Por Nicolás Agut y Sastre
Introducción y Notas de Marcial García Ballesteros
INTRODUCCIÓN
A malos tiempos, buenas ideas, aunque no siempre se lleven a cabo o tengan buen fin.
En 1964, la iluminación y determinación de un genio de la banca, Andrés López García (para quienes le conocimos: “el Ruso”), dio a luz un proyecto financiero que duraría más de cuarenta años: la Cooperativa de Crédito “La Unión”, primera y única caja rural nacida en Requena y cuyo crecimiento y expansión dieron a la entidad, durante su larga vida, varios nombres: Caja Rural “La Unión” (hasta 1975), Caja Rural de Ayora-Requena (1976-1978), Caja Rural de la Valencia Castellana (1978-1996) y Caja Campo (1997-2011), hasta ser diluida definitivamente, efecto de los tiempos que corrían, en la cada vez más grande Cajamar (2012).
Un historia cercana en el tiempo, de personas entregadas a sus conciudadanos y a la empresa. Un historia de mujeres y hombres abnegados, dedicados a su trabajo en jornadas sin límite, abocados a continuos y extenuantes cambios tecnológicos que les llevaron desde el cálculo mercantil manual, pasando por calculadoras de manivela, computadoras de tarjetas perforadas, gigantescos ordenadores programados con casetes y fichas magnéticas, hasta los más modernos ordenadores y programas de cada década. Un historia de pioneros y personas sacrificadas donde las haya, que habrá que contar algún día.
Sin embargo, aquella empresa que nació en 1964, no fue la primera idea requenense sobre una Caja Rural. La reciente recuperación de diversos ejemplares de prensa histórica local nos ha llevado a descubrir que otro visionario pendiente de reivindicar, el periodista, poeta y agente de negocios Nicolás Agut y Sastre, expuso durante una de las mayores crisis vitivinícolas de la comarca, la causada por la filoxera en las primeras décadas del siglo XX.
Demos la voz al director de La Voz de Requena, don Nicolás Agut, quien en 1923, hace noventa y siete años, ofrecía al sector vinícola de su ciudad natal una solución para los problemas económicos de aquellos sufridos agricultores, en un extenso artículo, publicado en dos partes, en su querido semanario, dando, al mismo tiempo, una magnífica lección de historia:
La Voz de Requena, 28-I-1923
CAJA RURAL PARA LA REPLANTACIÓN DE VIÑEDOS
I
No desconocemos las dificultades que encuentra en nuestra tierra toda idea encaminada a conseguir la unión de voluntades y esfuerzos para obtener algún beneficio, aunque se trate del interés material que a todos nos afecta más o menos directamente. Difícil sabemos que es por aquí aunar pensamientos y sostener asociaciones que signifiquen de momento algún sacrificio monetario, siempre preciso para la siembra de la semilla que ha de fructificar más tarde; pero como entendemos que la cuestión que vamos a plantear y ofrecer a la consideración de todos nuestros paisanos, es del mayor interés social y quizás la solución única para el problema vitalísimo que nos preocupa hondamente, no nos detenemos en los buenos propósitos que nos animan, y vamos a ver si una idea modesta puede cristalizar, con todas las enmiendas y ampliaciones que habrán de proponer las personas competentes, en el sentir de la opinión requenense que se encuentra ante una crisis ruinosa de su única riqueza, y abocada al más luctuoso porvenir económico si no se pone pronto y enérgico remedio al mal que padecemos.
No será preciso esforzarse para llevar al convencimiento de nuestros paisanos, la triste realidad que nos enseña la necesidad inmediata de replantar de vides americanas nuestros campos, desolados por la invasión creciente de la filoxera. Más como las operaciones de la nueva plantación, por una parte, exigen mayores cuidados y dispendios que los hechos por nuestros antepasados, aun sin tener en cuenta el aumento actual de los jornales; y, por otro lado, las tan mermadas cosechas de los últimos años no alcanzan precios para la venta que cubran más de los gastos de cultivo realizados por la propiedad, se presenta la cuestión palpitante de, a la vez que van disminuyendo los ingresos, tener el propietario que realizar mayores desembolsos para la reposición de sus perdidos viñedos, ya que no se puede resignar a dejar sus tierras improductivas, o con una renta tan exigua que no merezca la pena de considerarla como tal.
