El 9 de mayo de 1993 fallecía en Requena, su ciudad de adopción y corazón, Don Rafael Bernabeu López. En 2018 se cumplirán veinticinco años del luctuoso hecho.
Por mucho que hagamos desde instituciones, sociedades, centros educativos u otros estamentos, será poco para recordar a un personaje tan esencial en la historia reciente de Requena.
Nacido en 1903 en Poliñá del Júcar, de madre requenense, su traslado infantil a Requena le convertiría en uno de los más fervientes requenistas que ha tenido nuestra ciudad. Otras plumas glosarán sus hechos literarios, historicistas y pedagógicos. Yo quiero acercaros un poco, desde estas páginas de Crónicas Históricas de Requena, al músico y al musicólogo. Y quiero hacerlo desde la profunda amistad que nos unió en los últimos años gracias a la música, aunque ya mucho antes me sintiera orgulloso de poder decir que fue uno de mis primeros maestros, junto al venerado amigo común: el maestro Yeves.
El joven Rafael Bernabeu sintió desde su más tierna infancia una atracción especial por la guitarra. Me atrevo a aventurar que mucho tuvo que ver en ello su gran amistad con Práxedes Gil-Orozco García, hijo del concertista Gil-Orozco, a quien conoció en primera persona, pues falleció en 1916, cuando Rafael y Práxedes contaban trece años.
De esa gran amistad y de su temprano virtuosismo a la guitarra, da cuenta una anécdota que me contó su nieto, el que fuera presidente de la Sociedad Musical “Santa Cecilia”, Práxedes Gil-Orozco Roda. Al parecer, los traviesos amigos Rafael y Práxedes, escuchaban escondidos un ensayo de la Banda “El Progreso”, que dirigía José Cervera, pues al parecer preparaban a puerta cerrada el estreno de uno de sus pasodobles, creo recordar que se trataba del titulado De Requena a San Antón. Los chiquillos, de no más de catorce años, escucharon atentamente la composición y cuando, terminado el ensayo, maestro y músicos salían para volver a sus casas, el improvisado dúo guitarrístico les sorprendió interpretando el pasodoble de arriba a abajo y de memoria.
No consta en ningún escrito con quien dio sus primeros pasos musicales Bernabeu, pero podemos aventurar que mucho tendría que ver en ello el concertista y los grupos rondallísticos populares a los que tan aficionados eran los requenenses, como apreciamos por la antigua tradición del canto de los Mayos. Para esta formación de pulso y púa, que sería la constante musical de su vida, compuso casi todas sus partituras. Pero también es cierto que su padre, veterinario de profesión, fue un excelente músico y activo compositor, por lo que pudo transmitirle sus primeros conocimientos musicales. Rafael Bernabeu padre, fallecido cuando nuestro cronista contaba diez años, escribió diversas composiciones y realizó arreglos para muy diversos conjuntos. De hecho, en el Fondo Bernabeu se conserva una carpeta dedicada al padre, con composiciones tan interesantes como una misa con acompañamiento de órgano, piezas para flautas y guitarra, he incluso algún que otro pasodoble para banda.
De 1919, con diecisiete años, es la primera composición de Bernabeu que hemos encontrado[1]. Se trata del pasodoble Antella, del que solo se conserva un papel de bandurria. De ese mismo año se guardan en su archivo[2] diversos arreglos de conocidos compositores, todos ellos en orquestación para rondalla (bandurrias, laúdes y guitarras).
En 1924 escribe el primer trabajo biográfico del que se tiene constancia, sobre el concertista de guitarra Práxedes Gil-Orozco Bastidas, titulado Estudio biográfico-crítico del insigne guitarrista requenense Gil-Orozco[3].
Pronto comenzará a componer mayos y otras rondallas, en sana competencia con el maestro Pérez Sánchez o los compositores aficionados Casimiro y Francisco Pino Lavara, al mismo tiempo que crea sus primeros grupos. En 1921, para actuar en las sesiones artísticas de la Sociedad “El Arte”, forma un sexteto de guitarras para el que arregla diversas obras clásicas y compone otras originales. Este sexteto no debió ser el único grupo de cámara que formara, pues también se conservan arreglos en los que figuran violines, violas, violonchelos y piano. Este último instrumento también fue del conocimiento e interés del maestro. Sabemos que cuando en 1930, el joven matrimonio formado por Rafael y Joaquina se desplazó a su primer destino como maestro nacional, en el pueblecito soriano de Villálvaro, el piano propiedad de la familia Jordá, sus suegros, viajó con ellos y con ellos volvería a Requena.
No es cosa de incluir aquí un trabajo biográfico, tan solo un esbozo del músico que desarrollaremos en profundidad durante las próximas Jornadas Avamus de Musicología, en abril de 2018. Solo decir que la pasión por la música de pulso y púa que mostró Bernabeu desde joven, le llevó a formar su primera rondalla en Requena hacia 1922, con diecinueve años, proyecto que quedaría en suspenso durante sus estudios de medicina y magisterio en Valencia donde, en 1926, crearía y dirigiría la Tuna Escolar Médica Valenciana, cuyo fin principal era proveer fondos para el proyectado Hospital Infantil de Valencia, idea del prestigioso catedrático de pediatría Ramón Gómez Ferrer, que por entonces continuaba su hijo. Esta idea de una Tuna de concierto, nació con el ejemplo de otra similar, de la Facultad de Medicina de Madrid, que había realizado una gira por Valencia poco antes.
