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EL AYUNTAMIENTO DE REQUENA EN EL ESTADO FRANQUISTA

  • Por Mª Carmen Martínez Hernández
  • 03/07/2022
  • Época Contemporánea
  • Franquismo

Sometimiento al Estado

El «Nuevo Estado» franquista fue pródigo en la promulgación de un conjunto legal de fueros y principios del Movimiento y otro tipos de leyes fundamentales, pero quedaron fuera de ese conjunto aspectos importantes de la organización del Estado como fue la administración local. Esta quedó lejos de los principios del liberalismo democrático, cuando aparece la Ley de Bases de Régimen Local de 1945 su estructura general, y muchos de sus fundamentos estaban inspirados en el pensamiento municipalista, de hecho, no diferían esencialmente de los del Estatuto de 1924. Sin embargo, todo había cambiado completamente, en cuanto al sentido general del entendimiento de esta institución y del Alcalde. En el fondo hubo un profundo cambio en la concepción del municipio, la articulación legal revestida de retórica, de ambiciosas declaraciones en los preceptos quedó vacía al fallarle el nervio de la regulación centrado en el Alcalde, que volvió a un papel semejante al del corregidor decimonónico[1].

La reforma de la Ley de Bases de 1945, y las disposiciones posteriores hasta 1957, sometieron el régimen local a una «implacable estatización»[2]. Los gobernadores civiles actuaron como directores y coordinadores de la administración local, constituyéndose como la máxima autoridad en cuanto al gobierno y la administración provincial. Desarrollaron un papel fundamental entre el poder central y el local[3], puesto que, si bien impusieron las disposiciones del gobierno de Madrid, también es cierto que transmitieron los problemas locales a la capital, y en los informes que emitieron, o en las memorias redactadas desde el Gobierno civil, manifestaron ser buenos conocedores de la problemática provincial[4]. Una de sus tareas primordiales a comienzo de la década de los cuarenta fue la de controlar ayuntamientos[5] y uno de los medios fue mediante la hacienda local, víctima de la subsidiariedad de lo local a lo estatal que convertía la estructura presupuestaria municipal e incluso la contabilidad en instrumentos para el control político y administrativo de los municipios[6].

Caudillaje y culto al jefe

El proyecto de aglutinar a la colectividad en una única nación, congregada en torno a un jefe absoluto, fue algo común al fascismo y al nazismo, y por su naturaleza y por los medios puestos en marcha para realizarlo, puede calificarse a estos regímenes de totalitarios. También el franquismo participó de esa común aspiración, pero no tuvo el componente totalitario de carácter fascista nada más que en los primeros años, siendo fundamentalmente autoritario. El jefe, en los regímenes fascistas, es una institución clave, cuyo absolutismo está fundado doctrinalmente, y su poder deriva de la posición estratégica en una estructura política de diversos componentes. Gracias a la alianza con las élites, a la instrumentalización de un partido único, y a la existencia de una base popular, el jefe asume una autonomía creciente en relación a cada uno de sus soportes, y todos le reconocen en el papel de mediador, de integrador y de persona que toma las decisiones. Ahora bien, Franco no fue ni un caudillo fascista, ni un caudillo del pueblo, sino como define I. Saz, caudillo por «la Gracia de Dios», de las armas y de los equilibrios de poder[7].

La guerra hizo necesario un mando único, ante la diversidad de fuerzas políticas adheridas al Golpe de Estado, que recayó en el general Franco como personificación del poder militar. Así pues, el elemento aglutinador y estabilizador de la dictadura pasó a ser el Caudillo. Es conveniente tener en cuenta la contribución que hicieron, en el mantenimiento del mito del jefe, tanto los jerarcas del partido, como las élites que lo apoyaron. Tras el acceso al poder, los responsables del partido continuaron contribuyendo a la elevación del jefe, lo cual, a su vez les reportaba ventajas, pero, a su vez, las élites no quedaban marginadas, sino que trataban de bloquear cualquier evolución contraria a sus intereses, envolviendo al jefe en una red de fidelidades[8]. Y es esta cuestión, tal vez, una de las que mejor pueden detectarse en el ejercicio de la política local, en la que están representadas, simultáneamente, las elites sustentadoras del régimen y los jefes locales del Movimiento.

La fidelidad al Caudillo es algo que se patentiza con nitidez en los documentos municipales a través de las salutaciones glorificantes y los testimonios de adhesión, reiterados, especialmente, con motivo de la constitución de cada corporación municipal o de toma de posesión de un alcalde, además de otros actos protocolarios. Pero además de las expresiones de fidelidad, se produce también la exaltación de la figura de Franco como cumbre del sistema político.

