La Cooperativa Vinícola Requenense, 85 años de cooperación. Pinceladas para su historia (1935-2020).
Es a partir de 1935 cuando se puede hablar, por primera vez en Requena, de una cooperación “ambiciosa en sus afanes y trascendente por sus aspiraciones”, cooperación vitivinícola principalmente, pero sin excluir cualquier otra actividad complementaria, es decir cooperación agrícola completa. El 6 de octubre de 1935 nacía, en el salón de Actos del Ayuntamiento de Requena, la primera cooperativa de la ciudad, bajo el nombre de Sindicato Agrícola Vinícola Requenense, siendo su primer presidente, el alcalde Pepe Berzal. Transcribimos el relato de su fundación de mano de Rafael Ramos:
“Y, exactamente, el 6 de octubre de dicho año, catorce o quince ‘descamisados’, entre los que yo me encontraba, nos reunimos en aquel destartalado salón de actos del Ayuntamiento, y su viejas paredes, ennegrecidas por el humo de la estufa, de discusiones políticas inútiles…fueron mudos y empapelados testigos del nacimiento de la primera Cooperativa de la Ciudad. Su primer presidente Pepe Berzal, modelo de caballeros, que poco después recibió, como tantos otros, la más amarga de las ingratitudes en reconocimiento de sus altas cualidades de hombre de bien” [1].
En la fundación de la Vinícola intervino un número pequeño de agricultores, noventa y dos, en general pequeños propietarios de tierras y medieros de viñas, lo que al decir de las gentes se la llamó como “Cooperativa de los pobres”.
En 1946, cumpliendo las exigencias legales, pasó a denominarse Cooperativa Vinícola Requenense. La intención de los socios fundadores era elaborar la uva y comercializar sus vinos en común, disminuyendo los costes de producción y aumentando su valor añadido. En 1948 don Pascual Carrión hablaba sobre la intensidad creciente con la que se iba desarrollando la cooperación en Requena y señalaba que la Cooperativa Vinícola Requenense, en aquel momento contaba con 208 asociados y tres secciones: una para elaborar vinos, para el cual disponía de una bodega propia con capacidad para 100.000 arrobas (1.500.000 litros). Otra sección se dedicaba a la destilación de orujos y vinos para lo cual tenía en construcción una fábrica de alcohol. Una tercera sección era la de crédito, constituida en 1947 y que un año después había logrado imposiciones en libretas de ahorro y de otra índole por un total de 523.900 pesetas que servían para hacer préstamos a los agricultores.
En 1954 Requena cumplía cuatro lustros de vida cooperativa, un tiempo en el que se había conseguido realizaciones extraordinarias. Desde la Ley de 2 de enero de 1942, todas las entidades se habían adaptado a la normativa y gracias a la cooperación los agricultores requenenses iban cubriendo ampliamente cualquier servicio: “bodegas capaces, dotadas de todos los adelantos y perfecciones, fábricas de alcohol vínico y aprovechamiento de orujo, almazaras, trilladoras, molinos, suministro de semillas, abonos anticriptogámicos, insecticidas e incluso artículos de consumo familiar, secciones de crédito, aperos y herramientas y, estaba en perspectiva un seguro muto de ganado de labor”.
Las tres bodegas cooperativas en aquel momento, siguiendo a R. Ramos, fueron la más genuina manifestación de un cooperativismo entusiasta y fervoroso. Los edificios, la maquinaria y las instalaciones eran más costosas que cualquier otra cooperación rural, no obstante se levantaron y adquirieron en tan breve tiempo “a costa de un gigantesco sacrificio, canalizado por un espíritu de firme unión y alentado por una fe ciega en la recíproca colaboración”. Gracias a ellas y al ambiente de superación que crearon fueron desapareciendo de la comarca aquellos espantables lagares y trullos, en los que alternaban el pisado de uva y los animales estabulados. Gracias a las modernas bodegas el vino requenense mejoró en calidad.
El régimen de la Cooperativa Vinícola, recalcaba L. Benavent, era demócrata, es decir ‘un hombre un voto’, manteniendo así el principio básico de cooperación. La Vinícola, como el resto de las cooperativas vitivinícolas, eran asociaciones constituidas totalmente por agricultores, en su comienzo tuvieron que hacer frente a estrecheces, agobios y peliagudos problemas económicos, pero tenían un casi morboso sentido práctico y realista, de ahí que sus primeros esfuerzos los dedicaran a consolidar lo principal, huyendo de lo que en principio era tenido como meramente secundario o superfluo. En su denodada lucha por llegar a cubrir de tejas una nave construida a saltos, y que se iba llenando, año tras año, de depósitos a fuerza de perseverancia, tesón y muchos desvelos solo había cabida para lo que ellos consideraron fundamental, de modo que las oficinas o el domicilio social no solo no les preocupaba, sino que era algo superficial. Total para hacer unas cuentas basaba cualquier mesa vieja y las Juntas Generales o Rectoras podían celebrarse en cualquier rincón de la bodega que estuviera libre, porque lo fundamental era edificar una buena instalación donde elaborar dignamente y recorrer el camino de su amortización; lo demás ya vendría después.
