Don Rafael Bernabeu y su obra han sido objeto de estudio y publicaciones, cabe citar las más recientes, las del profesor Víctor Galán Tendero y otros autores, en el número monográfico de la Revista Crónicas dedicado a este requenense de pro[1]. Pero he de confesar que don Rafael sigue despertando en mí la misma admiración y respeto que cuando comenzó a prepararme el ingreso al Bachiller, por aquel entonces con unos 9 o 10 años, a la vez que el inmenso agradecimiento por… no sé cómo expresarlo, algo así como por otorgarme un voto de confianza cuando saqué mis oposiciones de archivera. En los años setenta todavía “era preceptivo” que nuestros padres nos llevasen a visitar a don Rafael cuando, en su forma de pensar, habíamos “logrado ser algo en el mundo de los estudios”. Total una oposición a algo extraño para la mayoría de la gente. No recuerdo la conversación con don Rafael, tal vez un tono cordial y sonriente, un tratamiento más de persona mayor que el que tenía cuando me preparaba para el ingreso, por aquel entonces no tan lejano. Lo cierto es que acabé apareciendo en el listado de requenenses al final de la edición de 1982 de la Historia de Requena, algo que, sinceramente, me resultó muy grato.
Por toda mi afectividad hacia don Rafael y, sencillamente, porque se lo merece, cuando durante el tiempo de confinamiento de la primavera de 2020 me dediqué a dar paseos virtuales por la Requena de tiempos pasados y encontré referencias, que ya son históricas, sobre nuestro ilustre y querido cronista, pensé que valía la pena hacerlas aflorar y recrear la vista de cuanto apasionado hay sobre Requena y su historia.
Entre 1935 y 1947 encontré algunas referencias a don Rafael Bernabeu y a su Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena, escritas en tiempos políticos muy diferentes, pero tanto desde el Ayuntamiento republicano, como desde el franquista, se traduce el respeto y la admiración que él y su obra despertaron entre los requenenses de todo tiempo.
En octubre de 1935, Julián Espinosa, Luis María Rubio y otros requenenses se dirigieron a los munícipes de Requena mediante un escrito, en el que exponían que entre los hijos de Requena se encontraba el “trabajador infatigable, hijo entusiasta, D. Rafael Bernabeu López” el cual estaba “próximo a dar cima, con su sacrificio personal después de varios años y terminar la obra histórico crítica y documentada de la Ciudad de Requena” y pedían que se le nombrase cronista de la ciudad, un cargo honorífico. Y el Ayuntamiento, entonces presidido por José Berzal Martínez, aceptó nombrarlo[2]. Los tiempos que siguieron implicaron un largo paréntesis en la posible edición de la obra.
Una década después, el 27 de febrero de 1946, el Alcalde, Eduardo García Viana, informaba a la Comisión Gestora de la noticia aparecida en la prensa del ingreso en la Academia de la Historia del cronista de la ciudad, don Rafael Bernabeu, figurando también como director correspondiente en Requena del Centro de Cultura Valenciana. La Corporación hizo constar su satisfacción por estos nombramientos “como distinción y premio merecidísimo a su valía en el campo de la historia y las letras españolas”, acordándose que la Alcaldía le dirigiese atenta felicitación[3]. Al año siguiente, en noviembre de 1947, la Comisión Gestora presidida por José María Gimeno aprobó una subvención de 6.000 pesetas, al objeto de poder terminar pronto la edición de la Historia de Requena[4].
No pasaron muchos años hasta que La Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena, “impresa pulcramente” por Artes Gráficas Molina, cayó en manos de un lector, Manuel Martínez Camaró[5], que quedó tan impresionado por la obra que le dedicó un amplio escrito, que fue publicado en la revista Alberca en 1952. El artículo me gustó tanto que consideré que valía la pena rescatarlo. Aquí lo adjunto.
