La despoblación de parte del territorio español resulta dramática al condenar a la muerte a muchas localidades de nuestra nación, en las que hasta hace poco históricamente se sentía la vida de la juventud.
En comarcas como la nuestra, el tema no nos deja indiferentes, y el viernes 11 de mayo por la tarde el historiador Francisco Burillo nos ilustró con una interesante y fundamentada conferencia en Requena. Adalid del Proyecto Serranía Celtibérica, llama a la reflexión y a la actuación para frenar la despoblación de un extenso territorio, cuya columna vertebral es el sistema Ibérico, tan concurrido antes de la conquista romana.
De su rica exposición, se podrían destacar varios puntos. La Serranía Celtibérica necesita de la asistencia y de la cooperación urgente de todas las administraciones públicas, se debe de perfilar con la máxima corrección su problemática agrupando a todas las comarcas de su espacio (con independencia de su pertenencia a una u otra Comunidad Autónoma) y registrando su PIB, se ha de romper la visión disociadora del campo de la ciudad, y las iniciativas deben de canalizarse de la forma más eficaz posible.
Nuestra comarca, junto con otras del interior de la Comunidad Valenciana, está en el comienzo de la Serranía Celtibérica, con una población rural menguante y cada vez más envejecida. El mantenimiento de las principales cabeceras municipales se consigue a costa de los núcleos de población menores, lo que constituye una amenaza para el futuro. Históricamente, nuestra vinculación con el área de la Serranía está fuera de toda duda. Los apellidos acreditan la procedencia soriana de varios de sus repobladores tras su conquista a los musulmanes, y los conflictos y las relaciones económicas con los concejos del sistema Ibérico tuvieron un gran peso.
En lo histórico, no obstante, el fenómeno de la despoblación es complejo, y la situación de la Tierra de Soria no es la misma que la de Requena. A diferencia de los sorianos, los requenenses no sufrieron las consecuencias del fin de la Mesta y durante la primera mitad del siglo XX la población de sus aldeas aumentó. Definir un despoblado, por otra parte, tampoco es sencillo, pues en época de los Reyes Católicos era un lugar con la iglesia derruida y escasos vecinos, susceptible de ser incorporado a otro término.
A día de hoy, muchas localidades cuentan con templos en mal estado y un solo vecino. Sin embargo, el despoblado se define por la ínfima densidad demográfica, el PIB y la carencia de servicios.
La muerte de los pueblos o la demotanasia, en expresión de Pilar Burillo, ha movido a turolenses y a gentes de otros puntos de la España vacía, la también llamada Laponia del Sur. No resignarse a desaparecer y luchar por revertir una situación a todas luces injusta honra a tales personas. Desde plataformas como Abraza la tierra, se está trabajando por conseguir nuevos vecinos para los pueblos abandonados poniendo en valor las oportunidades de empleo, autoempleo y vivienda, además de ofrecer una vida mejor para los hijos.
El momento parece propicio, con unas ciudades masificadas con graves problemas de vivienda, movilidad y contaminación, en las que ya se han verificado movimientos de rechazo de la población. De todos modos, el retorno al campo no supone la vuelta al Edén, y desde Abraza la tierra advierten de la dureza de la vida rural, lejos de ilusiones banales. Con razón han sostenido que toda persona debe de plantearse antes tres preguntas fundamentales: ¿A dónde va? ¿Por qué va? ¿De dónde viene?
Serrano Clavero, en su zarzuela Requena por dentro o el sueño de un desdichado, ya nos dijo algo muy parecido. El pobre hombre que huye de Villaperros no logra la felicidad en Requena, ahogada por los problemas financieros y de dotación.
Las ayudas económicas, como las de la Unión Europea, son tan necesarias como el agua de mayo, pero deben de ir acompañadas de otras medidas que estimulen la iniciativa de la gente.
Algunos alcaldes han promulgado nuevas cartas pueblas, rememorando a su modo la Repoblación hispánica medieval. Generalmente, se ofrecen ventajas fiscales, de vivienda y asistenciales, que no son nada baladíes en una España con importantes problemas de paro y de acceso a la vivienda. En principio el planteamiento es muy interesante, y poco objetable. Sin embargo, no todas las personas pueden amoldarse al nuevo hogar. Para salir del atolladero no estaría de más tener presente que las cartas de población de muchas localidades de nuestra geografía se promulgaron con un propósito, el de captar y asentar grupos de guerreros y de campesinos capaces de defender y de poner en producción el territorio trabajosamente conquistado; es decir, buscaron y al final consiguieron los pobladores adecuados. Hoy en día no necesitamos caballeros, ballesteros o peones, pero sí profesionales para recuperar la vida de muchos municipios.
Las nuevas cartas pueblas o flamantes planes de desarrollo municipales deberían de estar meditados desde la sociedad local, que conoce mejor que nadie los problemas, permitiéndose agrupaciones al respecto entre municipios cercanos con la intención de evitar duplicidades estériles y contraproducentes. En las localidades con escasos vecinos debería de seguirse este criterio. La línea emprendida por la Generalidad Valenciana sobre el particular es un punto de inicio razonable, que compatibiliza apoyo público e iniciativa local.
