La pregunta de cuándo Hispania pasó de ser cultura ibérica a ser cultura romana, vamos a trasladarla a la Meseta del Cabriel.
Sabemos de más de 250 yacimientos arqueológicos ibéricos en esta demarcación, incluidos tres o cuatro poblamientos de gran tamaño, decenas de medianos y pequeños tanto en altura como en llano, numerosas atalayas defensivas y torres de vigilancia, varios lugares rituales o santuarios, hornos cerámicos industriales, estructuras de elaboración de vino, villas agrícolas, poblamientos de postas fronterizos ante el río Cabriel, numerosas necrópolis. También conocemos excepcionales piezas arqueológicas como la Estela de Sinarcas, lápida rupestre escrita en signatario ibérico, los plomos con escritura ibérica de Los Villares (Caudete de las Fuentes) y del Pico de los Ajos Sierra Martés, Yátova), o el Abrigo del Burgal, lugar rupestre ritual con escritura ibérica (Siete Aguas). O el casco ibérico de plata, las cerámicas de dibujos figurativos, la cabeza de lobo cerámica de Los Villares (Caudete de las Fuentes), el puñal biglobular del Molón (Camporrobles). O el guerrero labrado en piedra del Ardal (El Pontón, Requena), etc…

Plasmando en un mapa todos estos yacimientos, se puede sacar la conclusión de que el área tuvo una densidad de población muy abundante, y que soportó una importante civilización, aún por estudiar. Después de esta importante civilización, que se desarrolló ya en la Edad del Bronce, y se amplió con fuerza en la del Hierro, hubo acontecimientos, importantes cambios, con la llegada de los imperialismos cartaginense y romano. ¿Esto significó una continuidad o un despoblamiento del territorio, o qué pasó?
De momento, deberíamos buscar restos históricos de estas civilizaciones por la Meseta del Cabriel.
El paso de Carthago por el territorio no parece haber dejado huellas arqueológicas tangibles, ni siquiera de sus antepasados, los fenicios, más allá de posibles piezas de intercambio cerámicas, pero de lo que no dispongo información. En aquella época este territorio era puramente ibérico indígena, tenía su propio “Estado” ibérico, aunque según las fuentes históricas, parece que fueron aliados o cómplices de los generales cartaginenses. Territorios colindantes como el de Saguntum-Edeta, que fueron aliados de Roma, tuvieron contacto directo o amistad político-comercial con los griegos foceos, de los cuales quedan restos materiales en la Meseta del Cabriel, al igual que en la mayoría de las otras zonas ibéricas. Vajilla helénica o helenizada se da con proliferación.

Hasta el año 205 a.C. duró la 2ª Guerra Púnica en Hispania. Vencieron los romanos, y tuvieron vía libre para entrar en Hispania, estaba a su disposición. Este paso lo dieron con no mucha celeridad, pues la 2ª Guerra Púnica les había dado tanto aliados como enemigos entre los pueblos hispanos. Así que entraron dando confianza, o quizás vertiendo ciertos engaños políticos, que los hispanos fueron tragando, no sin desconfianza. Ciertos acontecimientos de apoderamiento dieron lugar a fuertes rebeliones contra las tropas romanas a lo largo de siglo y medio en estas tierras. Desde la división de la Hispania mediterránea entre Citerior (norte) y Ulterior (sur), a principios del S II a.C., con la intención de apropiarse políticamente de los ancestrales “estados” ibéricos, surgieron rebeliones como las famosas “Guerras Celtíberas”, en las que las tropas hispanas estuvieron a punto de echar a la mar a los ejército romanos, pasando por las guerras del lusitano Viriato hacia la mitad del S II a.C., pasando por las guerras sertorianas, cuyo desarrollo se produjo en Hispania, y en la que las tribus hispanas bajo el mando de un general romano, Sertorio, estuvieron cerca de vencer a la República de Roma, hacia la 1ª mitad del S I a.C.; hasta las cruentas guerras de Julio César en Hispania, en la 2ª mitad del S I a.C. Todas estas guerras fueron destructoras, hasta el punto de que se arrasaron numerosas ciudades, y se esclavizó a mucha gente. En la Meseta del Cabriel quedan rastros de esas destrucciones, con el ejemplo básico del oppidum ibérico de Los Villares (Caudete de las Fuentes), que fue destruido por lo menos durante la 2ª Guerra Púnica y, definitivamente, al final de las Guerras Sertorianas. Dato éste, de la destrucción de Los Villares, de vital importancia para la comprensión de lo que ocurrió en el paso de iberos a romanos.
Entonces, en estos dos siglos de romanización, esa amplia densidad de población ibérica indígena, ¿se perdió o no?
Arqueológicamente, parece ser que no, no se perdió. Digamos que se acopló, que se acostumbró, que se fusionó. Porque lo que percibimos arqueológicamente en los yacimientos cabrieleños, es que en los mismos lugares que se encuentran elementos característicos romanos, encontramos también elementos característicos ibéricos, compartiendo lugar y cronología. ¿Existieron, entonces, numerosos yacimientos arqueológicos romanos que nos indiquen que a lo largo de estos siglos de romanización hubo abundante población y por lo tanto continuidad de ésta? Sí, la hubo. Pero la distribución de los hábitats sufrió cambios.
