De las primeras decisiones de la Sangre sabemos que sus offiçiales o directivos reuníanse en la celda prioral del monasterio del Carmen, designándose entre ellos dos Mayordomos (uno por el estado noble y otro por el plebeyo), dos Clavarios, un Alférez o portador del Estandarte y dos Plateros; que todos estos eran nombrados anualmente por sus antecesores y confirmados por el pleno de cofrades, quienes utilizaban en las votaciones gallobas blancas (voto positivo) y negras (voto negativo); que, en ocasiones, eran designados oficiales personas ajenas a la Vera Cruz (Acta del 4 de abril de 1632); que los verdaderos presidentes de la cofradía eran los priores del Carmen; que los cabildos generales se convocaban, como en la actualidad, a golpe de campana, celebrándose en la sacristía del Carmen; que el oficio de Alférez o portador del Pendón reservábase en un principio para el lucimiento de la gente moza; que a los entierros de los cofrades asistían los hermanos en pleno llevando un Crucifijo y las insignias de la Hermandad; que en la noche del Jueves Santo obsequiaban los Clavarios a los frailes carmelitas con çierta colación que no tardó en prohibirse; que la Vera Cruz regalaba a los frailes en la Pascua dos o tres cabritos; que no eran extrañas las rivalidades entre los hermanos del estado noble y los del llano; que estos últimos, auténticos forjadores de aquella brillantísima Requena de tejedores y mercaderes de seda, adquirieron para la cofradía imágenes de indiscutible mérito; que los primitivos Mayordomos pedían la limosna de hilaça (residuos de cáñamo y lino) para confeccionar los hachones de pedriega que fulguraban en los cortejos procesionales.
Rafael BERNABÉU LÓPEZ, La Vera Cruz requenense. Efemérides, ceremonias, litigios, ordenaciones y curiosidades, Requena, Artes Gráficas Molina, 1955, pp. 19-20.