
(Foto: Marcial García Cañabate).
La gravísima situación sanitaria que estamos atravesando requiere que, mientras unos estamos en casa, encerrados todo lo posible, otros se vean expuestos a trabajar aun a riesgo de su propia salud. Entre estos, las farmacias. A sus titulares y al personal que nos atiende, en su gran mayoría amigos y conocidos, quiero dedicar estos artículos que solo pretenden entretener e informar de un fragmento de “historia cotidiana” requenense.
Ignoro cuando las viejas boticas pasaron a denominarse farmacias. He de suponer que sería un signo más de modernidad del siglo XIX, en el que se instituyeron de forma oficial los estudios farmacéuticos en las universidades. Nuestro recordado cronista, en uno de sus libros póstumos, Acuarelas Requenenses, dedica un capítulo al tema en la figura de “Saiz de Carlos y su elixir famoso” (Bernabeu, 1994, p. 119-122), en el que comienza diciendo:
En el Medioevo, nuestro pueblo, como otros muchos, estuvo en manos de físicos y herbolarios judíos. Cuando estos pasaron de la Jorra al pie de la torre Redonda, no tardaron en formar la calle de la Botica.
Recordemos que el esquinazo de la calle de Santa María se denominó “de la botica de don Santiago”; que en el acceso al Castillo estaba “la esquina de la Boticaria”…
A título de antecedente respecto a antiguos facultativos, en La Villa de Requena a través de las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada [1752] (Muñoz, 2009, 9.159) podemos leer:
Boticarios.
Que asimismo, existen en esta villa dos maestros boticarios, llamados, el uno Pedro Montesinos, a quien, atendido el caudal y venta de medicinas en su botica, le regulan de utilidad annual cinco mill reales, y otros quinientos que consideran por la utilidad que le deja su hijo Pedro Montesinos, que lo sirve por su ofizial; todo cinco mill y quinientos reales. Y al dicho Pedro Montesinos menor, que también es maestro de boticario, en atención a que [f. 111v] no tiene botica propria y sirve como ofizial en cassa de dicho su padre, quien lo mantiene a todo gasto y a su mujer de comida y vestidos, le regulan de utilidad annual mill y quinientos reales.
El otro maestro voticario se llama Jayme Zervera, y atendido su caudal y venta de medicinas en su votica le regulan de utilidad por año dos mill setezientos y cinquenta reales, con más doszientos y cinquenta que les consideran en la que le dexa Joseph Cervera, su hijo, que le sirve por aprehendiz; todo tres mill reales.
En Requena, tanto los documentos del mes como las alimenticias “píldoras” de las que nos provee sin receta nuestro amigo Nacho Latorre, nos hablan sobre boticas de siglos pasados. Yo no me remontaré tanto y diré que una de las boticas más conocidas, seguramente la que dio su anterior nombre a la calle de los Hermanos López, fue regida durante años por el multifacético presbítero don Toribio Mislata, en cuya biografía ando enfrascado (nunca mejor dicho). La botica del cura Mislata no era solo farmacia, pues en ella estuvo la imprenta y librería del sacerdote, que, de seguro, vendería allí muchas otras mercancías.
Como las farmacias con que hoy contamos, todas ellas excelentes, son conocidas de los lectores, hablaré de aquellas que fueron y ya no son, al menos no con el mismo nombre, aunque varias de ellas permanecen en la memoria de los que ya peinamos canas o, al menos, nos gustaría peinarlas todavía.