La visión mesiánica del jefe es común a los regímenes fascista, nazi y al franquismo, no es, pues, extraño que, en aquellos momentos en los que el régimen se e amenazado, se proceda a la remembranza del Caudillo como el salvador de la patria. El testimonio verbal de la incondicional adhesión al Jefe del Estado es propio de todas las instituciones locales, en las que, además, se dan las mismas expresiones de fidelidad con las concesiones honoríficas a Franco desde hijo adoptivo a presidente perpetuo.

Recién terminada la guerra, el presidente de la Comisión Gestora, Nicanor Armero, con motivo de constituirse una nueva en octubre de 1939, iniciaba los fidelísimos testimonios de adhesión con el lenguaje que va a caracterizar a todo el franquismo

(…) al celebrar este acto de constitución de la nueva Corporación provincial pronunciar unas frases salidas desde lo más íntimo de mi ser y sean ellas las primeras para hacer llegar al Jefe del Estado Generalísimo Franco, nuestra más leal adhesión y de ferviente entusiasmo a su causa, en cuya consecusión [sic] la mayor parte de los españoles dejamos pedazos de nuestra alma, causa la única digna y justa, sentida por nuestro invicto Caudillo salvador de España, quien con perfecto conocimiento del problema, supo llevar a la Patria el resurgimiento de una España imperial[9].

Al despedirse en noviembre de 1943, terminó

(…) saludando a todos y ofreciéndose al pueblo en general, dando los gritos de ¡Arriba España! ¡Viva el Caudillo salvador de España![10].

En la misma sesión constitutiva, el gobernador civil de Valencia daba posesión a la nueva Comisión Gestora Municipal de la ciudad de Requena:

En nombre del Caudillo, Jefe del Estado, Generalísimo de los Ejércitos y Jefe Nacional de F.E.T. y de las J.O.N.-S.

El alcalde-presidente entrante de la Gestora de 1943, Eduardo García Viana, resaltó ante el gobernador civil que

(…) no podía ofrecer ninguna condecoración, pero si un corazón de español puesto al servicio de la Patria

Pidió la cooperación del pueblo en general y se ofreció diciendo

que su despacho está abierto para todos los hijos de Requena y terminando sus manifestaciones con el grito de ¡Arriba España![11].

En mayo de 1943 se aprobó la creación de la Medalla de Oro de la ciudad de Requena como la más alta distinción de la ciudad. Solo el Ayuntamiento podría otorgarla como premio a los requenenses que, a juicio de la corporación municipal, lo mereciesen por servicios de extraordinario relieve prestados a Requena, ya de carácter benéfico, sanitario, social, económico, cultural y artístico y, en general, como premio a todas cuántas actividades representasen una valoración extraordinaria de exaltación local. La misma concesión podría otorgarse a personas que, sin ser requenenses, mereciesen tal distinción por servicios relevantes prestados a la patria y que fuesen declarados persona benefactora de Requena, en cualquiera de los aspectos citados[12].

En junio del mismo año, tras la tramitación del oportuno expediente, se iba a imponer la medalla de oro de Requena a la Reverenda Madre Superiora del Santo Hospital de Pobres, Plácida de Santa Rosa Molinos, por sus cincuenta años ininterrumpidos de servicios técnico sanitarios en el hospital. En aquel acto el Alcalde hizo la propuesta verbal de conceder la medalla de oro al Caudillo.

La Corporación municipal la hizo suya y los gestores puestos en pie por unanimidad vistos y reconocidos los méritos y circunstancias que, de todo orden, concurrían en la personas de Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, jefe nacional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, Generalísimo de los Ejércitos nacionales y jefe el Estado, le concedieron la medalla de oro[13].

.

Este culto al jefe se traduce, también, en un acatamiento absoluto de la jerarquía política, manifiesto en interminables felicitaciones y agradecimientos, en el nivel provincial, a las autoridades toda vez que, en la ciudad se va a hacer algo. La consecución para Requena de proyectos que se plasmarían en realidades, o que de un modo u otro la beneficiarían, no se traducía como hechos de justicia, sino como manifestaciones de gratitud hacia las autoridades locales, provinciales y nacionales. En este contexto hay que situar cualquier testimonio de adhesión y fidelidad bien a personalidades relevantes como fue en Requena el general Varela, como al propio Alcalde por parte de los gestores municipales, o el fiel seguimiento a cuantas suscripciones nacionales sean propuestas por parte de las autoridades superiores.

