El siglo XIX asistió a un tiempo de intensas transformaciones económicas y sociales, las de la industrialización, que se dio con distintos ritmos en Europa. Actualmente, la historiografía ya no considera un fracaso la española, pues el mismo Jordi Nadal revisó hace años sus planteamientos iniciales. De todos modos, la industria de localidades como Requena declinó a lo largo de aquella centuria. La separación de la América continental española se ha esgrimido como uno de los factores de su declive, quizá más ligado a causas internas de financiación, y las guerras que asolaron España tampoco la beneficiaron precisamente. La de la Independencia fue una dura prueba, pero la primera Carlista se abatió sobre un país necesitado de recuperación.
En un informe militar de 1837, se cifró la producción media anual de sedas manufacturadas en 40.000 libras castellanas (unos 18.404 kilogramos), pero en aquel año había descendido a 12.000 o 5.521 kilogramos. El descenso había sido más que considerable, del orden del 70%, pues a las cargas fiscales se añadieron las interferencias de las comunicaciones por las partidas carlistas, en un clima de gran inseguridad. En estas circunstancias, aprovechándose de la desamortización, la inversión en tierras era una alternativa muy realista.
Por aquellos días, la producción agraria se resentía igualmente. Todas las variedades de trigo sumaban unas 30.000 fanegas, según el citado informe, inferiores a las 39.690 conseguidas en 1784. Se estimaban necesarias en 1847 unas 60 fanegas diarias para alimentar a unos 9.277 habitantes; es decir, unas 21.900 anuales, lo que daba poco margen a la exportación si tenemos presente la necesidad de simiente. La alimentación de los tejedores de seda se hizo más difícil y los costes de producción de la sedería se encarecerían en una época de convulsiones políticas. Requena, pues, debía abastecerse de trigo de otras localidades. La cosecha de cebada había descendido entre 1784 y 1837 de 17.580 fanegas a 10.000, mientras la de avena pasaría de 23.250 a 15.000. Solo la producción de vino evidencia un avance, de las 14.820 arrobas de 1784 a las 20.000 de 1837.
Los problemas de la producción de cereales fueron, en parte, consecuencia del agotamiento del pósito, encargado del préstamo a los labradores necesitados de simiente. En el año agrícola de 1836-37 los necesitados de su socorro habían ascendido a 1.838, superando ampliamente a los 574 de 1801-02, otro momento especialmente crítico. Sin embargo, acuciado por los compromisos políticos y militares, el municipio requenense había dispuesto de los magros y castigados fondos del pósito. El concejo abierto del 14 de octubre de 1835 había acordado recurrir a aquéllos, pero solo se conseguiría la quiebra de tal institución a la altura de 1837.
Las incursiones carlistas habían determinado a muchos a refugiarse en los principales núcleos de población, convertidos por los partidarios de Isabel II en puntales de oposición. Requena tuvo que emprender costosas obras de fortificación y muy posiblemente vio incrementada circunstancialmente su población, pues los 2.900 vecinos consignados en el informe de 1837 se vieron reducidos en el Diccionario de Madoz de años más tarde a 2.616.
La primera guerra Carlista perturbó seriamente la vida de Requena, en un momento particularmente complejo, y es probable que algunas de las grandes decisiones de nuestro siglo XIX como el del cambio de provincia o la preferencia por la viticultura se comenzaran a considerar seriamente durante aquellos siete largos años de conflicto civil.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Caja 1819 de correspondencia militar.
Libro de cuentas del pósito de 1831 a 1841, nº. 3506.
Libro de cuentas de propios y arbitrios de 1782-1800, nº. 3532.