Recogido de una antigua revista local de Requena, “Cleto”, un pequeño artículo que describe emocionalmente un valor particular y humano de este desconocido personaje requenense.
“Lo vi cruzar una de las calles más apartadas de la ciudad. Estaba sólo, en esa soledad terrible que entorno del individuo crean la pobreza y la ancianidad recortando su vacilante cuerpo sobre el muro y recibiendo de lleno la caricia tenaz y vivificadora de aquel sol de mayo, dorado y alegre, que prestaba su tibio calor a la sangre del honrado veterano.
Me detuve ante él, y confieso que por un impulso de respeto llevé instantáneamente la mano al sombrero. La presencia de aquel viejo hizo resurgir en mis recuerdos patrios difuminados en mi pensamiento por la bruma lejanía de los años.
¡Ah, qué olvidadiza es la patria! En días de tribulación y zozobra para la ciudad, el “Tío Marquillo” había expuesto su vida repetidas veces al servicio de la causa liberal, amenazada seriamente por las partidas carlistas, ávidas de alcanzar la posesión de Requena.
Sentí comezón de oír al pobre viejo el relato de algún suceso interesante propio de aquella época memorable y atajé el camino de tal información acompañando con un cigarro mi afectuoso saludo. El “Tío Marquillo” aceptó el obsequio, y con acento familiar, me dijo, encogiéndose democráticamente de hombros: “No le conozco a usted, siendo de la horná de los jóvenes…”.
Aventuré algunas preguntas a las que el veterano contestó explícitamente:
“No crea usted que soy muchacho, estoy cerca de los cuatro duros, casi ciego y algo resentido del pecho; así es que pocos sanjuanes me quedan que hacer. Esto se va.”
“¿Qué cuándo me cogieron los carlistas? El 29 de Mayo del 74. ¡Vaya un susto amigo! Caí en poder de la comandancia del “Tuerto”, establecida en Villar de Tejas. Aquellos perros llevaban mala cuenta conmigo, hasta que me obligaron a entregarles el parte del gobernador militar de Requena, que yo llevaba oculto en un en un bastón con la contera de rosca. De mala manera me condujeron, primero a Chelva, en donde según mis acompañantes irreversiblemente me pegarían cuatro tiros, a lo que yo contesté : ¡Y aún es poco!.”
“En poder de los carlistas permanecí nueve meses y cinco días, advirtiendo a usté que me gané muchas simpatías entre las facciones que siempre me llamaban por el nombre de Requena”.
“La verdad es que trataron bien, porque yo sólo esperaba que el día menos pensado me agujereasen la piel. Pero el preso, amigo mío, cavila mucho. Debido a la confianza que supe inspirar, pude fugarme tranquilamente del Collado de Chelva, atando una soga a una estaca larga que atravesé en una tronera de cañón. Dos días tardé en llegar a Requena, donde me presenté el 6 de Mayo de del 75.”
Entre palabra y palabra, el “Tío Marquillo” daba un terrible chupetón al cigarro. Yo contemplaba absorto a aquel héroe ignorado, en cuyas manos había estado tantas veces la suerte de una ciudad.
“!Quien se alegraría de verme es el general Calleja!. Me llamaba “El Abuelo”. Si hubiera estado usté en Contreras el día de la acción… Yo le llevé a D. Emilio el parte que iba a caer sobre sus pequeñas fuerzas la friolera de once mil carlistas. Ya ve usté, si no es por mí lo copan aquel día. Apenas leyó el parte el general, me dio un abrazo y me dijo . “Abuelo”, si triunfamos hoy, la victoria se la debemos a usted. ¡Ah, era muy bueno Calleja!”
El sol nos había abandonado. Me despedí conmovido del desdichado viejo, que se perdió al final de la calle, tropezando en las piedras y apoyando en su mísero bastoncillo de sabina, en tanto que yo quedaba pensando con vergüenza en los ayuntamientos que no señalaban una pensión, aunque modesta, al infatigable mensajero del gobierno militar de Requena durante la última guerra civil.
Ya murió el pobre viejo. Murió casi ignorado, y alguien pudo evitar que su cadáver no cayera en la fosa común. El Ayuntamiento, para honrar la memoria del “Abuelo”, acordó dar a la calle del Diezmo el nombre del Tío Marquillo.
He aquí el porqué se llama así la calle Marquillo. Sirva pues este artículo como modesto recuerdo y homenaje a aquel sencillo y gran hombre.