Uno de los puestos que el ayuntamiento de Requena nombraba con carácter anual entre los licenciados que ejercían en la población fue el de farmacéutico municipal. Este, junto al médico o médicos municipales, tenían a su cargo la dirección colegiada de los asuntos públicos competentes por la concejalía o comisión municipal de Sanidad (Parrilla, 2009, p. 72):
Es también en el siglo XIX cuando aparecen las figuras de los facultativos titulares, también denominados sanitarios locales. El municipio asume las funciones de salubridad y salud pública, y para ello contrata médicos y farmacéuticos municipales destinados a la asistencia de los pobres e inspectores de carnes (veterinarios municipales) para realizar controles sanitarios en los mataderos (Real Orden de 25 de febrero de 1859 que aprueba el «Reglamento para la inspección de carnes en las capitales de provincia y cabezas de partido»). Sin embargo, estas funciones se realizaban en condiciones muy precarias: recursos escasos, salarios bajos e incumplimiento de los contratos por parte de los ayuntamientos morosos.
En el mismo artículo se ofrecen más detalles sobre las funciones que la legislación de la época en que comienza esta historia otorgaba a los farmacéuticos municipales (Parreño, 2009, p. 73-74):
Los farmacéuticos titulares eran sanitarios municipales con oficina de farmacia propia contratados por los ayuntamientos para garantizar el suministro de medicamentos a los pobres. Si bien ésta era su principal función, también participaban esporádicamente en el control sanitario de las aguas y de los alimentos, así como en la detección de las tan comunes adulteraciones de los alimentos10, que consistían básicamente en añadir sustancias inertes para aumentar el peso o el volumen de éstos, en la venta de carnes de animales muertos por enfermedad y en el enmascaramiento de alimentos putrefactos añadiendo sustancias aromatizantes. La realización de todas estas funciones dio origen posteriormente a los Laboratorios Municipales en las grandes ciudades y al Reglamento del Cuerpo de Farmacéuticos Titulares de 1905.
Cuando el ejercicio privado de la farmacia no era rentable, las plazas de farmacéuticos titulares no solían cubrirse y los municipios o agrupaciones de municipios se veían obligados a ofertarlas. La plaza de titular obligaba además al municipio a pagar al farmacéutico para que estableciera una oficina de farmacia, lo cual se ahorraba si la farmacia ya estaba establecida en la población.
Este puesto habría ido perdiendo importancia con la llegada de las modernas farmacias que sustituyeron a las antiguas boticas. Por ello, llegó un momento en que los regidores municipales de Requena dejaron de considerarlas como un gasto necesario, como puede verse en este punto tratado por el pleno en 1879:
Sesión Ordinaria del Ayuntamiento de Requena (24-X-1879) Beneficencia y Sanidad
Acto seguido, el señor don José García Sisternas, presidente de la comisión de Beneficencia y Sanidad… expuso a la consideración del Ayuntamiento la conveniencia de que en lugar de haber un farmacéutico titular con la dotación anual de 350 pesetas, se dejase a los enfermos la libertad de mandar las recetas a la farmacia que tuvieran por conveniente o que más confianza les inspirase, viniendo obligados los Farmacéuticos a cobrar únicamente por este servicio la mitad del precio de tarifa y presentando y presentando por trimestres las cuentas documentadas para su abono si se hallaban conformes.
Enterado el Ayuntamiento y después de la conveniente discusión, acordó conforme con lo propuesto por la comisión de Beneficencia y Sanidad… respecto de la variación introducida en la forma de suministrar los medicamentos a los enfermos pobres, no es lo probable que pueda salir gravado, reportándose en cambio infinitas ventajas.
No seamos mal pensados, pero no parece casualidad que dicho pleno se celebrara bajo la presidencia del entonces alcalde de Requena, don Canuto Gil Navarro, de profesión farmacéutico.
Volvamos un poco atrás en el tiempo y tomemos para esta crónica, como año de partida, 1871, por dos motivos: es un periodo de siglo y medio, lo que permite hacer un recorrido histórico amplio y, por otro lado, se trata de un año con padrón municipal, lo que aporta una foto fija con datos fidedignos de los oficios que se desarrollaban en Requena en aquel momento:
Don Marcelino Simarro Miralles consta como farmacéutico con establecimiento abierto en la plaza del Portal, nº 16. Nacido en 1824 en Requena, contaba en aquel momento cuarenta y seis años.
