Publicamos este documento de gran interés para conocer el comienzo de la Guerra de la Independencia en Requena. Procede del Archivo Histórico Nacional. Junta Central Suprema Gubernativa del Reino, Estado; 81, J. Control de Juntas territoriales. Requena.
–Para mayor claridad hemos articulado la edición de este documento titulando sus distintos apartados. Conservamos la ortografía original.-
Carta de acompañamiento al Manifiesto.
Señor.
La Junta de Gobierno de la villa de Requena, celosa suprema del honor y fidelidad que la ha caracterizado, no puede menos de hacer presente a v. m. los sentimientos que expresa en el adjunto manifiesto que tiene la honra de acompañar a esta reverente exposición; no sólo para ratificar la pureza de sus ideas patrióticas, sino también para desvanecer los pundonorosos escrúpulos a que la han comprometido algunas siniestras voces difundidas por la ignorancia, y tergiversadas por la bulgaridad en el Reyno de Valencia. Y como las críticas circunstancias del día empeñan a qualquiera cuerpo patriótico a acrisolar su conducta contra la más leve sombra que pudiera empañarla, contempla este celoso cuerpo ser muy de su obligación acudir a la soberana autoridad de v. m. a quien:
Suplica se digne, siendo de su aprobación dicho manifiesto, conceder su real permiso para que por esta misma Junta se imprima y circule, según lo espera de su alta soberanía, cuya conservación conserve el cielo para la verdadera regeneración, integridad y sagrados derechos de la monarquía española. Requena y octubre 29 de 1808.
Señor.
Domingo de Arce y Caballero. Presidente de la Junta.
José Moral de Alisent.
Francisco Antonio Herrero.
In vindicando criminosa est celeritas. Senec. S.
Unde habeas querit nervio, sed oportet habere. En. S.
Manifiesto que haze la Junta de la Villa de Requena sobre su conducta con los Franceses y batalla de Pajazo.
Preámbulo.
Si la misma celeridad es tardanza en el deseo, suele también ser criminal en la vindicta, aunque esta haya de ser de la sombra de un solo cabello. El contraste prodigioso de inesperados acontecimientos, y monstruosa opinión de los que juzgan las cosas o por su interés o por el disimulo de sus errores, han dañado ya la paciencia, convirtiéndola en un furor noble y generoso. Y como toda sospecha es fuerte en la parte más triste, se hace salir qualquier tumba para las calamidades, a pesar de que la verdad y buena fama aun en las tinieblas conservan su propio esplendor.
Arraigada fidelidad de Requena a sus monarcas.
La antiquísima Villa de Requena en todas las edades se ha distinguido por su valor y su lealtad. Los mismos monumentos materiales están palpitando sus glorias, y los singulares privilegios que el Cielo y sus Soberanos le han prodigado forman el más auténtico testimonio y executoria de sus memorables acciones y portentosos echos. ¿Cómo es posible que en esta ocasión manchase sus timbres de Noble, Leal y Fidelísima aora que el maior imperio de todos los derechos arrastra con agradable violencia al sacrificio de quanto más estimable reconoce el hombre, y aun de su propia existencia? ¿Cómo había de consentir un obscuro celage a su reputación? Es verdad que no pueden presentarse en las tablas cronológicas de el mundo motivos más sagrados y obligantes para producir reunión tan admirable. Y si algún miembro, hijo digno de esta ilustre villa se huviese ostentado vil idólatra de su egoismo, huviera quedado en su misma timidez confundido. Mas como no es virtud feliz la que careze de enemigos, y la embidia silenciosa haze sus tiros con disimuladas invectivas, ha sufrido Requena hasta aora esta desgracia.
Un soez trozo de gentes vecinas, conscriptas a la defensa de Pajazo y un gefe inepto, por no darle otra atribución infame con la voz común de el Pueblo que mire tan de cerca sus operaciones y ha llorado sus resultas, han intentado sombrear nuestra bien distinguida conducta: aquéllos por hallar sin duda compañeros a su fellonería, y éste por sincerarse de los irresistibles cargos que pueden y deben hacerse a su notable inercia en circunstancias las más apuradas, y si en ellas no descubrió la intención, sus hechos la vislumbraron.
