Están por todas partes. Alguno de ellos aparecen ilustrando estas hojas. Son los hornos de yeso, los testigos, ya en proceso de desaparición, de un tiempo en el que la población se mantenía con los procesos de transformación de este material constructivo. Era un complemento de gran valor económico para muchas familias, especialmente de una aldea situada en los márgenes municipales de Requena, pero en las cercanías de los de Venta del Moro y de Utiel. Se trata de Los Ruices.
La España actual, que sufre un proceso de abandono rural posiblemente inédito en el mundo europeo, contempla también el proceso de enterramiento de las huellas de viejas actividades de sus antepasados. Este trabajo no es más que una pequeña contribución al conocimiento de una actividad económica y de un tejido social bastante olvidado. Entre la floreciente sedería dieciochesca y el empuje de la viticultura, la producción de yeso ha sido olvidada. Nada encontramos dedicado a ello entre los grandes historiadores comarcales clásicos, esto es, Bernabeu y Ballesteros; la obra de Piqueras olvida la yesería, empeñado en trazar una geografía de la Meseta entre el complejo cerealero y sedero y el del reinado de la vinificación. Así que, una actividad como la yesería queda absolutamente ensombrecida. Es cierto, que nunca tuvo la relevancia social y económica que consiguió, con sus centenares de telares en marcha, la industria textil de la seda. Es cierto, igualmente, que fue un sector económico circunscrito, por razones evidentes, a un ámbito geográfico muy concreto, mientras que el fin del sistema económico de la dehesa y el progreso ascendente de la viña implicaron al conjunto comarcal.
Aún siendo todo esto la realidad; no podemos dejar pasar la importancia económica, social y cultural del yeso. Veremos aquí que implicó a muchas familias y supuso ingresos extras en casas que, de otro modo, habrían pasado estrecheces aún mayores en el contexto de la postguerra, un tiempo de sí nada fácil para vivirlo.
Las dos imágenes que siguen a este párrafo permiten distinguir, a vista de pájaro, el lugar donde los afloramientos de yesos son más evidentes. Son aquellas zonas que tienen un color más blanco. Como puede observarse es una zona que se sitúa en torno a la rambla de los Calabachos.
En los tiempos en que se están realizando labores de recuperación en arqueología industrial, es necesario recuperar la relevancia de estos sistemas mineros y de transformación del material extraído. No sé si sería mucho pedir que se extendiera un proceso de protección cultural sobre estos vestigios arqueológicos; la entrada de las voluntades políticas en este terreno siempre resulta un asunto bastante problemático.
La arquitectura del yeso
El trabajo está planteado en dos partes. Esta primera entrega está dedicada a la parte de la extracción del yeso y la utilización del mismo. De manera que nos adentramos en esta arquitectura. La próxima entrega se dedica a las familias implicadas en este proceso industrial y las técnicas de transformación del yeso.
Tal como se ha dicho ya, el proceso de elaboración de yeso en el área de Los Ruices ha producido una arquitectura específica. La situación actual de la misma es de absoluto abandono. Las instalaciones están en proceso de destrucción, una vez que los dueños o bien han abandonado los edificios o bien los han dejado a la acción vandálica de ladrones de tejas y metal. Otras instalaciones están siendo paulatinamente desmanteladas porque se encuentran en medio de cultivos y, dado el proceso acelerado de mecanización de las tareas agrícolas, se convierten en obstáculos que son destruidos por los propios agricultores. Así que, en el plazo de algunos años, es probable que poco o nada de esta arquitectura peculiar quede en pie. Una lástima, porque representa un pequeño paisaje cultural testigo de un tiempo en que las pequeñas economías eran muy importantes para la supervivencia. Es como si la ancestral cultura rural estuviera sepultando sus últimos vestigios.
Quizás el yeso sea el más versátil de todos esos materiales utilizados en la construcción tradicional. El yeso fue utilizado para todo. Se utilizaba mezclado con arena y agua para dar un piso en los suelos de las casas y para enlucir determinadas paredes. Por cierto, este enlucido ha demostrado su capacidad de permanencia con el paso de los años y las décadas, en interiores y expuesto en la intemperie a la inmisericorde acción del frío y el agua. El yeso también se ha usado como mortero en la mampostería de canto rodado y de ladrillo, para las construcciones de adobe; se ha utilizado para revestir cañizos para tabiques y “cielos rasos”, porque aún en muchas casas rurales de la aldea es el cañizo, colocado bajo las tejas, el que está haciendo las veces de techo. Naturalmente, esta versatilidad condujo a muchos artesanos yeseros a realizar hasta bovedillas para cubrir techos, permitiendo una mayor consistencia del cubrimiento para superar el ancestral sistema de cañizo. Pero la bovedilla se realizó ya a finales de la vida del yeso como material clave en la construcción; pues muy pronto el cemento empezó a restar terreno al uso de yesos; recuérdese la puesta en marcha de la cementera en Buñol, con el consiguiente proceso de transformación de los sistemas constructivos en la comarca.