Don José Sánchez Montés, licenciado domiciliado en la calle de las Cojas, nº 1 (desde 1912 Pérez Galdós), nacido en Requena en 1817, a sus cincuenta y cuatro años, una anotación en el padrón indicaba que “ha fallecido”. No parece casualidad que su esposa, doña Natalia Barberá González, fuera natural de Ayora y que uno de los próximos farmacéuticos de los que hablaré, don José Pí, también fuera ayorino.
El más joven de los empadronados era don Luis Gómez Ruiz, nacido en 1848, con veintitrés años y soltero. Su domicilio en la plaza del Arrabal, nº 7. Como los anteriores, también nacido en Requena.

(Web Cadena SER)[1].
Don Ramón Sáiz de Carlos (Santa María del Campo Rus, 1857 – Madrid, 1926), fue farmacéutico titular, es decir: municipal, según expedientes conservados en el Archivo Municipal de Requena, al menos entre 1884 y 1888. Antes, desde septiembre de 1882 hasta mayo de 1883[2], fue concejal del Ayuntamiento de Requena, como teniente de alcalde encargado del Distrito de Las Peñas y ponente de comisiones como Presupuestos o Instrucción Pública, presidiendo la de Beneficencia y Sanidad.
La fama alcanzada por su Elixir Estomacal y su activa vida madrileña, tanto farmacéutica como política, han dejado a la posteridad suficiente información biográfica como para conocerle bien, estando disponibles en Internet varias reseñas. Rafael Bernabeu le dedicó todo un capítulo en su libro póstumo Acuarelas Requenenses (1994), con el título de “Sáiz de Carlos y su elixir famoso” y otros investigadores modernos se han interesado también por su figura (De Jaime, 2010, p. 1):
Según señala el breve resumen histórico de la publicidad que sus laboratorios insertaban en el Boletín de la Sociedad Española de Historia de la Farmacia, Ramón Sáiz de Carlos nacía el 26 de enero de 1857. Con sólo 19 años obtenía en Madrid el título de licenciado en Farmacia, trasladándose como primer destino profesional a Requena (Valencia). Su afición al laboratorio le hizo interesarse por las investigaciones enológicas, que desarrolló ampliamente en los acreditados vinos de la zona.
Tras dos años de trabajo vuelve a Madrid para cursar estudios de medicina como alumno interno de San Carlos y en 1882 volvía a Requena con el nuevo título de licenciado en Medicina y Cirugía, continuando su actividad de análisis y sus investigaciones de nuevos medicamentos…

(Web Cadena SER)[3].
Investigando en su pequeño laboratorio de la farmacia de Requena, obtuvo una fórmula que con el tiempo alcanzará enorme éxito, se trata de su famoso Elixir Estomacal. El primer ensayo clínico lo efectuó consigo mismo, en ocasión de ciertas dolencias digestivas que padecía. Los buenos resultados obtenidos, le animaron a ensayar su medicamento en otros enfermos de estómago con idéntico éxito, haciendo que la fama se extendiese rápidamente por la comarca.
Sáiz de Carlos llegó a Requena a finales de 1879 o principios de 1880. El Anuario del Comercio, de la Industria, de la Magistratura y de la Administración, publicado en Madrid, ofrecía datos de comercios y profesionales por sectores, provincias y partidos judiciales. Las primeras ediciones se conservan en la Biblioteca Nacional de España, editadas en su Hemeroteca Digital, comenzando a editarse, providencialmente, en 1879. En dicho año figuran cuatro farmacéuticos en Requena: don Francisco Garrido Pardo, don Canuto Gil Navarro[4], don Luis Gómez Ruiz y don Marcelino Simarro Miralles.
En la edición de 1880, siguen constando don Canuto Gil y don Marcelino Simarro, pero no los otros dos, surgiendo la figura de don Ramón Sáiz de Carlos.
