A Joaquín González González.
Los llanos cuaternarios de Campo Arcís disponen de un notable patrimonio natural, arqueológico, cultural y humano de primera categoría. En este artículo presentamos dos aspectos de este tesoro: su patrimonio arqueológico antiguo y su patrimonio ecológico moderno.
Un extraordinario patrimonio arqueológico.
Las tierras del llano de Campo Arcís han estado desde antiguo muy pobladas. Aquí los restos de nuestros primeros pobladores son los más frecuentes de toda la comarca. Se sitúa en la parte sureste de un conjunto de yacimientos arqueológicos muy abundantes y amplios, extendidos entre Campo Arcís, Los Duques, Casas de Eufemia y El Pontón.
Los restos arqueológicos de las épocas líticas, hasta el 3.000 antes de JC, han aparecido en la rambla de Los Morenos, donde aún se conservan unas pocas pinturas rupestres. De la Edad del Cobre y la del Bronce (hasta el 800 antes de JC) distinguimos algunos magníficos ejemplos en varios cerros fortificados en altura, en los alrededores del llano: Morte en La Muela, Castellar en la Alcantarilla, Bojes en Los Morenos, Migallón, Las Cañadas, Pozo Robredo, Cerro Valera y otros. También encontramos lugares de rito como la cueva del Polvorín en La Serratilla, todos ellos muy expoliados y destrozados. No son muchos, pero dan a entender que la zona comenzaba a poblarse de una manera continua.
Los habitantes de estos poblados de la Edad del Bronce fueron evolucionando tecnológica y socialmente hasta la Edad del Hierro, lo que aumentó la cantidad de habitantes, la producción agrícola y artesanal, el intercambio comercial, el nivel cultural y la organización política. La consecuencia fue que los habitantes de los cerros comenzaron a bajar al llano, formando hábitats allí, que con el tiempo llegaron a ser muy numerosos y extensos. La apariencia de su utilidad puede ser la de gran zona productiva de un superior Estado ibero que comprendería aproximadamente lo que hoy en día es la Tierra del Cabriel y el Magro.
Tal Edad del Hierro la conocemos habitualmente como Época Ibérica, un tiempo de gran complejidad cultural. La gran zona de producción prerromana del llano de Campo Arcís debe entenderse en el contexto del Estado ibérico. Existieron unos centro habitados superiores, que variaron de importancia a lo largo de los siglos de la Edad del Hierro como Los Villares (Caudete de las Fuentes), Muela de Arriba (Casas de Cuadra), El Moral (Rebollar-Sierra del Tejo) y La Villa (Requena). Por el interior comprendido entre tales núcleos se extendía el extenso llano que va desde la Sierra de La Bicuerca hasta La Serratilla, y desde la Sierra de Juan Navarro y Sierra del Tejo hasta la pronunciada vertiente del río Cabriel.
El camino más importante que cruzaba este Estado ibérico venía desde el sur (Valle de Ayora) y el este (viario del río Magro que llegaba desde la costa), confluyendo en la actual Vereda Real, que cruzaba por Los Morenos, pasaba por la Muela de Arriba y cruzaba por los Villares de Caudete. Por lo tanto, el camino comercial entre territorios pasaba por el sur del llano de campo Arcís.
El llano de Campo Arcís tuvo numerosos hábitats iberos, por decenas. En la extensión más plana, donde hoy se extienden viñedos hasta perderse la vista, podemos nombrar algunos de los más extensos como Los Villares, El Balsón, Valderrama, El Saltadero, La Vereda, La tejería, El Ardal, La Beata, El Sapo, etc.
En los cerros altos situados en torno al llano se emplazaron también numerosos poblados, cuya utilidad era el control de las zonas bajas, y que funcionaron como poblados que rodearon una fortaleza, lo que en Época Medieval constituiría un castillo con el pueblo a los pies de sus laderas. El más conocido e importante era el Cerro de La Cabeza, que vigilaba tanto el llano como la entrada a la relevante zona de producción artesanal de las ramblas de La Alcantarilla y Los Morenos. También encontramos yacimientos de este tipo en Cerro Gallina o Pozo Robredo (La Serratilla).
Un interesantísimo ejemplo de cueva ritual ibérica se localiza en Cerro Hueco, donde se han encontrado magníficas piezas de cerámica y anillos, que se conservan en el Museo de Requena. Si no es expoliado, quizás aún podamos encontrar datos históricos inéditos en su interior. Asimismo, en consonancia, apreciamos una extensa necrópolis de enterramientos iberos en La Ceja, en donde se descubrió una urna cineraria con su ajuar, hoy también en el Museo de Requena.
