Hemos dedicado varios artículos a la “Edad de Oro Utielana” en Crónicas Históricas de Requena. Ya se ha demostrado el importante desarrollo a nivel nacional que la ciudad consiguió entre el siglo XIX y XX por medio de una economía de exportación, principalmente vino y madera, y las actividades industriales requeridas para dicha exportación (bodegas, alcoholeras, serrerías, etc.), y sin olvidar la actividad terciaria, pues los productos y servicios que Utiel ofrecía en su amplia área de influencia la convertían en un importante centro comercial. Sin embargo, todo lo que sube baja tarde o temprano, y Utiel no pudo ni supo reconvertir las bases de su economía para poder seguir creciendo, sufriendo un estancamiento demográfico y económico desde la segunda mitad del siglo XX, que aún perdura hoy en día. Es lo que llamamos el fin de la “Edad de Oro” y el fracaso de la reconversión industrial de Utiel.
Desde la década de los 40 del siglo XIX, la villa de Utiel había disfrutado un importante desarrollo económico, donde destacó el papel industrial de las bodegas y alcoholeras. Cierto es que dicha actividad industrial estaba totalmente vinculada a la actividad económica principal, la agricultura, pero no podemos negar la existencia de una precaria industria que llegaría a consolidarse. Algo no muy frecuente en una población envuelta de un mundo rural a desarrollar.
Esa precaria industria, volcada hacia el exterior de la villa, pudo fortalecerse por dos aspectos. El primero sería la llegada de capital foráneo para el desarrollo vinícola como consecuencia de la demanda europea que no podía abastecer Francia. Ello supondría la introducción de una pequeña parte de ese capital a la industria necesaria para convertir la uva en los bienes demandados (vino bobal a granel, aguardiente y alcohol). El segundo factor sería el dinamizante real de la industria, pues abarató los precios y redujo los tiempos de transporte. La línea ferroviaria Valencia-Utiel (1885) permitiría hacer competitivos nuestros productos al darles una salida rápida y cómoda.
Por último, el tercer pilar de la economía en la “Edad Dorada utielana” fue el comercio minorista y de servicios. La mejora de las comunicaciones no solo facilitó la salida de materias primas, sino también la llegada de productos elaborados desde Valencia, así como las últimas innovaciones y avances llegados desde Europa.
Por lo tanto, la economía utielana se había fundamentado en tres pilares: explotación de materias primas, industria auxiliar para la exportación, y ofrecer bienes y servicios a su área rural. Situación que se mantendría y crecería en la primera mitad del siglo XX, especialmente por dos acontecimientos históricos, la Plaga de la Filoxera (1885-1917) y la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial (1914-1918). Ni siquiera la Guerra Civil (1936-1939) supondría un deterioro de la capacidad económica utielana, y conseguiría sobrellevar de buena forma la Postguerra y las políticas autárquicas de la primera etapa del Franquismo. Será justamente la apertura económica de la Dictadura, a partir de 1959, el momento en el que la situación utielana decaiga y los pilares de la economía “dorada” se agrieten y comiencen a hundirse.
El porqué es fruto de errores del pasado, de la evolución económica del país y los enormes cambios que sufriría toda España en la segunda mitad del siglo XX. A pesar de que en los 60 España se convierte en la décima nación más industrializada del mundo, se trataba de una economía con una fuerte inversión e intervención del Estado, que no se modernizó debidamente en los sectores con mayor tradición y que requerirá ya durante la Democracia una necesaria pero dura reconversión industrial, que no siempre tendrá resultados positivos.
El sector agrícola utielano seguirá siendo el principal motor, pero no será suficiente para sostener el crecimiento debido a las propias características que lo conformaban. El vino conseguido con la variedad autóctona, la bobal, era vendido a granel para la exportación. Éste se usaba para rellenar otros vinos de calidad, aumentando la cantidad, además de darles color y graduación. Se trataba de un engaño al consumidor (pero muy lucrativo), pues cuando se compraba un vino de cierta fama, en realidad se estaba consumiendo en buena parte un vino de origen distinto y que en el mercado tenía mucho menos valor. Por lo tanto, el comercio vinícola se centró en la venta de vinos utielano-requenenses a bajo precio. Un mal endémico que aun se mantiene y que convierte a esta actividad en poco rentable, pues lo que importaba era la cantidad y no la calidad. Era una concepción en contra de los nuevos gustos que aparecerán en la segunda mitad del siglo XX. El cooperativismo, que había unificado este sector como medida para que los propios agricultores controlasen la venta de sus productos, se convertiría en uno de los causantes del posterior mal y a su vez en una víctima. Sería incapaz de adaptarse a las nuevas demandas, priorizando la venta a granel y dejando a un lado la realización de vinos de calidad con un mayor valor. Perjudicando al agricultor medio pues sus beneficios cada vez son más reducidos, convirtiendo la agricultura en una actividad cada vez menos atractiva, y causando la actual crisis en la que se encuentra inmerso el cooperativismo.