Requena es limítrophe de el Reyno de Valencia, y el último pueblo de Castilla la nueva, ocupando su situación el camino Real de Madrid, y el primero que en el siglo anterior valerosamente resistió el tránsito a las tropas de el Archiduque Carlos de Austria, no queriendo admitirle por Rey contra el legítimo derecho de el Señor don Felipe Quinto de Borbón. Sufrió diez y ocho o veinte días de asedio, haviendo padecido con el maior heroismo y constancia todos los males que pudo causarle el desaire de un enemigo tan poderoso e irritado, y contra fuerzas tan desiguales, que últimamente lograron una capitulación honrosa, conservando su fidelidad y justo partido. Esta detención tubo los ventajosos resultados de que los exércitos de el Señor don Felipe Quinto pudieron reunirse en los campos de Almansa, cuia batalla decisiva aseguró la Corona a la dinastía de Borbón, y forma una de las más gloriosas épocas de España. ¡Qué estremecimiento pues no sorprehendería agudamente a estos naturales quando en aquellos diarios dictados por la animosidad más inaudita vieron la degradación sacrílega de los Augustos Borbones y renuncia de su trono, arrancada con violencia tan irracional, sórdida y abominable! El raio más horrélido no asusta tanto como asombró tal noticia entre el sentimiento y la irritación: aquél no pudo contener los señales patéticos de su vehemencia, y ésta el prorrumpir expresiones amenazadoras contra el más bárbaro opresor de nuestro legítimo dueño y su decalitado amigo.
Indignación ante el secuestro de la familia real e invocación a San Julián.
Se advirtió luego una comoción general de todas las clases de el Pueblo, y en rápidos momentos se reunieron en Plazas y calles no resonando en ellas otros clamores que venganza, venganza, de tal perfidia defendamos a el ínclito Fernando, nuestras idolatradas delicias y tan brebemente cautivos, muramos antes de consentir tamaña traición y tiranía, corramos velozes a las tiendas de Job a implorar ante todos los auxilios de el Cielo, imitemos el ardor y constancia de nuestros progenitores y los conseguiremos como ellos. ¡Día que escena tan tierna!¡Y que movimientos tan religiosos! Ynmediatamente suvían a el Santuario de nuestros patrono San Julián Mártir, sacan su ymagen en procesión por todo el pueblo. Acompaña un inmenso gentío arrebatado de la más piadosa devoción, que confundiría a los enemigos más pacatos de el chatolicismo. Llegan a la Plaza principal, se postran de rodillas ante una Ymagen de María Santísima, y permanezen rezándole humildes su Rosario e inclamando su intercesión. En cada salutación angélica repetían fervorosos Viva la Religión, viva Fernando. Y con tanto amor y sobrenaturales auspicios proclamó el pueblo de Ysrael a Saul Rey escogido de Dios, ni con igual intensión de afectuosa obediencia exclamó: Viva el Rey. Repitieron por las calles y demás Plazas las mismas aclamaciones mezcladas con la piadosa oración. Si quando en otro tiempo Don Álvaro de Mendoza con mucho poder y armas de Ynfieles intentó subiugar esta Villa, y dominarla contra la sujeción y fidelidad jurada a un legítimo monarca después de haver apurado las fuerzas y recursos de su defensa, los vecinos sitiados y afligidos buscaron a Dios, interponiendo por su mediador al santo de el día, que ignoravan qual fuere, y ¡caso portentoso! al empezar el asalto los enemigos, como lobos ambrientos de encarnizarse, apareció un hermoso guerrero que con valentía irresistible los destrozó, conociendo ellos mismos hera aquel un auxilio celestial, y los vecinos no dudaron con su inflada fe que fue San Julián Mártir, Santo de el día, a quien se havían encomendado y jurado después por su patrono. Ahora con el concurso de maiores justas causas, en cuio favor ya visiblemente se explicaba la mano poderosa del Omnipotente, más ardientes en la Fe empeñaron la intercesión de su Patrono, librando en ella todas sus confianzas. Requena, pues, fue la primera que en Castilla la nueva levantó el grito, proclamando a su señor natural, traidoramente oprimido.
