La llegada de la civilización romana a la Península Ibérica en el siglo III a. C. supuso para este territorio un progresivo avance cultural conocido como romanización. Esta asimilación de costumbres tuvo su reflejo en nuestro territorio, siendo uno de los más romanizados desde los inicios. Las tierras valencianas del interior fueron explotadas por su riqueza agraria en cultivos de secano, como es el caso de las comarcas de Requena-Utiel o de Los Serranos. En estos territorios destacó la proliferación de explotaciones conocidas como villae sobre todo en época imperial. Solamente en la comarca de los Serranos, lugar donde se sitúan los vestigios del Acueducto Romano de la Peña Cortada, se localizan varias villas romanas. Según Vicente Llatas, en esta comarca se localizan varios yacimientos de este tipo: “Cañada Palomara”, “Collado”, “Pila” o “La Torre” en Villar del Arzobispo, “Hontanar” en Domeño (viejo), o “Villarpardo” en Higueruelas. (Llatas 1957: 153-186).
A diferencia de la comarca de Requena-Utiel, en la que no se conoce un gran centro urbano neurálgico que articule las diferentes explotaciones agrarias, el territorio de la actual comarca de Los Serranos tras la llegada de los romanos fue parte de las tierras de la ciudad de Edeta (Llíria, Camp del Túria). Esta ciudad de origen íbero fue refundada tras la conquista romana y sus tierras administradas por las nuevas autoridades. El crecimiento de esta urbe a partir del siglo I d. C. fue exponencial, debido a su gran riqueza comercial basada en la venta de productos de secano como el aceite, el vino o el cereal. Este crecimiento económico tuvo su reflejo en la aparición de una fructífera clase social de propietarios agrarios, de entre los que destacaría el ilustre Marco Cornelius Nigrinus, que se convertiría en un prominente político y general romano durante los reinados de los emperadores Domiciano y Nerva. Coincidiendo con este periodo de gran esplendor para la ciudad, se vivió un gran crecimiento urbanístico, atestiguado por construcciones como el Santuario y complejo termal de la partida de Mura. (Escrivà, Vidal 1995: 231-239/Montesinos 2011: 155-164).
En consecuencia con estos hechos destacados estaría la construcción del Acueducto romano de Peña Cortada también en tierras edetanas y con la misma datación en torno a finales del siglo I d. C. o inicios del siglo II d. C. Esta magnífica obra de ingeniería romana está considerada como unas de las obras hidráulicas más importantes de Hispania, comparables a otros grandes acueductos como los de Mérida (Los Milagros y San Lázaro), el de Tarragona o Acueducto de Les Ferreres, o el Acueducto de Segovia, aunque a diferencia de estos, su conocimiento es menor, debido a que hasta la fecha no se han publicado estudios de la obra en profundidad. Pero sus características constructivas no tienen nada que envidiar al resto de acueductos mencionados, ya que en su trazado se desarrollaron todas las técnicas romanas de construcción hidráulicas conocidas. El objetivo de este breve artículo es aportar mayor visibilidad al conjunto y mostrar sus principales vestigios conocidos.