Pero en junio de 1961 la Cooperativa Vinícola Requenense dio un paso más, anunció que iba a levantar un magnífico edificio para acoplar los usos propiamente residenciales con otros de aplicación a nuevas actividades cooperativas. Había pasado el tiempo y, una vez conseguido lo esencial y otros logros, el establecer un domicilio social, decoroso y suficiente llegó a convertirse en una cuestión de primer plano. La Cooperativa Vinícola proyectó levantar un edificio en el que se acoplasen los usos propiamente residenciales con otros de aplicación a nuevas actividades cooperativas, que contaría con almacén, depósitos conservadores y de tránsito con capacidad para un millón de litros, más un local destinado a la venta pública y entrega social de vino. En la planta superior se establecerían oficina, despachos de Jefatura y Secretaría, Sala de Juntas y Salón de actos, El edificio se levantó sobre un solar de ochocientos metros cuadrados en la Avenida General Pereyra, frente a la Enológico por una fachada y frente al grupo Escolar Alfonso X el Sabio, por otra.
En 1963 la Cooperativa Vinícola agrupaba mil setenta y tres socios y funcionaba una bodega con capacidad de cinco millones de litros, estando en proyecto su ampliación. Elaboraba mostos tintos azufrados de doble pasta, tintos corrientes y rosados, vinos claros, dorados montaña y dobles pastas. La riqueza alcohólica media era de 11,5º a 12° y la bodega estaba auxiliada con descargadero en las aldeas y despacho central de vinos etc. Contaba con una caja rural en su doble aspecto de ahorro y préstamo; un destilería que funcionaba en la destilación de orujos, rectificación de vinos y extracción de tartratos; una almazara dotada de instalación moderna; maquinaria agrícola compuesta por trilladoras, empacadoras, tractor, arados, desgranadora y otros, además de fertilizantes y semillas, facilitando a sus asociados primeras materias para abonos y otras cosas. Ya contaba con el seguro mutuo de ganado de labor
En 1971 la Cooperativa Vinícola Requenense tenía ya 2.300 socios repartidos entre todas las secciones, siendo la principal sección la de bodega con 950 socios, y una producción de vino de 600.000 arrobas (9.600.000 litros) en la campaña 1969-70. Y, también contaba con una Caja Rural que facilitaba préstamos a los socios con un interés muy bajo, y en su sección de maquinaria tenía todo tipo de tractores que los socios utilizaban desde la plantación de la vid hasta su posterior cultivo. Con ello había contribuido a la mecanización del campo, pues sin la Cooperativa los agricultores modestos nos habrían podido utilizar dichas máquinas por ser de costosa adquisición. La Cooperativa realizaba una triple función social, en primer lugar facilitaba a precio de costo suministros y semillas, en segundo el de industrialización con la transformación de la uva en vino y alcohol y otros productos, y en tercer lugar vendiendo directamente al consumidor, eliminando el intermediario.
En marzo de 1961 se hablaba de inminentes realidades de cooperación comarcal. En 1963 los presidentes y representantes de doce Cooperativas Vitivinícolas iniciaron un acercamiento entre ellas con el afán de ayudarse unas a otras, incluidas las de otros pueblos y ciudades. En ese acercamiento había tenido un papel dinamizador Fernando Oria de Rueda, que logró aglutinar inicialmente catorce cooperativas de la zona de Requena porque su reciente creación les generaba necesidades financieras que, en aquel momento, ningún intermediario financiero podía cubrir en cuanto a plazos e intereses. Se nombró una Junta Rectora provisional el 8 de junio de 1963 para constituir una Cooperativa de Crédito en Requena al servicio de las Cooperativas Agrícolas fundadoras y de las que se adhiriesen en el futuro, así como de aquellos asociados que lo deseasen. Fue inscrita en 1964 en el Ministerio de Trabajo y el 24 de febrero de 1964, tras la búsqueda de profesionales capacitados para una labor financiera y administrativa, se abrieron las puertas de la primera oficina de la Cooperativa de Crédito Caja Rural ‘La Unión’, siendo su director Andrés López García, entidad que el 22 de marzo de 1982 cambió el nombre a Caja Rural de la Valencia Castellana, S.C.L.
