Muchos son (somos) los españoles que no han leído Don Quijote de la Mancha, la universal obra de don Miguel de Cervantes, pero muchos son (somos) los lectores que gustan de encontrar entre sus líneas afinidad de su entorno con ese admirable mundo creado por el genial manco. Esa es la grandeza de la inmortal obra: contiene multitud de lecturas, entre ellas la del paisanaje.
Tampoco es para extrañarse ya que Cervantes, buen conocedor del ser humano, lo insinúa en la frase con la que inicia la obra: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” palabras más que enigmáticas o de desafecto hacia un determinado lugar son premonitorias de lo que ha sucedido, y sucede, transcurridos cuatro siglos ¡y lo que queda!, pues en sus últimas páginas de la segunda parte del mismo libro el autor nos aclara: “Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenerlo como suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.” (DQ II-LXXIV). Igual sucede con muchos de sus personajes. Recordemos que el historiador arábigo Cide Hamete Benengili es el misterioso autor del Quijote. Cervantes sólo quiso ser el padrastro de su propia obra. Un juego más entre los cientos que esconde esta joya de la literatura mundial.
Permítaseme que yo también caiga en esa vieja manía por querer pellizcar para Requena y Utiel una migaja de ese mundo cervantino. Al fin y al cabo, en aquellos tiempos, estas tierras eran castellanas.
Antes de iniciar mis atrevidas suposiciones debo señalar que los nombres de Requena y Utiel no aparecen en ninguna de las obras del “Príncipe de los Ingenios”. A esta comarca no le dedica ni una sola línea, lo que me obliga a rebuscar supuestas relaciones que, salvo para estos pueblos, poco aportaran a la muy estudiada, y aún desconocida, vida y obra de don Miguel de Cervantes.
Lo referencia más próxima a nuestra comarca es La Mancha de Aragón, zona situada al norte de Albacete y parte de Cuenca. Sólo eso.
He fijado el interés de mi búsqueda en Aldonza Lorenzo “la sobre las bellas bella, Emperatriz de la Mancha, la simpar Dulcinea del Toboso”. De la que únicamente Bernabéu, en su Historia de Requena, da una pequeña referencia tomada del cervantista valenciano F. Martínez Martínez.
Es cosa sabida que muchos de los personajes cervantinos son reales, escondidos en otros nombres o en trabajados anagramas; Cidi Hamete Benengili es Miguel Cervantes (¡buscar el anagrama!); Don Quijote, para algunos, era un vecino de Esquivas llamado Alonso Quijano, Quesada o Quijada, quizá pariente de su esposa, o tan sólo tomó ese “quijote” por ser la pieza de la armadura que protege el muslo.
Dulcinea, Aldonza Lorenzo, aunque sólo es el nombre de una idealizada figura del amor, para otros está muy claro que Dulcinea es Ana Martínez Zarco de Morales, una joven nacida en el Toboso antes del año 1556.
¿Fue Aldonza Lorenzo la utilización de los nombres de Aldonza Cárdenas y Juana Lorenzo, amiga y prima de Catalina de Salazar, esposa de don Miguel? No olvidemos que muchas páginas de El Quijote fueron escritas en Esquivias, pueblo de Catalina y residencia del matrimonio.
¿Acaso Dulcinea tan sólo es, como opina Menéndez Pelayo en su Orígenes de la Novela, la utilización de los personajes Dulcineo y Dulcina que aparecen en el libro VI de Los diez libros de Fortuna y Amor de Antonio Lofraso, obra que Cervantes cita irónicamente en su Viaje del Parnaso y en Don Quijote?
Cervantes no pretende confundir a sus lectores en sus escritos, en ellos deja abundantes marcas para que, al margen de aventuras y desventuras del ingenioso hidalgo, se puedan seguir buscando multitud de disimuladas e interesantes hazañas.
En el Quijote hay 287 referencias a Dulcinea y sólo siete para hablar de Aldonza Lorenzo; en ellas aparecen algunas contradicciones que pueden confundir al lector sobre la hidalguía o humildad de la princesa toboseña, pero nunca hay menosprecio hacia esa idealizada mujer. Como ejemplo, tomo unos fragmentos:
“Dulcinea es principal y bien nacida y de los hidalgos linajes que hay en el Toboso que son muchos, antiguos y muy buenos… (DQ II-XXXII)
También es posible que tan noble dama sólo fuese una mañosa criada o la tosca campesina acostumbrada a los más duros trabajos de la tierra:
“…moza labradora de muy buen parecer… llamábase Aldonza Lorenzo” (DQ I-I)
“Dulcinea del Toboso, tantas veces referida en esta historia, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha” (DQ I-IX)
“Bien que la conozco- dijo Sancho- y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de todo el pueblo” (DQ I-XXV)
Diferentes miradas para ver a la misma persona. Aunque Dulcinea, Aldonza Lorenzo, fuera una noble dama del Toboso; la más rustica de las campesinas manchegas o el universal personaje imaginado que ha llegado hasta nosotros, tomaré el camino del cuerdo don Alonso Quijano, pero subido en los nobles sueños de Don Quijote y así saber de la hipotética dama que la tradición manchega ha situado en la persona de Ana Martínez Zarco de Morales, miembro de una noble familia toboseña a la que espero encontrarle alguna relación con nuestra comarca.