¿Medios para facilitar la mayor y más rápida replantación de nuestras tierras? Los que ofrezca una Caja rural, que podría constituir el capital inicial para hacer préstamos a los replantadores de vides americanas, con una suscripción de propietarios, comerciantes, capitalistas, industriales y labradores requenenses, siendo la base este organismo para con todas sus firmas, mancomunadamente, ofrecer la necesaria garantía a fin de aumentar el capital social con el de la banda y los capitales de fuera que encontraran el suficiente crédito para negociar.
La “Caja rural para replantación de viñedos”, percibiría un interés del 5 al 6 por 100 anual del capital prestado única y exclusivamente para dicho fin, bien facilitándolo en efectivo metálico, o en la maquinaria, jornales, plantas, abonos, etc., etc., necesarios para dicha replantación, con la garantía de la propia libreta de imposición hecha en la Caja por el después prestatario, de la que la ofrecieran otros suscriptores caso necesario, o bien por el valor que arrojase el líquido imponible de las fincas de su propiedad. Estos préstamos podrían renovarse siempre que no desapareciese la garantía ofrecida, y que una vez en producción la finca o fincas replantadas, se amortizase del préstamo, anualmente, un tanto por ciento prudencial.
En el capítulo siguiente, para no hacer demasiado largos estos apuntes, nos ocuparemos de la cooperación que podría encontrarse para esta institución local en los fondos del Pósito municipal, propicios por el origen de su creación y funciones que están llamados a desempeñar, a contribuir de modo preferente para el desenvolvimiento y auxilio de toda clase de riquezas agrícolas.
N. A.
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La Voz de Requena, 4-II-1923
CAJA RURAL PARA LA REPLANTACIÓN DE VIÑEDOS
II
Decíamos en nuestro artículo anterior que los fondos del Pósito podrían servir para acrecentar el capital de la “Caja rural para la replantación de viñedos”, y vamos a fundamentar tal aserto en este capítulo haciendo historia, siquiera sea a grandes rasgos, como permite un ligero trabajo periodístico, de la fundación, principal objeto y vicisitudes de la referida Institución española.
El Pósito, depósito o establecimiento, se conoció en España mucho antes que en otros países –a principios del siglo XVI-, y tuvo por único fin resolver el crédito agrícola prestando a los labradores el grano o la semilla para la siembra, y abasteciendo de pan a los pueblos en épocas de carestía. Los había públicos, también llamados concejiles y reales, administrados por los ayuntamientos, y privados o píos que se denominaban alhóndigas, arcas de misericordia, etc., y estaban regidos por las sociedades o señores particulares a quienes se debía su fundación. Como queda dicho, su principal cometido era el panadeo entre la clase pobre, teniendo como función secundaria hacer préstamos, o sea el caso corriente ahora como instituciones más bien de crédito agrícola. En aquel sentido, fueron reglamentadas por Carlos IV en el año 1792 y se practicaban los siguientes requisitos para su funcionamiento: por bando o edicto se anunciaba que podían presentarse, dentro del plazo señalado, relaciones juradas y firmadas por cuantos vecinos necesitasen semillas para la sementera; transcurrido dicho plazo y tres días más, pasaban las solicitudes a dos labradores de probada inteligencia y honradez para que informasen de la veracidad respecto a las necesidades de cada uno de los peticionarios, y cumplida esta formalidad se hacía el reparto, dando preferencia a los solicitantes más pobres y concediendo un nuevo plazo para reclamaciones y enmienda del repartimiento si resultaba injusto.
La guerra de la Independencia acabó con miles de Pósitos, y en 1850 comenzaron las medidas de reorganización, hasta que en el 1877, con la Ley de 26 de junio y el Reglamento de 11 de igual mes del siguiente año, se volvió a encargar a los municipios de administrarlos con autorización para convertir, previa aprobación del ministerio de la Gobernación, en Pósitos de frutos los que fuesen de dinero y viceversa, sin que haga al caso que nos ocupemos ahora de los abusos cometidos en el manejo de los fondos destinados a labradores humildes, por parte de alcaldes y ediles malos administradores que tan bien retrataron Colmeiro y otros comentadores.
