El ejemplo de hombre del pueblo.
Un 13 de mayo de 1937, las Juventudes Socialista Unificadas rindieron un sentido homenaje en el Cinema Libertario a un hijo de Campo Arcís venido al mundo en 1904, Juan Piqueras Martínez. De extracción humilde, de familia jornalera, se convirtió en un prestigioso crítico cinematográfico e intelectual de la Edad de Plata de la cultura española. En el nefasto julio de 1936 fue ejecutado en Venta de Baños por los sublevados. De ideas comunistas, se convirtió en un mártir y en un ejemplo de superación personal y promoción social para las jóvenes generaciones. Se abrió una suscripción popular para la placa de la calle que se le pensaba dedicar y el Instituto de Bachillerato requenense también iba a recibir su nombre.
El Campo Arcís coetáneo vivía una situación singular, al igual que otras localidades del territorio republicano. La insurrección del 18 de julio había triunfado parcialmente y había desatado la revolución en buena parte del territorio español. Lo que sucedió en la aldea de Campo Arcís fue un microcosmos de aquella España en convulsión, que sacrificó a personas de la valía de Juan Piqueras.
Las tensiones que desataron la guerra.
Los años de la II República fueron de esperanza y de decepción. Del nuevo régimen se esperaron al principio grandes cosas, cambios de trascendencia histórica, pero el paro y las dificultades de exportación golpearon con severidad a una comarca vitivinícola como la nuestra. Muchos jornaleros vivieron horas de desesperación, mientras los proyectos de reforma agraria no deparaban las soluciones esperadas. Las tensiones del mundo agrario estuvieron en el corazón de la Guerra Civil.
Establecido el Comité Ejecutivo del Frente Popular, se incautaron en agosto del 36 las fincas de Manuel López Vives, Fructuoso López, Nicanor Vives o de Fernando Oria de Rueda. A Carlos de Rojas Moreno se le incautaron las fincas de Casa de la Cabeza y Pedazo del Reguero y a Alejandro Gil Alarte las de Viña de Cárcel, Los Pozos y otras.
Pero otras disputas habían agitado la convivencia, que habían dividido a las magras clases medias por su visión intelectual y política de las cosas. La relación entre el maestro Juan García Alarcón y el médico Jaime Pons Cots resultó ser pésima. María Moliner, en su inspección de mayo del 36, reprochó al primero prestar los libros de la biblioteca a personas de su confianza sin anotarlos en los talonarios, desconocer que contaba con Flor de romances viejos para leer a los chicos y de aseverar que de abril a octubre no se leía por el trabajo de las viñas. Solo se leían cuentos y el responsable solicitó algún libro del conservador Menéndez Pelayo.
El médico le acusó de no querer prestar algunas obras, pese a su interés, acusándole de ser el mayor enemigo de la biblioteca, verdadero centro de impulso intelectual en aquella España rural. De hecho, el círculo de Jaime Pons había tratado de crear por medio de una sociedad su propia biblioteca. María Moliner, a la espera de decisiones más enérgicas, lo nombró director bibliotecario de hecho.
El 28 de julio el maestro obtuvo permiso del Comité del Campo para trasladarse con su familia a su pueblo natal de Chiva. Temía actos de hostilidad. A principios de agosto, se presentaron allí cinco campusinos capitaneados por el hermano del médico, que exigieron su entrega al Comité local hasta tres veces. Milicianos y guardias civiles al servicio de la República registraron la casa de sus ancianos padres para encontrarlo. Su familia se dispersó en busca de seguridad. Él mismo comentó por carta su angustiosa situación a Rafael Bernabéu en busca de ayuda. Con el paso del tiempo la violencia cedió y en julio de 1938 consta como maestro de la escuela unitaria de chicos de Campo Arcís. La asistencia de su cuñado en el Comité de Chiva y la amistad de Bernabéu ayudaron a su salvación. Las relaciones personales tuvieron un enorme papel durante la Guerra para lo bueno, lo malo y lo peor, pues según reconoció por carta del 2 de septiembre de 1936:
“En el Campo, amigo Bernabéu, no hay problema político para mí. En el Campo no hay más problema que cura-médico-mujer, y las salpicaduras de ese problema las estoy pagando yo ahora, por el delito de haber tenido amistad con D. Graciano.
“Directamente no se me ataca por ese lado, porque el primer interesado es el galeno, pero es tan fácil decir hoy: ¡A ese que es un fascista! ¡A ese que es un beato! Aunque ese sea un espíritu liberal, comprensivo, y sobre todo honrado.”
La pretensión de independencia local en medio de la revolución.
En Campo Arcís se estableció un núcleo revolucionario y de 1937 tenemos constancia de una cooperativa agrícola. Sin embargo, las autoridades republicanas habían tratado de reconducir la situación desde finales de 1936. La autoridad municipal de Requena trató el 26 de noviembre del 36 la devolución de las cantidades a los arrendatarios de tierras incautadas y se destituyeron los comités de las aldeas el 3 de diciembre como muestra de energía.
A partir de ahí afloró el deseo de segregación municipal de Campo Arcís. A 18 de febrero del 37 sus vecinos pidieron ser independientes de Requena. Sumaban un total de 270 habitantes y tenían suficiente riqueza como entidad propia. Desde el Consejo Municipal de Requena se les indicó que no era momento, no se ajustaba a ley la petición, se carecía de riqueza y se quebrantaba indebidamente a los acreedores municipales. Se les indicaba, con todo, que recurrieran al Gobierno Civil si tal era su deseo.