Casado en nuestra ciudad con la venturreña doña Lucía Garrido Pardo, hija del doctor don Juan Crisóstomo Garrido y hermana del farmacéutico don Francisco Garrido Pardo, ubicó su farmacia y laboratorio en la calle del Peso de la Harina donde, según Bernabeu, ya había una “antigua farmacia”. Por los datos con que contamos, Ramón Sáiz se hizo cargo de la farmacia de manos de su anterior propietario y cuñado, Francisco Garrido. Este dato confirma que el establecimiento farmacéutico de la calle del Peso es el más antiguo de Requena en cuanto a permanencia, pues cuenta más de siglo y medio en el mismo lugar, habiendo pasado por él diversos dueños, de los cuales hablaremos aquí.
En 1883 vuelve a aparecer en el Anuario don Luis Gómez Ruiz, que en 1888 desaparece de nuevo. Este farmacéutico está anotado como baja en el registro de Matrícula Industrial del Ayuntamiento de Requena, en marzo de 1886, constando una nueva baja en febrero de 1887. La farmacia de Luis Gómez pasaría a ser de don José Pí Soriano, alrededor de esos años.
De algunas de estas farmacias carezco de información documental, por lo que solo me limito a dejar constancia de la oferta farmacéutica de finales de siglo.
En cuanto a Ramón Sáiz de Carlos, Bernabeu corrobora que su famoso Elixir Estomacal fue inventado en Requena. Años más tarde, en 1892, ya le vemos situado en la madrileña calle de Serrano, donde instaló su farmacia y laboratorio, en el que con los años se elaborarían muchos otros medicamentos que alcanzaron gran fama y que no es el caso tratar aquí. Sí hay que ensalzar su valía, que le llevó al éxito comercial, con la ayuda de la visión publicitaria de su suegro, el doctor Juan Garrido, pero también a ser secretario del Colegio de Farmacéuticos de Madrid en 1892 y diputado en el Congreso por el partido liberal en diversas legislaturas. También la política pudo ser un gusanillo que le entrara en Requena, donde también fue farmacéutico municipal a partir de 1884[5].
Las reseñas biográficas consultadas afirman que el licenciado Sáiz de Carlos cursó, así mismo, estudios de medicina, doctorándose en 1885 y volviendo a nuestra ciudad, donde había dejado la farmacia al cargo de sus dependientes. Este hecho lo corrobora el libro de Matrícula Industrial, en el que el nuevo doctor fue inscrito como “médico-cirujano” con fecha 22 de octubre de 1885. Bernabeu afirma que su contribución personal durante la grave epidemia de cólera de ese año fue muy estimable.
No existen Anuarios del Comercio conservados en la BNE entre 1889 y 1893, pero queda claro que Sáiz de Carlos traspasó su farmacia en 1889 a don Laureano Sáenz de Regadera Segura, dado que es en ese año cuando este último fue nombrado farmacéutico municipal en sustitución del anterior[6].
Algo que corrobora el autor de la Historia de Requena al hablar de “Literatura y Ciencias” (Herrero, 1890, p. 256):
También Requena fue y es rica en personal científico y literario, pues lo tenemos tan ilustrado que no hay para qué ponderarlo. D. Marcelino Simarro Miralles y D. Canuto Gil Navarro, hijos de esta ciudad, y D. Laureano Sáenz de la Regadera, natural de Sestao, provincia de Navarra, desempeñan tres boticas tan acreditadas como entendidos son los farmacéuticos que las sirven.
La prensa local, una vez más, muestra la información necesaria para conocer estos establecimientos y algunos de los productos ofrecidos. El primer anuncio localizado de una farmacia es, sin embargo, de un establecimiento de Valencia. Lo incluyo transcrito en parte, ya que la calidad de la copia es deficiente.
