
CONCLUSIONES
El Estado ibérico sobre el Turia fue menos poblado y relevante que el del Cabriel. Entonces ¿por qué se acuñó moneda ibero-romana con epigrafía ibérica en el menor, y no el mayor? Quizás algo tendrá que ver con que el poblado de Castellar de La Yesa tuvo continuidad en época romana alto imperial, mientras Los Villares, al parecer, quizás tuvo su final entorno a las Guerras Sertorianas (82-72 a.C.) o de Julio César (hasta 49 a.C), después de haber sido atacado y arrasado varias veces desde 217 a.C.
Quizás esas evidencias de haber sido atacada y arrasada varias veces durante ese largo periodo de invasión romana de 96 a 116 años, nos podrían indicar el porqué de no haber sido ciudad que acuñase moneda hispano-romana. Curiosamente, una amplia zona territorial hacia el sur de Los Villares, con oppidum muy importantes ocupándola, ha tenido muy escasa representación de acuñaciones de cecas propias salvo los casos de Orcesgen (sur de Albacete) e Icalcusgen (quizás Iniesta).
Quizás por eso, si el monetario ibero-romano de las cecas con reverso de jinete ibérico comenzó a emitirse posteriormente a 120 a.C., ciudades incluidas dentro de esta área de emisión, como Los Villares, que por su tamaño y potencial político debería haber sido emisora, no lo fue. Y en cambio lo fue una ciudad vecina 3 veces más pequeña como Castellar de La Yesa.
Podría haber sucedido que Los Villares hubiera sido una ciudad muy implicada en la resistencia contra la invasión romana, tal y como se relata en las Fuentes Históricas. Fuentes de las que, si bien son más famosos los ejemplos de los asedios romanos a Numancia y sus aliados de Segeda, también relatan episodios de grandes asedios y batallas en otros varios lugares de Hispania del Este, desde principios del S II a.C., entre ellos en este territorio de los dos ríos.
Por esta zona que comprende los ríos Turia y Cabriel, incluida en lo que los romanos llamaron Hispania Citerior, nombran las Fuentes Históricas fuertes batallas y asedios. Hacia 185 a.C., el pretor de Hispania Citerior, Quinto Minucio tuvo que enfrentarse con un ejército de 12.000 guerreros iberos liderados por los generales Budar y Besadin en algún lugar de esta tierra, a los que venció. Y su sucesor, Publio Manlio, tuvo que batallar al año siguiente otra vez con ellos, aunque esta vez, ayudaron a los indígenas un ejército de 10.000 guerreros vecinos celtíberos, lo que tuvo como consecuencia que el ejército romano tuviese que cesar en su empeño y abandonó la batalla.
Con posterioridad, después de 184 a.C., no vuelve a nombrarse esta zona en las Fuentes Históricas, más que como puntos geográficos. Lo cual nos lleva a pensar que dejó de ser un problema para Roma, puesto que sus historiadores se centran casi exclusivamente en contarnos los episodios bélicos acontecidos.
Entre 184 a.C. y la imposición de la paz en 133 a.C. en esta Hispania Citerior, algo debió pasar para que se pacificase esta zona. O bien accedió voluntariamente a formar parte del gobierno del pretor, o bien fue aleccionada, o bien pudo ser destruida al igual que sus correligionarias de Numancia, Segeda y otras. Parecería más lógico, después de tanta belicosidad como hemos descrito, que tuviese un fin similar a otras grandes ciudades revolucionarias, que por ser las principales, fueron necesariamente con las que los romanos querrían dar ejemplo, siendo dominadas a la fuerza, arrasadas y abandonadas. Y posteriormente puestas en valor dentro de las normas romanas.
Numancia, la gran ciudad de los vettones, no acuñó moneda nunca y, sin embargo, tiempo después de haber sido aniquilada, se reconvirtió en una importante ciudad hispano romana, con el mismo nombre que tuvo ancestralmente. Sin embargo se acuñó moneda del jinete ibérico con lanza en dos cecas cercanas, Usamus y Turiasu, a 55 kilómetros cada una.
