Don César Jordá Moltó dibujaba y pintaba maravillosamente bien, con gusto clásico que hacía, hace y hará las delicias de todo amante del gran cine histórico y de aventuras. Estoy seguro que si los productores de la aclamada Juego de tronos hubieran contado con su arte y buen hacer, la serie todavía hubiera gozado de mayores éxitos. Supongo que un capítulo con su asesoría histórico-artística ambientado en la fortaleza de su amada Requena hubiera sido sencillamente extraordinariamente épico.
Cuando iba ultimando Requena bajo los Austrias, le pedí que me ilustrara el libro. Dicho y hecho, con su caballerosa cortesía, proverbial. En su entrañable trastienda se puso a dibujar, a crear, y en cuestión de unos cuantos días ya tenía toda una galería de arte, con un desprendimiento del que solo él era capaz, único.
Dibujó bastante el bueno de don César, entre otras cosas una auténtica galería de reyes, desde el desdichado Enrique IV a Carlos II, sin olvidar al último de los Austrias de nuestra Historia, el archiduque Carlos, de la que ofrecemos una muestra. A mi juicio, después de haber leído unos cuantos documentos de tan regios señores, el gran don César los dibujó mejor, mucho mejor, de lo que en verdad fueron como personas, entre otras razones porque él fue alguien auténticamente bueno que no entendió ni compartió la maldad en el corazón humano.
Como supongo que a estas alturas ya será íntimo de San Pedro, le habrá pedido referencias del paradero de tales señores, si es que en el Cielo están (¿?), para preguntarles alguna cosa. Si el Altísimo ha tenido a bien y les ha perdonado sus pecados contra sus súbditos castellanos (si es que cuenta tan larga de agravios puede hacerse), bien pueden agradecerle al hidalgo don César su arte.
