El movimiento de las Comunidades todavía despierta el más vivo interés entre los historiadores. Conmovió la Castilla de hace quinientos años y muchos autores han considerado que de haber triunfado hubiera cambiado el curso de la Historia de España. Para tratarlo a nivel general y local de Requena, Ricardo García Cárcel y Juan Carlos Pérez García se dieron cita el viernes 10 de mayo en el Salón de Plenos del Ayuntamiento requenense, dentro del ciclo de conferencias de la VII Aula de Cultura Feliciano Antonio Yeves.
García Cárcel expresó que Carlos V nunca terminó de ser aceptado en Castilla, según su propia percepción. Ya en su magnífica obra Carlos V y los españoles (1963), José María Jover publicó y comentó una serie de documentos en los que se ponía de manifiesto cómo la política exterior del emperador no siempre fue grata a sus súbditos hispanos, más atentos al Mediterráneo Occidental que a otras áreas. En su reciente biografía de Carlos V, Geoffrey Parker incide en su carácter borgoñón. Bajo este prisma, don Carlos sería más V de Alemania que I de España. ¿Compartirían tal percepción los requenenses coetáneos?
El César Carlos pasó por Requena en la primavera de 1528, pero para él muy posiblemente no tuvo mayor importancia, un simple lugar de paso. Fue un gran señor, que heredó una gran cantidad de Estados. Los requenenses lo obsequiaron en aquella ocasión según lo establecido, pero cuando sus regidores abordaron el 16 de octubre de 1558 sus exequias lo hicieron con frialdad oficial, lejos del sentimiento íntimo de pena. Al fin y al cabo, la villa se había sumado a las Comunidades y había estado sometida a una fuerte presión fiscal durante su reinado. A nuestro entender, el posterior rechazo al archiduque Carlos en gran parte de Castilla tendría no poco que ver con el hartazgo por la política imperial de los Austrias. El que podría haberse convertido en Carlos III de Habsburgo terminó pagando el mal humor por su egregio antepasado.
El punto de vista comunero, el de un mayor control de la autoridad real por las Cortes, no terminó de desaparecer en la Castilla del siglo XVI. El mismo García Cárcel indica que la emperatriz Isabel, responsable del reino en ausencia de su esposo, llegó a compartirlo en cierta medida, dada la fuerte contribución castellana a sus empresas. Portuguesa ella, su hijo Felipe II se encontró el recuerdo comunero entre sus opositores portugueses, alrededor del prior de Crato, según el citado historiador. ¿Pervivió entonces en Castilla la sombra de las Comunidades?
John H. Elliott ha caracterizado a la Castilla del siglo XVII como una sociedad no revolucionaria, por distintos motivos, lo que indicaría el fracaso de las Comunidades. La afirmación del poder real era clara, según se plasmó en muchas de las Relaciones topográficas mandadas por Felipe II. Sin embargo, unos acontecimientos ocurridos en la Requena de 1583 nos confirman no solo su recuerdo, sino también el temor que todavía despertaban.
La parcialidad dirigida por Cosme Lázaro y Tomás Romero movió un alzamiento contra el corregidor Lorenzo de San Pedro, que denunció ante el rey que los pobres no deberían de ser levantados contra los mayores en forma de Comunidad. Tal movimiento no trascendió, pero no deja de ser curioso que Tomás Romero apellidara o convocara militarmente al común, al igual que su posible familiar Francisco Romero en abril de 1521, representante de los pecheros y figura del sector más radical de los comuneros locales. El recuerdo de las Comunidades se transmitiría por la discreta vía familiar, a distancia de las exaltaciones cronísticas, tan condicionadas por la autoridad regia.
¿Se trata de una manifestación de nostalgia política, de un tiempo de turbulencias públicas, o de un anticipo de las libertades de los liberales el movimiento de las Comunidades? Coincidimos con Juan Carlos Pérez García en la importancia de los oligarcas locales, como Luis de la Cárcel, en el mismo. Es normal, ya que venía interviniendo en la vida municipal desde la Baja Edad Media. Dividida en parcialidades durante el enfrentamiento con don Álvaro de Mendoza, había tenido que aceptar el nuevo poder regio y la reforma municipal de 1506, aunque con las Comunidades se le abrió una nueva oportunidad de afirmarse. La no conservación de las actas municipales nos impide conocer con detalle sus evoluciones y maniobras entre 1506 y 1520, pero es seguro que el temible incendio de Medina del Campo no le dejó indiferente.
A nuestro juicio, la Comunidad no fue un movimiento regresivo por dos grandes motivos. En primer lugar, hemos de tener en cuenta que toda oposición parlamentaria al autoritarismo en la Europa Moderna pasaba por las oligarquías. La primera Inglaterra parlamentaria fue elitista y el primer liberalismo español no dejó de serlo.
Además, la Comunidad presentó interesantes matices sociales en Requena, que al igual que Cuenca tuvo una dinámica muy distinta de la segoviana, marcada por los problemas de la pañería, de esa Castilla manufacturera que reclamaba mayor disposición de lana frente a los grandes comerciantes. La villa se alineó finalmente con posiciones moderadas, al modo de Burgos, pero no entró a formar parte de ninguna Liga de la Rambla opuesta a las Comunidades. Los grupos menos oligárquicos se movilizaron y se temió que los jinetes guisados de caballo ganaran fortuna en el marquesado de Moya. La derrota de Villalar frustró una hipotética evolución, la del paso de una fase más moderada a otra más radical al modo de otros procesos revolucionarios como el posterior de Francia.
La experiencia requenense de las Comunidades demuestra que se adaptó a los cánones de su tiempo, como es lógico. No se puede exigir a una persona del siglo XVI que se comporte como si viviera en el XXI, claro. Tal aserto también vale para lo territorial, con una Castilla de clara personalidad jurídica dentro de la nueva Hispania. Siempre se han planteado interrogantes acerca de la falta de verdadera cooperación entre comuneros y agermanados valencianos, que para algunos llevaría a ambos a la derrota.
Autores como Álvaro Santamaría hicieron hincapié en la incidencia del clima de agitación peninsular en el estallido de la Germanía de Mallorca. Adriano de Utrecht prohibió a los agermanados valencianos que auxiliaran a los comuneros del marquesado de Villena y se llegó a acusar a la Valencia de los Trece de tratos subversivos con el levantisco Toledo. Sin embargo, los ritmos de ambos movimientos difirieron: la victoria agermanada en Gandía es posterior a la rota de Villalar. Tampoco coincidieron siempre los intereses, pues los artesanos de la Valencia agermanada se quejaron de la competencia de los paños castellanos. Al final, algunos ilustres comuneros como el marqués de Los Vélez terminarían congraciándose con el rey cargando con fuerza contra los agermanados.
En sus extensas investigaciones sobre las Germanías, Ricardo García Cárcel no había hallado pruebas del deseo agermanado de enlazar con los comuneros a través de Requena, cuyo puerto seco era tan estratégico como valioso. Desde los estudios de Rafael Bernabéu, sabemos que las Germanías suscitaron interés en nuestra villa, así como diversas peticiones de ayuda. Es una cuestión a profundizar en el futuro, aprovechando los ricos fondos del Archivo del Reino de Valencia, que es probable que arroje nueva luz sobre un movimiento tan apasionante como el de las Comunidades.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libro de actas municipales de 1546 a 1559 (2895) y de 1587 a 1593 (2898).
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
Consejo de Castilla, Consejos, 25420, Expediente 5.