No podemos hablar de la Época Ibera sin nombrar la increíble zona industrial de Las Pilillas de las ramblas de Los Morenos y La Alcantarilla. Las carriladas labradas en piedra para el paso de carros y las cazoletas de ignorada función son igualmente de gran interés.
La expansión de la Época Ibera tuvo continuidad en el llano. Bajo los nuevos mandatarios de Hispania, los romanos, se emplearon los mismos puntos de producción, hasta tal punto que yacimientos arqueológicos iberos son también romanos, como los de Los Villares, Herrera, El Sapo, La Beata, La Borracha, Viñas Viejas, El Ardal, etc. Muestras romanas son varias estelas como la del Ardal, donde consta en latín un relato de un atraco con asesinato de unos romanos cuyos apellidos eran ibéricos (los “Sosin”) o bien la famosa estatuilla de Minerva, también del Ardal.
En suma, el llano de Campo Arcís es una zona de gran relevancia histórica en los tiempos romanos y anteriores eras, pero gran parte de este patrimonio histórico ha sucumbido en los últimos decenios bajo el yugo de la incomprensión y el expolio. Esperemos que lo poco que queda pueda ser estudiado para que nos agracie con esa maravillosa e intrigante explicación de lo que fuimos, que nos lleva siempre a lo que somos y a lo que seremos.
De la dehesa a las gentes.
En la Castilla de la Baja Edad Media, como en otros territorios de la Europa cristiana, los municipios dispusieron de medios económicos propios para atender sus necesidades y servir a su señor, el rey en muchos casos. El elemento más cotizado de los bienes propios del concejo de Requena fueron las dehesas, cuyos pastos se arrendaron a una serie de particulares casi todos los años.
La costosa política de Juan I de Castilla, en la que fracasó en su intento de entronizarse en Portugal, determinó un notable aumento de los impuestos, algo que causó no poca consternación entre los castellanos en general y agobios entre los requenenses en particular. Su hijo Enrique III tuvo que conceder a Requena en 1402 el deslinde de dehesas, el primero del que tenemos noticia documentada, en el que Campo Arcís ya consta como uno de sus boalajes o área donde también podían pastar los bueyes, tan valiosos para la agricultura de la época. Sus pinares, carrascales y monte bajo constituyeron una notable fuente de recursos para las personas de la época.
En el siglo XV el Honrado Concejo de la Mesta no dejó de ganar importancia en la vida económica y social castellana, y en 1486 los reyes Isabel y Fernando confirmaron el deslinde de 1402. Requena era zona de tránsito de los ganados entre Castilla y Valencia, lo que dispensó buenos beneficios y largos pleitos entre la Mesta y los caballeros de la nómina requenenses.
En el ejercicio contable de 1521-22, el primero documentado, la dehesa de Campo Arcís rindió 16.000 maravedíes al municipio requenense, por delante de las otras y a despecho de los problemas políticos (las Comunidades y las Germanías) que conmovían la Monarquía hispánica.
La política de Carlos V y su hijo Felipe II, tan pródiga en compromisos militares entre el Mediterráneo y el Atlántico, fue más sufragada por las contribuciones de los pecheros castellanos que por los metales preciosos de las Indias, que más bien fueron un dinero político con el que negociar préstamos con las grandes casas financieras coetáneas, más tarde liquidados con gran esfuerzo por el esfuerzo fiscal castellano. Como repartos y sisas no alcanzaron a cubrir lo requerido, se recurrió al tesoro de las dehesas. La de Campo Arcís rindió en 1543 unos 24.000 maravedíes y 20.000 en 1573.
El aprovechamiento de la dehesa no dejó de quebrantar su masa forestal. En 1567 ya se consideró muy afectada y las autoridades municipales estipularon que las talas observaran el sistema de horca y pendón para regenerar el bosque, según la real pragmática de 28 de octubre de 1496. La leña de Campo Arcís era muy apreciada. El municipio de Requena dispuso a finales del siglo XVI de un depósito de aquélla, con el que pudo contar el alférez mayor para la mejora de las defensas de la puerta de la fortaleza de la villa.
Cada vez que se planteó un gasto adicional, el municipio de Requena tuvo presente las rentas de Campo Arcís, como cuando en 1588-89 pagó los costes de la consunción de oficios de los regidores perpetuos, objetivo que finalmente no llegó a buen puerto. En el tránsito de los siglos XVI al XVII la afluencia ganadera rindió enormes provechos. Se diferenció la dehesa propiamente dicha del ardal, y en 1601-02 la primera rentó 71.404 maravedíes y 44.200 el segundo. En el espacio de Campo Arcís se emplazaron majadas y una balsa de gran utilidad para abrevar los ganados, abastecida por una acequia.