Sancho Panza (Requena, 25-II-1894) nº 1GRAN FARMACIAconocida desde antiguo con el nombre deBOTICA DE LA MORERADE B. BAEZAPlaza de las Barcas, núm. 39 – VALENCIA
Quinina dulce Baeza.- el mejor y más grato febrífugo infantil. Las quininas dulces que se anuncian, son burdas imitaciones de la QUININA DULCE BAEZA. Se emplea en combatir todos los accesos febriles en los niños.
Precio de la caja, ya sea en polvo o en forma de pastillas de chocolate: 1,50 pesetas.
Fenal sulforicinado.- Nuevo medicamento para combatir todas las formas de la DIFTERIA (garrotillo, llaga ó crup). Su empleo no ofrece los inconvenientes de casi todos los medicamentos hasta ahora usados. No cauteriza ni es venenoso.
Frasco acompañado de un pincel: 4 pesetas.
Como puede verse, la farmacia citada ofrecía sus propios productos que, naturalmente, eran los mejores que se podían encontrar.
Ya situados en época de prensa impresa local, es en El Eco de la Región donde encontramos anunciada la farmacia de don Laureano Sáenz de Regadera Segura, aunque si lo leemos con atención, queda un poco difusa la línea entre farmacia, droguería o productos químicos:
El Eco de la Región (Requena, 29-IV-1894) nº 11

Así, en el ya citado Anuario del Comercio, edición de 1894, siguen apareciendo tres farmacias requenenses: don Canuto Gil Navarro, don Marcelino Simarro Miralles y don Laureano Sáenz de Regadera Segura, del que sabemos tan sólo que procedía de Sestao y debía ser ya muy mayor cuando llegó a Requena, pues este dato procede del Boletín de Medicina de 1846. Seguramente el oficio venía de familia, pues en 1902 encontramos otro Sáenz de Regadera como farmacéutico en Bilbao.
No es pretensión de este artículo hacer biografía de aquellos farmacéuticos, lo que excedería los límites de este espacio y conllevaría investigaciones más profundas. Tan sólo es un paseo por las calles de Requena, en diferentes épocas, en busca de una farmacia y un recorrido por la publicidad de nuestra prensa, en busca de anuncios curiosos. Como este, de la misma farmacia, en el que se anuncia un remedio para las enfermedades respiratorias:
El Eco de la Región (Requena, 31-III-1895) nº 58

No hace falta ser químico para reconocer algunos compuestos que, entre otras cosas, se utilizaban y utilizan para hacer pinturas o jabón. Si aquello curaba algo, habría que ver las contraindicaciones que se le podrían aplicar hoy en día.
Entrado ya el siglo XX, no situamos en 1902. En la Agenda de Bufete con que obsequiaba a sus clientes la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, encontramos para Requena las siguientes farmacias:
BoticasD. Francisco Muñoz, plaza Portal de Madrid, 16.D. José Pí Soriano, plaza del Arrabal, 3.D. Salvador Serra, Castelar, 16.
Así, la situación farmacéutica al comenzar el nuevo siglo era que Sáenz de Regadera había pasado la titularidad a don Salvador Serra Franco en la calle del Peso, ahora Castelar, habiendo pasado las de Gil y Gómez a nuevos titulares: don Francisco Muñoz y don José Pí.
De Salvador Serra Franco sabemos, por el padrón de 1920, que era natural de Villanueva de Castellón y que estaba casado con doña Vicenta Roda Marí, de Requena, seguramente en segundas nupcias, ya que en el padrón de 1914 consta una hija llamada Amelia Serra Abril.
De la farmacia de Muñoz, nada he hallado en la prensa consultada.
Pasemos dos lustros y entremos en la segunda década del siglo XX para llegar al mismo centro neurálgico de Requena, el Portal de Madrid con la Fuente de los Patos, en cuya farmacia se ofrecían remedios para algunos males que afectaban de forma habitual a la infancia.
El Distrito (Requena, 17-III-1912) nº 1

Esta Farmacia de San José era la del licenciado don Francisco Muñoz.