La industria auxiliar sufrirá los mismos estragos que la agricultura en el sector vinculado a ésta. Además, el afán por que el agricultor contase con el control de los medios de producción provocó que el cooperativismo crease sus propias grandes bodegas y fábricas de alcohol que monopolizaron la elaboración de vino y sus derivados en perjuicio de otras empresas privadas. Eso en sí no fue perjudicial, pues permitió crear una industria de capital local que absorbería los beneficios de la elaboración para los productores. En un principio era positivo, pero el problema vendría cuando las cooperativas no se modernizaron en los medios de venta, y continuó con el tradicional comercio a granel. A su vez, el capital de fuera que había movido la industria anterior al cooperativismo, al no poder competir con el control de la producción y la elaboración de los agricultores simplemente se retiró o se mantuvo como intermediario de cara a la venta al exterior.
Por su parte, los otros sectores vinculados a la exportación, en especial la madera, tendieron a una cada vez menor necesidad de un centro de organización como era Utiel. La construcción del tramo de ferrocarril Cuenca-Utiel acercó aún más los bosques madereros al tren. Además, se impuso un transporte por carretera más barato, con una mayor autonomía y acceso directo con los bosques conquenses de donde se extraía la materia prima. La principal industria asociada, las serrerías, se encontraron con una nueva competencia fruto de la liberación del transporte, a la que se le añadió una falta de inversión para modernizarse que a la larga supuso su fin.
El último de los pilares de la economía utielana sufriría otro gran traspié. El éxodo rural comenzado en los años 60 afectó muy severamente a la zona de influencia de Utiel. Toda la provincia de Cuenca y Albacete, así como las zonas más rurales de la Meseta de Utiel-Requena, sufrieron una emigración abusiva. El comercio utielano, que dependía de las necesidades de los habitantes de su hinterland, simplemente no podía abastecer una demanda que ya no existía. Por lo tanto, comenzó un retroceso a la par que lo hacía la población de su territorio, que aún existe, abocándolo al problema del “desierto demográfico”. Aun así, la antigua fortaleza económica de Utiel consiguió evitar un retroceso poblacional, aunque padeció un estancamiento generalizado hasta la actualidad.
En definitiva, Utiel había diseñado durante más de cien años un modelo económico bien definido e incluso elogiable basado en un fuerte desarrollo de los tres sectores económicos: primario (agricultura y explotación forestal), secundario (industria asociada al primario) y terciario (comercio). La aparición del cooperativismo en la primera mitad del siglo XX supuso una reforma, sobre todo durante la Dictadura franquista, del modelo productivo que se había desarrollado. Se sustituyó el papel del capital procedente de fuera de la comarca por el del agricultor local. Sin embargo, ello no supondrá un cambio en el modelo económico utielano. El error aparece cuando el cooperativismo se ve incapaz de reconvertir el modelo en la parte vinícola, en que le afectaba sobremanera. Se continuó con el sistema de ventas a granel que estancará el desarrollo. Por su parte, el resto del sector industrial no se reconvertirá ante su incapacidad de adaptarse a las nuevas características económicas aparecidas en Utiel y en toda España. La industria utielana se vinculó excesivamente al ferrocarril. y al entrar el mismo en crisis acabó siendo incompleta su adaptación a la reforma producida por el transporte rodado. El comercio entró en decadencia de una manera menos traumática, pues la crisis que sufriría era consecuencia directa del despoblamiento progresivo de su “provincia comercial”.
En suma, nos encontramos ante la reducción del peso económico de la agricultura, el fracaso de la reconversión industrial fundamental en la creación de un sector secundario capacitado para mantener el crecimiento, así como la crisis social del territorio vinculado a la ciudad. Todo ello causará el estancamiento económico de Utiel. Por su parte, la ciudad hermana de Requena conseguirá crecer en gran parte a costa de su propio territorio. El porqué es causa directa de su situación como centro administrativo del interior valenciano. Durante la segunda mitad del siglo XX, Requena se beneficiará mucho del excesivo peso que recogería la administración y burocracia pública del Estado central y con posterioridad de los aparatos autonómicos, así como todas las actividades vinculadas a la misma. Estas concesiones estatales que se remontan al siglo XIX, y en parte se tratan de compensaciones por el apoyo requenense a la causa liberal frente la relativa vinculación de Utiel al carlismo, han sido indiscutiblemente el motor económico de la localidad. Utiel simplemente no puede crecer en ese ámbito, porque no se le concedió tales “privilegios administrativos”.
Este es en parte, un resumen muy parcial del fracaso en la reconversión económica de Utiel, con la cual podemos entender mejor el actual estado de la ciudad. Sin embargo, para tener una visión global, profundizaremos en la continuación de este artículo.