Sagunto y Edeta
Dos ciudades vecinas, bastante nombradas entre los historiadores de hoy, Edeta y Sagunto, tuvieron lazos comunes, pero relevancias distintas.
Edeta, situada en el cerro de Tosal de San Miguel, a 500 metros de la ciudad de Liria, pervivió desde el S V a.C. hasta quizás las Guerras Sertorianas, hacia 76 a.C., cuando al parecer fue destruida. (aunque siempre queda la duda cronológica). Posteriormente, la ciudad fue trasladada a la actual Liria, ya con la distribución de una urbe romana. Fue una ciudad mediana, que no dispuso, que sepamos, de grandes edificios públicos como teatro, anfiteatro, circo.
El desarrollo de Sagunto fue distinto. Al parecer, como otras ciudades hispanas de su tiempo en la costa, debió sostener dos poblaciones paralelas, la indígena llamada Arse, y otra fundada por colonizadores griegos, quizás llamada Zakhyntos. La ciudad colonia se convirtió en un lugar de relevancia comercial de la costa Hispana, y a la cual Roma dio tanta importancia que el pacto de paz tras la 1ª Guerra Púnica sólo se firmó bajo la condición de que Sagunto tuviese el privilegio de seguir siendo su aliada. Tras la invasión romana de Hispania, Sagunto se convirtió en una gran ciudad romana.
Centrándonos en la época ibérica, no puedo permitirme el lujo de no preguntarme qué tipo de relación tenían dos ciudades ibéricas e ibero-romanas situadas a una distancia tan corta entre ambas, unos 30 kilómetros, una jornada de viaje a pie.
Al parecer la urbe de Sagunto fue una dípolis, compuesta de una ciudad ibérica más antigua llamada Arse (Arsgitar) y una de nueva fundación griega, Sagunto (Zakhyntos). Ésta derivaría de la ciudad ibérica , que antes de la colonización debió tener un estatus distinto previo. Arse, pudo haber sido la principal población de un territorio similar al de sus vecinos, al cual controlaría , o quizás no.
La ciudad de Edeta, situada en tierras del interior, no tuvo la complejidad de su vecina Sagunto. Siguió las pautas de una ciudad grande ibérica, similar por ejemplo a la de Los Villares (Caudete de las Fuentes), desarrollándose a partir del S VI-V a. C. y desapareciendo en el S I a.C., por razones similares, destrucción y desplazamiento de sus habitantes a una ciudad cercana.
El que Arse acuñara monedas con epígrafe ibérico en el S I a.C. (a la par que hizo su gemela Saguntum en epígrafe latino), y que Edeta no acuñase, nos debe dar qué pensar. ¿Acaso una de las ciudades era más importante? Puede ser, pero depende de cuándo y de qué manera. Podría ser que ambas ciudades fuesen las principales de sendas ciudades- estado vecinas, con similar potencial. El resultado sería dos territorios de un tamaño la mitad que los de sus vecinos ibéricos, y con dos capitales territoriales muy próximas.
Podríamos intentar identificar algún tipo de límite como ocurre en otros territorios ibéricos vecinos, en algunos casos los geográficos, como los ríos Turia, Cabriel y Júcar. O bien desniveles o montes como Las Cabrillas, Sierra de Javalambre, Sierra Calderona, Sierra Martés, Muela de Cortes. Aunque en otros lugares la diferenciación no es tan perceptible, como es el caso de las tierras llanas entre los territorios de Edeta (Liria) y Menlaria (La Carencia, Turís). También sería posible identificar separaciones mediante la observación de líneas de poblados medianos fortificados en altura, poblados atalaya, o torres de vigilancia iberos.
Fijándonos en estos aspectos podemos observar que entre los territorios de Edeta (Liria) y Xelin (La Yesa), existen numerosas atalayas de defensa o vigilancia iberas, y también se conocen varios entre Saguntum-Edeta (Sagunto y Liria) y Etobesa (Segorbe). Orografía que puede indicar elementos diferenciadores tendríamos, entre las primeras a la Sierra de Javalambre, y entre las segundas, a la Sierra Calderona. Ahora bien, entre Saguntum y Edeta no hay elementos orográficos relevantes diferenciadores, y tampoco conocemos atalayas o elementos defensivos iberos destacables. Intuimos que no hubiese existido evidente separación o diferenciación entre ambas. Con lo cual podríamos asignar una interrelación probable entre ambas ciudades ibero-romanas, es decir, que quizás no se vislumbrara en ellas dos ciudades-estado diferenciadas, sino que tendrían una bipolaridad transitoria, de modo que compartirían territorio de una manera que sólo podemos suponer. Lo cierto es que esta bipolaridad transitoria se puede observar en otras ciudades-estado ibero-romanas, como Los Villares (Caudete de las Fuentes) y La Villa (Requena), en las que quizás Los Villares fue la ciudad principal desde el S v al I a.C., y La Villa antes y después. Podría ser una relación temporal y causal diferente, aunque relacionada, pues Edeta siempre fue una ciudad ibera “indígena”, y Saguntum tuvo su ciudad ibera pura (Arse), pero a su vez tuvo su ciudad “intercomercial” relacionada con pueblos del mediterráneo como los griegos, fenicios y romanos.