En el siguiente número de El Distrito, la misma farmacia ofrecía otro producto milagroso contra la viruela. Léase con atención el detalle del envasado.
El Distrito (Requena, 24-III-1912) nº 2

Una de las enfermedades de transmisión sexual que a esas alturas del siglo XX todavía estaba bastante extendida era la sífilis, conocida desde la antigüedad y sin un tratamiento efectivo hasta principios de dicho siglo. En concreto en 1910, en Alemania, se descubrió un compuesto sintético denominado Arsfenamina, que fue comercializado bajo la marca Salvarsán. Sin embargo, en España fue mucho más conocido como Compuesto 606, por ser este el número de prueba del laboratorio que lo creó. No tardó en llegar a España, aunque las farmacias no lo servían al público sino a los médicos directamente, ya que se administraba por inyecciones intravenosas:
El Distrito (Requena, 21-IV-1912) nº 6

Al ser la sífilis una enfermedad social, asociada a relaciones sexuales y casas de mala reputación, era lógico que los tratamientos no se compraran en las farmacias directamente y fueran los médicos, en sus consultar particulares, los encargados de administrarlos. Este fármaco sería utilizado hasta la década de 1940, en que fue sustituido por la penicilina. En la prensa requenense se localizan anuncios similares para otros médicos locales.
Por ejemplo, don Antonio García Romero, además del 606, anunciaba el tratamiento en su consulta del compuesto 614, versión más avanzada, del laboratorio alemán de Paul Ehrlich, contra la sífilis. Así llamado porque su nombre completo no lo pronunciaría bien ni Mary Poppins: Dioxidiaminoarsenobenceno metansulfoxilato sódico.
Una de las farmacias más famosas de Requena fue la situada en el edificio modernista que da principio a la Plaza de España. En 1912 era denominada Plaza de Felipe V (antes Arrabal) y allí se anunciaba la Farmacia de Pí, regentada desde finales de siglo por don José Pí Soriano, natural de Ayora y afincado en Requena por su matrimonio con doña Leonor González Crespo en 1894. Establecimiento que, como podemos ver por este anuncio a media página, igual vendía píldoras que artículos de droguería y ¡gasolina para automóviles!
El Distrito (Requena, 11-VIII-1912) nº 22


En anuncios posteriores de la misma farmacia, aumentan los artículos automovilísticos y químicos, como distintos ácidos y productos para bodegas. Asegurando que “los productos de esta casa no se adulteran”. Ahí queda eso.
Un nuevo periódico, El Pueblo Libre, anunciaba, allá por 1915/16, un reconstituyente made in Spain, o debería decir made in Cuenca, que también podía encontrarse en nuestra ciudad:
Nervogénico MombiedroAnemia, Neurastenia, Clorosis, Raquitismo, Consunción, Debilidad general, etc., desaparecen con el uso del Nervogénico Mombiedro.Obra verdaderos milagros en los casos de inapetencia.De venta: Farmacia de D. José Pí – Requena
¿Para qué acudir a Bayer u otras empresas extranjeras? Nuestras farmacias tenían de todo y para todo, producido en España. No sé si estos productos pasarían hoy los controles médico-farmacéuticos, pero por entonces, no había enfermedad que se les resistiera… o eso decían. Y si no, vean este otro producto, fabricado en los importantes laboratorios de ¡Casas de Ves! (Albacete), que también podían adquirir los requenenses en la Farmacia de Pi:
ANHIDROLEl remedio más activo y eficaz contra las enfermedades del intestino, acompañadas de DIARREADEPÓSITOS: En Madrid, Sres. Martín y Durán; en Requena (Valencia), don José Pí Soriano y en casa del autor L. Gómez Ruiz, Casas de Ves (Albacete).
En otros anuncios de la prensa local se titula como Farmacia y Droguería de Pí (con acento), ofreciendo un completo surtido de productos químicos y farmacéuticos, especialidades, ortopedia, perfumería, etc.