Cervantes nos cuenta que Don Quijote está enamorado de una bella joven: su nombre es Dulcinea; su patria el Toboso; su calidad por lo menos ha de ser princesa… (DQ I-XIII) a quien sólo conoce de oídas. A falta de documentos que pudieran mostrar algo más preciso sólo se sabe que nació antes de 1556, año en el que se inician las inscripciones en los libros parroquiales de El Toboso.
Según Barrera y Leirado[1], Ana tuvo dos hermanos mayores: Bartolomé y Esteban Martínez Zarco de Morales. Este último, educado en Italia, fue corregidor de las villas de Requena y Utiel por los años 1580. Ana, según Astrana Marín, murió soltera abrazada probablemente a la vida monástica.[2]
La relación de Esteban con nuestra comarca se conoce, además de la nota de Bernabéu, por el testamento que dictó en 1598, dos años antes de su fallecimiento, del que copio un fragmento en el que se muestra la supuesta hidalguía de los Martínez Zarco de Morales.
Declaro: […] que tengo tres espadas muy buenas, en especial la valenciana de Maese Francisco, que fue discípulo del moro de Zaragoza, que me presentó el duque de Nájera, siendo el virrey de Valencia y yo corregidor de las villas de Requena y Utiel; […] Dejo como heredero a mi hijo Flaminio y a Flaminico, mi nieto. Que las armas que han de usar sean las de Zarco de Morales y Villaseñores y las del Colegio de los Españoles en la ciudad de Bolonia, en Italia, que fundó el cardenal Gil de Albornoz, donde fui colegial.[3]
Ya se ha visto lo poco que se puede presumir en la comarca sobre su afinidad con Dulcinea, la Emperatriz de la Mancha, de quien yo deseaba, como “todos los pueblos de La Mancha”, que nos hubiese dejado noticia de, al menos, una visita. Tan sólo tenemos la certeza de que su hermano fue nuestro corregidor. Menos es nada.
Hay otra relación de Requena con Dulcinea: la del escultor requenense Manuel Garci-Gonzalez (1879-1938) quien en 1922 consiguió el primer premio para realizar en El Toboso un monumento dedicado a Don Quijote. Todo quedó en el proyecto de lo que pudo ser una magna obra de cuarenta metros de altura, coronado con una idealizada figura de Dulcinea y su base destinada a albergar un museo cervantino y una biblioteca. El monumento, en palabras del escultor, pretendía: Dulcinea allá, en la altura, erguida sobre el llano de La Mancha, personificará todo el quijotismo.[4]
Bernabéu, al citar a corregidores y alcaldes mayores de Requena, nos dice: 1579. Don Carlos Morales de Villaseñor, corregidor de Requena y Utiel. Le sucedió don Esteban Martínez Zarco, hermano de doña Ana Martínez, dama toboseña en quien parece ser que Cervantes personificó a la simpar Dulcinea.[5]
Esta nota obliga a relacionar a ambos corregidores ya que el apellido Morales también los tienen los Martínez Zarco y el de Villaseñor se lo incorpora Esteban tal como figura en su testamento.
Sólo unos parientes de doña Ana corregidores de Requena y Utiel. Hay que conformarse, aunque ese pequeño vínculo no estuviese documentado seguiríamos admirando a Dulcinea tanto como lo hizo su noble Don Quijote, eterno enamorado de su hermosura sobrehumana, pues fuera un poetizado símbolo del amor, dama principal o la más humilde labradora, jamás se le podrá negar la belleza y virtudes que le otorgó don Miguel para recuerdo y admiración de la humanidad.
Mejor se entenderá con las palabras de don Quijote:
“Y, así, bástame a mí pensar y creer que la buena Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta, y en lo del linaje, importa poco, que no han de ir a hacer información dél para darle algún hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. (DQ I-XXV).
[1] BARRERA Y LEIRADO, C.A.- El cachetero del buscapié. Pág. 106, Librería Moderna, Santander 1916 [2] ASTRANA MARIN, L.- Dulcinea, modelo vivo de Cervantes. Los lunes de El Imparcial 12,19,26-9-1926 [3] BARRERA Y LEIRADO, C.A.- Pág. 107 [4] MINISTERIO DE CULTURA: Miguel de Cervantes de la vida al mito. Ed. Biblioteca Nacional 2016. [5] BERNABEU LÓPEZ, R. Historia de Requena Pág. 252. Artes Gráficas Molina. Requena 1982
