La primera guerra carlista se libró en medio de una intensa transformación político-social, la de la revolución liberal. Con un Estado en quiebra y acosado por las deudas, se aplicaron medidas desamortizadoras de gran trascendencia, de las que no escaparon los inmuebles urbanos como los edificios de los conventos.
San Francisco era uno de las principales edificaciones religiosas de la Requena del Antiguo Régimen. Emplazado en una de sus eminencias, había sido ocupado durante las pasadas guerras de Sucesión y contra Napoleón. Precisamente, los napoleónicos instalaron aquí un hospital militar y pensaron transformarlo en una completa ciudadela, capaz de imponer respeto a fuerzas considerables. Las funciones militar y hospitalaria desplazaban a la religiosa.
Enfrentados a los carlistas, los liberales requenenses reforzaron sus defensas. Ante las partidas carlistas, capaces de agruparse para formar ejércitos mayores, optaron por afirmarse en posiciones defensivas urbanas, desde donde se pudiera mantener la administración pública y controlar un territorio más extenso, o al menos reclamarlo. En cierta medida, la España liberal presentaba entonces una estructura atómica, cuyas partículas en movimiento abrazaban una serie de espacios vacíos. La estrategia no era nueva y ante la pasada invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis y de los napoleónicos se optó por esta misma, con toda la efusión de numantinismo conocida. Al fin y al cabo, tales planteamientos defensivos habían preservado anteriormente gran parte de la integridad del imperio español en América frente a sus rivales, desde San Agustín en Florida a Buenos Aires, pasando por Cartagena de Indias. Bajo este prisma, la primera guerra carlista tiene un aspecto colonial, con los oficiales Ayacuchos en la plana mayor del ejército liberal y acusaciones de caribes salvajes a los carlistas por la prensa contraria.
A diferencia de los napoleónicos, los comandantes de la Requena isabelina no juzgaron de igual valor militar el convento de San Francisco. Dueños del núcleo urbano, lo estimaron difícil de defender y propicio a ser tomado por el enemigo, que desde allí podría abrir fuego con impunidad. Se llegó a plantear la posibilidad de su destrucción. Sin embargo, la filantropía del liberalismo ilustrado en un tiempo de grandes necesidades asistenciales la vedó. En el documento que ofrecemos a continuación, el ayuntamiento reclamó la necesidad de convertir San Francisco en hospital, algo que se lograría en 1850 finalmente tras varias peripecias. Los exiguos recursos de sus arcas no evitaron la actuación desenvuelta del municipio requenense, que a su modo reclamó la superioridad del poder civil sobre el militar a despecho del momento. Así se expresó:
“En la ciudad de Requena a diez y ocho de abril de mil ochocientos treinta y ocho. Reunidos los señores de Ayuntamiento que forman en esta sala capitular, se dio cuenta del oficio que precede que acaba de dirigir el señor comandante militar del cantón, y enterados dijeron: Que la precisión de desempeñar el urgente servicio de las diligencias de quinta ha impedido contestar sobre la memoria a que dicho oficio se refiere y si bien el Ayuntamiento tendría el mayor placer en acceder por sí solo a la ejecución de aumento de obras de fortificación que se proponen y aun de otras mayores, que asegurasen la población contra toda invasión enemiga, no le es posible convenir en la destrucción del edificio que fue convento de religiosos franciscos por tener hecho presente a la Junta de Enajenación de esta clase de edificios y a otras autoridades superiores lo útil que es su conservación y el pensamiento de destinarlo a hospital de caridad y casa de beneficencia cuando las circunstancias lo permitan, ni tampoco a edificios de propiedad de particular, sin que antes y acreditado previamente sea perjudiciales a la mejor defensa y seguridad de la población..”
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Caja 1819 de correspondencia militar.