Vendrá bien un inciso aquí para citar a un farmacéutico que parecía querer escaparse de esta crónica, don Carlos Berzal Martín. He localizado su baja en el registro de Matrícula Industrial, en octubre de 1915. No hay que tomárselo al pie de la letra, dado que estas bajas y altas no siempre significaban el cese de un negocio, sino tal vez un cambio de categoría impositiva u otros posibles conceptos. El licenciado Berzal aparece citado también por nuestro cronista (Bernabeu, 1994, p. 84) al hablar del Licenciado Olivas y su calle (Poeta Herrero desde 1912):
Recordaremos en esta calle la posada del Torratero (frente al Río Grande), el antiguo casino de los Conejos y la farmacia de don Carlos Berzal.
De Berzal tan sólo sabemos, por una nota de prensa en La Vanguardia de Barcelona, fechada en octubre de 1910, que ese año se había licenciado en la Universidad de la ciudad condal. Es posible que su farmacia pasara unos años más tarde, a don Rafael Víllora, a quien veremos en breve.
En 1920, el primer número de La Voz de Requena anuncia en su página publicitaria una farmacia que ya se ha citado desde principios de siglo, pero que no habíamos visto publicitada hasta entonces, la del Dr. Salvador Serra Franco, que también preparaba sus propios remedios, como indicaba la publicidad:
La Voz de Requena (19-IX-1920) nº 1

Pocos números después constatamos que la farmacia de don Salvador Serra Franco no era otra que la antigua ya citada de Sáenz de Regadera, ya que estaba situada en el mismo número 16 de la calle del Peso, ahora denominada calle de Castelar por avatares de la política local.
Este es un buen momento para dejar aquí el tema, cuando estamos a punto de hablar de nuevas farmacias y nuevos farmacéuticos que, en muchos casos, todavía están presentes en la memoria colectiva de los requenenses más mayores. Volveremos sobre el tema en un próximo artículo que nos introducirá de lleno en las boticas del siglo XX.
BIBLIOGRAFÍA
- BERNABEU LÓPEZ, Rafael, Acuarelas Requenenses, Requena, Centro de Estudios Requenenses, 1994.
- DE JAIME LOREN, José María y DE JAIME RUIZ, José María, “Elixir Estomacal Sáiz de Carlos, Purgatina Sáiz de Carlos, Laboratorios Sáiz de Carlos”, en Epónimos Científicos, Moncada, Universidad Cardenal Herrera-CEU, 2010.
- HERRERO Y MORAL, Enrique, Historia de Requena, Valencia, Imprenta de Manuel Alufre, 1890 (Edición Facsímil en Requena, C.E.R., 1990).
- MUÑOZ NAVARRO, Daniel (transc.), La Villa de Requena a través de las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada [1752], Requena, Centro de Estudios Requenenses, 2009.
- PARRILLA VALERO, Fernando, “En busca del origen de los farmacéuticos titulares”, en Gaceta Sanitaria, nº 23, vol. 1, p. 72-75, Barcelona, Ediciones Doyma, 2009.
HEMEROGRAFÍA
- Prensa Histórica requenense (Archivo Municipal de Requena).
- Revista El Trullo, Fiesta de la Vendimia (Archivo del autor).
[1]<https://cadenaser.com/emisora/2017/01/30/ser_cuenca/ 1485799912_289389.html> (Consulta 5-IV-2020).
[2] En la sesión ordinaria de 17 de mayo de 1883, solicitó licencia para trasladarse a Madrid por asuntos particulares.
[3] <https://cadenaser.com/emisora/2017/01/30/ser_cuenca/ 1485799912_289389.html> (Consulta 5-IV-2020).
[4] En los Anuarios del Comercio de 1879 a 1882, figura como Camilo Gil Navarro, error que se enmienda a partir de 1883.
[5] AMRQ, expedientes 4279/34 y 35.
[6] AMRQ, expediente 4279/42.