“Se ha dicho que escribir una historia local entraña más dificultades que escribir una historia general. Sin entrar en la crítica de este decir, afirmaremos que no es cosa fácil escribir una historia local que verdaderamente merezca tal nombre. Difícil es ser un buen soldado, como lo es ser un excelente jefe militar. «Al que escribe la historia general —decía don Roque Chabás- sólo le interesan los datos eslabonados con los hechos de ella, al paso que el que escribe una monografía tiene necesidad de esclarecer muchas particularidades que desprecia el primero.» Estas y otras consideraciones han venido a nuestra mente al leer la magnífica Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena que ha publicado Rafael Bernabeu (impresa pulcramente por Molina, Artes Gráficas, Requena, 1946-47).
“Existía ya, es cierto, otra historia, la de Herrero y Moral, y varias notas parciales, sueltas, de interés no escaso, debidas a la pluma de eruditos y aficionados que ocasionalmente se han ocupado de temas históricos requenenses sin formar un cuerpo general ordenado y orgánico; pero la historia de Herrero, calificada benévolamente por Bernabeu de «pintoresca» y por don Teodoro Llorente de «sin arte ni criterio», es sencillamente disparatada, demostrando su autor una gran impericia en el manejo de fuentes. Publicada en 1890, hubiera podido obedecer a mejores orientaciones historiográficas. Hemos citado antes a don Roque Chabás y acabamos de mencionar a don Teodoro Llorente, el eximio poeta valenciano, los cuales historiaron por las mismas décadas de modo estimable las de la ciudad de Denia y Valencia, respectivamente. La bibliografía local de nuestra región, concretamente de nuestra provincia, se enriquecía por entonces considerablemente; basta citar los nombres de A. Chabert (Sagunto), A. Piles (Cullera), M. Ballesteros (Utiel), etcétera. Cualquiera de ellos, con todas 1as desigualdades que se quiera, hicieron una labor más estimable y acabada que la de Herrero y Moral, a quien hay que agradecer, sin embargo, su buena voluntad; además, tratándose de historiadores locales, no hay ninguno que merezca el menosprecio ni el desdén. Más con todo esto queremos significar que la historia de Requena estaba aún por hacer, y esta ha sido la empresa llevada a cabo felizmente y con todas las exigencias críticas por Rafael Bernabeu, cronista de la ciudad y maestro nacional, a quien también puede considerarse como maestro de maestros por la amplitud, firmeza y profundidad de su saber. No es la suya obra improvisada, sino madurada a través de veinte años de escarceos constantes por bibliotecas públicas y privadas, sacudiendo el polvo de centenares de legajos por los archivos locales, regionales y generales (Archivo de Simancas, Histórico Nacional, etc.).
“Ignoro si Bernabeu ha leído poco o mucho las excelentes metodologías del P. Villada, de Altamira, de don Antonio y don Pío Ballesteros, de Bernheim o de Bauer; pero es indudable que ha leído detenida y reposadamente una gran cantidad de monografías y que de las mejores de ellas, sagaz e intuitivamente, ha deducido y asimilado una pauta y método en el aprovechamiento de fuentes que sorprenden agradablemente; ha sabido dar vida a los documentos, resucitando ambientes y personajes, captando pormenores, anécdotas, leyendas…
“Se abre el libro con un «Panorama bibliográfico», donde se hace un recuento de los cultivadores de la historia local y algunas consideraciones sobre el valor de los archivos requenenses. Al terminar le lectura de dicho «Panorama» nos damos cuenta de que Bernabeu va a deslizarse por cauces seguros y rigurosamente científicos, cercenando las alas a la imaginación y a la fantasía, introductoras siempre de elementos antihistóricos. Es evidente que a veces da cabida a cantares, anécdotas, relatos legendarios para dar calor, vida y amenidad a su historia, pero nunca se sale de los modos históricos, pues a las leyendas, por ejemplo, les da el valor de tales o deja adivinar el carácter de leyendas; además hay que tener en cuenta que éstas, en especial las populares, son historia en la medida que actúan o influyen en la sensibilidad del hombre, del sujeto histórico.
