En Requena existen numerosas fuentes[1] que han ido sirviendo a lo largo de la historia como provisión de agua para los requenenses. Sin embargo, en este artículo se hablará de Fuente Flores, y, en especial, de una historia que gira en torno a su zona, y que comienza en 1985. ¿O he de decir mejor, que comienza en la segunda mitad del III Milenio a.C?, ¿Cómo sería nuestra tierra en época prehistórica?, ¿Quiénes habitarían aquí y de qué forma lo harían?
Como ocurre muchas veces en los descubrimientos, este se produjo de forma casual. En 1985 mientras se realizaban trabajos de mejora de la red de acequias, donde se creaban nuevas zanjas y se ensanchaban otras, se llegó al descubrimiento de un yacimiento prehistórico hasta entonces desconocido. Pero esto no fue todo, en las mismas fechas, al arrancarse un árbol de esa zona se observó que en sus raíces incluía numerosos restos arqueológicos. Todo esto supuso una serie de pistas que llevaban al hallazgo de un poblamiento perteneciente al período del Neo-eneolítico. Es decir, entre el 2.700-2.800 y el 2.500-2.400 a.C según los estudios de Rafael Martínez Valle y Joaquim Juan Cabanilles.
Cabe recordar, que el Neo-eneolítico se refiere a un período de transición entre el Neolítico y la Edad del Bronce, y que es anterior a la aparición del vaso campaniforme<[2].
Lo que allí se encontró engloba una gran cantidad de fragmentos cerámicos (concretamente 235 restos), 10 puntas de flecha, numerosa industria lítica de piedras talladas y pulidas entre las que encontramos buriles, raspadores, muescas, denticulados, un hacha y una azuela, entre otros, usándose casi en exclusiva el sílex como materia prima. Además de todo ello, también se hallaron numerosos trabajos realizados en madera, y abundantes restos óseos de animales, así como restos vegetales, dándonos cuenta de la flora y fauna del lugar y de su economía. Además, existe algún elemento aparentemente constructivo y signos de carbonización.
Atendiendo a los restos, ¿Cómo era la fauna y flora de nuestra tierra? Entre los 588 restos de fauna hallada, destaca el caballo con 195 restos. Mientras que el resto de especies representadas serían la oveja, la cabra, el conejo, el ciervo, los bóvidos, jabalíes, perros, corzo, liebre, lince, gato montés, galápago europeo y algunos pequeños restos de aves.
En cuanto a los restos vegetales carbonizados, según el estudio de Elena Grau Almero, se encontraron las especies de pino carrasco (Pinus halepensis), pino negral (Pinus nigra), el quejigo (Quercus faginea) y, por último, el más relevante en número de aparición, la carrasca (Quercus ilex).
Por ello, se puede saber que existían masas forestales junto con claros con abundantes pastos (debido a la altura y la humedad del lugar), que favorecían la práctica ganadera.
Estos datos además de mostrar cómo era el entorno, nos hablan también de cómo eran las personas que allí vivían.
La alimentación se fundamentaba sobre todo en el consumo de caballos, seguido de los ciervos y los uros. Sin embargo, no solo se destinaba su consumo a la alimentación, ya que, también se aprovechaban las pieles de estos.
También podemos saber que se trata de un asentamiento al aire libre donde además de la ganadería, se practicaron trabajos agrícolas. Esto último es posible saberlo por el hallazgo de una hoz, junto con un hacha y una azuela. Además, la caza de ciervos, uros, corzos y jabalíes podrían tener la finalidad de proteger los campos.
Pero sin duda, los restos arqueológicos que resultan más reveladores son las fuentes y platos de forma plana. Esto ayuda a situar el yacimiento en un momento cronológico, ya que durante el Neolítico se produce la sustitución de los recipientes profundos por los planos.
No obstante, existen otros elementos que refuerzan esta datación como la apariencia lisa de la cerámica o la disminución del consumo de ovicápridos en aumento del de la carne. Además, los objetos trabajados en madera ya citados, nos vuelven a situar alrededor del Neolítico, ya que a partir de ese momento, se produce una disminución y progresiva sustitución de los materiales óseos por la madera en la manufactura de los útiles y de los ajuares.
Sin embargo, existen todavía muchas incógnitas alrededor de este yacimiento a causa de la falta de prospecciones. Los hallazgos se recuperaron de una zona localizada de Fuente Flores, pero no sabemos la extensión real del asentamiento. Por otro lado, Fuente Flores reúne rasgos comunes con otros yacimientos eneolíticos próximos[3], poniendo de relieve la existencia de una importante implantación neo-eneolítica. Además, los restos de Fuente Flores se encuentran en buen estado de conservación, por lo que una excavación del yacimiento podría proporcionar una inmejorable muestra de información sobre este período de transición, y su relación con los demás asentamientos eneolíticos. Podemos saber que estas poblaciones estarían en contacto ya que en este momento mejorarán las comunicaciones y la capacidad de transporte, pero también la circulación de ideas y personas que contribuyen a desarrollar el comercio.
[1] Como son Fuente Bernate, Regidores, del Pino, del Portal, del Peral, de las Pilas, de la Palma, de la Gila, Flores y la de la Fuencaliente que tenía las propiedades de curar úlceras, limpiar la plata y blanquear las prendas de lino. [2] Cobra importancia a finales del Eneolítico, apareciendo desde 2.500 cal. BC. Fue ampliamente difundido por Europa desde la Península Ibérica hasta Europa Central y desde el Sur hasta la Península escandinava. Su nombre viene por la forma de campana invertida de las cerámicas. [3] Destacando Cinto Mariano (Requena) y Cueva de las Mulatillas (Villargordo) entre otros.