De esta forma podríamos dar pie a dos posibilidades de organización política de estas dos ciudades,
1/ Que cada una tuviese su propio territorio, y que estos no fuesen muy extensos,
2/ Que las dos ciudades formasen parte de una unidad territorial, en la que hubo dos ciudades relevantes.
Qué relaciones tenían con sus vecinos
Como fue habitual en época ibera, se distribuían los territorios en ciudades-estado, y las relaciones con los vecinos conllevaban comercio, religiosidad, e intercambio cultural y político. Ya hemos hablado otras veces de que los santuarios rituales se situaban frecuentemente entre los límites territoriales, y era allí donde coincidían las gentilidades de vecindades para tratar de temas comunes y llevar a cabo ritos comunes.
Ahora bien, las malas relaciones entre vecinos también se dieron. Y ese el caso que se nos cuenta en las fuentes históricas romanas, como en tito Livio, donde habla de los litigios de los saguntinos con sus vecinos turdetanos. Quizás estas desavenencias tuvieran que ver con el cambio de proceder de la parte de la ciudad de Sagunto formada por los nuevos colonizadores, sobre todo griegos, o posteriormente romanos. Quizás esto provocó las incursiones entre estos territorios vecinos instigando a sus ganados y huertas, o a sus otros aspectos económicos.
Al hablar de los litigios con sus vecinos, las fuentes históricas no hablan de Etobesa, ni de Edeta, ni de Menlaria, sino que hablan de, sobre todo, los turbuletes (Apiano) o turdetani (Tito Livio). Así mismo, un elemento diferenciador se produjo al acabar la 1ª Guerra Púnica, pues, como hemos mencionado, la única ciudad por debajo del Ebro que quedó como aliada de Roma, al contrario que sus vecinas, que lo fueron de Carthago, fue Saguntum. Efectivamente este punto les diferenció, pero dentro de esta separación me pregunto si no entraría en estos límites de más allá del Ebro la parte correspondiente a Edeta, pues queda en las fuentes históricas como en un “limbo” literario.
Apiano de Alejandría, S II d.C., nombra así estos problemas entre vecinos: «Y presumiendo que sería un inicio brillante el cruzar el Ebro, convenció a los turbuletes, que eran vecinos de los de Sagunto, a quejarse ante él de estos últimos sobre la base de que hacían incursiones contra su territorio y les causaban muchos ultrajes”, refiriéndose a poco antes del comienzo de la 2ª Guerra Púnica (218 a.C.). Así que podríamos entender que hacían razias entre ambos, saguntinos y turbuletes, mientras que estas ciudades-estado iberas fueron independientes.