El yesar
Cuando uno sale de Los Ruices, tomando dirección Requena, pasa un kilómetro, y, antes de cruzar el puente que sortea la rambla de Los Calabachos, encuentra a su izquierda sombríos restos de lo que fueron los yesares, los lugares de extracción del yeso. Es decir, las minas de yeso.
Las fotografías colocadas al inicio de estas hojas permiten ver que el yeso está muy concentrado. Precisamente, si nos colocamos en el puente de la rambla de los Calabachos, podemos comprobar que el montículo que queda a la derecha, que es el que da a El Cabildo, es prácticamente yeso y allí también se extraía. Un ejercicio saludable es bajar precisamente a la rambla, a la altura del puente Chamari y contemplar los estratos de yeso y otros materiales que el agua ha ido sacando a la superficie.
El yeso de Los Ruices está localizado en un espacio más o menos pequeño. Diríase que se extiende entre Los Hoyuelos y el Cabildo, Norte-Sur, y la Casa Sancho y el Desmonte (en las cercanías de Los Ruices), dirección Oeste-Este. No es un gran espacio. En algunos lugares, el yeso se encuentra somero, en superficie, y proporciona a las tierras de cultivo una tonalidad grisácea y blanquecina. No es fácil para el agricultor cultivar estas tierras.
El trabajo del yeso no ha sido fácil. En Los Ruices, el yeso no está muy somero en la mayor parte de los sitios; la verdad es que requería bastante esfuerzo para extraerlo. Este esfuerzo no era un gran problema en la primera mitad de siglo: el auténtico problema era la supervivencia; no se reparaba en esfuerzo, inversión de trabajo y fuerza física con tal de llevar el pan a casa.
Es posible constatar el trabajo que realizaban visitando alguno de los gigantescos hoyos que todavía quedan en la zona. Son verdaderos vaciamientos de la tierra, a veces de varios metros de profundidad. Estos agujeros se realizaban a mano, no se utilizaban máquinas, por la sencilla razón de que en aquellos tiempos el proceso de mecanización no se había emprendido, ni siquiera en la agricultura. Así la inversión de fuerza física era muy notable. Desde la perspectiva de nuestro tiempo, estos profundos agujeros realizados a mano son hoy vistos casi como un absurdo, acostumbrados como estamos a una mecanización prácticamente total.
Del agujero salían muchas cosas. Lo primero que sobraba era la tierra. Había que utilizarla para cubrir superficies; nunca faltaba un reguero que tapar, una zona de cultivo que premiar con nueva tierra o cualquier otro agujero que existiera. En segundo lugar, salía también una piedra de escasísima dureza: la tosca. Esta piedra se deshace con facilidad, simplemente con algunos golpes. Pero se le encontró una utilidad en la construcción. En Los Ruices, casas y corrales enteros fueron construidos con esta piedra. Hasta hace algunos años buena parte de estas construcciones todavía tenían esta piedra al aire, aguantando las inclemencias del tiempo. Hoy muchos corrales y otras paredes han sido recubiertas con los modernos sistemas de construcción para proporcionarles una mayor solidez. Así que podría decirse que la aldea de Los Ruices está básicamente construida con dos sistemas. El más antiguo, el tapial, que es el que sirvió para levantar las casas originarias en el promontorio de rubial que está frente a las escuelas, así como algunas casas del barriete. El terreno de rubial, como se le conoce en la zona, es extraordinariamente resistente, salvo si se moja. Ideal para construir lo cimientos de estas casas, algunas de ellas con aljibes. No hace falta decir que estos aljibes en terreno de esta naturaleza son bastante impermeables.
El material más moderno es la tosca, que sirvió ya para levantar el resto de casas. Permitió construir con rapidez, tal como necesitaban muchas familias para constituirse y disponer de techo.
De acuerdo con el testimonio oral que manejamos, el yeso aprovechable se encontraba, en muchos rodales, a unos tres o cuatro metros de profundidad, una vez superadas las capas de tierra y las capas de tosca. Por debajo del yeso que podía extraerse en piedra para su proceso de transformación en yeso en polvo, se encontraban yesos más fuertes, que eran rechazados por los que extraían por ser demasiado fuertes y poco útiles.
En la próxima entrega: El yeso de Los Ruices, II. La falla.