“Muy bella y bien perfilada es la «Descripción general» de la comarca y término municipal, con acertadas notas sobre geología, orografía, hidrografía, biología, abundando los gráficos (este aspecto, en el que Bernabeu, desde el principio hasta el fin de su Historia, ha sabido reunir la producción selecta del admirable plantel de artistas requenenses, verdaderos colaboradores suyos, es digno del mayor elogio); del “requenudo” carácter, de esencia individualista, encontramos la deliciosa anécdota de aquel miembro de la Familia real que, al detenerse en Requena y esperar que su presencia y porte causasen sensación entre unos hidalgos que tomaban el sol invernal en el Portal de Castilla, no provocó más que la curiosidad de unos chiquillos, por lo que se dirige a aquéllos reprochándoles su indiferencia, y obtiene la siguiente contestación, dicha muy respetuosamente: «Señor, yo soy Zapata; vivo en casa propia, no debo nada a nadie, tengo pagados a mi rey y señor todos los tributos… y, como son las doce, me marcho, pues la olla me espera.»
“Sigue en dicha «Descripción general», que sin duda será una de las partes que mayor agrado proporcionará al lector medio, amplia información sobre costumbres, economía, agricultura, ganadería, viticultura, actividad cultural, aspectos todos que al adentrarnos en la obra no vemos olvidados, sino ampliados e introducidos al par de los factores políticos; por eso el resultado es un verdadero modelo de historia externa e interna. Particular interés ofrece la enumeración de calles y plazas con los distintos nombres que han tenido. ¡Cuánto más nos dicen las viejas denominaciones que aquellas modernas sustituidas por un afán edilicio de halago al político o a las situaciones imperantes! Almazara, Botica, Mesones, Carnicerías, Rey de Francia… Nuestra preferencia por los nombres antiguos no obedece sólo a pintoresquismo, sino a que en ocasiones nos dan a conocer un particular histórico que es inútil buscar en otra parte.
“Sería imposible en las cortas líneas de que disponemos hacer una relación de contenido, siquiera breve, y una verdadera crítica de los distintos capítulos de esta Historia de Requena. Por la prehistoria y la protohistoria camina su autor con una prudencia y un tacto exquisito, necesario, a tan resbaladizo terreno, y pertrechado del material bibliográfico necesario. Muy lógica nos parece su objeción a las opiniones autorizadas que sitúan a los «Berybraces», citados en el poema de Avieno, en tierras de Castellón (Bláquez) y Teruel (García Bellido). Las huellas evidentes de la dominación romana; la Edad Media requenense, con la egregia figura del Cid, que histórica y legendariamente se enlaza con Requena: su conquista bajo Fernando el Santo; Alfonso X, «gran protector de nuestra villa», y las incidencias acaecidas aquí bajo sus inmediatos sucesores; el alzamiento de la población, en 1355, contra Pedro I; las divergencias castellano-aragonesas; las rivalidades con Utiel, que a veces ceden noblemente el paso ante un peligro o una tarea común; los turbios días feudales del conde de Castrogeriz y del vasallaje al poderoso marqués de Villena; la llegada de los tiempos modernos, con el paso por Requena del Rey Caballero después de la derrota de Pavía; las vicisitudes durante la guerra de Sucesión, narradas con verdadero lujo de detalles ; la entrada en el período contemporáneo, con las incidencias de la guerra de la Independencia y de la guerra entre carlistas e isabelinos vienen a constituir los principales hilos de historia externa, entre los que Bernabeu va entretejiendo multitud de hechos secundarios que a veces presentan un atractivo mayor que los de primera magnitud. Y todo ello servido en un lenguaje apropiado, rico a la par que sencillo, sin engolamientos tan propios de historiadores locales, o sea “retorciendo el cuello a la elocuencia”, entendida ésta en el sentido de ampulosidad y fárrago. Se detiene Bernabeu en el año 1900, pensando acaso que la política del pasado es historia, y la historia del presente, política. De todos modos, nadie mejor que él para historiar y dar a conocer a la posteridad los hechos de Requena correspondientes al siglo actual. De robusta constitución el autor, y hoy en plena madurez física e intelectual, el paso de unos cuantos años le situarán los hechos de este medio siglo en la suficiente lejanía y perspectiva histórica para poderlos enjuiciar objetivamente y consignar por escrito, pues entonces dejarán de pertenecer a la política para caer de lleno en !a historia.
