Una parte importante de la política de educación anglosajona es el arte dramático. Siempre—y dudo que pueda cambiar incluso en la sociedad del móvil y las redes sociales— el saber expresarse, transmitir, convencer, improvisar, vender… debería ser parte esencial del desarrollo educativo.
En una simpática mañana de sábado, jóvenes manojos de nervios enfrentándose a un público, entre quienes se encontraban ufanos padres y madres— no sólo con el fútbol pueden enorgullecerse los progenitores—, la satisfecha mirada del profesor, y hasta la televisión; éstos tanto nos llevaban a la Edad de Bronce como nos traían a la Guerra Civil, desde Filipinas a Mesopotamia, pasando por Grecia, Roma, Egipto, hasta la misma Villa de Requena y su huertas, y desde aquí mismo, a toda la comarca de Requena-Utiel. Con un especial cariño en las presentaciones de la historia de su pueblo: querer la tierra donde se ha crecido, es conocer su pasado; aparte, la satisfacción de aprender detalles históricos que desconocía. Especial mención a otros no tan jóvenes, como se les ha llamado siempre por estas tierras ya más “mozas” y “mozos”, por sus descripciones de la geografía, los clichés raciales, los olmos y la iconoclastia del pasado siglo de Requena. Y para terminar, en la última exposición, la juventud dio paso al sentimiento como narrador de la historia del pueblo.
Un acierto de CRÓNICAS HISTÓRICAS DE REQUENA: una excelente labor educativa. Y como tantas veces escuché el: “Espero que les haya gustado”, mi respuesta es sí, sin duda.