El arrendamiento de estos espacios atrajo a varios hombres de negocios de la época. En 1622 la dehesa propiamente dicha lo fue por Alonso de la Cuadra y Diego Ballesteros por 55.250 maravedíes o 1.625 reales. Juan Yagüe y Laurencio Ruiz la arrendaron en 1627 y dispensó 1.485 reales, los mismos que en 1632, cuando fue arrendada por Laurencio Ruiz Ferrer. Diego Ballesteros y su consorte, arrendadores de 1636-37, le sacaron 1.400 y una vez más Diego Ballesteros otros 1.600 en 1638-39.
Paralelamente las cortas de madera prosiguieron, a veces con la asistencia de un caballero de la sierra, como en 1622, otras de forma libérrima haciendo caso omiso de las ordenanzas municipales. El declive de la guarda de la caballería de la sierra en el siglo XVII fue de la mano de la decadencia del cabildo de los caballeros de la nómina.
La explotación ganadera del espacio de Campo Arcís interesó a ganaderos y hermanos de la Mesta como el presbítero conquense José Bermejo, que entre 1729 y 1735 arrendó la dehesa por 2.200 reales anuales. Sus pastores tenían derecho al ramoneo de los ganados en cualquier monte del área en caso de infortunio de nieves. Durante el resto del siglo XVIII, la actividad ganadera y sus beneficios fueron disminuyendo. En 1724 la dehesa rentó 2.050 reales y 889 en 1783, mientras el ardal pasó de 680 a nada en el mismo período. Una nueva Requena, un nuevo Campo Arcís estaba a punto de nacer.
A finales del XVII la labranza se fue abriendo camino en muchos puntos de la tierra de Requena. El 29 de enero de 1688 Pedro Ramírez obtuvo licencia municipal para desorillar su labor en Campo Arcís. Antes de la guerra de Sucesión, se recordó que sus vecinos tenían derecho a las aguas vertientes de los terrenos adehesados. No obstante, en los acuerdos de arrendamiento de la dehesa de comienzos del siglo XVIII se recordó a los que tuvieran labores que solo podían apacentar el necesario par de animales para el cultivo. Tampoco podían arrizalar o marcar ningún pedazo de tierra para criar riza o verde para sus animales.
Sin embargo, en 1723 se obligó al arrendatario de la dehesa a dejar libre el prado de Albala, con el oportuno rebaje en la tasación. Aquel mismo año, Francisco García Cofrade, Francisco Pérez y Andrés Pastor, en nombre de los ganaderos con siembras y heredamientos en la partida del Campo Arcís, exigieron el derecho de tanteo ante el arrendamiento de la dehesa por el conquense Francisco Solana por 2.050 reales. Aquellos hombres necesitaban el abono suficiente para sus explotaciones agrícolas. Tal sería el embrión del futuro vecindario de la localidad del mismo nombre.
El impulso labrador, nada reñido con la ganadería local, fue muy anterior a la política agraria de reparto de suertes o lotes de tierra impulsada por los gobiernos de Carlos III, preocupados por el aumento de la producción de cereales y el orden público ante la falta de pan. La Contaduría de Propios y Arbitrios del Reino, con la declaración de peritos locales, delimitaba los espacios de los pastos y los de las suertes. Los agraciados (algunos importantes propietarios requenenses) con las mismas satisfacían al municipio de Requena un canon anual, cuyos ingresos ascendieron a 4.512 reales en 1783, a 5.384 en 1793 y a 4.652 en 1802. El patrimonio forestal prosiguió siendo menoscabado, pese al interés real como fuente de material de construcción para su armada. En 1802, año de fuertes nieves e hielos, el procurador personero de Requena se quejó de la tala de leña del monte común del encinar del Campo, perjudicial para la agricultura y la ganadería.
La enajenación de suertes prosiguió durante la guerra de la Independencia, extraordinaria consumidora de recursos de todo tipo, y no detuvo bajo el absolutismo fernandino en 1815. En 1830 ya era un hecho la alcaldía pedánea de Campo Arcís, que en 1841 tenía sesenta y nueve habitantes. El paso de las dehesas a las gentes ya estaba dado.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Propios y arbitrios de 1583 a 1735, 2430.
Repartos de contribuciones, 1776.
Bibliografía.
GALÁN, Víctor Manuel, Requena bajo los Austrias, Requena, 2017.
PIQUERAS, Juan, “Enajenación de bienes comunales y colonización rural en Requena. Siglo XVIII”, INVESTIGACIONES GEOGRÁFICAS, nº. 53, 2010, pp. 25-62.