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EL ABASTECIMIENTO DE AGUAS A COMIENZOS DE LOS CUARENTA

  • Por Mª Carmen Martínez Hernández
  • 18/11/2018
  • Época Contemporánea
  • Servicios Públicos

En 1944 todavía no tenía Requena establecido servicio de aguas potables a domicilio. El abastecimiento de aguas a la población se verificaba por una liberal y gratuita concesión que en 1883 hicieron los propietarios de tierras que riegan con las aguas del manantial conocido con el nombre de fuente de Reinas, actualmente constituidos en comunidad de regantes del mismo nombre.

La fuente de Reinas se ubica a dos kilómetros de la población,  entre el sur del camino vecinal de Requena a Chera y el norte de la vía férrea de Valencia a Utiel kilómetro 14,3. En aquella época, las aguas nacían superficial y espontáneamente en una excavación del terreno revestido de mampostería ordinaria y formando acequias de sillares de piedra sobre los que se levantaban dos paredes de mampostería de unos dos metros de altura unidos por una bóveda en forma de túnel. De esta fuente, cerrada con puerta de hierro y aislada de todo contacto exterior, partía una toma de agua, que subterráneamente la conducía a una pila o pequeño depósito también subterráneo y situado a unos diez  doce metros de distancia de la fuente, donde además de servir de desnivel superior o punto de partida y arranque de la conducción general de distribución, las aguas una vez sedimentadas y depuradas eran  conducidas por tuberías igualmente subterráneas para alimentar las fuentes públicas de los distintos barrios en  la población. Así en Las Peñas se ubicaba una en la plaza de San Sebastián, otra en la de La Tienda, y otra en la calle de San Luis. En la parte central de Requena se situaron sendas fuentes en las plazas del  General Mola y otra del General Sanjurjo. En la Villa se situaron una en la plaza del Castillo, otra en la plaza de la Villa y otra en la plaza de San Nicolás. Para el pequeño barrio de Las Ollerías se dotó una en la  calle de los Desamparados.

El servicio oficial y público de abastecimiento de aguas estaba complementado por diversas fuentes naturales debidamente acondicionadas y cuidadas que se encontraban en el contorno de la población, tales como la de Regidores, fuente de las Pilas, de la Palma, de Bernate, del Pino y otras de las que habitualmente se servía el vecindario.

En las aldeas el servicio de abastecimiento de aguas se realizaba por medio de pozos públicos convenientemente acondicionadas, y en algunas de ellas, como La Portera y Campo Arcís, tenían conducciones subterráneas a las fuentes públicas establecidas. Algunas otras aldeas tenían fuentes naturales.

Gestiones que se realizaron para acogerse a los beneficios que conceden las leyes de abastecimiento de aguas y alcantarillado.

Aún cuando el abastecimiento de agua a Requena no constituía un verdadero problema, el Ayuntamiento consideraba que cuántos mayores fuesen las garantías de seguridad, en cuanto a potabilidad y pureza, más asegurado se tendría el índice negativo de epidemiología. Nada mejor que llevar el agua a domicilio con todas las garantías. Pero además, estaba la cuestión de la inaplazable necesidad de ensanchar la población, lo que obligaba a poner la vista en el mañana, dado que lo que no constituía problema alguno en su presente, en un futuro inmediato podría llegar a serlo. De ahí que una elemental medida de previsión exigía resolver, de una vez por todas, la llegada del agua a todos los domicilios. Y, ya que había que hacerlo forzosamente para el ensanche de la población previsto, se imponía hacerlo para toda Requena.

Otro motivo abundaba en las tesis del Consistorio, la urbanística moderna. Esta imponía como algo primordial el servicio de aguas. Era evidente que gran número de casas requenenses utilizaban para servicios domésticos exclusivamente aguas de sus pozos, que elevaban por medio de pequeños motores eléctricos. Y si eso estaba sucediendo cómo no se iba a llevar a todas las casas mejores y más puras aguas con mayor economía. Para finalizar su argumentación el Ayuntamiento esgrimía la cuestión higiénica. La higiene estaba  enseñando que una mayor disposición de agua a mayores y más fáciles medios, más segura estaría su garantía de eficacia en el orden sanitario.

Partiendo de  todas estas consideraciones, el Ayuntamiento acordó, en sesiones del 10 de noviembre de 1941, 25 de febrero de 1943 y 1 de marzo de 1943 establecer el servicio de aguas potables a domicilio en Requena y el de saneamiento o alcantarillado. En 1941 el servicio de alcantarillado  ya estaba hecho en parte puesto que desde hacía varios años, todas las calles urbanizadas contaban con él, de ahí que decidieran acogerse a los beneficios del Decreto del Ministerio de Obras Públicas de 17 de mayo de 1940 y Reglamento para su aplicación de 30 de agosto del mismo año. Procediéndose a realizar  los oportunos expedientes, una vez hecha la solicitud oficial a los poderes públicos, y aportada la documentación pertinente para su tramitación  en  la Jefatura de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Júcar, como órgano competente en la materia, donde continuaba en 1947.