Durante la 2ª Guerra Púnica estas rencillas entre vecinos se intensifican. Primero Hannibal asedia Sagunto, ayudado por sus aliados iberos, la arrasa y hace que los saguntinos devuelvan lo robado a los turdetanos. Tito Livio, lo cuenta casi al detalle: en (21,12) “…El ejército fue llevado enseguida al asalto de la ciudadela; dio comienzo un desesperado combate, con grandes pérdidas por ambas partes, y se capturó una porción de la ciudadela. Se hicieron luego intentos por conseguir la paz, aunque con muy pocas esperanzas de éxito. Dos hombres se encargaron de la misión, Alcón, un saguntino, y Alorco, un hispano. Alcón, pensando que sus ruegos pudieran tener algún efecto, cruzó hacia donde estaba Hanníbal por la noche, sin el conocimiento de los saguntinos. Cuando vio que no iba a conseguir nada con sus lágrimas y que las condiciones ofrecidas eran duras y severas, como las de un vencedor exasperado por la resistencia, abandonó el papel de suplicante y desertó al enemigo, alegando que cualquiera que presentase a los sitiados aquellos términos encontraría la muerte. Se pedía que devolvieran los bienes de los turdetanos y que entregaran todo el oro y la plata saliendo de la ciudad con sólo las ropas morando allí en donde los púnicos les ordenaran”
Con unos años de combate en Hispania durante la 2ª guerra púnica, tras las batallas de Munda y Auringis, los romanos, estando Cneo Escipión a la cabeza, habían derrotado severamente al ejército cartaginense y a sus aliados hispanos. Y a partir de esto, nos dice Tito Livio : (24,42) en 214 a.C.) ”…Como las cosas marchaban tan bien en Hispania, los romanos, finalmente, empezaron a sentirse avergonzados por haber dejado a Sagunto, la causa principal de la guerra, en manos enemigas durante casi 8 años (no debieron ser más de 4 o 5 años). Así, después de expulsar a la guarnición cartaginesa, recuperaron la ciudad y se la devolvieron a aquellos de sus antiguos habitantes que se habían salvado de la guerra. Y los turdetanos, quienes pactaron la guerra con los cartagineses, fueron reducidos por la autoridad, se vendieron como esclavos y su ciudad fue destruida…”
Después de haber hecho una buena campaña en Hispania, los romanos al mando de los hermanos Escipión, y gracias a ello haber reconquistado Sagunto, y con ello devastado a los turdetanos; los cartaginenses vuelven a vencer, hasta el punto de caer en batalla los dos hermanos Escipión, Publio y Cneo (211 a.C.). De tal manera perdieron que tuvo que retirarse lo que quedó del ejército romano hasta un campamento de empalizada al norte del Ebro, todo lo demás fue perdido. Como consecuencia, tanto Sagunto como sus vecinos turdetanos volvieron a manos cartaginesas, con lo cual se volvieron las tornas, siendo castigados los saguntinos y apoyados los turdetanos, sus vecinos y disputantes (211 a. C.)
Y continúa el relato de la delegación de Sagunto en Tito Livio (28,39) en (206 a.C.): “…Y justo cuando habíamos perdido toda esperanza, enviasteis de repente a Publio Escipión, al que contemplamos hoy aquí, nosotros, los más afortunados de los saguntinos. Llevaremos de vuelta a nuestro pueblo la noticia de que hemos visto, como vuestro cónsul electo, al único hombre en quien depositamos todas nuestras esperanzas de auxilio y salvación. Por él ha sido tomada ciudad tras ciudad a vuestros enemigos en toda Hispania, y en cada caso separó a los saguntinos de la masa de prisioneros y los devolvió a casa. Por último, Turdetania, hasta tal punto hostiles a nosotros que aquella gente no podía mantenerse intacta, Sagunto no podía, fue devastada por la guerra para que sólo nosotros, sino – lejos de la palabra odio – ni siquiera nuestros descendientes tuvieron temor, se decidió que la ciudad fuera destruida en gratificación a Sagunto, destruida por Hannibal; fueron tomadas como tributo sus tierras, lo cual no es para nosotros fruto tan placentero como la venganza.”
Así pues, hasta el final de la 2ª Guerra Púnica en Hispania, y su consecuente asentamiento de la República de Roma en estas tierras, las fuentes históricas nos cuentan los terribles litigios que se dieron entre ambas ciudades-estado vecinas, los saguntinos y los turdetanos, hasta el punto que en cuanto tuvieron disposición, se aniquilaron mutuamente, llegando a rozar el odio ancestral entre ambas. Cronológicamente, Sagunto fue destruida en 218 a.C. y en 211 a.C., y la ciudad de los turdetanos lo fue en 214 a.C., y en 206 a.C. Así da gozo tener vecinos.
En ninguno de los relatos de las fuentes históricas de estos acontecimientos aparece el oppidum de Edeta, por lo tanto no podemos aseverar la función que tuvo en toda esta historia saguntina. Si bien, no se puede obviar que existía una cercanía entre ambas (27 kms) que obliga a pensar que debió estar implicada. Podría haber sido neutral entre ambas posiciones, o ser aliada de menor rango de los litigantes y haber sufrido sus mismos desmanes bélicos, o bien haber formado parte de una misma ciudad-estado en el territorio de Arse-Saguntum. El caso es que, en estos quehaceres, no tuvo relevancia para los historiadores romanos.
– Tito Livio, «Ab Urbe Condita libri», S I a.C.
– Apiano de Alejandría, «Historia Romana», S II d.C
Autor: Javier Jordá Sánchez