En el Antiguo Régimen, cada ciudad, cada villa podía convertirse en una réplica de la corte real, por muy distanciada que estuviera o sus recursos fueran limitados. La sencillez de la vida aldeana, tan alabada por algunos moralistas de nuestro Siglo de Oro, se olvidaba en los momentos de conmemoración alegre de entronización o nacimiento de un miembro de la casa real, al igual que en los de duelo por la muerte del rey o de la reina.
Con su regimiento y caballeros, la villa de Requena hacía honor a sus compromisos cortesanos, en los que el servicio se convertía en distinción, en muestra de predilección del monarca, en oportunidad para demostrarle su fidelidad.
Con gusto aparente, las sufridas arcas de los propios y arbitrios satisficieron treinta y dos reales para una cuestión cortesana. Se aprobó el gasto el 3 de diciembre de 1620 y se libró o sustanció el 11 del mismo mes.
El vecino Cristóbal Ruiz había ido hasta la villa de Buñol, con sus cuatro machos, a llevar a unos criados del príncipe Manuel Filiberto de Saboya, el sobrino de Felipe III que un año después sería nombrado virrey de Sicilia, donde moriría de peste en 1624.
A Cristóbal la tarea le había llevado dos días, que le resultaron lucrativos. Con esta clase de atenciones también se pensaban beneficiar las autoridades y los poderosos locales, ejercitando su estudiada cortesía cortesana.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libro de propios y arbitrios de 1594-1639, 2470.
