Dedico este artículo a la memoria de D. César Jordá Moltó, fundador del Centro de Estudios Requenenses, excelso escritor, genio del dibujo. Polímata como Jerónimo de Ayanz, paremiólogo como Hernán Núñez de Toledo, hombre de comarca, hombre de mundo. Paseando siempre el nombre de nuestra egregia comarca con el honor y la fidelidad que caracterizaron a tan gran hombre y a su estirpe.
Este 14 de julio de 2020, y cómo nos viene acostumbrando durante los primeros compases del verano, cayó un aguacero que acabó por tornarse en pedrisco. Una tormenta de pedrisco, considerada como la peor en treinta años, que cayó con especial virulencia en la zona noroeste de la comarca que comprenden los términos municipales de Camporrobles (incluyéndose la aldea de La Loberuela, con graves daños), Villargordo del Cabriel, Fuenterrobles, Caudete de las Fuentes y Venta del Moro (atacando con especial violencia a la aldea de Jaraguas y en la entrada al casco urbano ventamorino desde Utiel).
El término “pedrisco” es utilizado como una denominación común para el granizo, el cuál se forma en el interior de los cumulonimbos – las nubes de gran desarrollo vertical – y que necesita de la presencia de tormentas como fuertes corrientes ascendentes, siendo más común en las latitudes medias – como las nuestras – debido a que en las regiones tropicales, situadas al sur del ecuador, las altas temperaturas, funden al granizo en su camino hacia la superficie de la tierra. Y, aunque pueda aparecer en cualquier época del año, prolifera en épocas invernales o en los primeros compases de la primavera y verano, las cuáles no presentan temperaturas especialmente altas, por lo que es muy común que aparezcan los factores que provocan esta situación. Esta es la naturaleza de esta tormenta, la cuál azotó la comarca entre las 15h-19h.30, y provocó peculiares imágenes, como el desbordamiento de la Rambla de Albosa en el Río Cabriel.
Cómo ya se ha mencionado con anterioridad, las zonas afectadas fueron las zonas del noroeste comarcal, afectando especialmente a Caudete de las Fuentes, Fuenterrobles y Villargordo del Cabriel.
En lo que respecta a Caudete de las Fuentes, cuyos viñedos se encuentran lindantes a la aldea de Jaraguas y, también, a la entrada del casco urbano ‘ventamorino’, el granizo no fue especialmente virulento, ya que la composición de estos viñedos no está en pendiente, sino totalmente perpendicular a la tierra – circunstancia que permitió que se me salvasen viñedos de esta zona – aunque conforme se iba acercando a Jaraguas, iba elevándose la inclinación, azotando con una acrimonia nunca antes vista, que provocó el aplastamiento de los granos de uva y la despigmentación de las hojas.
Otra cosa, que ya entrando en el término ‘ventamorino’, donde al haber viñas una encima de otra, se provocaban pequeñas cascadas de barro y sedimentos, mientras que en la granja de entrada al municipio – granja de mi abuelo Lupi – se amontonó el granizo, dejando muestras de esas piedras sólidas cerca de la puerta y encharcándose el camino. Las viñas de la granja no se afectaron, tampoco lo hicieron en demasía la de las viñas continuas, aunque hubo importantes destrozos.
No obstante, ha sido en Fuenterrobles, una de las zonas, donde la afectación no ha sido únicamente a los cultivos, sino también al municipio en sí, llegando a anegar establecimientos, pequeñas fábricas y hasta casas de particulares. Las imágenes, en toda su crudeza, han sido mostradas en televisiones nacionales. Hablamos de Fuenterrobles, que es el segundo municipio menos poblado de la comarca, después de Chera – zona no afectada – y que no ha sufrido jamás ningún sobresalto notorio, más que el de estas inclemencias. Aunque si ha azotado con una inusitada violencia, era de esperar la relevancia. El balance que ha hecho su alcalde es de una pérdida total de los cultivos. La explicación más acertada hacia el por qué ha afectado en demasía, es el hecho de que aquí las tormentas se remansan, cogen mucha carga eléctrica, mientras que la altura de la Bicuerca se enfría, generando granizo.
