la Cruz Roja en Utiel un 27 de octubre de 1873, se puso punto y final a un tiempo de violencias para dar comienzo a otro, el de la gesta de la viticultura, el de los pedidos de tinto de Utiel y Requena desde noviembre de 1875. El bueno de don José Luis nos enseña, como buen humanista, que el dolor y el gozo se entrelazan en la aventura histórica de su querida tierra utielana.
Víctor Manuel Galán Tendero.