Esta iniciativa es de gran importancia, y quizá su primera tarea fuera la de poner en valor lo mucho que le ha sido transmitido y dado a sus tierras, como un medio ambiente libre de ciertas taras, un patrimonio natural impresionante y una Historia que supera en antigüedad la de muchos Estados del mundo actual, de la que su patrimonio artístico es una muestra clara y contundente. Se requiere formación e iniciativas educativas para que la juventud, el divino tesoro, ponga en valor semejantes activos, desde el respeto a los demás, pero sin olvidar de dónde proceden, pues sus raíces se enroscan en una tierra que ha visto pasar muchos inviernos.
En Requena, por ejemplo, contamos con la fortuna de una juventud inquieta, de dos Institutos de Enseñanza Secundaria y del Centro de Estudios Requenenses, cuyo ritmo de publicación es muy activo. El tema de su próximo Congreso Comarcal de 2019, dedicado a la población y a la despoblación, es altamente interesante al respecto. Las iniciativas planteadas desde el IES UNO, la Biblioteca y el Archivo han funcionado con razonable éxito, y podemos formar de manera integrada e integral a los jóvenes, dándoles una ilusión que les permita conquistar un futuro, pues la batalla que se pierde es la que no se libra. Podemos cooperar con instituciones universitarias de ciudades como Valencia o Madrid, consolidando en la localidad y en su territorio un terciario avanzado, una industria de la alimentación de calidad y un turismo respetuoso con la localidad que visita.
Es muy importante que todas estas iniciativas se conozcan en otros puntos y que se difundan a través de la red. Una infraestructura vital en la Serranía Celtibérica es la dispensada por Internet, la que nos permite ser vecinos de verdad de la aldea global. La antropología cultural nos enseña que muchos grupos que emigran a otro país con unas costumbres muy distintas mantienen su cohesión y afirman sus señas de identidad gracias a la red. Una joven magrebí residente en España puede ver con todo detalle el ritual matrimonial de una amiga suya en el Rif. Existen distintos planos de la realidad, sin necesidad de filosofar, y uno de ellos es el virtual, que para muchos es muy real. Nuestros pueblos también deben de existir en Internet, algo que tenemos muy presente desde Crónicas Históricas de Requena. Las páginas web en las que se dan cita virtualmente los antiguos habitantes o familiares de una aldea o pueblo hoy en día a punto de desaparecer son de gran valor para evitar su defunción e iniciar su resurrección, un milagro que a veces hemos tenido la suerte de contemplar en el Archivo Histórico Municipal de Requena, cuando personas afincadas en otras localidades han solicitado documentación para obtener datos de un antepasado. Las raíces tiran más de lo que parece.
La unión hace la fuerza, y los adversarios de nuestros municipios no son nuestros vecinos, por los que hemos de disputar por una minucia, sino la falta de futuro verdadero y la amenaza de extinción. No nos podemos declarar la guerra entre nosotros, entre gentes de la misma familia, y la Tierra de Alvargonzález nos debe de servir de advertencia, por mucho que después se intenten expiar horribles pecados arrojándose a una negra laguna. La idea de la Serranía Celtibérica ofrece un marco superador de localismos estériles, y quizá una voz que debe de ser escuchada por el resto de los españoles y de su gobierno.
Nuestra antigua nación está conformada por territorios contrastados y debe de corregir sus desequilibrios territoriales como fórmula eficaz para acabar con los fanatismos estimulados por agravios reales o impostados. Vivimos tiempos apasionantes, y cuando se habla de la reforma del Senado, de la administración territorial, de la ley electoral o de la financiación pública debe de tenerse en cuenta también la situación de la España Interior extendida alrededor de metrópolis como la de Madrid.
España, como otras naciones de Europa, se enfrenta al desafío del envejecimiento de la población, con sus pirámides demográficas poco piramidales, del que pende el futuro de las pensiones, tan vinculado a cuestiones de organización del Estado del Bienestar y de productividad de nuestra economía. Nadie con un mínimo de seriedad y con responsabilidades públicas debería de abordar tales problemas perdiendo de vista a nuestro territorio interior castigado con la despoblación. La caída de un árbol anuncia la desaparición de un bosque, y la de una, dos y demasiadas aldeas la de todo un país. En nuestras manos está que a finales del siglo XXI existan en muchos de nuestros pueblos ancianos (nuestros hijos llegados a mayores) que contemplen jugar en sus parques a sus nietos, aquellos que destruirán la maldición del mundo de los últimos humanos y que echaran su vista atrás por lo que hicimos por ellos, la tarea que quizá justifique nuestros días de vida.
CRÓNICAS HISTÓRICAS DE REQUENA CON LA ESPAÑA RURAL DEL INTERIOR.