
(Foto: Marcial García Cañabate, 1956).
La prensa histórica no deja de sorprendernos y cuando buscamos datos sobre un tema, siempre aparece alguna noticia cuya amenidad nos invita a compartirla de inmediato, máxime cuando una de las últimas notas de prensa del Ayuntamiento requenense nos avisaba del hurto de cables de cobre, una de estas noches, en el barrio de San José.
Este es el curioso artículo que leemos, vaya usted a saber por qué, en un periódico de Murcia:
La Paz (Murcia), 19-VII-1872
Según escriben de Requena, la iglesia de Santa María de dicha población ha estado á punto de ser robada. Da la casualidad de que este templo tiene una puerta que da al campo y al lado de ésta unos huertos de particulares.
Uno de los dueños observó últimamente que en la pared de la iglesia había trabajos de perforación, aunque cubiertos con ramaje y hojas secas; deseando tener mejores detalles, se puso al acecho aquella noche, y pudo ver á dos hombres que pugnaban por abrirse paso por debajo de la puerta. Habiendo amanecido antes de terminar su trabajo, se marcharon, mientras el propietario que había hecho el descubrimiento, daba cuenta á la autoridad de lo ocurrido. El alcalde con algunas personas honradas, se puso en acecho aquella noche, pero nada descubrió. En cambio, como el secreto se había comunicado precisamente á varios, se difundió la noticia por la población, de suerte que todos creyeron que los ladrones desistirían, y no se adoptaron precauciones. El señor cura, D. Epifanio Moya, un poco más precavido, llamó al sacristán, y armados ambos, penetraron en la iglesia por la puerta principal yendo a sentarse a una ventana que da al punto por donde debían entrar los ladrones. Asomóse el sacristán, y pudo ver á dos hombres que se dirigían con un madero, creyendo el cura que la operación daría aún tiempo, avisó al sacristán para que llamase algunas otras personas, mientras él se quedaba al acecho.
Los ladrones, en vez de seguir los trabajos de las noches anteriores, se dirigieron á la misma reja en que se encontraba á solas el cura, e introduciendo el madero, hicieron ceder los hierros. Uno de los ladrones se metió en el templo y el cura, con gran serenidad, le descerrajó un tiro, si bien no logró herirle. Mientras tanto se descolgaba el otro, pero aun cuando también le hizo fuego, no salió la bala. A los tiros comenzaron á salir gentes de las casas, pero ya no pudieron ser habidos los malhechores. El juez se presentó en el acto y ha detenido á unos plateros ambulantes que había en la población, en los cuales recaen sospechas.
Noticia tan detallada y en un periódico de provincias, era raro que circulara solo en esa dirección. Rascando un poco más, vemos que el mismo día se publicaba en términos más escuetos en la prensa de Madrid.
La Independencia Española (Madrid), 19-VII-1872
En Requena ha estado a punto de ser robada la iglesia de Santa María. El cura y el sacristán, avisados a tiempo, aguardaron, provistos de armas, a los ladrones, que en efecto penetraron por una de las ventanas del templo, y entonces el cura, con gran serenidad, les descerrajó un tiro, si bien no pudo herirles, por lo cual aquellos pudieron fugarse.
Días más tarde, la noticia era publicada también en el Diario de Córdoba.
Imposible imaginarse hoy en día al párroco y a un monaguillo con un rifle, aunque sea de perdigones, esperando a los cacos agazapados en el interior de la parroquia. La lectura, sin embargo, nos trae a la mente al cura Mislata, al clérigo y guerrillero Merino o al gran actor ya fallecido, Francisco Algora, como ese fraile de la serie de Curro Jiménez, defendiendo la fe a capa y espada o, en versión anticarlista, con gorra y trabuco.
Una noticia curiosa, hoy en día simpática, que no debió hacer tanta gracia ni al docto don Epifanio Moya, ni a su sacristán.

Por cierto, don Epifanio Moya Monsalve, cura párroco de Santa María, nacido en Requena el 7 de abril de 1814, era hijo del famoso preceptor de latinidad[1] don Miguel Moya Ponce.
El alcalde, Norberto Piñango, no le dejó en muy buen lugar en el informe que elevó al gobernador civil en 1854, tras la grave epidemia de cólera de aquel año:
[…] Respecto a los demás capellanes, con decir que cada uno se encerró en su casa y que nada han hecho en beneficio de la humanidad, se halla dicho todo. Pero lo que más choca y hasta cierto punto indigna es la conducta observada por los tres párrocos don Pedro González, don José de Castro Otáñez y don Epifanio Moya, que ni han visitado un enfermo, ni han suministrado ninguno el pasto espiritual…
Don Rafael Bernabeu, en su Historia de Requena (1982, p. 535) afirma lo siguiente:
1898. La parroquia [de Santa María] fue suprimida definitivamente al fallecer el último párroco don Epifanio Moya.
En cuanto al sacristán que acompañaba a don Epifanio en la crónica del frustrado robo, dado el año citado (1872), debía tratarse de Fernando Montés (Requena, 1810-¿?), que en el padrón municipal del año anterior figuraba como organista y sacristán, domiciliado en la calle de Santa María, envidiado responsable del teclado del magnífico y bello órgano de dicha iglesia, cuyo dibujo nos dejó años más tarde el polifacético Fernando Morencos.

(Foto: Marcial García Cañabate, 1956). Por alguna de estas casas debieron entrar los ladrones a la iglesia.
Equivaldría a “profesor de enseñanza media”, ya que su misión era preparar a los estudiantes para el paso a la universidad. ↑