Las referencias que a partir de la historiografía local tenemos sobre el origen del convento de Nuestra Señora de Gracia de Requena, nos indican que los franciscanos de Chelva, allá por el año 1567, llegaron a un acuerdo con el Concejo para fundar un nuevo cenobio en el promontorio de la Loma, atalaya muy próxima a la villa, donde existía «desde antiguo» una ermita dedicada a Nuestra Señora de Gracia. El acuerdo entre frailes y regidores suponía levantar una iglesia en el lugar donde se erigía dicho ermitorio, manteniendo en ella la titularidad de la Virgen de Gracia; el Concejo quedaba, además, como patrón del nuevo convento, que se concluiría ya avanzado el siglo XVII.
Así pues, cualquier estudio sobre el convento franciscano de Requena nos lleva ineludiblemente a la advocación mariana de Nuestra Señora de Gracia, que marca geográfica y devocionalmente el punto de partida de ese gran proyecto en el que se involucraron tanto los franciscanos como la propia villa de Requena. Intentaremos, por tanto, acercarnos a la historia de dicha advocación en el solar hispano, buscando pistas que nos puedan servir en futuras investigaciones sobre el convento requenense.
Los santuarios dedicados a la Virgen de Gracia los podemos encontrar por toda la geografía peninsular, aunque su número no es especialmente abundante. En bastantes casos la tradición remonta su origen a la Edad Media, siguiendo una rutina de hallazgos marianos muy extendida por España. Así, en la villa conquense de Belmonte la creencia popular atribuye a un pastor el encuentro de una imagen de la Virgen de Gracia dentro de un pozo. Las características de la talla -aún hoy conservada- de transición del románico al gótico, la sitúan a comienzos del siglo XIII. Más al sur, ya en tierras del antiguo reino de Sevilla, una tradición similar atribuye a otro pastor el descubrimiento de la imagen de Nuestra Señora de Gracia de Carmona, en este caso en una cueva y con el aditamento legendario de haber permanecido oculta durante todo el periodo de dominio islámico. Lo cierto es que sus formas góticas la sitúan cronológicamente a finales del siglo XIII o comienzos del XIV. En Puertollano la devoción a la Virgen de Gracia se extiende desde el siglo XIV, cuando trece familias se encomendaron a ella y sobrevivieron a los devastadores efectos de la peste negra.
Si nos adentramos en tierras levantinas, encontramos referencias a que la población alicantina de Biar poseía ya en 1557 una ermita bajo esta advocación, cuya fundación se remontaría al siglo XIV, llevada a cabo, también según la tradición, por un descendiente de uno de uno de los conquistadores que llegaron con Jaime I; las fechas coinciden en Villarreal, donde su patrona, Nuestra Señora de Gracia, se venera en una ermita de finales del siglo XVI, aunque la imagen original -hoy desaparecida- pudo ser del siglo XIV.
Pero la búsqueda de información sobre los orígenes del culto a María bajo el nombre de Nuestra Señora de Gracia, nos lleva muy frecuentemente a los frailes agustinos. El padre David Gutiérrez sitúa el comienzo de esta advocación a finales del siglo XIII. Los conventos más antiguos fundados bajo esta nombre fueron los de la provincia agustina de Aragón: Perpiñán (1317), Lérida (1329), Fraga (1382); en la de Castilla el primero de ellos fue el femenino de Madrigal de las Altas Torres (1350). Algunos más se fundarían en los siglos XV y XVI.
En Valencia las referencias a la Virgen de Gracia son también muy antiguas. Aún hoy, en la iglesia del desaparecido convento agustino, se conserva un valioso cuadro sobre tabla en el que se representa a Nuestra Señora de Gracia y que los expertos datan hacia comienzos del siglo XIV. La obra, que preside el altar mayor, responde a una iconografía bizantina, por lo que se piensa que su origen pudo estar en Italia. Sabemos también que la primera capilla dedicada a la Virgen de Gracia -ubicada en el hoy desaparecido claustro del convento- fue erigida hacia 1370, bajo el patrocinio del rey Enrique II de Castilla.
A partir del siglo XVI se produciría una mayor difusión de esta advocación entre los conventos agustinos, hasta el punto que en el siglo XVII llega a ser considerada como propia. En 1807, el papa Pio VII permite que los agustinos incluyan en su propia liturgia la festividad de la Virgen de Gracia, que sería celebrada el 25 de marzo, en relación con la fiesta de la Anunciación de la Virgen, recordando la frase que pronunció el arcángel san Gabriel: «Dios te salve María, llena eres de Gracia». Hoy en día algunos historiadores de la orden ponen en cuestión esta relación, pero lo cierto es que la iconografía la confirma, y en muchas iglesias la advocación de Nuestra Señora de Gracia se representa a través de la escena de la Anunciación. Un ejemplo lo tendríamos en el altar mayor de la iglesia del monasterio de Santa María de Gracia de Madrigal de las Altas Torres, presidido por dicha representación.
