Recientemente Marcial García Ballesteros llevó a cabo una conferencia en el IES 1 de Requena, en la que realizó una semblanza sobre diversos requenenses que habían destacado en el ámbito de las artes, las humanidades o las ciencias. La charla caló entre el alumnado, y fueron bastantes los que comentaron el desconocimiento que tenían sobre la existencia de la mayoría de esos personajes, al tiempo que exponían su interés por los mismos. Marcial, siguiendo esta línea divulgativa, ha comenzado a incluir en «Crónicas Históricas de Requena» las fichas biográficas de algunos requenenses relevantes. Considero que es un trabajo loable y muy necesario, y por ello intentaré colaborar en esta nueva sección de nuestra página de historia local.
PEDRO DOMÍNGUEZ DE LA COBA.
La primera biografía que quiero recoger es la de un personaje del siglo XVIII, que por su enorme compromiso con su tierra así lo merece. Se trata de don Pedro Domínguez de la Coba, cuya personalidad había permanecido prácticamente inédita hasta la publicación de la «Historia de Requena» de Rafael Bernabéu. Hace no muchos años, en 2008, salió de nuevo a la palestra de la cultura local gracias a la transcripción y publicación de su única obra conocida, titulada «Antigüedad y cosas memorables de la villa de Requena».
Hoy en día conocemos a Domínguez de la Coba por su labor como cronista-historiador. Podemos incluso considerarlo como el primer historiador local, pues, con el único antecedente de la desaparecida «Cuenta de Marco Pedrón» -a la que él mismo hace mención-, Domínguez fue el primero que hizo una recopilación de noticias históricas sobre la villa de Requena y una crónica pormenorizada de los hechos que él mismo vivió. Pero sin olvidar esta labor -que luego analizaremos con más detalle- la vida de nuestro personaje dio mucho más de sí. No hay que olvidar que ante todo fue sacerdote, y no cabe duda que su fe y las fuertes convicciones que de ella derivaban, fueron los motores que le empujaron a entregarse en cuerpo y alma a su tierra y a sus gentes.
SU VIDA.
Pedro Domínguez de la Coba nació en Requena en 1674, en el seno de una familia acomodada que tenía su morada en la calle del Carmen, junto al antiguo Hospital de Caridad. Sus estudios sacerdotales los realizó en el seminario de Cuenca, donde recibió la ordenación en marzo de 1691. Comenzó a ejercer su ministerio en Almodóvar del Pinar, hasta que en 1703 fue nombrado cura de la parroquia de San Nicolás de Requena.
Pero su auténtica peripecia vital se inició en 1706, cuando la cruenta Guerra de Sucesión que vivía España convirtió a Requena y, por ende, al propio Domínguez, en obligados protagonistas de la historia. Requena se transformó en primer bastión defensivo de la causa de Felipe V en Castilla frente al avance de las tropas del archiduque Carlos desde el rebelde Reino de Valencia, y sufrió las consecuencias. Tuvo primero que atender de manera onerosa el paso continuo de las tropas reales hacia Valencia y hacerse cargo de cientos de heridos, para seguidamente sufrir un largo y destructivo asedio, acabando con una prolongada ocupación por las tropas enemigas.
Nuestro sacerdote asumió desde el principio responsabilidades de todo tipo que se generaron en este contexto bélico. Administró el hospital militar, luchó por salvar el mayor número de vidas durante el asedio y, durante la ocupación, se dejó la piel buscando justicia y defendiendo los intereses de sus compatriotas. Usó para ello unas extraordinarias dotes diplomáticas, que le llevaron incluso a entrevistarse con el mismo archiduque Carlos cuando se hizo necesario. Su absoluto compromiso y su honradez fueron reconocidos por sus mismos enemigos.
Durante esta etapa se jugó la vida en diversas ocasiones, aunque quizás su acto más heroico lo realizó luchando en primera línea contra la epidemia de peste que sufrió la atribulada villa entre julio y diciembre de 1706. Fue el único sacerdote que quedó -algunos murieron y otros huyeron- para atender a los moribundos, y nunca dio un paso atrás. Pero su protagonismo no se limitó al ámbito religioso, pues la ausencia de la mayoría de los regidores en la Requena asediada y ocupada, hizo que se convirtiera en el primer referente institucional de la villa ante las diversas autoridades.
La población fue liberada por las tropas de Felipe V el 3 de mayo de 1707. Unos días después el cura de San Nicolás viajaba a Madrid para conseguir del rey un reconocimiento al esfuerzo que los requenenses habían hecho por defender su causa. Sus gestiones fructificaron, y el rey concedió a la villa la exención del pago de tributos por cinco años, le otorgó los títulos de Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima, y arbitró las medidas necesarias para la reintegración del pósito, auténtico banco de supervivencia para la población. Todo ello fue un bálsamo moral y material que ayudó a la lenta recuperación.
