Los fondos documentales y sus posibilidades.
No todas las cofradías, por desgracia, conservan los fondos de la Vera Cruz de Requena por los accidentes de nuestra agitada Historia, ya que la sede canónica de la de Toledo desde 1817, la parroquia de Santa María Magdalena, fue incendiada en el aciago 1936.
El Libro Viejo de la Cofradía se inicia en 1606, en pleno apogeo de la Contrarreforma en la entonces villa requenense, y concluye en 1796, cuando la Revolución había trastocado la ordenación social de Francia y conmovido a toda Europa. Se trata de una verdadera recopilación documental en un solo volumen que comprende las Constituciones de la Cofradía, sus sucesivos cabildos o reuniones y sus cuentas desde 1753.
Las Constituciones de la Cofradía son de primorosa caligrafía, atribuidas por Rafael Bernabéu al escribano municipal Luis de Villanueva. Las que se insertan en el Libro Viejo carecen de su encabezamiento inicial, que hoy en día conocemos gracias a una fotocopia de un original no conservado, que según el mismo Bernabéu procedía de la Colección Herrero y Moral, de “nueve hojas orladas, a dos tintas y cubiertas de piel“. Estas Constituciones seguían en lo paleográfico y en lo diplomático un modelo bastante difundido en la España del siglo XVI, según se aprecia en el ejemplar de las Reglas de la Cofradía de la Vera Cruz fundada en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla en 1591.
Las actas de sus cabildos siguen paleográficamente la misma evolución observada en la completa serie de las actas municipales de Requena, confirmándose la correlación entre las escribanías de la Cofradía y del Municipio, a menudo ejercida por el mismo titular. Son bastante regulares cronológicamente, aunque en numerosas ocasiones resultan muy escuetas. Con todo, nos brindan ricos detalles acerca de los sucesivos problemas de la Cofradía y de las actitudes de sus hermanos, algo que permite seguir los altibajos de un siglo complejo como el XVII en sintonía con las citadas actas municipales, los libros de propios y arbitrios y los del Pósito. Otro valor añadido a las actas contenidas en el Libro Viejo es que nos permiten conocer la relación casi anual de los priores del Carmen de Requena, de primerísimo interés para la Historia del pensamiento y del arte al facilitar unas dataciones precisas que compensan algo la carencia de libros de fábrica de templos como el del convento carmelita de nuestra localidad, enriqueciendo sobremanera los detalles apuntados en Antigüedad y cosas memorables.
El Libro Nuevo sigue en líneas generales la misma pauta que el anterior, que según anotación consignada en el mismo debería de haber dado comienzo en 1788, pero que emprende su andadura en 1795. Nos permite apreciar cómo vivió la Cofradía el convulso paso del Antiguo Régimen al liberalismo, así como su integración en la nueva sociedad del siglo XIX, concluyendo con las cuentas de 1878 y la junta del 16 de febrero de 1879. A diferencia de lo que sucede para el heterogéneo periodo del Antiguo Régimen, el estudio de las creencias religiosas no ha gozado de la misma atención en nuestra historiografía que la de las estructuras de la propiedad eclesiástica alrededor de la Desamortización, por mucho que sea importante para comprender con ecuanimidad los fenómenos ideológicos alrededor de la pugna religiosa del primer tercio del siglo XX. Si las cuentas nos permiten seguir la reconstrucción de la Cofradía a muchos niveles tras la traumática experiencia de la I Guerra Carlista, igualmente reflejada en las actas municipales y del mortecino Pósito, las sucesivas juntas nos ilustran sobre su calado en la sociedad local en comparación con otras instituciones de las que se conservan listados de integrantes, como la Milicia Nacional. Si se compara con las devociones consignadas en los testamentos coetáneos de Requena o de puntos como Alicante, se puede trazar la línea de la espiritualidad religiosa de los españoles decimonónicos, con todos sus matices, sobresaliendo el creciente peso de la Virgen en la atención de los fieles, paralelamente a lo observado en la Cataluña decimonónica, en la que el nombre de Montserrat ganó una considerable popularidad antes incluso de la eclosión del catalanismo.