Cronológicamente, podríamos decir, que en estos primeros siglos desde la 2ª Guerra Púnica, los pobladores indígenas siguieron utilizando su costumbres, sus productos, hasta en algunos casos su escritura. Lugares de población representativos de esta continuidad pudieron ser el gran poblado del Moral (Sierra del Tejo), o el aún mayor de la Muela de Arriba (Casas de Cuadra) o incluso La Villa (Requena). En ellos se mezclan cerámicas ibéricas y romanas, siendo más abundantes las primeras. Pero también objetos como la magnífica “Estela de Sinarcas”, escrita en signatario ibérico, seguramente o de fines del S II a.C. o de principios del S I a.C. lo cual quiere decir que en plena ocupación romana aún se escribía en las formas de los antiguos. O bien, la “Estela del Ardal” (El Pontón), escrita en latín, pero donde aparecen antropónimos claramente ibéricos, al igual que en otras estelas latinas en Sinarcas.
Y también, en algunas de las numerosas villas agrícolas romanas que existieron en la Meseta del Cabriel, se encuentra abundante cerámica de elaboración típicamente ibérica, seguramente fabricada en época romana.
Ciertamente, las villas romanas fueron muy abundantes en el territorio. Estas villas se suelen datar entre el S II-III-IV a.C., aunque imagino que la complejidad histórica debe ser mayor, no se puede simplificar tanto. Ponemos unos pocos ejemplos de estas grandes villas romanas como las que se dan a lo largo de todo el río Magro, como “La Calerilla” (Hortunas), “Fuente Flores” (Requena), “ Los Tunos” (Calderón), Los Villares (los Duques), “El Ardal”(Caudete de las Fuentes), etc… Pero se dieron por toda la comarca.
Otra cuestión sería si existió una ciudad principal romana que fuese el eje vertebrador de ese territorio tan poblado. Por pura lógica debió haber una cercana, la administración romana no podía permitirse el lujo de no tenerla. Pero, ¿dónde estaba? Da la impresión de que no tengamos esa información, pero al parecer sí que existe, el fallo es que el funcionario que debía exponer toda esa información al público en estos años, no lo ha hecho. Hay información arqueológica oculta de que ese centro urbano administrativo romano comarcal estuvo en La Villa (Requena), donde podemos aún observar un molino de agua romano sacado a la luz en las excavaciones de la Plaza de la Fortaleza. Pero, sin más información, no podemos llegar a otras conclusiones.
Al parecer hubo un cambio de protagonismo urbano o centralización de poderes con el transcurso de los tiempos y de los acontecimientos. Hubo una continuidad de los mismos linajes indígenas ancestrales, que se adaptaron a los nuevos tiempos cambiando unos aspectos y conservando otros.
B/ ¿Todo esto se puede justificar en las fuentes históricas de la época?
Nos dicen las fuentes latinas cercanas a aquella época, que esta demarcación sufrió vaivenes, que sus habitantes los vivieron, y que esta zona fue habitada profundamente y de manera continuada hasta bien entrada la romanización en Hispania, allá por el S II d.C.
Ya citan las fuentes una fuerte actividad en años anteriores al 219 a.C. en territorios del contorno de esta demarcación ibérica o “Estado” ibérico. Cartaginenses y romanos habían acordado dividirse los derechos sobre los territorios de Hispania después de la victoria de Roma sobre Carthago en la 1ª Guerra Púnica, delimitando los de Roma desde el río Iberus (Ebro) hacia el norte y los de Carthago hacia el sur. Salvo la ciudad de Saguntum y su territorio que eran aliados de Roma, a pesar de que quedaba al sur del Iberus.
En el año 218 a.C. Hannibal, nuevo general cartaginense, decretó comenzar el sitio de la ciudad fortificada de Saguntum, motivo que provocó la famosa 2ª Guerra Púnica. Para que fuese legal, tuvo que encontrar una excusa que poder presentar ante su senado. Esta excusa la obtuvo de un litigio que Saguntum tenía con sus vecinos, aliados de Hannibal, entre los que destacaban los turbuletes (Apiano S I a.C) o turdetanos (según Tito Livio, S II a.C.). El caso es que según las fuentes, todos los territorios o “estados” ibéricos colindantes con Saguntum, eran aliados de Carthago. Las fuentes hablan ampliamente del asedio de Saguntum, motivo que provocó la 2ª Guerra Púnica, en la que Hannibal llegó hasta las puertas de Roma con su ejército. Saguntum resistió sola 8 meses el asedio del enorme ejército cartaginense (con apoyo indígena), lo cual da idea de la gran potencia e importancia de su territorio y sus gentes, pues incluso Tito Livio habla de que al acabar esta guerra recibieron en Roma a sus senadores. La potencia de Saguntum, nos hace ver que los litigios que tenía con sus vecinos, eran de igual a igual, es decir, que implicaría que sus vecinos debían ser igualmente de potentes. Y así lo dice Tito Livio, pues en plena 2ª Guerra Púnica, la incursión de los ejércitos romanos consiguió que Saguntum fuese recuperada por sus aliados romanos, pero volviendo a ser vencidos estos, les abandonaron, y en esta ocasión, sus vecinos turdetanos, se bastaron ellos solos para devastar a los saguntinos, cuyas murallas habían caído en el anterior asedio.
