
La cultura ibera es identificada con la Edad del Hierro en la Península Ibérica, con un tipo de civilización que debió ser influida por otras mediterráneas y del norte de Europa. Se habla de mezclas genéticas, con oleadas de inmigrantes indoeuropeos y norte-africanos, y en menor medida griegos y fenicios. Es factible, pero ¿cómo se desarrolló todo esto en el contexto histórico de la Meseta del Cabriel?
Hay que pasear por los hábitats de la Edad del Bronce y del Hierro de la Meseta del Cabriel para observar los numerosos vestigios de poblamientos de la Edad del Bronce que aún persisten. En amplios cerros a gran altura, situados hacia los límites montañosos que rodean la altiplanicie de las depresiones de los tres ríos: Cabriel, Magro y Turia. En pequeños y medianos cerros a media altura que se localizan en las llanuras interiores de la comarca. Todos ellos intercomunicados visualmente, formando una red de puntos altos geográficos. Sus casas poblaban las laderas de los cerros, y a veces continuaban hasta el llano adjunto, hasta la zona del cultivo.
Hago esta descripción porque, después de visitar estos poblados del Bronce, fuimos a recorrer varios hábitats de la Edad del Hierro, de la cultura ibérica. Nos llamó la atención que los mismos entornos que fueron habitados por los broncíneos, lo siguieron siendo por la civilización férrica. Algunos fueron abandonados antes, por su pequeño tamaño o falta de utilidad al encontrar puestos mejores, pero otros siguieron siendo habitados y utilizados por los del Hierro. Eso sí, el aumento poblacional, técnico y político, como siempre ha pasado, se desplazó, aumentaron sus habitantes y ampliaron la ocupación de zonas llanas hasta crear núcleos urbanos de un tamaño considerable.
Ésto lo vimos claramente cuando anduvimos por el Pico de La Cárcama y el Llano del Moral, en la Sierra del Tejo, término de Requena lindante con el de Siete Aguas.
El “corredor” de Rebollar-Siete Aguas, es paso natural hacia la depresión que lleva a las costas de Valencia. En la antigüedad (como hoy), ese era uno de los accesos a la Meseta del Cabriel.
En uno de nuestros paseos subimos hasta La Cárcama. Es un cerro espectacular, de 1164 metros de altura, gemelo del Pico del Tejo. Se ve todo, desde la costa de Valencia al este, Cerro Meca de Ayora al sur, las sierras de Bicuerca y Moluengo y la provincia de Cuenca al oeste, y el Sistema Ibérico, cruzando el río Turia, al norte. En lo más alto del pico se sitúa el asentamiento. Al parecer su origen se data en la Edad del Bronce, hacia el II milenio a.C. (hace 3500 años), y fue habitado hasta aproximadamente el S III a.C. La zona Este del asentamiento estuvo fortificada con una fuerte muralla ciclópea, construida con grandes bloques calizos sin trabar y dos torres de planta cuadrangular, derrumbadas. Estas estructuras son quizás de la Edad del Bronce, y cierran los lados del asentamiento por el Oeste y el Sureste (1). Su extensión es de unos 200 metros de largo por unos 100 metros de ancho. A 400 metros está la cueva de la Cárcama, quizás un santuario de la Edad del Bronce, y en la ladera Sur, la fuente del Buitre, lugar de provisión de agua del poblado. A unos 900 metros, en su ladera Sureste se extiende una zona de cultivo con abundante agua en el subsuelo, que se prolonga a lo largo de 1 kilómetro.
Nos llamó intensamente la atención el hecho de la continuidad de este asentamiento en altura de las edades del Bronce y del Hierro, habitado desde aproximadamente 1500 a 200 a.C. , con otro muy próximo a él, a unos 1500 metros bajando sus laderas por la cara Sureste, “Las Lomas del Moral”.