La constitución de la Cooperativa de Crédito Caja Rural ‘La Unión’, al servicio de casi la totalidad de la cooperativas agrícola de la comarca y de sus asociados, conllevó un servicio especial que fue el del fomento del ahorro popular, facilitar préstamos o créditos a sus asociados, practicar el descuento y realizar cobros y pagos por cuenta de sus asociados, prestar los servicios de banca y verificar cualquier otra operación complementaria. Con ella, señalaba Martínez Bermell, se podrían financiar y aprovechar las ayudas estatales, al estar respaldados los créditos y ayudas por todo un municipio.
En 1972 la Caja Rural ‘La Unión’ de Requena, que contaba con unos recursos que superaban los quinientos millones de pesetas, había logrado un gran éxito, había repercutido, incuestionablemente en el mundo cooperativo. En aquellas fechas tan solo las Cajas de Orihuela y Villarreal sobrepasaban en toda España, a la de Requena. La Caja Rural se había convertido en el motor principal que impulsaba la economía comarcal, en la que el cooperativismo era el cauce natural de un elevado porcentaje de la riqueza económica. El éxito obtenido era un triunfo del cooperativismo requenense.
La fundación de la Caja Rural no implicó la supresión de las secciones de crédito que tenía cada cooperativa, de hecho siguieron conviviendo, aunque si influyó en la medida en que aquellas secciones crediticias no siguiera creciendo. Paulatinamente la Caja Rural fue absorbiéndolas. La crisis de 2008 y las dificultades del sector financiero les contribuyeron a reducirlas un poco más, de modo que quedaron muy pocas. Últimamente, como nos indica Rafael Ochando, con los pocos márgenes que da, al estar tan barato el dinero, no tienen la misma razón de ser que cuando se fundaron, y es posible que acaben todas integradas, directa o indirectamente, en Cajamar. La Vinícola Requenense, una de las entidades fundadoras, mantuvo su sección de crédito, y en la primavera de 2020 seguía manteniéndola.
Así como nos recreamos en la fundación de la Vinícola de mano de uno de sus fundadores, ahora seguimos, en un amplio paseo por el tiempo, su evolución desde los años setenta del pasado siglo a la actualidad, que nos sintetiza Rafael Ochando, Director técnico de Vinícola Requenense.
El gran crecimiento que experimentó la Cooperativa Vinícola Requenense obligó a la creación de distintas secciones que complementaron la bodega: fábrica de alcohol, almazara, servicios, etc. En septiembre de 1976 se inauguró la planta embotelladora, la primera de la comarca, esto permitió cerrar el ciclo de producción, llevar la uva de la viña a la bodega de modo que saliese de ella el vino embotellado, listo para su comercialización.
En la actualidad, las instalaciones están equipadas con la última tecnología: “vinificadores automáticos, prensas neumáticas en bodega y filtración tangencial y microfiltración en la embotelladora, con una producción anual de más de ocho millones de botellas. Destaca el parque de barricas de roble americano y francés, para el que han aprovechado las instalaciones de la antigua bodega y fábrica de alcohol, donde se crían los vinos procedentes de las viñas más viejas y de más calidad de nuestros socios, vendimiadas manualmente”
Una pequeña parte de los vino se comercializa a granel, para clientes habituales de España, Italia y Francia, pero la mayoría se comercializa embotellados y se distribuyen a nivel regional y nacional, bien directamente o a través de otras empresas, para las que también embotellamos a “forfait”. Termina el Director señalando algunas de sus marcas más representativas: “Monumento, Palacio Imperial, Señorío de Mestalla y Fortaleza de Requena. Destacan especialmente nuestros vinos de Autor y nuestra Ediciones Limitadas, vinos Premium que comercializamos también on-line”.
En el presente año 2020 se celebra el 85 aniversario de la fundación de la Vinícola Requenense. Esperemos que las circunstancias permitan celebrarlo con todo el honor que se merece.
Fuentes y Bibliografía.
“La Caja Rural de la Valencia Castellana de Requena. Síntesis de su marcha y actividades”, en El Trullo (agosto de 1982), pp. 28-29
Benavent, L.: “La Cooperativa Vinícola Requenense”, en El Trullo (agosto 1971), p. 20.
Carrión, P.:“La Cooperación Agrícola en Requena”, en Programa de Feria y Fiestas de Requena, 1948, pp. 69-70
Martínez Bermell, F.: “Bodas de Plata de la Caja Rural: Requena ‘Ciudad de la Viña y del Vino’ ”, en El Trullo (junio 1989), p. 5.
Ochando, R.: Entrevista a Rafael Ochando. Director Técnico de Vinícola Requenense C.V., Requena, 11 marzo 2020.
Ramos Sánchez, R.: “18 años de cooperativismo”, en el Trullo (marzo 1954), p. 15.

[1] Rafael Ramos Sánchez, cofundador de la Cooperativa Vinícola, formó parte de la Junta Rectora de UTECO Valencia – Unión Territorial de Cooperativas de Valencia- y vocal colaborador de su Sección Económica de Vinos en los años cincuenta y sesenta.