En 1823, hace ya dos siglos, las fuerzas absolutistas ahogaron el gobierno de los liberales en España, al menos temporalmente, y se propusieron restablecer el orden de cosas anterior, algo que no resultó tan sencillo como algunos pensaron y que dio pie a más de una disputa entre los seguidores del rey absoluto.
La liberal Requena no quedó al margen de la marea absolutista, que en el verano de aquel año ya cantaba victoria. Era la hora de deshacer “entuertos” y ajustar cuentas.
Uno que presentó rápidamente sus credenciales fue Miguel Martínez Delgado, el que fuera corregidor de Requena cuando “sobrevinieron las turbulencias del 7 de marzo de 1820”. Entonces el gobernador revolucionario lo destituyó del cargo, y en su lugar se puso un juez de primera instancia. La vieja estructura de gobierno real de los municipios, que se remontaba a la Baja Edad Media, era arrumbada por la Constitución de 1812.
Con la irrupción de los Cien Mil Hijos de San Luis, acompañados de incómodas fuerzas absolutistas españolas, se pretendió anular la obra del Trienio Liberal, como si no hubiera existido. Fernando VII, aunque no llegó a restablecer la Inquisición, desoyó algunos consejos de moderación de la Francia de Luis XVIII. Así pues, los corregidores volvieron a presidir los consistorios municipales.
Miguel Martínez Delgado solicitó a la regencia absolutista el 4 de julio de 1823 volver a ejercer el corregimiento requenense. Invocó en su favor el contar con los parabienes de la Chancillería de Granada y no haber solicitado empleo alguno de los gobiernos liberales o revolucionarios.
Su petición fue respaldada por lo más granado del absolutismo local, con gran importancia entre la clerecía y la nobleza. En el primer grupo, encontramos a Dionisio Enríquez de Navarra (abad del cabildo eclesiástico y cura párroco de San Nicolás) y a los presbíteros José Moral Altisén y Andrés García Izquierdo; en el segundo, a José de la Cárcel Marcilla, Andrés María Ferrer de Plegamans y Jorge de Vera Enríquez. Sus familias se habían beneficiado en años anteriores de las privatizaciones de los bienes de propios del municipio, pero sus opiniones sobre el gobierno eran firmemente absolutistas.
Durante el Trienio, de hecho, habían accedido al ayuntamiento personas como Valentín Ortega, Miguel Laguna o Antonio Honrubia, que no pertenecían al círculo de los linajes dominantes. A ellos se les ajustaron las cuentas, a cargo de asuntos como el uso de los fondos del Pósito para sufragar la Milicia Nacional. Casualmente, esos mismos fondos también fueron utilizados por los absolutistas para contribuir al despliegue de los Cien Mil Hijos de San Luis.
Al final, Miguel Martínez Delgado volvió a ser corregidor por obra y gracia de Rafael Sempere, general del ejército real de Valencia y Murcia, que ya en 1820 había hecho una intentona contra los liberales en Extremadura y que en 1822 había alentado la insurrección de la Guardia Real.
Con semejantes mimbres, se reconoció a don Miguel no haber agotado su sexenio como corregidor, no haber manifestado adhesión a la Constitución y haberse comportado como un “buen vecino” de Requena, donde significativamente permaneció aquel nacido en Jarafuel.
Con el corregidor repuesto por el poder militar y la aquiescencia de la oligarquía, se llevó a cabo el restablecimiento del ayuntamiento según los usos anteriores a la Constitución de 1812, que ya no reposaban en el principio de las regidurías perpetuas, por lo que con el tiempo las intervenciones de la Chancillería de Granada y el mismo absolutismo terminarían empachando a más de un entusiasta, muy partidario de hacer su santa voluntad.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Actas municipales de 1823 a 1830, nº. 2730.