El Acueducto romano de Peña Cortada fue declarado Bien de Interés Cultural (B.I.C.) por la Generalitat Valenciana en 2004 con el decreto 159/2004, con categoría de monumento, englobando los vestigios del mismo que discurren por los términos municipales de Tuéjar, Chelva, Calles y Domeño, situados en la ya mencionada comarca de Los Serranos. No sería hasta la década de los 90 del siglo XX cuando el gran interés de las administraciones locales hiciera que el hoy catedrático José Luis Jiménez Salvador de la Universidad de Valencia comenzara el primer estudio científico de este monumento arquitectónico, que terminaría con su declaración como Bien de Interés Cultural.
El acueducto tiene un trazado conocido de en torno a 30 km de distancia desde su captación de agua hasta sus últimos vestigios conocidos, cerca del municipio abandonado de Domeño antiguo. Su origen es la captación de aguas (Caput Aquae) construida en el río Tuéjar dentro del término municipal de Tuéjar, situado a unos 80 km de Valencia. Se encuentra muy próxima al área recreativa de la Fuente del Saz, 200m al noroeste remontando el curso del río. La destrucción del specus (canal) del acueducto, a la salida de su captación de aguas, para construir sobre él una acequia moderna (la Acequia Mayor de Chelva), ocasionó la prácticamente desaparición de los restos de este acueducto dentro del término de esta población. Esta captación fue construida aprovechando un recodo o meandro del río sobre el que se alzó una pequeña presa o Saeptum que hace elevar las aguas del río y encauzarlas hacia la entrada de la canalización. Este tipo de captación de agua fue muy utilizada en ingeniería hidráulica romana, Vitrubio en su libro VIII de su obra Diez libros de Arquitectura especifica este tipo de captaciones de agua directamente de los cursos fluviales, cerca de sus nacimientos.

Tras la captación de aguas, los vestigios del acueducto son de menor envergadura e importancia al haber sido construida sobre el trazado original la acequia moderna. En el término municipal de Chelva encontramos vestigios restaurados como el puente del Barranco del Convento, el puente de la Fuente de la Gitana, y una cantera de piedra usada en la construcción del acueducto. Los restos más conocidos y monumentales de este acueducto se encuentran dentro del término municipal de Calles.

El puente de la Rambla de Alcotas es la primera gran obra de este acueducto. La historiografía tradicional nos muestra como este puente de seis arcos aún se mantenía integro en el siglo XVII, ya que autores como Escolano o Mares así lo documentaron. Pero ya a finales del siglo XVIII, Cavanilles constataba la presencia solamente de los vestigios visibles hoy. Probablemente la sucesión de fuertes avenidas de agua torrencial, típicas de este clima y territorio, serían la causa de su derrumbamiento, acontecido en una fecha indeterminada entre estos dos siglos. La fábrica de este puente se elaboró en opus quadratum o sillares paralelepipédicos de piedra caliza extraídos de la ya mencionada cantera de Chelva. La construcción de este puente acueducto se realizó con la superposición de estos bloques de caliza en hiladas, con la técnica de “a soga y tizón”. (Vitruvio 1992: 237-242)

A apenas 2 km de distancia de este puente, nos encontramos con la obra hidráulica más conocida y en mejor estado de conservación de este acueducto, El puente del Barranco de la Cueva del Gato. Este se fabricó con la misma técnica constructiva que el anterior de la Rambla de Alcotas, en opus quadratum o sillería de piedra caliza. Su longitud máxima es de 36 m y su altura máxima está en torno a los 20 m. Los tres arcos de medio punto poseen una luz aproximada de 6 m, estando construidos con la misma técnica que la del puente anterior, un juego de dovelas en forma de cuña que reparten el peso del puente entre sus pilas. Estos arcos se construían utilizando una cimbra o estructura de madera que permitía sustentar la obra mientras se iba colocando las dovelas, hasta poner la clave. Las dos pilas centrales apoyan directamente en el lecho del barranco, sobre nivel geológico, lo que ha permitido su conservación frente a las continuas y estacionarias avenidas de agua que sufre el barranco. Las otras dos pilas menores se apoyan y arrancan de las dos márgenes del barranco.


Los sillares utilizados para construir este gran puente acueducto fueron extraídos del gran corte producido a la salida del mismo, en la conocida como Peña Cortada. Este gran corte que da nombre al acueducto supuso un ardid técnico de los ingenieros romanos, sin igual en Hispania. La necesidad de sillares para construir el anterior puente del Barranco de la Cueva del Gato, hizo que estos ingenieros tuvieran que obtenerlos de una cantera cercana al puente, ya que esta zona es muy abrupta y de difícil acceso, incluso con medios modernos. Así pues, ante la vicisitud de construir el acueducto bordeando esta peña o tallar una galería para conducir el agua a través de ella, los ingenieros romanos decidieron minar la peña de arriba a abajo, y utilizar la piedra extraída para levantar el puente mencionado.