“Las Lomas del Moral” se sitúa en unas suaves laderas, con una amplia extensión de unas 7,5 hectáreas de dispersión cerámica, es decir, un “gran poblado” para su época. Su datación según el PGOU de Requena (1) se da entre S VI a I a.C. (sin contar sus adscripciones epipaleolíticas de 9000 a 7000 a.C. )(1). Por los restos en superficie, fue una población ibero-romana. Se dispone lindando a las tierras de cultivo que nombrábamos antes, que bajan por un reguero abundante en agua desde la ladera Sureste del antiguo poblado de La Cárcama, siguiendo el viejo camino hasta su punto más bajo, en el llano que hoy ocupa la A-3 de Castilla a Valencia, y que ha sido el viario ancestral, pongámosle ibérico y romano, y en cuyos aledaños hay variados yacimientos ibéricos, de producción de cerámica, agrícolas, habitacionales. Todo un núcleo de desarrollo.
Viendo todo ésto, es fácil aplicar una lógica. Tenemos un hábitat en altura de la Edad del Bronce, con agua y tierras de cultivo a sus pies, que perdura hasta la Edad del Hierro. En este tiempo sus habitantes comenzaron a elegir sus lugares de estancia más cercanos a sus puntos de trabajo y de comunicación, es decir, junto a sus tierras de cultivo y al viario comercial entre vecinos estados ibéricos. Las iniciales rencillas que hubiera entre estos vecinos, se debieron ir relajando, y con ellos la necesidad de fuertes defensas amuralladas y en altura. De ahí la situación del Moral y de otras varias poblaciones que se desarrollaron en el centro que conformó la Meseta del Cabriel, como fueron la Muela de Arriba (Requena), Los Villares (Caudete de las Fuentes) y La Villa (Requena). No quiere decir ésto que los cerros-atalaya en altura, cuya ocupación era defensiva, dejaran de existir con una utilidad, al contrario, estos Estados ibéricos perduraron, con unos límites “mojonarios” imprecisos, pero que citan las “fuentes” en ciertos litigios por ocupación o usos de tierras, entre vecinos. Como por ejemplo, Tito Livio (*libro 21.6 y 21.12), Polibio, Apiano, nombran el que en 218 a.C. tuvo lugar entre iberos saguntinos y sus vecinos turdetanos , por el que Hannibal (aliado de los turdetanos), aprovechó como excusa para comenzar el sitio de Sagunto, y con él, II Guerra Púnica.
Creo ver en todo ello una relación de continuidad, diría que hasta de linaje. Me quiero aventurar a proponer que fueron iberos de unos mismos linajes los que, desde las laderas de ese poblado en altura, fueron desplazando sus viviendas hacia donde tenían sus cultivos, en las lomas más bajas. En las “Lomas del Moral” fue creciendo así una población de cultura ibérica que construyó viviendas poco a poco hasta bordear sus tierras agrícolas y el camino que llevaba al viario principal de comunicación. Aunque no se sabe realmente su extensión por falta de estudios arqueológicos, se aprecia dispersión de materiales cerámicos en alrededor de 7,50 hectáreas.
Y éste es un ejemplo de cómo la civilización ibérica en la Meseta del Cabriel no apareció de la noche a la mañana, sino que sus linajes ocuparon las mismas tierras desde por lo menos la Edad del Bronce en el II milenio a.C. hasta bien entrada la invasión de los romanos, de lo cual no podemos poner fechas. Poblaciones iberas perduraron hasta las guerras sertorianas (1/2 S I a.C.), otras hasta las guerras civiles de Julio César, otras hasta sus abandonos obligados por la logística económica y política romana, otras hasta la decadencia de las urbes romanas, otras hasta época visigoda, otras hasta la llegada de los musulmanas, y muchas hasta la actualidad. El Moral llegó hasta época ibero-romana, pongámosle hasta el cambio de milenio, salvando los estudios arqueológicos que con ahínco y desespero, esperemos lleguen algún día.
Por otra parte, quisiera abundar en el abandono arqueológico que sufre este histórico lugar, cuyo estudio nos depararía con seguridad importantes datos que nos faltan sobre una parte importante de la historia de la Meseta del Cabriel que no conocemos.

(1) PGOU de Requena.