En la segunda mitad del siglo XIX, dos de los edificios más importantes de la ciudad de Utiel sufrirán una reconversión institucional importantísima. Se trata de los dos conventos de la villa expropiados a los mercedarios y franciscanos durante la desamortización de Mendizábal. Tras varios usos, durante la segunda mitad del siglo XIX en estos dos edificios se asentarían dos órdenes religiosas educativas que se convertirán en la base educativa de Utiel en la Edad Dorada.
La Orden de la Merced se instaló en Utiel en 1635 al lado derecho del recinto medieval de la villa en un paraje conocido como las Eras Chicas y donde se ubicaba la ermita dedicada al patrón primitivo, San Bernabé. Al otro lado del Barranco del Diablo (La Rambla), en el extremo izquierdo de la población, en un paraje conocido como el Parchel se ubicó en el siglo XVIII el Hospicio y más tarde también Convento de San Francisco de las Peñuelas. Así, para principios del siglo XIX, Utiel ya tenía instalada todas sus órdenes religiosas. Sin embargo, el antiguo esplendor del monacato había entrado en decadencia y la sociedad liberal consideraba absurda la vida de oración.
En 1835 el ministro liberal de Isabel II Mendizábal, como medida para financiar la I Guerra Carlista disuelve aquellas órdenes religiosas que no se dedicaran a la educación o la caridad, expropiando sus bienes para su posterior venta a particulares. San Francisco y la Merced sufrieron la expropiación estatal. Las propiedades fueron vendidas especialmente a la oligarquía local, la única con capacidad económica para adquirir dichas tierras. Por su parte, los edificios religiosos pasaron a ser propiedad municipal.
Ambos sufrirán los vericuetos de la historia local y de sus complicaciones. San Francisco de las Peñuelas sería utilizado como acuartelamiento de las tropas liberales y la milicia, razón por la que los carlistas lo incendiaron en uno de sus asaltos. Desde entonces quedó abandonado hasta mediados de la centuria, cuando la Orden de las Escuelas Pías, decidió asentarse en la comarca y encontró el antiguo hospicio en unas instalaciones perfectas. El Ayuntamiento de Utiel aceptaría gustosamente el asentamiento de una orden de gran prestigio y que podía ofrecer una educación de calidad en la población. De esta manera, el 19 de septiembre de 1868 se inaugura el Colegio-Convento de los Padres Escolapios de Utiel.
Los Escolapios de Utiel se convertirán en una institución de enorme prestigio y reconocimiento a nivel nacional, donde tendrán su educación elemental y superior algunas de las personalidades más importantes de Utiel. Las Escuelas Pías, no hay que olvidarlo, se trataban de una entidad elitista que solamente albergaba a los hijos de la alta sociedad local de Utiel, Requena, y un número considerable de la creciente clase media utielana surgida en la Edad Dorada. La mayoría de estos niños pertenecían a las familias de ideas conservadoras. Las plazas vacantes eran cubiertas con niños foráneos que se quedaban internos en el colegio. Mientras que los hijos de las familias más humildes recibirían una educación básica en el Colegio de El Salvador.
Sin embargo, en una sociedad en la que la segregación de géneros era algo habitual, a finales del siglo XIX aun existía un importante hueco sin rellenar. Se trataba de la educación para niñas. Ese vacío sería cubierto en 1893 con la llegada de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que fundarían el 10 de enero un convento y colegio de niñas en el antiguo Convento de la Merced. A diferencia que la educación masculina, la femenina fue más laxa en los contenidos de aprendizaje, centrándose en una enseñanza básica de saber leer y escribir a la que se añadían labores como coser bordar, pintar, etc., consideradas entonces propias de una mujer.
Para principios del siglo XX, Utiel disfrutaba de una escuela nacional para varones (El Salvador), más el colegio de las Escuelas Pías con sus secciones de párvulos, elemental, superior y segunda enseñanza; además de las Hermanas de Santa Ana dedicadas a la enseñanza femenina. Asimismo, en las aldeas existían escuelas elementales para niñas y niños, por no olvidarse de las academias privadas regentadas por maestros particulares.
La inestabilidad política y social de los años 30 afectaría severamente a ambas instituciones religiosas. Los Escolapios se retiraran precipitadamente de Utiel el 15 de mayo de 1931 ante una serie de cartas anónimas donde se les amenazaba. Ya no volverían más a Utiel, aunque dejarían una huella imborrable en la Historia y gentes de Utiel. Por su parte, durante la Guerra Civil Española el Colegio de Santa Ana sería exclaustrado y convertido en un polvorín. Acabada la guerra, las monjas regresarían al antiguo convento hasta la actualidad, convirtiéndose en un colegio mixto concertado de enseñanza primaria, secundaría y ciclos.
Ambas instituciones serian complementarias y atendieron en parte las necesidades educativas de una ciudad de cierta categoría. Las dos marcarían la sociedad local como se puede contemplar en la nomenclatura popular de los dos viejos conventos utielanos, porque ambos para la gente de aquí no son San Francisco y la Merced, sino respectivamente Escolapias (Escuelas Pías) y Santana (Santa Ana).