Formación y primeras disposiciones de la Junta de Gobierno de Requena.
Nada temió las horribles venganzas de la protervia. Despreció los crueles estragos que podían sobrevenirle siendo casi cierto el pasar por allí las tropas de el tirano monstruo para ocupar el Reyno de Valencia, y a pesar de cortas fuerzas para resistir se arma de fortaleza, forma una Junta de Gobierno y esta diputa individuos comisionados que se presenten a la Junta Suprema de Valencia, ya entonces establecida, y afiliándose a ella para obrar conformes en la causa común, executan sus disposiciones, que producirían más seguros los aciertos. El pueblo valenciano entendió la comisión y significó bien su contento y satisfacción por esta fraternidad, y aquella Suprema Junta con el agrado y dulzura digna de sus respetos no solamente admitió tan fieles votos y los hizo publicar por un impreso, sino que también autorizó justamente a la Junta de Requena para invitar, exortar y afiliar así a todos los Pueblos de esta Provincia, y le ofreció proporcionar armas, municiones y otros auxilios.
Con este desempeño y regreso de los comisionados, la Junta de Requena, aunque ya estaba executando un alistamiento voluntario, mandó que fuese forzoso de todos los mozos desde diez y seis a quarenta años sin distinción de talla, clases ni otras esenciones, y resultó un número de más de ochocientos hombres alistados y dispuestos a tomar las armas, que inmediatamente empezaron a instruirse en su manejo. A el mismo tiempo con rapidez y eficaz zelo consiguió la afiliación de más de veinte pueblos de dicha Provincia, que todos clamaban por armas y municiones. No pudo darles de aquellas sino algunas escopetas, y de éstas muy corta porción a los que contempló más necesarias. No perdonó fatigas ni desvelos en ocurrir a las urgentes atenciones que la ocupaban en medio de que su maior vigilancia y cuidado se empleaban en contener y deprimir las convulsiones tumultuarias que fermentaban, unos por los mal contentos del alistamiento, y vanamente sospechosos de que pudiera haver acepción de personas, y otras por vulgares rumores de infidencia y hesitación enemiga contra vecinos tal vez los más leales. Era preciso en su opinión atajar en su origen estos males, que ya centellaban en amargas consecuencias, y no costó poco a la Junta conseguir el sosiego y buen orden. Por otra parte eran incesantes los soldados suizos y nacionales, y otras gentes, que se presentaban desertores de Madrid sin pasaportes ni medios de subsistir, y era forzoso a los sentimientos de humanidad y patriotismo socorrerlos, haviendo consumido en ello la Junta no cortas cantidades, y al mismo tiempo examinar a cada uno para precaver toda sospecha de espionage o traición.
Precauciones ante el paso del Cabriel por los napoleónicos.
Empezó ya a correr noticia de que Moncey, general francés con una división de más de diez mil hombres, se dirigía a Cuenca con el fin de ocuparla, y pasar desde allí a el Reyno de Valencia con la misma intención; y como en caso de realizarla era lo más verosímil que desde Cuenca emprendiese su marcha y camino de Requena, penetrando el Cabriel por Pajazo, Contreras o Vadocañas, la Junta de Requena hizo presentes a la Suprema de Valencia las ventajas de qualquiera de estos tres puntos para rechazar a el enemigo e impedirle el paso de el Río sin necesidad de fuerzas superiores.
Había ocurrido en aquellos días que los vecinos de la villa de Camporobles prendieron a Don Carlos Cabrer, Coronel de Yngenieros, sospechándolo agente de el gobierno francés y lo havían conducido a las cárceles de Requena, en donde fue detenido hasta que la Suprema de Valencia examinó las diligencias formadas, sus papeles, circunstancias, causa y objeto de su viage formando los informes necesarios, y fue declarado no solamente por un vasallo leal, sino también por un oficial de singular mérito y más profundos conocimientos de los de el Exército. Luego que fue puesto en libertad con el honor correspondiente a su desagravio, aprovechó la Junta esta ocasión, y lo suplicó que en compañía de dos comisionados pasase a los citados tres puntos de Pajazo, Contreras y Vadocañas, y formase diseños y planes militares de defensa según su pericia y talentos.