Pero no fueron los agustinos, sino los franciscanos quienes fundaron su cenobio sobre el antiguo santuario de Gracia de Requena. Podríamos pensar que esto fue algo casual o secundario, simplemente una consecuencia del acuerdo establecido con el Concejo de la villa de Requena, a quien le interesaba que el convento se fundara precisamente en ese paraje (o incluso fruto de la presión de los carmelitas para que sus «competidores» estuvieran más alejados del casco urbano). Pero no podemos olvidar que era frecuente entre las órdenes mendicantes aprovechar la existencia de devociones arraigadas desde antiguo en un lugar, haciéndolas suyas como medio para aproximarse más fácilmente a las poblaciones donde se establecían.
Lo cierto es que la fundación en Requena bajo esta advocación no es un caso aislado. En 1430 los franciscanos erigen el convento de Nuestra Señora de Gracia de San Martín del Castañar (Salamanca); en 1458 hacen lo propio en Carnago (La Rioja); en Alicante fundaron su primer convento franciscano en 1440 junto a la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, a 1 Km. de la ciudad, pero en 1514 se trasladaron a un lugar más próximo, construyendo un nuevo convento cuya iglesia se dedicará a Nuestra Señora de Gracia; y en Estepa, de una manera muy similar a lo ocurrido en Requena, el convento se construyó en el lugar donde se hallaba la ermita dedicada a san Cristóbal y a la Virgen de Gracia, por eso su iglesia recibió el nombre de Santa María de Gracia. Las obras se iniciaron en 1603, concluyéndose en 1646.
No es demasiado lo que sabemos sobre el motivo que llevó a los franciscanos a fundar en Requena, aunque podemos suponer que buscaban extender su radio de acción en una amplia zona donde no poseían ningún convento. En la elección del antiguo santuario mariano de La Loma como lugar para construir su convento pudo influir, como antes apuntamos, el intento de aproximarse al pueblo adoptando como titular de su cenobio una advocación ya enraizada en el sentir religioso de los lugareños, como debía ser el caso de Nuestra Señora de Gracia.
Poco conocemos, al menos documentalmente, sobre el origen de este santuario y su historia previa a la llegada de los padres franciscanos. Domínguez de la Coba refiere en su manuscrito que «habiendo sido la milagrosa imagen aparecida en el mismo lugar desde los principios de la conquista, se quedó por titular de la nueva iglesia». Pero el documento más antiguo hasta el momento hallado procede del Archivo Municipal de Requena. Se trata de una licencia dada en marzo de 1550 por el obispo de Cuenca para que en la ermita de la Virgen de Gracia se celebrase su festividad «el día de Nuestra Señora de Marzo» -en referencia al 25 de ese mes, fecha en que la Iglesia conmemora la Anunciación y la Encarnación- con la solemnidad requerida y con una procesión. Hace referencia también el documento a que había «mucha devoçión de la gente de la dicha villa en la dicha hermita». Ello nos indica que la devoción mariana en este lugar debía tener ya cierta antigüedad. No nos atrevemos a decir cuánta, pero tampoco podemos descartar la raigambre medieval que le atribuye Domínguez – como hemos visto que sucede en otros lugares de España-. Tampoco podemos desdeñar que los franciscanos quisieran contar con una advocación local de cierta importancia y hondas raíces, capaz de «competir» con la devoción local hacia la Virgen de la Soterraña, imagen de origen medieval «controlada» por los carmelitas.
Sobre la iconografía de la imagen de Nuestra Señora de Gracia que se entronizó en el convento de La Loma, nada sabemos. La talla, tras la exclaustración de 1836, parece ser que se trasladó al convento de las monjas agustinas (suponemos, por todo lo antes tratado, que las agustinas pondrían cierto interés en ello) lo que le llevaría a su desaparición (¿destrucción?) en los luctuosos sucesos de marzo de 1936. Fuera cual fuese su final, lo cierto es que no disponemos de ninguna imagen ni descripción de la talla, aunque no es descartable que si algún día se repuran las pinturas murales del templo franciscano, se pudiese hallar alguna referencia. Aparentemente tampoco encontramos en las otras de iglesias de Requena ningún elemento iconográfico que haga mención a ella, con la única excepción del tímpano de la iglesia de Santa María, datado en el primer tercio del siglo XVI. En él se representa el misterio de la Anunciación, cuya relación con la advocación de Nuestra Señora de Gracia ya tratamos anteriormente. Lo que no sabemos es si existió alguna intencionalidad a la hora de escoger este misterio para representar a Santa María en el lugar más significativo del templo.