Rafael Bernabéu López, Más estampas requenenses, Requena, 1974.
Aunque ya los clásicos carnavales pasaron a mejor vida, como pasaron antes las bulliciosas “encamisás” o mascaradas a la morisca, extraños modos y modas nos llevan hoy a la evidencia de que “todo el año es carnaval”.
Los requenenses esperaban ilusionados dichas fechas para expansionarse en los bailes de sociedad; para dar suelta a su ingenio con mascaradas que hacían las delicias de grandes y chicos. En la Glorieta, alrededor de la tómbola, los jóvenes “se agarraban para no caerse” al ritmo de trepidantes bailables, y a última hora dejábanse llevar por la asfixiante “ola” del teatro Circo.
A este respecto, todos recordamos al bigardo “del rollete y la caña” (al higuí), a la enjaulada fiera “corrupia” y, entre otras diabluras, al hombre “del chompo y la regata”, cuyas demostraciones levantaban risotadas y “chillíos”.
Pero entre todas las expansiones carnavaleras ninguna como las de aquellas comparsas bien conjuntadas que todos esperaban para ponderar su gracia e ingenio. De ellas poseemos diversos prospectos, con letra y música condimentada por autores requenenses (Los Sopistas, Los Pierrots, Los Parrandas, Los Cocineros, Los Clowns, Los Tísicos, Los Cazadores, Los Tartamudos, Los Jokeys, Los Marineritos, Las Viudas, Las Modistillas, Los Baturros…)
* * *
Estas carnavaladas evolucionaron profundamente. A mediados de la pasada centuria, los temas inspirábanse en un ingenuo e inofensivo romanticismo, como vemos en estos fragmentos:
Cuando volando, dos golondrinas
rutas veloces veas seguir
y al acercarse, por un momento,
vayan sus negros picos a unir…
Asómate a la ventana
morena de linda faz,
que la comparsa por verte,
cruzando la calle está…
Al salir el sol
canta la perdiz,
canta la perdiz,
cuchichí-cuchichí…
Y el juvenil conjunto de músicos y cantores ofrecía con sus inocuas trovas la nota pintoresca de anacrónicos atuendos (bigotudos soldados con alto morrión, berberiscos con turbante y espindarga, eslavos tirando de “uno que hacía de oso”, bandoleros de trabuco y cairel, etc.).
Pero ya en el último tercio del pasado siglo se incorporaron a estas comparsas temas satíricos y críticas despiadadas, sacándose a relucir trapos y trapicheos que eran ruidosamente celebrados. También se puso en solfa el pesimismo y malhumor de los vinateros, como vemos en la mascarada de 1900, titulada Arroz y ratas con vino de Requena:
El gobierno de Silvela
hace lo que hizo
Cascaruela
Y al paso que vamos,
ustedes verán
alcohol de clavos
y de mazapán.
Y, a continuación, venía el escandalazo de las lamentaciones:
¡Buena esta Requena,
buena, buena, buena!
El vino se ha vuelto
agua de tirar…
¡Pobres albañiles,
pobres carpinteros,
pobres comerciantes,
pobres jornaleros!
¡Pobres boticarios,
pobres labradores,
pobres carreteros,
pobres tejedores!…
Ya se acabaron
aquellos tiempos
que iba el vino
a veintiún real…
¡Adiós, majuelos;
adiós, tinajas;
adiós, bodegas
de esta ciudad!…
Evocaremos, por último, la famosísima comparsa de Las Viudas, cuya letra comenzaba así:
Pensábamos antes
que estábamos mal,
¡qué tiempos aquellos!
¡ya no volverán!…
Y, entre hipos y lamentos, las pobrecitas enlutadas arremetían contra sus primeros, segundos y terceros maridos, reservándole al cuarto el siguiente “eulogio”:
Y luego vino el cuarto,
que ni un cuarto dejó,
pues hasta el de la cama
¡ay!
a mi pesar vendió.
Y uno que en la plaza de Felipe “usted” escuchaba el romance, y que llevaba enterradas “por riguroso turno” varias esposas, dióle un viraje al tapabocas y se alejó refunfuñando:
-¡No te amuela!… ¡Gandulazos!… ¡Más sus valía estar haciendo hoyos!…
Cuando este lance llegó a oídos del poeta, diz que exclamó decepcionado:
-¡Escrísmate a sacar cantares!