Proyectos en planta en 1944 y dificultades.

Del estudio previo realizado por los técnicos correspondientes, dos eran los proyectos que habían de realizarse: el de abastecimiento de aguas potables a domicilio y el de saneamiento y alcantarillado para el casco urbano de Requena. De cara a las aldeas, de momento era materialmente imposible de llevar o hacer extensivos, en aquel momento,  esos proyectos a las aldeas. No obstante, el Ayuntamiento había mejorado ya el servicio y las instalaciones en varias de ellas y estudiaba la posibilidad y los medios para perfeccionarlas en los demás, pues tanto las características naturales, como la enorme extensión del término municipal dificultaban enormemente, y singularmente por el potencial económico que se necesitaría y del que no podía disponer la municipalidad, puesto que rebasa los medios de riqueza del país, y ni siquiera con la ayuda del Estado podía prodigar tan provechoso beneficio a las aldeas. Los problemas referentes a las aldeas se irían resolviendo con el tiempo y en relación a las posibilidades presupuestarias, sin descuidar cada pequeño problema que fuese surgiendo.

Había, pues, que recurrir a procedimientos técnicos especiales e incluso valerse de medios indirectos para su realización. En lo concerniente a Requena surgieron dos grandes inconvenientes: uno de orden técnico y otro de orden social y económico.

El de orden técnico, quedaría resuelto por la misma topografía del país. Estaba claro que las aguas de fuente de Reinas, de las que se venía sirviendo la población para su abastecimiento, no podían seguir utilizándose para el abastecimiento y dotación a domicilio porque ese procedimiento implicaba un mayor consumo de agua, cuando también estaban la necesidad de utilizarla para jardinería, para lo servicios municipales en general y especialmente el de incendios. Todo ello implicaba una mayor presión de agua de la que se tenía y, en consecuencia, mayor altura en el punto de su captación. Tampoco era  posible recurrir a manantiales de las fuentes inferiores o periféricas, tanto por su falta de caudal, como porque aún reunido todo el caudal que lo integraba, cosa no difícil, habría que llevarlo por procedimientos mecánicos. Todo ello resultaba antieconómico. La cuestión se podría resolver recurriendo a las cuencas superiores que ofrecen considerable altura facilitando cantidad de presión más que suficiente. Pero esto conllevaba  dificultades varias.

En resumen, la topografía del país permitía recurrir a la cuenca más importante y más elevada. En ella se hallan situados los manantiales de Rozaleme y el de la Mina que fertilizaban extensísimas zonas de huerta requenense y pertenecían a los riegos o comunidades de regantes que llevaban, respectivamente los nombres expresados. Acudir a ellos para lograr la dotación de agua parecía cosa sencilla a primera vista, pero no lo era en la realidad, sino que de ella surgían dos aspectos igualmente fundamentales, el social y el económico.

El social derivaba de la pertinaz sequía que en los últimos años sufría la comarca, especialmente acentuada en 1942 y 1943, y azotaba el agricultor. Los manantiales de Rozaleme y La Mina disminuyeron considerablemente. El de Rozaleme, en el transcurso de 1939 a 1943 venía acusando una media constante de 90 a 120 litros por segundo, pero en  julio de 1944 se quedó reducido a 38. Los regantes tuvieron que acudir al auxilio facultativo y económico del Estado para construir estanques y revestir las acequias generales para aprovechar al máximo sus aguas. Por otra parte, el Ayuntamiento no podía  consentir que decayese la producción en momentos críticos, cuyo valimiento había de realizarse por “nosotros  mismos”, máxima en Requena donde por su clima no podemos obtener más que una cosecha y un resiembro. No era, pues, el  momento oportuno para lanzarse a una expropiación de aguas de estos manantiales a sabiendas de que perjudicaría al sector más importante de la vida social y económica de Requena, creando un malestar y un problema social a la clase que más necesitaba del apoyo del Ayuntamiento. 

En cuanto al aspecto económico, los técnicos competentes informaban que a la hora de hacer expropiaciones de agua se verifica su tasación o valoración por la diferencia resultante de la precio de producción con relación a la tierra de secano, lo que supone una elevadísima indemnización que escapaba de las posibilidades  del Ayuntamiento.

