Templo y ermitas de Requena. Memorias de Luis García Grau
Destrucciones y profanaciones
En la primera quincena del mes de agosto de 1936 amaneció un caluroso domingo.
En unas pocas horas quedaron arrasados todos los templos conventos ermitas y demás edificios religiosos.
Una masa de incendiarios en una especie de locura colectiva se lanzaron contra los templos. La víspera del sábado por la noche se dejaron todas las puertas sin llaves y tú aún más la labor destructora.
Fui testigo de la más cruel y bárbara destrucción, yo vi lanzar a la hoguera en las inmediaciones o en la misma puerta de los templos valiosísimas obras de arte (también de antigüedad en la mayoría de casos), en esculturas, lienzos y archivos con los registros de bautizos, matrimonios, defunciones. Además obras muy valiosas de orfebrería, perdidas para siempre (como antes se ha dicho, en muchos casos, más que el valor material, era su antigüedad).
También se removieron sepulturas, pues es sabido que nuestros antepasados acostumbraban a enterrar en los templos, creían que para su eterno descanso era la iglesia lugar más apropiado y más digno, donde se consagra diariamente a Dios, y su terreno es sagrado. Los enterramientos tuvieron que ser suprimidos en las iglesias la por razones de salubridad, pues llegó a producirse en algunas ocasiones un hedor insoportable sobre todo en verano. En esta época año se les enterraba con unas paletadas de cal viva, ello hasta principios del siglo actual.
Y por si aún fuera poco la destrucción de tanta riqueza artística, se removieron restos humanos esparcidos, esparcidos y destrozados, pero es de advertir que no todas las sepulturas se encontraban a mano o al alcance de aquellos incendiarios.
Los restos que he visto profanar y destruir entre otros fueron:
Don Juan Ibarra de la Cárcel, que ocupó importantes cargos en los tiempos del reinado de Felipe segundo; este monarca le confió entre otros Secretario de Obras y Bosques (actualmente equivale a Ministro). Estaba enterrado en la iglesia de El Salvador, debajo del altar del Santísimo Cristo de la Agonía (en el plano adjunto con el número 13).
Apolonia Sánchez, viuda de Juan Celda; estaba enterrada debajo del altar de Santa Ana (transformado en nuestros días en Virgen del Pilar) en el plano con el número 11. Falleció el día 18 de abril de 1621. En 1800 fueron removidos sus restos por el motivo de tener que proceder al enladrillado de la Iglesia pues todos los templos estaban aún con losas de piedra. Cuándo se procedió a la apertura de su sepultura los restos de Apolonia aparecieron (con la sorpresa de todos) incorruptos, a pesar de haber transcurrido desde que fueron enterrados 269 años.
Así nos lo refiere Herrero y moral según el testimonio del escribano de Requena Mateo de Cuenca, que presenció su entierro y además conoció y trato a Apolonia. Este documento existía en el archivo de El Salvador, por lo tanto, fue a la hoguera.
Destrucción de los restos de San Clemente
El templo del Salvador guardaba en una artística urna de madera de nogal una valiosa reliquia con los restos de San Clemente. En esta urna, en su interior, se veía un cráneo y atados con cinta de seda, unos huesos, esta urna estaba depositada en el altar de la Virgen del Pilar.
Este altar fue repintado en el año 1925, pues fue remozado por las hermanas García Montes, Rosa y Pilar, colocando la imagen del Pilar, que fue adquirida en Valencia por las dos hermanas mencionadas.
Los restos de San Clemente fueron llevados a la sacristía.
La imagen de la Virgen del Pilar, se salvó de la destrucción, siendo colocada en otro altar contiguo a la derecha del que ocupo hasta 1936.
Nuestros historiadores poco nos dicen respecto a los restos de San Clemente.
En su “Historia de Requena” de 1890, Herrero y Moral se expresa así: “que un señor obispo que se hospedó en casa de Ferrer y Domínguez de la Coba la regaló, la regaló a dicha iglesia”.
Por su parte don Rafael Bernabéu en su magnífica “Historia de Requena” refiere: “Reliquias de San Clemente, donadas por el Obispo-Duque de Abrantes”.
Con tan lacónicas informaciones, nos quedamos sin saber a qué San Clemente se referían, ya que es de suponer que en el catálogo o santoral cristiano habrá más de uno, ni tampoco en qué fecha tuvo lugar este evento.
Lo único que sabemos con certeza es que está preciosa joya fue arrojada a la hoguera.
En la iglesia de Santa María, fue asaltado y saqueado igualmente panteón en que fueron enterrados los antepasados de la familia Nuévalos en el plano con el número 4).
Los ataúdes se apilaban y posteriormente eran cubiertos con yeso. Pudimos observar que uno de ellos estado de la pila estaba sin cubrir. Este cadáver pertenecía a doña Josefa de la Mota Ruiz casada con D. Gregorio de Nuévalos y Marín. El motivo de que permaneciera aún sin cubrir era que esta señora falleció durante la ocupación de Requena por las tropas invasoras francesas en la Guerra de la Independencia, pues la mayoría de las familias acomodadas se refugiaron en casas de campo. Debido a estas especiales circunstancias cadáver quedó así.
Pero lógicamente al restablecerse la normalidad y desaparecidas las causas que motivaron este abandono, los diferentes párrocos que tuvo este Iglesia no se ocuparon de ello, ni los miembros de la familia Nuévalos tampoco.
Recuerdo que el cadáver de doña Josefa estaba amortajado con ropas de seda, sin duda fabricadas en Requena. Recuerdo que cubría su cabeza con un mantellina similar (o la misma) qué hacen las chicas jóvenes con el traje típico de la Fiesta de la Vendimia.
Bibliografía:
«Templos y ermitas». Memorias de Luis García Grau. 1997. Disponible en:
www.requena.es/sites/default/files/u36/templos_y_ermitas_de_requena_luis_garcia_grau_1997.pdf
Transcripción: Javier Jordá Sánchez