La falta de población ha dado serios quebraderos de cabeza en nuestra Piel de Toro desde hace mucho, por variados motivos que bastantes veces escapan a la generalización. Los Austrias, tan atentos a las guerras con demasiados enemigos, tuvieron que vérselas con el problema. Ocupó antes a los más activos y los más indolentes de los Trastámara y bien puede decirse que su política anunció la de los Habsburgo hispánicos. El maestro Ramón Carande apuntó hace años tal línea de conexión.
Un 24 de mayo de 1569, con la guerra de las Alpujarras todavía abierta, Felipe II se dirigió al corregidor de Requena. El representante de su concejo y su vecindario Antonio de Quintela se había quejado que los vecinos de Utiel con heredades en el término se negaban a pechar o contribuir, pues ya lo hacían en su municipio. Quintela era un tipo activo, que ya el 24 de mayo de 1564 había llamado la atención sobre la necesidad de un médico, un maestro de gramática y un portero municipal.
Se sostuvo que los pechos o impuestos provocaban el despoblamiento de los lugares del reino, pues muchos decidían marchar fuera del mismo con sus mujeres e hijos. Los que quedaban tenían que asumir una carga excesiva, arruinando la labranza, bien necesitada de remedio. Un problema que ya había atormentado a las comunidades rurales del Bajo Imperio romano. A menos contribuyentes, menos población a medio plazo, lo que dibujaba un verdadero círculo vicioso.
Se invocó para solventarlo lo dispuesto en las Cortes de Madrid de la década 1430. En las de 1433 se aprobó un costoso servicio de cuarenta y cinco millones de maravedís para la guerra contra Granada, en quince monedas o pedidos, por mucho que el dinero del año anterior no se hubiera empleado para tal fin. A tal efecto se procedió a la inscripción de humos u hogares del Reino y a prohibir la derrama entre labradores y sexmeros. Viendo las condiciones de la recaudación, se intentó aliviar la suerte de los contribuyentes.
Con todo, el rey Juan II pidió dinero prestado a ciudades como Cuenca, pese a no haber reintegrado los anteriores préstamos en su justa medida. Otra vez se abordó en las Cortes matritenses de 1434-5 la gestión de la hacienda regia y los problemas ocasionados por la moneda falsa procedente de Aragón. Trasladadas a Madrid, nuevamente, las Cortes en 1436, se volvió a insistir sobre la inscripción de humos y los problemas de recaudación, clara muestra de su persistencia pese a todo lo hablado.
Así pues, se hizo hincapié sobre la responsabilidad de contribuir a ciertas cargas de mantenimiento municipal en una España en la que la presión fiscal agobiaba a demasiados y ocasionaba roces entre localidades vecinas. Con todo, los impuestos se situaban en el corazón de la lucha contra la despoblación, muy al modo actual.

Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Provisiones Reales, documentos nº 10093 y 11403,