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DON JOSÉ ALABAU TOMA ALTURA DESDE EL AERÓDROMO DE UTIEL

  • Por Víctor Manuel Galán Tendero
  • 09/12/2018
  • Época Contemporánea
  • Reseñas

En 1914 las grandes potencias fueron a la Gran Guerra pensando en emular las proezas de Napoleón y en 1945 quedó de forma dramática patente el poder destructivo de la bomba atómica, lanzada desde un B-29. El mundo humano había quedado trastornado por una nueva manera de guerrear, atenta a destruir objetivos económicos y asolar a la población civil. No tenía nada de caballeresca aquella guerra aérea, por mucho que se complacieran los periódicos en presentar a los ases de la aviación de la I Guerra Mundial como tipos hidalgos. En 1936 se estrenó Things to Come, producida por Alexander Korda sobre una novela de H. G. Wells. Vemos en esta película como los aviones bombardean con gases las ciudades en el curso de una guerra apocalíptica iniciada en la Navidad de 1940 y finalizada en 1966, con horrorosas consecuencias. Aquí en España se llamó La vida futura, pero en aquel dichoso 36 nuestro país no contempló una película futurista cargada de pesimismo, sino que comenzó a sufrir uno de los mayores dramas de su dilatada Historia. Mi padre, venido al mundo aquel maldito año, me contaba que uno de sus primeros recuerdos fuertes fue el de un bombardeo sobre Alicante, del que se salvó junto con mi abuela de milagro. Desde el aire no descendieron los ángeles.

Se dice que a Hitler le produjo una intensa nausea, cuando salió una vez del bunker poco antes de suicidarse, el olor de un ser humano chamuscado en el asfalto berlinés por una bomba lanzada por un avión. Su Legión Cóndor había cometido una salvajada similar en Guernica años atrás. La guerra aérea tuvo implicaciones morales, técnicas, militares, económicas y sociales de primerísimo orden, que explican muchos aspectos de la Era de la Violencia que se sucedió entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Las ciudades tuvieron que adaptarse de la mejor manera posible a esta nueva manera de combatir, y la batalla de Inglaterra no se podría explicar sin la preparación de Londres y de otras localidades británicas frente a la amenaza de la Luftwaffe. Nuestra Guerra Civil, que cuenta con una extensísima bibliografía, tampoco sería comprensible sin una serie de títulos sobre el particular, como el que José Alabau dedica al tema en su Alas rojas sobre pámpanos verdes. El campo de aviación militar republicano de Utiel. Datos para la historia de la Guerra Civil en la retaguardia valenciana (1936-1939), Gráficas Llogodí, Utiel, 2018.

José Alabau ha pasado de estudiar a familiares y víctimas de la Inquisición al personal aéreo de la Guerra Civil, con los vaivenes del Utiel-Baeza de por medio, dando muestras de su versatilidad y apertura de miras, de verdadero humanista que no se encastilla en ninguna torre de marfil so pretexto de la especialización. Su ancho campo es el de la historia, y nos vuelve a demostrar (por si todavía hubiera algún escéptico) que lo local no es algo subalterno ni insustancial. Toda verdadera historia reposa en el matiz y en la riqueza de datos que dispensa el estudio de distintas localidades, en particular una tan exuberante como la de España. No nos cansamos de insistir al respecto, pues la reciente obra de Laura Spinney en El jinete pálido aborda con brillantez el impacto global de la gripe de 1918 considerando Nueva York o Zamora, entre otras.

Alas rojas… es un estudio muy rico, que complementa muy bien el que hizo Jorge Vera, en colaboración con su padre, en su igualmente soberbio Defensa antiaérea republicana (1936-1939). Artillería y Refugios (algo de valor), Gráficas Llogodí, Utiel, 2000. A este respecto, somos afortunados en nuestra comarca, que queda bien establecida en el mapa de la Guerra Civil.

Destacaría especialmente dos aspectos, los de tipo técnico y los de orden humano, por decirlo en términos rasos.

En vísperas de la Guerra, Utiel era una localidad que había experimentado importantes cambios y que gozaba de una activa vida social. José Alabau plantea que en 1934 ya existiría un primigenio aeródromo aquí. De hecho, ciertas compañías aéreas habían formulado curiosas ofertas en los locos años veinte. En el inagotable venero del Archivo Histórico Municipal de Requena, hemos encontrado una curiosa noticia. El 1 de febrero de 1923 la Compañía Peninsular de Comunicaciones Aéreas deseaba establecer una línea entre Génova y Portugal, discurriendo por Requena, a cuyo Ayuntamiento se le pidió que la declarara de carácter general y utilidad pública para fomentar la producción local[1]. Las esperanzas de la Era Ferroviaria se trasladaban a las de la Aérea.