El gran corte vertical, tallado a mano en la roca, posee unas medidas de 25 m de altura por 50 m de longitud, en el centro de la sima se dejó sin tallar una columna de 3 m de ancha y toda la altura del corte, 25 m, a modo de contra fuerte, que evita que las paredes del tajo se plieguen sobre sí mismas. Esta original técnica constructiva romana no es un caso excepcional de este acueducto.

Existen otros ejemplos en el mundo romano de cortes similares en grandes peñas, como el del acueducto de Fréjus en Francia (s. I d. C.), conocido como la Roche Taillé, de 12 m de altura, o el del acueducto de Side en Turquía (s. II d. C.), donde se talló un corte en la roca de 18 m de altura. Sí decir que aunque este corte en la roca de la Peña Cortada no es el único caso en el mundo romano, sí es el de mayores proporciones conocido y el único de sus características en toda la Península Ibérica. (Jiménez 2004: 2-3)
La singularidad de este gran corte en la roca junto con los dos puentes monumentales anteriores, convierten a este acueducto en uno de los más importantes de la Hispania romana. Los vestigios más allá de este conjunto se encuentran en un peor estado de conservación. Salvo un tramo de galerías talladas en roca que parten del gran corte y que discurren al redor de 400 m de longitud en dirección este. Este tramo ha sido puesto en valor y restaurado en varias campañas de actuación arqueológica promovidas por el ayuntamiento de Calles y la Universidad de Valencia.

Esta técnica constructiva de tunelado de galerías, mediante rebajes y ventanas de ventilación, se puede apreciar en otros acueductos romanos llevados a cabo en Hispania en este período (s. I d. C.), como es el caso del Acueducto romano de Albarracín –Cella, situado en la provincia de Teruel. Este acueducto presenta las mismas características constructivas en sus tramos de galería que las del acueducto de La Peña Cortada, con el tallado de ventanas de respiración y desescombro, y rebajes de la roca desde arriba a abajo, que originan una alternancia de galerías y canal tallado a cielo abierto muy similar al del acueducto que nos ocupa. (Almagro 2002: 213-238)

Los vestigios conservados del trazado del Acueducto romano de La Peña Cortada cubren unos 28,50 km de distancia desde su captación de agua en Tuéjar hasta los últimos vestigios hallados en la zona de Los Cerrados en Domeño antiguo. Las cuestiones sobre su posible destino y el debate historiográfico al respecto, así como más datos sobre sus singulares características constructivas serán abordados en futuros artículos, con la voluntad de visibilizar a esta magnífica obra de ingeniería hidráulica romana.
BIBLIOGRAFÍA:
ALMAGRO GORBEA, A. “El Acueducto de Albarracín-Cella (Teruel)”, Artifex, ingeniería romana en España, Madrid, 2002, pp. 213-239.
ESCRIVÀ, V.; VIDAL, X. “La Partida de Mura (Llíria, Valencia): un conjunto monumental de época Flavia”, Saguntum 29, Valencia, 1995, pp.231-239.
JIMÉNEZ SALVADOR, J.L. “Declaración B.I.C. del Acueducto Romano de Peña Cortada”, BOE nº 267, 5-11-2004.
LLATAS BURGOS, V., “Carta Arqueológica de Villar del Arzobispo y su comarca”, APL VI (SIP), Valencia, 1957, pp. 153-187.
MONTESINOS, J. “Llíria, Patrimonio de la Antigüedad”, Llíria. Historia, Geografía y Arte, nuestro pasado y presente, vol. 2, Valencia, 2011, pp.151-175.
VITRUVIO POLIÓN, M. Los Diez Libros de Arquitectura, Madrid, 1992.