La Recopilación de 1849-1902 es de menor volumen que los dos Libros anteriores, aunque atesora no poco valor para la historiografía. A nuestro juicio es un verdadero hallazgo. Sería el posible embrión de un Libro Novísimo, en el que podemos destacar las Constituciones de 1849 o las solicitudes de admisión, en las que se los aspirantes exponen con brevedad sus razones particulares con fórmulas tan precisas como saturadas de humanidad, un verdadero diamante en bruto para aquilatar la religiosidad de la época de la Restauración, con sintomáticas variaciones según gobernaran los conservadores o los liberales del turno de los partidos dinásticos.
La historiografía acerca de la Vera Cruz.
El deseo de preservar la tradición y evitar problemas a la Cofradía imprimió a sus hermanos un claro sentido historiográfico, que eclosionaría plenamente entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX al calor de los cambios y los conflictos de la España de la época. Tal actitud engarzaría documentación e historia de forma clara. En el cabildo del 26 de marzo de 1820, diecinueve días después del forzado juramento de la Constitución de Cádiz por Fernando VII, se recordó la historia documentada de la Vera Cruz de Requena, desde la concordia con el cabildo eclesiástico de 1582, revalidada en 1626, hasta el ejercicio de sus responsabilidades por eclesiásticos seculares desde 1686.
Ciertamente, en Antigüedad y cosas memorables de la villa de Requena (hacia 1730), que se ha atribuido a Pedro Domínguez de la Coba, se hace clara mención de la Cofradía, con consideraciones sobre su solera. Sin embargo, el honor de escribir la primera Historia de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz o Sangre de Cristo, fundada en el templo del Carmen de la ciudad de Requena correspondió al activo y prolífico presbítero José Antonio Díaz de Martínez, dada a la estampa en la imprenta de Benito Huerta en 1850.
Este opúsculo fue considerado inseparable de las nuevas Constituciones de la Cofradía de 1849, según se expresó en la reunión del 22 de diciembre de 1849, pues de esta manera se reforzaba la Cofradía (bien espiritual de la Ciudad) tras un tiempo de serios quebrantos. Coincidió históricamente con la presidencia del Consejo de Ministros del moderado Juan Bravo Murillo, sensible al entendimiento con la Santa Sede de Pío IX, con la que se firmó el Concordato de 1851. La filosofía política de los moderados se trasluce en la presentación de las Constituciones, junto a la Historia, al obispo de Cuenca Fermín Sánchez Artesero el 4 de enero de 1850. La Cofradía debía reformarse según la necesidad de los nuevos tiempos para anular los abusos y preservar las prácticas santas para la edificación del pueblo fiel. Díaz de Martínez trató en la Historia el origen de la devoción de la Vera Cruz, su institución en Requena, su gobierno y sus imágenes, aunque quizá lo que más ha llamado la atención más recientemente han sido sus indicaciones sobre la participación en la Cofradía de los distintos grupos sociales requenenses, bien visible en sus oficios de responsabilidad, lo que convierte a su opúsculo en un verdadero anticipo de sociología histórica, tan en boga muy posteriormente.
Durante la Restauración, la Vera Cruz se encontraba plenamente restablecida y Enrique Herrero y Moral, en su Historia de 1891, la citó en relación al convento del Carmen, haciendo hincapié en ciertos detalles sobre la devoción de su familia a la Virgen de los Dolores.
En 1955 el cronista de Requena Rafael Bernabéu López dio a la luz La Vera Cruz requenense. Efemérides, ceremonias, litigios, ordenaciones y curiosidades. Obra una década posterior a su Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena, apunta gracias a la consulta del Libro Viejo una serie de hechos de la Historia de la Cofradía, indicativos de su vivacidad. Además, tiene tal obra el valor de acercarnos al ambiente religioso de la Requena de los años cincuenta, en vísperas de las grandes transformaciones operadas a partir de la siguiente década en la vida española.

La historia de la requenense Cofradía de la Vera Cruz, como ya se habrá advertido, se inserta en un movimiento mucho más amplio geográficamente, abordado en el I Congreso Internacional de Cofradías de la Vera Cruz celebrado en Sevilla en 1992, dirigido por el especialista en el cristianismo hispano de la Baja Edad Media José Sánchez Herrero, en el que César Jordá Sánchez trató la de Requena, poniendo particular atención en cómo apareció. No es poco lo que se ha hecho ni menos lo que todavía se puede hacer.