Sin embargo, correspondió a la guerra dar el paso definitivo, con otros fines nada   benévolos. La tecnología aeronáutica había hecho grandes progresos desde 1918, como muy bien se observa en Alas rojas…, y las grandes potencias del momento disponían de importantes modelos de aviones de caza y de bombardeo. Dentro de la VII Región Aérea del Mando republicano, se estableció en Utiel un aeródromo de carácter eventual, al igual que el de Camporrobles. José Alabau nos recuerda que los de Requena y Sinarcas (éste en la IV Región Aérea) fueron semipermanentes. A través de las amenas explicaciones, de un notable anexo documental con interesantísimos planos y de imágenes esclarecedoras podemos recorrer aquel campo de aviación, con todos sus detalles técnicos e instalaciones, lo que acredita con creces el esfuerzo realizado entonces. La causa republicana, con todos sus matices y particularidades, terminó perdiendo la guerra, pero desplegó enormes energías en el campo de las infraestructuras, con medios muy limitados, desde el mantenimiento del Instituto de Bachillerato de Requena al aeródromo de Utiel, ahora magníficamente presentado al gran público.

La Historia  del aeródromo está íntimamente vinculada con el Grupo 26 de la escuadra 11, los populares chatos; es decir, los cazas biplanos soviéticos modelo Polikarpov I-15, la gaviota que por vez primera se hizo al aire en octubre de 1933. La URSS de Stalin suministró a la República española unos 190 aparatos, pero con licencia se establecieron factorías de producción en puntos como Reus. Nuestra Guerra Civil marca su momento de apogeo, pues la Operación Barbarroja del III Reich los dejó prácticamente fuera de combate. Algunos de sus pilotos, como Federico Gandía García, eran hijos de Utiel, pero otros vinieron de lejos, caso de Nicolai Prokofievich Zherdev, nada más y nada menos que de las ucranianas minas de Rutchenkovo. A día de hoy diríamos que se trataría de una verdadera globalización. Pilotos y mecánicos fueron tipos de espíritu recio, con singladuras personales que los llevarían desde el África del Norte francesa, la del colaboracionista régimen de Vichy, al Asia Oriental tras 1939, que para ellos como para demasiados no trajo ninguna paz. A este respecto, la contribución de José Alabau a la Memoria Histórica está sazonada de humanidad.

De un estudio de la riqueza de Alas rojas… se derivan una serie de corolarios. Algunos autores han sostenido que nuestra Guerra Civil se pareció más a la I que a la II Guerra Mundial, tanto por el tipo de cuestiones sociales que se dilucidaron como por ciertas operaciones de guerra de posiciones. Un estratega de salón como el conde Ciano se pensaba capaz de concluirla mucho antes que su aliado el general Franco. Aquello era lucha de columnas coloniales contra milicianos. Sin embargo, el esfuerzo desplegado en la retaguardia de Utiel y otros puntos, junto a la presencia de aparatos y personal aéreo especializado, inclina la balanza del lado de la II Guerra Mundial, en la que la población civil también pagó un tributo excesivo.

La construcción de aeródromos como el de Utiel respondió a una indiscutible lógica militar, claro está, pero también respondieron a otra de control social. Como bien recuerda José Alabau, la primera fecha consignada en las paredes de la Caseta B es del 17 de marzo de 1937 y del 22 de junio del mismo año el primer documento escrito relacionado con la instalación, con independencia de actividades anteriores. Precisamente, del 3 al 5 de mayo los anarquistas y los seguidores del POUM fueron derrotados en Barcelona por los de ERC y sus aliados comunistas y socialistas menos revolucionarios. Entre el 17 de junio y el 9 de septiembre de 1937 se atacó y postergó en la vecina Requena a los cenetistas y amigos ugetistas [2].  Los nuevos planteamientos de disciplina social dentro del campo republicano se sirvieron a su manera de las directrices de la Defensa Española contra Aeronaves (DECA), y el 25 de noviembre se llamó desde el poder municipal requenense a la movilización voluntaria, suscrita por el PCE, para trabajar en refugios y fortificaciones. El 30 de diciembre se terminó expulsando a los últimos representantes de la CNT de la Comisión Gestora Municipal de Requena [3]. En la primavera del 38 la población civil de Utiel fue llamada a construir refugios antiaéreos. La situación militar de la República no era entonces nada halagüeña, pero la construcción de aeródromos tan próximos como el de Utiel, Requena, Camporrobles y Sinarcas (con todas sus diferencias y su deseo de evitar inconvenientes por posible destrucción de alguno de los mismos) también respondió a un planteamiento político-social.

Semejantes tareas y tales obras fueron acometidas desde localidades que acogieron a muchos refugiados, con todos los problemas de asistencia al respecto. En cierta manera, la Guerra Civil asistió en nuestra comarca, junto a las de muchas de la llamada España vacía de hoy en día, a un auténtico estallido de vitalidad, sustanciado de muchas maneras, en el que se construyeron infraestructuras como el aeródromo de Utiel. Actualmente, algunos pueden pensar que nada o muy poco, excepto carretera y manta, hay en nuestras tierras, pero la Historia nos enseña que no hace tantas décadas algunos intentaron cambiar la situación de aquella España rural según los cánones del variado, complejo y enfrentado pensamiento de su tiempo. El libro de don José Albau así nos lo demuestra con su metonímico aeródromo, que nos restituye la memoria histórica de tantas cosas.

                Víctor Manuel Galán Tendero.


[1] Archivo Histórico Municipal de Requena, Correspondencia de Alcaldía, 1902-1936 (nº. 3748).

[2] Archivo Histórico Municipal de Requena, Actas municipales de 1936-38 (2867, 1 y 2).

[3] Archivo Histórico Municipal de Requena, Actas municipales de 1936-38 (2867, 1 y 2).

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