El gobernador civil de la provincia fue la autoridad superior que más invitaciones remitió a los municipios, vía telegrama, vía oficio, fomentando ese caudillaje, esa adhesión y testimonios de fidelidad con los más variados motivos: promulgación del Fuero de los Españoles, de la Ley de Régimen Local de 1945.

El Fuero de los Españoles entraba en vigor el 6 de agosto de 1945. Mediante telegrama de 4 de agosto, el gobernador civil pedía un

(…) «excitado celo de la Alcaldía para su más exacto cumplimiento, de los preceptos que contenía»[14]. 

La promulgación de la Ley Local de 1945 motivó que un grupo de alcaldes de la provincia de Madrid propusiese la posibilidad de expresar su fidelidad y adhesión. Lo acontecido llegó al alcalde de Valencia, quien por oficio de 8 de agosto se lo transmitió a los alcaldes de la provincia, incluida Requena, invitando a la corporación municipal a que se adhiriese a la invitación. El objetivo era expresar su visión y gratitud al Caudillo por la gracia de la Ley de Régimen Local y obsequiarle con un álbum que contendría las firmas de todos los alcaldes procuradores en Cortes como representantes de los pueblos. La Gestora acordó

asociarse entusiásticamente a la iniciativa y expresar al Caudillo y Jefe del Estado su incondicional adhesión y fervorosa gratitud por la promulgación de la vigente Ley de Régimen Local y por los desvelos y méritos de todo orden que tiene contraídos en su constante labor en favor del Municipio español[15].

Los prohombres vinculados a Requena demostraron en multitud de ocasiones su ayuda al municipio. Los Lamo de Espinosa fueron una familia de notables que lo hicieron frecuentemente. En 1945, Emilio Lamo de Espinosa y Enríquez de Navarra, que por entonces era subsecretario de Agricultura, ingresó en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, con tal motivo fue felicitado personal y corporativamente por el alcalde y la Comisión Gestora. Felicitación que fue debidamente agradecida[16].

  1. Morillo-Velarde, J. I.: El Alcalde en la Administración española, Sevilla, 1977, pp. 93-94.

    ↑
  2. Albi, Fernando: La crisis del municipalismo, Madrid, 1966, pp. 405- 406 y 488-489.

    ↑
  3. Sánchez Brun, Gaudioso: «El mensaje político de los gobernadores civiles turolenses (1936-1961)», en II Encuentro de Investigadores del Franquismo. Alicante, 1995, I, p. 205.

    ↑
  4. Problemática puesta de relieve en las memorias anuales de los Gobiernos Civiles según Ortiz Heras, M.: «El liderazgo de los gobiernos civiles como institución básica de la administración provincial», en II Encuentro de Investigadores del Franquismo. Alicante, 1995, I, p. 182.

    ↑
  5. «El poder local, en este primer franquismo, reproduce el poder central y es desempeñado por personajes de nombres conocidos o ‘notables’». Eiroa San Francisco, Matilde. «Instituciones y poder político en el primer franquismo», en actas del II Congreso de Historia de Andalucía. Córdoba, 1991. Andalucía Contemporánea. Córdoba, 1996, I, pp. 623.

    ↑
  6. González Madrid, Damián Alberto; Martínez Lozano, Juan Miguel: «La hacienda municipal del primer Franquismo (1940-1953)», en Ayeres en discusión: temas clave de Historia Contemporánea hoy, 2008, p. 253.

    ↑
  7. Saz Campos, Ismael: «La peculiaritat del feixisme espanyol», en Afers, 25 (1996), p. 636.

    ↑
  8. Burrin, Philippe: «Política y societat: Les estructures del poder a l’Itàlia feixista y a l’Alemanya nazy», en Afers, 25 (1996), pp. 504-505.

    ↑
  9. Comisión Gestora Municipal: Libro de Actas, 14 de octubre de 1939. ↑

  10. Comisión Gestora Municipal: Libro de Actas, sesión extraordinaria de 24 de noviembre de 1943. ↑

  11. Ibid. ↑

  12. Comisión Gestora Municipal de Requena: Libro de Actas 31 de mayo de 1943.

    ↑
  13. Comisión Gestora Municipal de Requena: Libro de Actas Extraordinaria de 25 de junio de 1943.

    ↑
  14. Comisión Gestora Municipal: Libro de Actas, 8 de agosto de 1945.

    ↑
  15. Comisión Gestora Municipal: Libro de Actas, 27 de agosto de 1945.

    ↑
  16. Comisión Gestora Municipal: Libro de Actas, 31 de octubre de 1945. ↑

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