El 23 de marzo, además, se le recordó a su alcalde pedáneo que solo el Gobierno podía emitir papel moneda, un medio que se había utilizado para combatir los efectos del paro. Los ingresos debían de salir de la bolsa de trabajo de los jornaleros a disposición de los patronos que los contrataran en condiciones. La utopía iba tocando a su fin.
Lugar de acogida en tiempos de angustia.
La Guerra Civil desplazó brutalmente a demasiadas personas de sus lugares de origen, residencia o trabajo. Los combates alrededor de Madrid ocasionaron no pocos movimientos y el 17 de diciembre de 1936 se ordenó averiguar cuál era la situación económica real de los refugiados de la capital española, mientras se extremaban las precauciones de la guardería rural.
Las campañas del Norte agravaron la situación y a 15 de julio del 37 el Ministerio de Trabajo y Asistencia Social señaló el Campo, junto a la Portera y Hortunas, para acoger a los refugiados de Bilbao. El Frente de Teruel también condujo a más de uno a estas tierras. En 1938 la población llegó a alcanzar aquí las 1.700 personas.
En estas circunstancias se animó considerablemente el negocio inmobiliario. El 24 de marzo de 1938 Cruz Guillamón pidió adquirir terreno en sobrante de la vía pública para edificar, el 7 de abril fueron Vicente García Pardo y Valeriano García Robredo, de Campo Arcís, el 28 de abril de 1938 Cipriano Martínez Haba, Gregorio García García, Manuel Iranzo Martínez y Virgilio González Martínez, el 12 de mayo de 1938 Eulalio Expósito Martínez y el 2 de junio Ramón Hernández Martínez. Una parcela llegó a valer 350 pesetas y el 19 de mayo del 38 se advirtió desde el poder municipal de Requena que solo se concedería un solar por individuo para evitar los negocios y el acaparamiento.
Disciplina de guerra.
En la primavera de 1937 se produjeron importantes cambios en el delicado equilibrio político del bando republicano. A raíz de los Sucesos de Barcelona, los anarquistas y sus aliados socialistas fueron desplazados del poder. A 29 de julio de aquel año, los ácratas requenenses denunciaron las detenciones de sus correligionarios bajo la acusación de derechismo.
El ascendiente del Partido Comunista, partidario de enfriar temporalmente el proceso revolucionario por mor de la aproximación estalinista a Gran Bretaña y Francia, se acentuó, pero no permitió al consejero comunista Vicente Palmero reclamar los jornales de los trabajadores de Campo Arcís, una cuestión que se encomendó a los Jurados Mixtos.
La República intentó fortalecer sus mecanismos de acción a todos los niveles, superando las fórmulas milicianas de los primeros meses del conflicto. Si el 11 de noviembre del 37 se recordó la obligación de servir en la Armada, se acordó el 29 de diciembre del 38 remunerar con 200 pesetas al encargado de dar las órdenes municipales en el Campo, al igual que el de Los Pedrones o Villar de Olmos. Desde el Gobierno Civil, se encarecía a los alcaldes que actuaran con toda la energía desde la primavera de 1938.
Punto de provisión de alimentos.
Aldeas como Campo Arcís tuvieron una notable importancia en el abastecimiento de alimentos, esencial en el esfuerzo de guerra y, por supuesto, en el día a día de las personas. A sus habitantes se les obligó el 14 de julio del 38 a dispensar la mitad del importe dinerario de sus cartillas de racionamiento para la fortificación local y la otra mitad para la provincial, contando que sus suministros también se conseguían de otro modo. Con todo, debieron también proporcionar harinas desde el 21 de aquel mes.
Los problemas de transporte encarecieron los abastos. Las promesas de devolución del 25 de agosto del 38 no convencieron a los agricultores a entregar todo su sobrante de trigo. Las patatas adquirieron una nueva importancia, con el florecimiento del estraperlo. Por mucho que el 29 de septiembre del 38 se insistiera en controlar sus semillas, no se declararon todas las patatas, lo que frustró el alcance del racionamiento. La escasez de géneros se extendió y la entrega por la alcaldía de Requena de vales de compra a los vecinos no la atajó. Las amenazas de incautación de trigo en marzo del 39 por la Delegación de Abastos de la Ciudad quedaron en un brindis al sol.
El final.
A medida que el conflicto daba sus últimos compases, la desmoralización fue ganando fuerza entre la población del bando republicano. En aquellas circunstancias, afloraron los conflictos personales y vecinales. Para evitar tales, no se tuvo más remedio que autorizar de cara al invierno de 1938-39 la poda de pinos y de monte bajo para conseguir la leña necesaria.
Tras la batalla del Ebro, las fuerzas de Franco se lanzaron sobre la Cataluña republicana. Se hicieron llamamientos el 29 de enero del 39 a todos los varones de diecisiete a cincuenta y cinco años. A los albañiles, sintomáticamente, se les destinó a hacer nichos.
Al final, la resistencia republicana se desmoronó en medio de fuertes tensiones políticas. El 30 de marzo las fuerzas dirigidas por el general Varela entraron en Requena. Franco dio su último parte de guerra el primero de abril. Al día siguiente, la auditoría de guerra del Ejército de Ocupación inició sus pesquisas, prolongando en varios aspectos los padecimientos de la terrible Guerra Civil.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Actas municipales de 1936-38 (2867), 1938-39 (2865) y 1939 (2869).