En Villargordo del Cabriel – que también entronca con Jaraguas, especialmente con las afamadas salinas de esta aldea – hay que destacar la total despigmentación de la hoja, el aplaste total de la uva – muchas de ellas ya estaban rojas – y la devastación, casi absoluta, de la vegetación, que ha dejado la desoladora panorámica de las “cepas despeinadas”. Pero, igual que en Caudete de las Fuentes, las zonas afectadas han sido las de más pendiente, no las perpendiculares. Los daños al mobiliario urbano han sido nimios, y la magnitud de los desperfectos campestres ha sido similar a la del término municipal de Camporrobles, que por otra parte si ha sufrido notables deterioros en lo que a sus poblaciones se refiere. Sirva de ejemplo, que por las calles del casco urbano camporruteño se ha desbordado una enormísima cantidad de agua y en la aldea de La Loberuela, prácticamente todo el centro y los caminos han sido anegados.
A 16 de julio de 2020, y gracias a la fuente de D. Luis Ibáñez Martínez, tenemos los siguientes datos de precipitaciones, que adjunto a la tabla:
POBLACIÓN | PRECIPITACIÓN |
Los Marcos | 50 litros |
Los Ruices | 60 litros |
Los Isidros | 50 litros |
Campo Arcís | 30 litros |
Caudete de las Fuentes | 16 litros |
Lo más característico y peculiar es que en la zona de Caudete de las Fuentes, es donde ha caído menos precipitación de agua – teniéndose constancia – pero sí se ha manifestado más el pedrisco solidificado y los daños en cultivos, conforme se iban ‘empinando’ las viñas, mientras que en Los Ruices, Los Marcos y Campo Arcís, donde ha caído más precipitación, al estar en lo llano, no ha propiciado el enfriamiento que provoca las intensas lluvias y la caída de granizo.
No obstante, en Los Isidros, y en las aldeas contiguas, aledañas al término de Venta del Moro y al Río Cabriel, se ha observado el desbordamiento de la Rambla de la Albosa y una destrucción total de sus cultivos, con pérdidas parejas a las de Fuenterrobles, Caudete de las Fuentes o Villargordo del Cabriel. Aquí si que ha habido relación de gran número de precipitaciones con la caída violenta de granizo. El flujo del Río Cabriel explicaría en buena forma estas tormentas veraniegas, por el gran calor que presenta en la superficie, aunque en la altura son borrascas frías.
Otras zonas rurales de la comarca como Sinarcas, la Vega del Magro, Utiel o Chera, han recibido poquísimas precipitaciones y sin que el granizo afectara especialmente a los cultivos, al no caer con tanta virulencia, producirse la peculiaridad de estar en llano sus cultivos por lo general y, sobretodo, por la diferencia climática con las zonas del Cabriel. Si sacamos el ejemplo de Chera, lugar que por lo general tiene bajas temperaturas a la par que bajas precipitaciones, vemos como tiene el mismo patrón estival que El Rebollar, un patrón estival prácticamente nulo, pero continuo en otoño y primavera por Valencia, y un clima mediterráneo con amplitud térmica media de entre unos 15 y 16 grados, contrastando ampliamente con el clima que se presenta en el Cabriel, un clima mediterráneo continentalizado con un índice de Gorezinski muy alto, con amplitud térmica media de 19-20 grados, sumándose a los flujos de poniente, la baja altitud y una humedad veraniega del 5%, que provoca que los 40 grados sean normales en todo momento, y que por tanto, altas temperaturas y altísimas precipitaciones.
Respecto a los daños causados, se estima en una pérdida de más de veinte millones de kilos de uva, eso sin contar con otros cultivos como almendras – que empiezan su recogida en septiembre y octubre – o los olivares, que han sido especialmente damnificados. Todo ello coincide con el inicio de la vendimia en verde – o “aclareo de racimos” – consistente en quitarle racimos de uva a una cepa con mucha carga, teniendo que hacerse cuando la uva está empezando a enverar, ya que así se evita que los racimos que se queden en la cepa crezcan más, y que, curiosamente, esta práctica fue afianzándose más en el tiempo por la coincidencia del inclemente temporal veraniego.
