Existe un lugar en el cementerio de Requena prácticamente olvidado e ignorado. Se trata del panteón de la familia de los condes de Plegamans y marqueses de Caro, uno de los últimos linajes de Requena con título de nobleza y escudo.
Los primeros escudos de nobleza que aparecieron en Requena lo fueron en tiempos de la reconquista de esta villa con la consecuente repoblación de gentes cristianas.
Existían en esta villa unos 20 escudos labrados en piedra de estos primeros hidalgos, de los cuales quedan a día de hoy tan sólo 9.
Con el paso del tiempo estas familias de linaje noble han ido extinguiéndose. Algunos miembros de ellas fueron enterrados en nuestros templos, como los Nuévalos, los Medrano, Carcajona, etc…
Sus tumbas han ido desapareciendo debido a su destrucción en las guerras pasadas, sobre todo alrededor de la última de 1936, cuando fueron arrasados todos los templos requenenses, profanando y destrozando las tumbas que allí se hallaban.
El cementerio de Requena fue creado en 1813. El panteón de la familia Plegamans y de Caro data del primer tercio del S XIX. Dicho panteón hace ya mucho tiempo que está olvidado y abandonado. En 1988 fue aquí sepultado la última persona de la familia que vivió en Requena, D. Luis García-Caro Escardó, conde de Plegamans y marqués de Caro.
Allí está enterrado D. José Fernando Hernández y Plegamans de la Higuera y Haya, que nació el 25 de abril de 1896 y murió el 25 de febrero de 1917, como reza su epitafio. Protagonista de una trágica historia, pues murió asesinado de un tiro tras una pelea por una famosa cuplestista de la época, acabando con él su linaje al haber sido único hijo de los condes. Relacionado con esta trágica muerte, es el hallazgo del “Tesoro de Plegamans”, cientos de monedas de oro, encontrado tras demoler la casa palacio de esta familia en la calle de “Cantarranas” para construir un feo edifico moderno.
La sociedad de hoy tiende a olvidar, la familia Plegamans y Caro representa lo que ha sido nuestra ciudad desde la Edad Media, herederos de aquellos Caballeros de la Nómina, recios repobladores castellanos de nuestra tierra.
Sabemos que no es apetecible para las costumbres de hoy visitar un cementerio, pero allí quedan los restos de lo que hemos sido, y según los tratemos, reflejará en ellos lo que vamos a ser en nuestro futuro.
El panteón de los Plegamans y Caro permanece abandonado y en ruina, sin ningún familiar que pueda ocuparse de él. Tendría que ser considerado como un importante elemento patrimonial y de nuestra realidad histórica, que no debería perderse. Al no existir ningún familiar, las autoridades públicas deberían ocuparse de conservar para las generaciones venideras esta parte de nuestro “hemos sido”.
Un consejo. Visiten los cementerios, allí queda la parte humana de nuestra historia.
Autor: César Jordá Moltó