En virtud de la ley de 28 de enero del año 1906, pasaron los Pósitos a depender del ministerio de Fomento y se crearon las Delegaciones regias, con propósitos justificados de separar estas instituciones de la férula de los ayuntamientos y convertirlos en Bancos agrícolas; de ahí que el régimen vigente les autoriza para poder hacer sus operaciones en metálico, como cajas de ahorro y de préstamos, o facilitando aperos, máquinas, plantas, abonos, animales y toda clase de elementos útiles a las industrias agrícolas o pecuarias; deduciéndose de todo ello que, como hacíamos notar en el primer capítulo de estos incompletos apuntes, el capital del Pósito de este Municipio, que asciende en la actualidad a la suma de unas 50.000 ptas., estaría a muy poco esfuerzo en condiciones de ir cooperando legal y sucesivamente, con recursos no despreciables, al desenvolvimiento de la “Caja rural para la replantación de viñedos”, dentro de nuestro término municipal.
Y es más, si se tiene en cuenta el origen de la fundación del Pósito y el espíritu que animó a todos los legisladores españoles, no será aventurado asegurar que dedicando sus fondos a la idea que propagamos, cumpliría mejor y con mayor beneficio general los fines que persigue, ya que para nadie es un secreto que tal y como se reparten por el procedimiento en uso, responden en pocas ocasiones a cubrir verdaderas necesidades de la agricultura y sirven, casi siempre, para justificar las acres censuras de los tratadistas que conocen la manera de obrar de la mayor parte de los municipios, focos de la injusticia y el compadrazgo.
Mientras nuestros paisanos no se sirvan de estas columnas, que gustosos e incondicionalmente les ofrecemos a todos para que nos ilustren y den nuevas soluciones al problema justamente considerado como del mayor interés local, proseguiremos ocupándonos, en capítulo aparte, de los que significaría un Banco municipal como medio eficaz para poder pensar en el planteamiento y resolución de diversas cuestiones que revisten innegable trascendencia para la ciudad, si no se quiere que a la vista de tanta aridez presente y tan vasto horizonte despoblado en un porvenir cercano, tengamos que repetir con Rosalía Castro de Murguía, famosa poetisa gallega:
“Planura e sempre planura.Deserto e sempre deserto».
CONCLUSIÓN
Queda claro para la historia que aquella idea expuesta en las columnas de La Voz de Requena, no se llevó a cabo. Pero como proyecto, como propuesta leída desde la perspectiva de la crisis actual, de la pandemia que sufrimos, de la necesidad que tiene nuestro campo de reinventarse, del carácter tan personalista de nuestras gentes, que nada ha cambiado en el último siglo, es una propuesta que, al menos, merecía la pena desempolvar y volver a leer.
Una vez más, leyendo sus artículos, conociendo su trayectoria histórica como creador de periódicos locales (El Látigo, El Distrito, La Voz de Requena), como promotor de proyectos tan fundamentales como el Instituto de Enseñanza Media o la Banda Municipal de Requena, ambos en 1928, sigo creyendo que Requena le debe a Nicolás Agut, al menos, el nombre de una calle. No importa que las circunstancias políticas le llevaran a ser concejal franquista. Cada uno hizo en aquellos tiempos lo que tuvo que hacer para sobrevivir. Recordemos que, hace cien años en este 2020, fundó La Voz de Requena (1920-1932), un “semanario anticaciquista” que sorteó, con ideas y sagacidad, la censura de la dictadura de Primo de Rivera. Que a la vez que escribía artículos como el que hemos transcrito, publicaba otros sobre la siempre candente “reforma agraria”. Que en todos sus periódicos denunció las injusticias que sufría su pueblo. Que en todas las iniciativas culturales estuvo presente, como músico, literato y poeta. Él lideró la generación intermedia entre Serrano Clavero y Rafael Bernabeu, siendo amigo y colaborador de ambos. Merece ser recordado por sus hechos positivos y aquí he dejado una muestra de sus buenas ideas. Amén.
HEMEROGRAFÍA
- La Voz de Requena, semanario anticaciquista. Núm. 124 (28-I-1923) y 125 (4-II-1923). Archivo digital del autor.

(Foto: Marcial García Cañabate, junio-1966).