D. Pedro continuó en Requena tras la guerra, ejerciendo como párroco de San Nicolás hasta que en agosto de 1709 el obispo de Cuenca lo nombró arcipreste de la villa y su tierra, cargo anejo al curato de El Salvador. Con ello se normalizaba una situación que de facto ya existía, pues ante la huida del arcipreste titular al inicio de la guerra, Domínguez había actuado como cabeza dirigente de la Iglesia local.
El nuevo arcipreste no tardó en comprometerse en otro proyecto de envergadura, como fue la renovación del interior de la iglesia de El Salvador. La obras se prolongaron durante año y medio, entre 1710 y 1712, y dieron como resultado el revestimiento barroco que hoy en día podemos observar en esta iglesia. Durante los años posteriores prosiguió su labor renovando capillas y construyendo retablos -desgraciadamente perdidos- que dieron a la iglesia arciprestal el esplendor requerido.
Durante la última etapa de su vida, su presencia en Cuenca se hizo más habitual, quizás resolviendo asuntos relacionados con su cargo eclesiástico. Estas estancias las aprovechó para investigar en los archivos y en bibliotecas de la capital. Fue en esa época cuando debió de poner sobre papel sus saberes históricos. Falleció en 1737, cuando ejercía el cargo de mayordomo del obispado.
SU OBRA
Hemos visto a través de estas líneas a un personaje que destacó por su compromiso y esfuerzo en múltiples facetas de la vida local, pero qué duda cabe que a don Pedro Domínguez de la Coba lo conocemos hoy en día por su labor como historiador. Su gran aportación a la historiografía local fue el manuscrito titulado «Antigüedad y cosas memorables de la villa de Requena», fechado en torno a 1730. Se trata del estudio histórico más antiguo que se ha conservado sobre Requena y su Tierra, que incluye también una descripción de la villa, sus templos, ermitas y cofradías, además de una recopilación de biografías de destacados requenenses.
La exposición histórica, aunque sigue una evolución cronológica, no es continua, sino que pivota en torno a una serie de hechos destacados de la historia local, a través de los cuales se intenta dejar constancia de que en las distintas etapas de la historia los requenenses siempre habían estado dispuestos a luchar por la defensa de sus derechos colectivos y de los vínculos que la unían a la monarquía. En este sentido los dos relatos claves son los que hacen referencia a la guerra contra don Álvaro de Mendoza, conde de Castrogeriz y, sobre todo, a la guerra de Sucesión. Este último es, sin duda, el más importante, por su extensión y por su nivel de detalle, convirtiéndose en una auténtica crónica del conflicto. Ello se explica por el hecho de que el autor fuera testigo directo y protagonista de los hechos, debido a lo cual el relato adquiere una cercanía casi periodística.
Tras el recorrido histórico, se entra en una interesante descripción de la Requena de la época, tratando aspectos urbanos, territoriales, institucionales y económicos, pero centrándose sobre todo en el estudio de sus templos, conventos, capillas y asociaciones religiosas. La última parte del manuscrito se dedica a las biografías de diversos personajes locales, la mayoría de ellos religiosos.
A nivel historiográfico la obra de Domínguez es reflejo del momento de contradicciones que caracterizan la fase final de la etapa barroca. En ella encontramos aspectos propios de una visión tradicional de la historia, basada en mitos y leyendas, junto con lo que podríamos denominar ya como una historia crítica, que busca respaldar sus afirmaciones en documentos y en observaciones objetivas. Todo ello da un interés especial al conjunto del relato y a la propia figura del arcipreste como exponente de la cultura de una época.
La obra de Pedro Domínguez de la Coba no fue publicada en su momento, por lo que su labor pudo haberse perdido. Pero afortunadamente eso no fue así, y el destino hizo que su manuscrito llegara a manos de personas que se preocuparon de preservarlo para la posteridad, copiándolo o extrayendo de él valiosa información. Es lo que hicieron Antonio Ginés Herrero (finales del siglo XVIII), Rafael Bernabéu López y Feliciano A. Yeves Descalzo, a quienes debemos que el trabajo de Domínguez haya llegado hasta nosotros.
Bibliografía:
Bernabéu López, R., Historia de Requena, 1982.
Domínguez de la Coba, P, Antigüedad y cosas memorables de la villa de Requena; escritas y recogidas por un vecino apassionado y amante de ella: Estudio crítico y transcripción, Requena, 2008.
