Nada sería absolutamente nada sin su espíritu, aquello que le da carácter. Ni una persona ni un lugar. Requena no podía entenderse sin su espíritu atento a la Historia, sin su orgullo de haber rechazado someterse a otro señor que no fuera el rey o de haber defendido el liberalismo contra los carlistas. Fue límite y puerta de entrada de la Corona de Castilla, cuyo idioma y costumbres se ha preciado y se precia de conservar.
Todo espíritu, sin embargo, necesita de alguien que lo aliente, una persona que lleve su tierra en el corazón. Por mucho que viaje, siempre tendrá como punto de referencia aquélla. Sus acciones siempre se encaminarán por su bien. Podría decirse que tal persona sería un patriota, al modo de la España de Cervantes. Si hubo un patriota requenense ese fue don César Jordá Moltó, un buen hombre de los pies a la cabeza.
A su actividad de comerciante unió la de escritor y dibujante, la de una persona polifacética digna del Renacimiento que escribió como dibujó, con sencilla elegancia y con un acendrado amor por Requena.
A sus numerosos artículos en publicaciones como El Trullo, Moya, Oleana o Crónicas históricas de Requena, añadió no pocos libros, que dieron cuenta de la Historia de Requena, junto a sus inquietudes personales.
Sus tiempos fueron relatados en Historias y recuerdos (1995), Memoria de unos tiempos vividos (1999), Requena, imágenes de un siglo (2000) y Requena, imágenes de un siglo. II (2006).
Además de ser un gran narrador de historias, sus bellas ilustraciones pueden apreciarse en Historia de Requena ilustrada (1992), obra escrita junto a Francisco Piqueras, y Requena, su castillo y sus defensas (2009), entre otras publicaciones, pues tuve la suerte de contar con sus dotes en la biografía del general Pereyra o en Requena bajo los Austrias.
De los quehaceres de sus trabajos y sus días no se olvidó, y nos legó 1846-1996: Siglo y medio de historia comercial (1996) y Vida histórica y comercial de la ciudad de Requena (2004). En Historia de la residencia de ancianos de Requena (1993) nos mostró, quizá, su veta más humana.
Y es que don César Jordá Moltó fue, ante todo, un buen hombre, gran conversador, ingenioso y generoso. Fue un timbre de honor para Requena, que nunca, nunca, debería olvidar a uno de sus hijos que más la quiso.