Ni las incomodidades sufridas con la serenidad de su inocencia, ni las que esperaba en el desempeño de su encargo tan importante detubieron su patriotismo. Formó los planes tan ajustados que no dejó más que desear para el acierto que la puntual execución de sus reglas y prevenciones. Los presentó el mismo a la Suprema Junta de Valencia, y no pudo menos de convencerse de su exactitud y conveniencias. Ordenó en su virtud aquella sabia autoridad reforzar los tres puntos. Destinó para ello más de nueve mil hombres al mando del Mariscal de Campo Don Pedro Adorno, que estableció su Quartel general en Requena, de donde distan los pasos de Cabriel más de seis leguas. Se destinaron igualmente quatro cañones de gruesa artillería para colocarlos según los planes de el Coronel Cabrer, y donde fueron más necesarios.
Fuerzas de Requena marchan a defender el Pajazo.
Aunque dichos cañones llegaron a Requena el día diez y ocho de Junio fueron detenidos hasta el veinte por la tarde en que por las noticias y avisos seguros de que los franceses traían su ruta por la Pesquera y camino de Pajazo, resolvió la Junta que su Presidente Don Pedro José de Cros marchase con su gente, comandándola en número de quinientos hombres, y haviéndose antes presentado a dicho Señor General en Gefe para recibir sus Órdenes, únicamente le mandó y previno fuese custodiando la Artillería, y así lo executó marchando a las cinco de la misma tarde con los mozos de Requena y un corto número de artilleros. Aquella noche se alojaron en Utiel dos leguas distante, y allí supieron que ya el enemigo ocupaba las alturas de Pajazo al otro lado del Río, y en el momento dicho Comandante mandó acelerar la partida de su tropa y cañones, haviéndola verificado en la misma noche, caminando con la posible ligereza de modo que a pesar de la distancia de más de quatro leguas al Puente de Pajazo, y malo el camino especialmente para el transporte de los cañones llegaron al medio día a la misma embocadura de dicho puente.
Yba persuadido Don Pedro de Cros en que todas o la maior parte de las tropas que havían pasado por Requena cubrirían aquel punto ya por ser el tránsito de el Río más fácil a el enemigo, y ya más principalmente porque podían con brevedad reunirse en él las que se hallasen en Mira, Contreras y Vadocañas, habiendo sabido con sobrado tiempo y certeza que los Franceses venían por el camino de el Pajazo, y que esta reunión debía suponerse prevenida por la providencia del General para semejante caso y el más probable. Pero quedó lleno de admiración y sorpresa quando echó de ver que en el Puente no havía un solo hombre y en las alturas de esta parte como unos seiscientos entre Suizos y Guardías Españolas. Aunque inmediatamente, y sin haver desenganchado los cañones, hacía ya terrible fuego el enemigo, no le asedió el miedo ni el peligro inminente de perecer con su tropa hallando burlada su persuasión de haver encontrado más guarnecido aquel punto, ni menos le ocupó el desaliento considerando su gente visoña, indisciplinada y fatigada del largo camino, sueño, hambre, sed y calor. Desechó reflexiones tan amargas y penetrantes. Su intrepidez arrostró antes con la muerte que ceder a el peligro.
Se combate en el Pajazo.