“Finalizada la obra con varios apéndices. Uno sobre «linajes antiguos y modernos requenenses que más los ennoblecieron», abundando los retratos de personajes sobresalientes, y poniéndose al pie de ellos breves notas; brevedad que no impide a veces una enumeración completa o casi completa de sus actividades o publicaciones, como en el caso del ilustre profesor de nuestra Universidad Central don Lucio Gil Fagoaga o en el de don José J. Herrero, nombre que no puedo escribir sin cierta emoción, pues durante los últimos años de su vida me unió a él una estrecha amistad, hasta el punto de dejar en mis manos todos sus manuscritos; pudiendo asegurar a los requenenses que en dichos postreros años, aunque alejado de Requena, su ciudad natal, no dejaba de exclamar con aquella voz cavernosa que le había dado la extrema ancianidad: «¡Qué bonita es Requena, amigo Camaró, qué hermosa!» Otro apéndice trata de «entidades de población del término municipal»; un tercero sobre «Iglesias, conventos, ermitas y otras instituciones religiosas», extendiéndose especialmente al hablar de las iglesias del Salvador, de San Nicolás, del Carmen, de la maravillosa de Santa María, exponentes tanto de la fe religiosa como del poderío económico de la villa en los distintos tiempos de su construcción. El cuarto y último apéndice está dedicado al habla requenense; en él se recogen varios centenares de palabras y giros típicos de la comarca, siendo de lo más útil y meritorio de la obra.
“Bien puede repetir Rafael Bernabeu el famoso asclepiadeo horaciano (Odas, III, 30, 1): Exegi monumentum aere peremnius (He acabado un monumento más duradero que el bronce). Tan duradero, al menos, como la Fortaleza de Requena; en realidad, una fortaleza, una muralla espiritual representa su Historia contra las duras y combinadas acometidas del tiempo, del olvido y de la indiferencia: y para terminar, y dado que hemos citado al gran poeta latino, diremos que de igual manera que éste se dirigía, con la misma composición de la que hemos sorprendido aquel verso, a la musa Melpómene, inspiradora de la Tragedia y, para Horacio, también de la poesía en general, Bernabeu puede dirigirse a Clío, la musa de la Historia, y en definitiva a sí mismo, con aquellas palabras (Odas, III, 30. 14. 15) sumesuperbiam quaesitam mentís, que libre, pero bastante exactamente, podemos traducir: enorgullécete como corresponde a tus méritos”.
Manuel Martínez Camaró.

[1] Galán Tendero, V.M.: “La Historia de Rafael Bernabeu, una obra de cabecera”, en Rafael Bernabeu, un requenense de pro. Revista Crónicas, 3 (septiembre 2018), pp. 16-18.
[2] AMRQ. Libro de Actas, 3 octubre 1935.
[3] AMRQ. Libro de Actas, 27 febrero 1946.
[4] Para la edición, se nombró una Comisión que debía rendir cuentas a la Corporación Municipal, la cual quedaba en propiedad de los ejemplares que no se vendiesen. AMRQ. Libro de Actas, 4 noviembre 1947.
[5] Martínez Camaró, Manuel: “La Historia de Requena de Rafael Bernabeu”, en Alberca, II, 4 (enero febrero 1952), pp. 8-9.