Posteriormente, en el año 205 a.C… Roma venció a Carthago en Hispania, acabando así la 2ª Guerra Púnica, y se vengó duramente de la ciudad de los turdetanos, arrasándola y vendiendo a sus habitantes como esclavos.
Describo esta época para dar una idea de cómo pudieron estar poblados estos territorios limítrofes a Saguntum en aquellos años. Y estuvieron muy poblados, y fueron de gran influencia.
Después de esta destructiva guerra, puede dar la impresión de que territorios como éste pudieron haber quedado despoblados por las represalias, pero no fue así. Por lo menos eso parecen decir las fuentes escritas, pues poco tiempo después, con la introducción de Roma en Hispania, los hispanos de estas zonas de interior cercanas al Mediterráneo, territorios muy apegados a los pueblos celtiberos o similares, hacia la segunda década del S II a.C., se rebelaron contra Roma en las llamadas Guerras Celtíberas, y consiguieron poner en fuertes aprietos a la República. Uno de estos episodios se cita hacia el 185 a.C., en una batalla que los generales hispanos Budar y Besadines mantuvieron contra el pretor romano de la Citerior, Quinto Minucio, cerca del oppidum de Turda (que debió ser la renovada ciudad de los turdetanos). Este relato nos da a entender, por lógica, la potencia que seguían guardando estos territorios ibéricos del sur del Ebro lindantes con el interior celtíbero.
Estuvieron estos territorios de interior próximos a la costa entre los primeros que aceptaron los designios que imponía Roma, y quizás esto hizo que fuera más condescendiente en la conservación de costumbres y lugares, pues debieron pasar a convertirse de enemigos a aliados. Posteriormente a estos hechos, las fuentes históricas romanas dejan de citar estas tierras, quizás porque sus relatos se solían basar en eventos bélicos relevantes, y aquí dejó de haberlos. Tan sólo lo harían como sencillos datos geográficos, como sería el caso de Claudio Ptolomeo en su “Geographia”, el cual ubica numerosas ciudades y lugares de Hispania con sus coordenadas, adscribiéndolas a una identificación tribal que las incluiría en una especie de “regiones” que desconocemos si tuvieron una utilidad político-geográfica o simplemente una funcionalidad práctica de localización. Otras citas geográficas aparecen en el Itinerario de Antonino y en los Vasos Apolinares, de autores anónimos.
Sobre estas épocas deducimos que proliferó habitar en ciudades en Hispania de forma generalizada, pues las fuentes históricas enumeran multitud de éstas, ya romanizadas, derivadas de otras antiguas iberas o de nueva creación.
Entre todas las citas geográficas de estas fuentes históricas, podríamos fijar en el contorno de la Meseta del Cabriel, unas cuantas ciudades o lugares. Hacia el sur Saltiga o Saltici (Chinchilla de Montearagón), o también Aras (hacia Ayora o Cerro Meca), pero también Menlaria (no muy lejana a la zona de Millares). Hacia el oeste Bigerra (Manchuela de Albacete), Salaria (Manchuela de Cuenca), Pucialia o Putea (término de Enguídanos, Cuenca). Hacia el este tendríamos a Edeta (Tosal de San Miguel, Liria), a Valentia (Valencia) y Saguntum (Sagunto). Hacia el norte Etobesa (por Segorbe) y Osicerda (por El Castellar, Teruel). Y lo más cercano, Túrbula, en medio de estos lugares.

El caso es que en el S II d.C. , ya en mundo hispano-romano, el contorno de la Meseta del Cabriel estaba plagado de consistentes ciudades, comunicadas por caminos, reflejados en mapas de la época, y distantes unas de otras de unas pocas decenas de kilómetros.
Después de este siglo, la decadencia del Imperio Romano, hace también que decaigan los datos escritos sobre el territorio, y no disponemos de información. Tan sólo podríamos relacionar en algún sentido un nombrado Conventus Salariense, quizás relacionado con aquella Salaria de La Manchuela conquense.
¿Qué conclusiones podríamos sacar de estos datos?
Podríamos pensar que en ese periodo desde el S III a.C. hasta el S II d.C., es decir en el transcurrir de 400-500 años, no hubo lapsus de despoblamiento de estas tierras, ni en las de los lindantes. Es decir, que no deberíamos pensar que la era romana trajo el despoblamiento de las tierras comprendidas en el entorno de la Meseta del Cabriel, sino más bien lo contrario, que hubo una prolija continuidad.
Autor: Javier Jordá Sánchez (Requena)