En medio de el zumbido desagradable de las balas, mandó a el comandante de la artillería la dispusiese para hazer fuego, y se trabó por ambas partes tan vivo de cañón y fusilería que su formidable estruendo no tuvo un momento de intermisión en las tres horas que duró el combate. Fue tanto el corage de algunos de nuestros paisanos y suizos, que despreciando una lluvia de balas se hicieron superiores a su valentía, metiéndose en el puente y penetrándolo para pelear matando con la baioneta. ¡Justicia Santa, cómo asistir a los que te respetan! El furor que inspira la razón haze los maiores estragos y afianza los fautos del valor y la gloria. Ciegos en matar y defender la entrada del puente permanecieron por mucho rato hasta que abanzó la caballería enemiga en crecido número, los atacó y empezó a vadear el Río. Entonzes los nuestros repasaron el Puente y se retiraron a las cuestas, desde donde continuaron el fuego de fusil. Aquí debe elogiarse la destreza de Manuel Montes, labrador, que disparó veinte tiros y mató otros tantos con la serenidad de elegirlos en su puntería. Finalmente forzaron los enemigos el Puente sostenidos de su cavallería, que había ya vadeado el Río, aunque a costa de muchos que perecieron en las aguas. El resultado de esta batalla fue por nuestra parte la pérdida de quatro hombres muertos de Requena y sus aldeas, dos heridos y diez y ocho prisioneros, y de los Suizos de cinquenta a sesenta muertos. Los Franceses se sabe por relaciones fidedignas y testigos que vieron los cadáveres su combustión y paradero en las bajas riberas de el Río, tuvieron seiscientos hombres muertos, y se ignora el número de heridos. En el Rabo de la Sartén, pasage así llamado una rebuelta que forma el río más bajo de el Puente, se halló tanta copia de dichos cadáveres franceses arrojados por las aguas, que causaban la vista más horrorosa. De modo que aunque los enemigos lograron vencer aquel paso, su victoria debe llamarse cadmea, esto es que si quieren decirse vencedores sufrieron pérdida inmensa y en su comparación ninguna los vencidos.
Desaprovechamiento de las defensas naturales del Cabriel.
La suerte favorable a nuestro justo empeño no pudo inspirar al Gefe enemigo una resolución más proporcionada a su destrucción y ruina que la de pasar el Cabriel por qualquiera de los referidos puntos, porque la misma naturaleza crió en ellos las barreras más impenetrables y de la menos costosa defensa haviendo en ellas una guarnición bien ordenada y dirigida. Así lo conoció el Coronel Cabrer, manifestando que a pedradas podían defenderse observando las reglas de sus planes. ¿Cómo no podía pues haber sido muy doloroso el haberlos abandonado? No nos es lícito entrar en la conducta interior de el General, sujeta ya en el día a el examen de un Consejo de Guerra, pero lo indudable y cierto es que la Suprema Junta de Valencia se hallaba bien satisfecha de que en virtud de sus activas disposiciones estaba bien guarnecido y reforzado el Puente de Pajazo, y de que en él serían también acometidos los enemigos en su retaguardia por las tropas de Jorquera. ¡Qué proiecto tan admirable si hubiera sido realizado como dispuesto! ¡Qué resultas tan gloriosas no huviera tenido! Moncey con toda su división seguramente hubiera sido derrotado. No hubiera pisado el suelo valenciano, mirando antes desechos sus proiectos. Así lo meditaba la Suprema Junta, sin temer jamás se acercase a los muros de Valencia, y lo confirma la siguiente carta que remitió a la de Requena en contestación al aviso que ésta le comunicó la misma tarde en que ocurrió el combate, no sabiéndose todavía el suceso ni su detalle=
“El oficio original de la Junta de esa Villa se ha remitido por extraordinario inmediatamente a el Excelentísimo Señor Conde de Cerbellón, General Gefe del exército de operación: Damos las debidas gracias por la prontitud del aviso. No duda esta Suprema Junta que los Franceses havrán sido flanqueados por las tropas de Requena, y perseguidos por la espalda por las de Jorquera, situación bien arriesgada para unas gentes que ignoran el País, y quantos havitantes encuentran por dicha y honor nuestro son enemigos suios. Dios guarde a Vd. M. an. Real de Valencia, 22 de junio de 1808. El Conde de la Conquista, Vicente Cano Manuel, Francisco Xavier de Azpiroz, Domingo de Nava. Señores de la Junta de Requena.”