La Tuna Escolar Médica de Valencia tuvo una vida pareja a los estudios de Bernabeu en la capital del Turia. Cuando este terminó su vida estudiantil, aprobando las oposiciones de magisterio y siendo destinado a Villálvaro, en 1930, la Tuna subsistió poco tiempo con el formato que Bernabeu la había creado y aunque existe todavía hoy en día, se trata más de la típica estudiantina universitaria y ya no de la orquesta de pulso y púa que fue en las manos de nuestro cronista.
Para la Tuna de Medicina compuso Bernabeu algunas de sus obras originales y realizó arreglos de partituras clásicas. Entre las primeras, los pasodobles “Gómez Ferrer” o “Paso a la Tuna”, cuyos primeros compases estuvieron muchos años pintados en la pared de la academia de la banda de Requena, en el antiguo edificio de la Cruz Roja. Entre los arreglos, obras como el Momento Musical, de Schubert; la Canción India, de Rimski-Korsakov; o el Himno Regional Valenciano, de José Serrano.
Ya por entonces Bernabeu tenía claras las posibilidades de los instrumentos de plectro como formación concertística y veía con nitidez que a estas agrupaciones se le podían incluir, como valor añadido, los coros.
Con la Tuna Escolar actuó en ciudades como Sagunto, Bétera, Castellón, Requena, etc., llegando a dar un concierto, incluso, en el Teatro Principal de Valencia, en 1927.
En 1933, Bernabeu regresaba a su tierra, con destino a la aldea de San Juan de Requena y en 1934 recalaba en nuestra ciudad con carácter definitivo. De inmediato retomó su proyecto rondallístico y en 1935 se presentaba al público la nueva Rondalla Requenense, con sendos conciertos de intercambio entre Requena y Utiel, sin ir más lejos. Proyecto que volvería a truncarse en 1936, con la llegada de la guerra civil.
La guerra y primeros años de la posguerra supusieron un parón rondallístico, pero una vez estabilizada la situación, todo volvería a renacer en 1946, año en que se consolidó la Banda Municipal, Bernabeu y Pérez Sánchez fueron nombrados hijos adoptivo y predilecto respectivamente, nació la sociedad Amigos de la Música, idea de Bernabeu, y renació con fuerza la Rondalla Requenense, con el apoyo económico del consistorio municipal. De ahí en adelante, la Requenense se convertiría en Rondalla y Coros de Requena, con una época de esplendor que nace en 1954 y concluye, por desgracia, en 1968, dejando un poso de nostalgia y un magnífico bagaje de conciertos y actuaciones por gran parte de la geografía española, del que nos han quedado muchos programas, noticias de prensa y algunas grabaciones históricas que estamos intentando restaurar para su divulgación en CD.
Es un repaso sucinto por la actividad musical pública de Bernabeu y sus agrupaciones, pero todas estas formaciones rondallísticas estuvieron alimentadas con las páginas y páginas que, de forma incansable, fue componiendo y arreglando el maestro para sus instrumentistas y coristas. Así llegamos al músico como compositor y arreglista.
El Fondo Rafael Bernabeu conserva la mayor parte de su música, formada por composiciones originales entre las que se cuentan misas, valses, habaneras, villancicos, pasodobles, rapsodias, etc.; y arreglos de fragmentos de zarzuela, ópera, música sinfónica y, muy en especial, de música popular y culta requenense: transcripciones y adaptaciones de temas populares como jotas, motetes y otros motivos; de partituras de compositores locales como Pérez Sánchez, Cervera o Sosa, entre las que recordaremos habaneras como Pensando en ti, villancicos como Tras los corderos; o pasodobles como Lo Cant del Valencià, del que hizo una preciosa versión coral.
Por último, Rafael Bernabeu nunca se consideró musicólogo. Tal vez el término quedaba lejos de su actividad musical o todavía no estaba extendido, pero no hay duda de que, como cronista, dedicó especial atención a la historia de la música requenense. Sus libros están plagados de noticias y anécdotas de índole musicológica en las que cita antiguos músicos como Martín Clavijo, Francisco Juan, Antonio Cervera o Antonio Llorens, por poner unos pocos ejemplos.
En las páginas de la revista Requena Musical, de la Sociedad Musical “Santa Cecilia”, colaboró, sin faltar nunca a su cita, desde el primer número en 1979 hasta el año inmediato a su muerte, 1992, sin olvidar su contribución más musicológica en 1989, en que junto a la revista se publicó una separata titulada Anecdotario Filarmónico, de cuyas páginas seguimos bebiendo hoy en día los investigadores, cada vez que surgen nuevos datos y documentos cuya pista estaba ya adelantada en esos breves pero intensos apuntes.
En conclusión, Rafael Bernabeu López fue un personaje renacentista, hoy diríamos que fuera de época, que con el común denominador de su amada Requena divulgó el acerbo histórico de la ciudad, en condiciones sociales a veces muy adversas, en sus más variopintas facetas: crónica, biografía, poesía, pedagogía, música… Quienes hoy trabajamos por la cultura requenense le debemos mucho y en muchos casos, entre los que me incluyo, la motivación primera para dedicarnos a ello.
[1] Al contrario que la mayoría de los compositores requenenses, Bernabeu fue un artista organizado y concienzudo, que fechó y firmó casi todas sus partituras, tanto originales como arreglos, hecho que es una bendición para cualquier musicólogo historiador. [2] Cuando citamos el archivo de Bernabeu, nos referimos al Fondo Rafael Bernabeu López, conservado en la Sociedad Musical “Santa Cecilia” por decisión testamentaria del propio músico. [3] Puede leerse el texto íntegro de este Estudio en la biografía del concertista Gil-Orozco, escrita por su nieto, Luis Gil-Orozco Roda, publicada en 2011.