Algo similar pasó con Segeda, la ciudad celtíbera que provocó que los romanos comenzasen una guerra al ampliar sus murallas en contra del tratado que habían firmado las ciudades hispanas con sus invasores. Fue abandonada por sus habitantes, que se trasladaron a Numancia para defenderse mejor junto a sus aliados vettones. Segeda volvió a ser una importante ciudad en época posterior hispano-romana, pero esta vez no se repobló sobre sus antiguas ruinas, sino en terrenos distantes a ella una porción de kilómetros.
Algo similar debió ocurrir en Los Villares, otra gran ciudad-estado ibérica, no muy lejana al territorio celtíbero. La ciudad fue destruida, por última vez, hacia las mismas fechas que sus coetáneas, de ahí que fuesen encontrados tesorillos escondidos con monedas de esa época. Aunque el encuentro en Los Villares de numerosos ases y semis ibero-romanos con epigrafía ibérica, cuya emisión tuvo lugar a partir de 120 a.C. hasta la 1ª mitad del S I a.C., nos transmite que perduró como oppidum hasta esas fechas, o bien hasta 75 a.C. si fue destruida en las Guerras Sertorianas, o bien hasta 49 a.C. en las de César contra Pompeyo.
Según se puede intuir, leyendo las fuentes Históricas y comprobando los estudios arqueológicos, que pudo haber sido destruida varias veces, diríamos que seguro dos veces durante la II Guerra Púnica entre 218 y 215 a.C., quizás también durante las Guerras Celtíberas entre 185 y 133 a.C., y seguro otra vez entre la Guerra de Sertorio y la de Julio César entre 85 a.C. y 49 a.C. Después de esta última destrucción, volvió a resurgir como ciudad hispano-romana pero esta vez en otro lugar distante.
RESUMEN
Hemos dado a entender que bajo la Tierra del Cabriel hubo un gran “Estado Ibérico”, fuertemente poblado y de gran consistencia política, que tuvo una gran capital, a modo de otras famosas ciudades hispanas de la época que fue “Los Villares” de Caudete de las Fuentes. Esta ciudad fue importante desde el S V a.C. hasta el S II a.C., después fue destruida y minorizada, por lo cual, no le dio tiempo a acuñar ases ibero-romanos.
Y que existió un “Estado Ibérico” al norte, al otro lado del río Turia, con identidad propia, pero con menor peso específico que su vecino del sur. Tuvo también una ciudad principal ibérica, ubicada en “Castellar” de La Yesa. Quizás por su menor relevancia política, no se implicó tanto en el ímpetu revolucionario, como sí hizo su vecina, y llegó a existir hasta época imperial romana. Este menor protagonismo político, quizás consiguió que los amigos de Roma le permitieran acuñar ases hispano-romanos. Y esta ceca quizás fue la de “Xelin”, precisamente porque ese topónimo perdura en su entorno hasta principios del S XVII en una pequeña población morisca llamada igualmente “Xelin” *(según referencia del mapa aparecido en el “Atlas del Rey Planeta” cuyo autor fue el cosmógrafo real Pedro de Texeira), e incluso podemos hallar a día de hoy topónimos geográficos que los recuerdan, como es la Rambla Arquela.
Esto, junto a los datos que hemos descrito anteriormente, nos lleva a replantearnos que la aceptación oficial de que la ciudad ibérica de Xelin estuviese ubicada en el yacimiento arqueológico de “Los Villares” de Caudete de las Fuentes, quizás sea errónea. Y que la localización de la antigua Xelin quizás tuviésemos que desplazarla a “Castellar” de La Yesa.
Por lo tanto, la gran ciudad de ibérica de “Los Villares” tuvo otro nombre, un topónimo al que las Fuentes Históricas se refieren, y que tuvo una importante relevancia histórica.
(1) “El poblamiento ibérico en la comarca de La Serranía (Valencia), ss . VI-I a.C. Aproximación al modelo de ocupación del territorio”, de Josep María Burriel Alberich y Juan José Ruiz López.
(2) ”Historia monetaria de la ciudad ibérica de Kelin”, Pere Pau Ripollés (“Los iberos de la comarca de Requena-Utiel (Valencia), Alberto J. Lorrio.
Autor: Javier Jordá Sánchez