Una carta de Moncey aprendida a un espía, cuya traición fue castigada en Moya, prevenía a Sabran General francés en Tortosa, que tenía resuelto entrar en Requena el día veinte y uno de junio, pero la batalla de Pajazo atrasó su itinerario hasta el veinte y quatro, y jamás huviera llegado si los nueve mil hombres que se hallaban en Mira, Contreras y Vadocañas viendo el cañoneo desde el primer tiro, se huviesen reunido, pero no huvo quien se les mandase, y el mismo General Don Pedro Adorno salió de Requena la mañana del veinte y uno, y llegó con los demás oficiales que le acompañavan a Villalgordo, distante media legua de Pajazo, al medio día quando empezó a romperse el fuego que vieron tan próximo, y además fueron informados, pero esto no obstante marcharon inmediatamente sin haver dado la menor disposición para reunir las tropas de dichos puntos inmediatos, lo qual podía haverse verificado en aquella misma tarde, y succesivamente huvieran concurrido todos los pueblos de la comarca, y otras tropas que ya subían de Requena. El Regimiento de Paysanos de Liria llegó a la nochecer a Utiel, supo allí el combate, y a pesar de lo mucho que tronaba y llovía, volvió atrás sin haver descansado, ni menos se detuvo en Requena. Todo se debió ciertamente a la retirada del Mariscal Don Pedro Adorno.
Valor militar del repliegue de los requenenses.
Quando los Franceses empezaron a vadear el Río, los de Requena, no obstante el riesgo tan próximo, aún tubieron serenidad para enganchar los cañones y retirarlos un grande espacio de camino, hasta que acercándose la cavallería de aquéllos se vieron precisados a cortar los cordeles y desampararlos. A el segundo día el intrépido joven Don Marcelino Herrero, Teniente de la Segunda Compañía ya con exortaciones ya con amenazas, pudo juntar algunos mozos y pares de mulas con el fin de traerse los cañones. Bajaron las cuestas, llegaron a ellos, empezaron a maniobrar para engancharlos, y quando ya tenían dos mulas asidas a uno, les hicieron tal descarga los enemigos que los forzaron a desistir de su empresa, haviendo solamente conseguido inutilizar las municiones de dichos cañones.
La batalla de Pajazo no solamente destruió una buena porción de las fuerzas enemigas, sino que también haviéndolas detenido tres días fue causa para que se replegasen algunas tropas en las Cabrillas y huviese otro choque sangriento y funesto a los Franceses, que en su agresión sufrieron pérdida igualmente considerable. Y finalmente proporcionó algún tiempo para que Valencia se previniere y lograre defensa tan gloriosa, y en otros términos probablemente huviera sido ocupada, y producido consecuencias muy costosas de reparar.
Requena pues haze ver al mundo y a los que injustamente han querido mordicar sus operaciones, que si en las venas de sus hijos circula la sangre de sus ascendientes, embidiable exemplo de lealtad y fortaleza, han heredado también su misma fidelidad y valentía, y en esta ocasión han adquirido un singular derecho a la gloria de haver sido los primeros que en batalla han derramado su sangre en defensa de la Ley Santa, de su más digno Soberano Fernando Séptimo y de la Patria. Glóriate tú también, Cabriel bullicioso, de que has sido el primero de los Ríos Españoles que has ocultado en tus corrientes los pestíferos sicarios del más nefando usurpador, aunque no pudiendo sufrir cuerpos tan hediondos los arrojaste a que haian sido pasto de inmundas fieras.
Sacrificios de Requena tras la batalla.
Pudo Requena temer después con mucho fundamento la venganza de los Franceses, pero por fortuna y favor del Cielo, como ellos ya caminaban con recelo de ser atacados a cada paso, y especialmente en las Cabrillas, pensaron llegar a este punto antes que fuese muy reforzado para lograr con más facilidad vencer qualquier oposición, y sin duda por este motivo pasó toda su división por el camino de la Venta de Baquero a distancia de un quarto de legua de Requena, a donde no llegaron a treinta los que entraron a pedir veinte y tres mil raciones con fieros y amenazas. Fue forzoso remitirles a Buñol alguna parte de ellas, y en este caso ¡qué fatiga no sufrió el Regente de la Real Jurisdicción Don Matheo López Ochando! Grande exercicio tubo su prudencia.