Cuestiones que todas ellas en su conjunto podían llevaban a plantearse si  se iba a renunciar al servicio de aguas potables a domicilio en Requena. Pues no, el Ayuntamiento tenía claro que no, que había que buscar soluciones. Finalizando 1944 estaba embarcado en  el estudio  de una solución fácilmente practicable como era la captación, directamente realizada por el Ayuntamiento, de un alumbramiento de aguas. Podía llevase a cabo si bien por cuenta exclusiva del Ayuntamiento, bien acudiendo a la Jefatura de Minas o bien contratando con una empresa particular. La realización parecía sencilla. El coste no pasaría de cuatro o cinco mil pesetas. En cuanto al punto de ejecución, los técnicos habrían de señalarlo en la amplísima zona de aquella cuenca que por su altitud ofrecía las máximas garantías al fin propuesto.

Si tenían acierto, con este medio quedaría solucionado la cuestión del abastecimiento de agua y de saneamiento, amén de poder facilitar los sobrantes, si los hubiere, mediante el pago en el correspondiente canon, a los regantes para engrosar sus diezmado caudal, con  lo que se contribuiría a solucionar otro de los importantes problemas locales.

La disminución de caudal de la fuente de Reinas conllevó un arreglo de la misma. La Comunidad de Regantes de Fuente de Reinas decidió, bajo la dirección facultativa del ingeniero don Manuel Cánovas García, acometer obras de mejora del manantial que dieron excelente resultado, ya que su caudal había quedado reducido a seis litros por segundo, y tras el arreglo afloraban treinta y seis litros por segundo con lo que la zona regable percibió una sensible mejora y la toma de aguas con destino al consumo público quedo normalizada efectuándose el suministro a las fuentes públicas excelentemente. Afortunadamente el problema del abastecimiento no adquirió carácter de gravedad ya que circundaba la población una serie de fuentes naturales donde poder abastecerse para las necesidades del vecindario aunque con un poco más de molestia.

En 1946 se manifestaba que lo difícil era la captación de aguas. Los trabajos realizados por el Ayuntamiento para la captación de aguas habían dado un mediano resultado. El Instituto de Colonización,  a instancias de las Comunidades de Regantes había iniciado estudios y sondeos para captación de agua. Se contaba con la ayuda del ingeniero jefe de la zona de Valencia don Cirilo Cánovas García quien puso a trabajar todo su equipo facultativo. Comenzó a realizarse estudios en las proximidades de Fuencaliente, que bien pudieran dar caudal suficiente tanto para el riego de las huertas limítrofes como para el servicio de agua potable a domicilio.

En 1947 se encontró agua potable química y bacteriológicamente. Un estudio geológico había demostrado la existencia de los elementos rescindibles para cimentar estudios de futuro. Era una de esas aguas, que si bien eran para riego tenían un grado suficiente, razón por lo que podrían entrar activamente en la vigente Ley de Aguas para uso doméstico. No faltaban obstáculos de tipo técnico y económica, ya que las aguas del paraje de Fuencaliente,  se encontraban a mucha distancia de la población y el nivel superficial era inferior a la necesitada de la población, problema que técnicamente podría resolverse, pero el coste económico era insuperable. Para resolver estos obstáculos iniciales, y siempre por consejo facultativo, el Ayuntamiento cedió parte de una parcela de terrenos que poseía en el mismo paraje de Fuencaliente pero que reunía las características exigidas de distancia a la población al Instituto de Colonización para realizar en dicha parcela trabajos de captación de aguas, que al decir de los facultativos podrían obtenerse agua más que suficiente para el abastecimiento de la población a domicilio y de la misma pureza que la anterior.

Tras un sinnúmero de dificultades y contando con la ayuda del Instituto Nacional de Colonización resultó que el análisis químico y bacteriológico de las aguas alumbradas las presentaban como potables en toda su integridad. El Ministerio de Agricultura, por resolución de 8 de abril de 1948 y en virtud de las atribuciones conferidas por el Consejo de Ministros de 27 de agosto de 1948, vendía al Ayuntamiento de Requena por el precio  81.426,55 pesetas de la parcela, obras y aguas alumbradas con destino al servicio de aguas potables de Requena. Acreditada la propiedad de las aguas y presentados los testimonios de los analistas, la Confederación Hidrográfica del Júcar tramitó los expediente para realizar estudios y proyectos que permitiesen dotar a Requena del servicio de abastecimiento y distribución interior de las aguas y de su alcantarillado. De otra parte el problema del abastecimiento de agua a domicilio iba unido estrechamente al de saneamiento y alcantarillado, este último quedaría automáticamente resuelto por el primero puesto que el elemento fundamental es el agua.

El abastecimiento no se resolvería debidamente hasta una década después, cuando el 11 de febrero 1955 el Consejo Ministro aprobaba el proyecto de alcantarillado y aguas potables de  Requena.

Fuentes.

ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Memorias de Secretaría 1944, 1946 y 1947.

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