Las pérdidas económicas se cuantifican en más de 30 millones de euros, estimado por el sindicato AVA-ASAJA, sindicato del que soy miembro, como consecuencia de la devastación de más de 30.000 hectáreas de uva. Una devastación nunca antes vista en nuestra comarca en épocas recientes, ni tan siquiera hace treinta años, cuando ocurrió el anterior aluvión intensivo de granizo, se produjeron todas estas pérdidas, teniendo que retrotraernos a épocas en los que no había la suficiente tecnificación, ni las suficientes estrategias.
Evidentemente, nos encontramos con la situación anómala provocada por el COVID-19, que se ha sumado a algo tan – desgraciadamente – habitual en la vida de los agricultores, cómo lo son las inclemencias climáticas, la pérdida de cultivos por los que se ha estado adecentando la viña durante más de un año, todo es un cúmulo de todo.
La incertidumbre se apodera de muchas familias, que tenemos como único sustento el trabajo agrícola.
Mientras siguen estériles disputas sobre si la Denominación de Origen del vino ha de ser Utiel-Requena o Requena-Utiel o la nueva denominación para el cava valenciano – cava que recordemos es integro de nuestra comarca y no ha de ser llamado ‘valenciano’ o ‘Altos del Levante’ -, hay familias, muchas familias, propietarias de tierras que no sabrán como afrontar el futuro, por mucho seguro que se tenga.
Deberían de repensarse muchas cosas de cara al futuro, y más ahora que va a empezar a configurarse un nuevo orden sociopolítico como consecuencia de todo el arrastre formado por el COVID-19. Entre esas cosas está la importancia del sector primario, que se ha demostrado que nunca jamás, ni en las peores como esta, deja abandonado a nadie, aún a pesar de las trabas que se ponen.
Habrá de repensarse que se hace con las exiguas ayudas a la agricultura y a la ganadería, los sectores que sufren más marginación y más persecución. ¿Cuántas veces habré de decir la frase de Cicerón? Se nos define a los agricultores como gente incompetente, como gente que no merece absolutamente nada, y yo les diré siempre lo de “sabios, libres y sencillos”, porque así hemos sido siempre, vinieran mal dadas, porque no abandonábamos a nadie, porque no teníamos jamás esa infame tea del rencor. Me duele mucho, me duele mucho, porque son continuas punzadas al corazón de quiénes nos esforzamos, de quiénes damos lo mejor de nuestra sangre, de quiénes estamos siempre al pie del cañón, con los medios de los que disponemos.
Dudo mucho de que a corto plazo funcione en esta sociedad la “mentalidad agrícola”, que no es únicamente el ir a trabajar al campo, sino esa mentalidad de esforzarse para superarse a uno mismo, de producir a la par que crear para enaltecer al alma, al espíritu y al corazón… Vamos, lo que viene siendo el ‘iusnaturalismo’ ciceroniano de toda la vida.
Mientras tanto, multas de más de 6.000 euros para agricultores independientes que se manifiestan, sólo porque sus protestas deslucen, no son bien vistas, no tienen amparo de ningún sector importante. Y esa es la verdad. Más vale cambiar hacia una sociedad más respetuosa con el campo, con el trabajo y con el medio ambiente, porque uno de tantísimos dramas que tenemos que vivir los agricultores es el de aguantar los factores externos, los incontrolables, pero también, las arbitrariedades de quién debería protegernos. Sea como fuere, el sentimiento tan humano de la solidaridad, practicado desde que el mundo es mundo y venida a menos su práctica desde que se empieza a pregonar y azuzar demagógicamente con este concepto, debería ser más fuerte que cualquier inquina o falso personalismo.
Todos mis ánimos para las familias y agricultores que hayan visto sus cosechas dañadas como consecuencia de este maldito granizo, todo mi apoyo y solidaridad con todos ellos.