A pocos días se presentó también en Requena el Señor Don Pedro González Llamas con su división de más de nueve mil hombres, que iba persiguiendo a los Franceses, y todos se alojaron dentro del Pueblo, no haviéndoles faltado el menor utensilio ni la hospitalidad más distinguida. Después que este exército marchó a el Reyno de Valencia se les subministraron víveres de toda clase por más de ocho días, conducidos por los bagajes de Requena hasta la villa de Alcira con la puntualidad debida a los activos desvelos de dicho Regente, de suerte que el referido Señor General y otros Oficiales subalternos manifestaron alguna vez que era su exército deudor a Requena de no haver perecido por falta de comestibles. Lo mismo expresaron Don Vicente Martínez, Comandante de las Tropas de Chelva, y el Mariscal de Campo Don Felipe Saint Marc, Gefe de el último Exército que se apostó en las Cabrillas para rechazar otra división francesa de quatro mil hombres, y su General Frere, que también se dirigía a Valencia por el camino de Requena.
Llegó con efecto dicha división a esta Villa, y la maior parte con toda la oficialidad se colocaron en las principales casas, por que así lo pidieron, mandando con petulancia el apresto de quantos víveres quisieron, además de el generoso hospedage que experimentaron. Pero muchos de ellos, que intentaron hacer algunos insultos, y otros que se apartaron del campamento fueron muertos por los vecinos y enterrados por los campos. En Requena y sus aldeas perecieron más de quatrocientos de dicha división de Frere. Es muy digno de no pasarse en silencio el succeso y varonil arresto de una muger de Requena. Se hallaba ésta en el campo con su marido trabajando, y se les acercó un soldado francés, que con imperiosa resolución tubo la francesa osadía de querer aprovecharse de ella sin contenerle la presencia de el marido: Este procuró inmediatamente estorvar tan brutal arrojamiento, pero el Francés impudente le descargó tan fuerte golpe con el fusil que lo dejó aturdido, y en esta refriega la muger se arrojó a el soldado y con la maior destreza y desembarazo le sacó la espada, y tardó menos en esconderla en aquel infame cuerpo que al punto caió en tierra. Quando ya el marido pudo conocerlo, entre ambos acabaron de quitarle la vida con la más justa fruición de haver vengado sus injurias deramando la vil sangre de su destocado enemigo. Lo despojaron de quanto llevaba, y le enterraron en el mismo campo.
Los napoleónicos evacuan Requena.
Con la precipitada fuga y retroceso de Frere por el mismo camino que havía trahido, muchos de sus soldados se extraviaron y fueron echos prisioneros por los vecinos, y remitidos después a Valencia. Se supo también que Frere tenía resuelto el saqueo de Requena aquella noche que marchó sin duda en alas de su miedo, y por haver presentado algunos movimientos de el Pueblo para haverles acometido, no haviendo ignorado que sin temor y a vista de su exército la havían ya muerto muchos soldados.
Vindicación de la conducta de Requena.
Si inmediatamente se huviesen de referir todas las ocurrencias de Requena, en las quales se acreditan los más finos rasgos del patriotismo, fidelidad y valentía, exigían maior extensión de la que permite la sencillez de este manifiesto, cuias insinuaciones eran bastantes a sofocar los rumores con que algunos indignos de el nombre de Español o tal vez adictos a el enemigo, por sus más depravados findes han intentado denigrar la conducta de Requena en sus gloriosas operaciones, sembrando falsedades contra echos tan notorios y probables, y por esto mismo la moderación los ha mirado hasta ahora con desprecio. Si arreglara su conducta por la vanidad pudiera en esta ocasión dejarla bien satisfecha, pero ha echo y siempre hará sus sacrificios a el amor de su Rey y votos de la Patria, que debe constar en el Orden de su triunfos la batalla de Pajazo por los de Requena, daño y detención que causaron a los libertos más esclavos de el indigno Zypheo, proscripto de Dios y de los hombres. No faltará un raio vengador de la divina indignación que lo aniquilare, dejando solamente su memoria para el exemplo y la perpetua execración de los siglos. Requena, 25 de octubre de 1808.
Don Domingo de Arce y Caballero. Presidente.
Don José Moral de Alisent.
Don Francisco Antonio Herrero.
Francisco Antonio Díaz Flor. Secretario.
Nota.
Ygualmente de Requena y sus Aldeas se agregaron doscientos hombres escogidos a la compañía de Zapadores, que huió de Alcalá, y permanecen sirviendo en el exército.
(Selección de Víctor Manuel Galán Tendero)