LAS GUERRAS DEL CONCEJO EN DEFENSA DE CASTILLA.
Introducción. La captura del botín por la hueste municipal.
Las ideas preconcebidas sobre la Edad Media son recurrentes: brutalidad y caballerosidad se dieron la mano en una orgía de sangre. Esta época denostada por el Renacimiento y ensalzada por el romanticismo ofrece paralelismos con la presente, cuando en muchos países del África subsahariana se libran guerras sin cuartel ni piedad.
La Edad Media no fue única, sino tan humana como otras épocas. En la Europa cristiana el feudalismo ordenó la sociedad con vistas a la guerra, participando de ella los poderes municipales dotados de su propio señorío, los concejos, tan importantes en las tierras de la frontera castellana con el Islam.
Requena no fue ganada a los musulmanes por conquista, sino por acuerdo de pleitesía tras no escasas evoluciones políticas. Sus conquistadores quizá se agruparon por naturas o grupos procedentes de un mismo lugar con miras a conseguir tierras, dinero y posición. En cierta manera prefiguraron las compañías de los españoles que conquistaron las Indias en el siglo XVI.
Ganada la tierra de Requena el concejo fue el encargado de regirla en nombre del rey, encargándose de manera directa de la función militar. Sus vecinos tenían la obligación de defenderla y de acudir a las campañas reales bajo ciertas condiciones, sufragando cada uno su equipo militar en consonancia con su fortuna particular.
El vecindario quedó dividido entre los peones y los cabalgadores que nutrían la hueste municipal, siempre atenta a la consecución del botín. Una vez descontada la parte del rey, sus integrantes tenían derecho a resarcirse de sus pérdidas y de conseguir una recompensa. La captura de ganado y el cautiverio de prisioneros a cambio de un rescate animaron a seguir las banderas municipales. Los requenenses combatieron con concejos vecinos aragoneses por motivos semejantes.
Los botines no siempre rindieron los frutos deseados y muchos vecinos se plantearon mover su casa a otros lugares menos arriesgados. Consciente del riesgo y deseoso de disponer de una fuerza con condiciones de seguridad, la realeza pagó ayudas o acostamientos a los caballeros, compensándolos en la medida de lo posible y reforzando los lazos de fidelidad.
En 1301 doña María de Molina, acosada Castilla por la destreza de Jaime II de Aragón, mejoró sustancialmente las condiciones del acostamiento de los caballeros requenenses con las rentas del puerto y del derecho de saca. Se perfiló definitivamente el sistema de los caballeros de la nómina.
El sistema funcionó razonablemente y los principales hombres de armas requenenses se posicionaron a favor del rey Enrique II de Castilla frente a los partidarios de Pedro IV de Aragón, que en 1369 se hicieron fuertes en el castillo frente a la villa y los arrabales. Las huestes de la ciudad de Valencia no fueron capaces de decantar la balanza a favor de la causa aragonesa.
Los enfrentamientos entre Castilla y Aragón revistieron una tonalidad particular en cada sector de la frontera. En el invierno de 1449 requenenses y utielanos unieron fuerzas para arrebatar al hijo del vizconde de Chelva el producto de su correría de saqueo por Castilla. Fueron derrotados por su falta de capitán y desorden, demostrativo del interés de muchos vecinos por conseguir un botín para ganar riqueza y posición, razones muy similares a las que movieron a sus antepasados. Las guerras del concejo también fueron las de sus vecinos por sacar cabeza.
Documentos históricos.
- La plena configuración del régimen de los caballeros de la nómina (1301).
El señor rey D. Fernando IV da seguro a los caballeros y escuderos de Requena, sus vasallos, a los que son en su nómina real, que tengan de S. M. en tierra para cada año de allí adelante, demás de los maravedís que tienen de S. M. hasta allí para sus soldados 3.250 maravedís de la moneda nueva que mandó labrar, que hacen diez dineros el maravedí: ponéselos y aseguráselos en el diezmo del puerto de Requena dos mil maravedís; y en las sacas de las cosas vedadas del dicho puerto, mil maravedís, y en los pechos que le han de dar los judíos y los moros de Requena, y en los otros derechos que ha de aver en Requena 250 maravedís, los que solían ser para la tenencia del Castillo de Narboneta que son cumplidos los dichos 3.250 maravedís. Que manda se los ha de dar cada año en las cosas sobredichas en manera que hayan bien pagados, y se socorran de ellos para su real servicio.
Privilegio Real del 20 de junio de 1301 transcrito en la obra de Enrique HERRERO Y MORAL Historia de la tres veces Muy Leal, dos veces Muy Noble y Fidelísima Ciudad Real de Requena que comprende desde la más remota antigüedad hasta nuestros días. Edición facsímil de París-Valencia, 2001, p. 303.
2. El castillo de Requena por el rey de Aragón y la villa por el de Castilla (1369).
El rey don Enrique, desque ovo ordenado sus fronteras así contra los moros como contra Carmona, partió de Sevilla, e vínose para Toledo (…). Otrosí, por quanto el castillo de Requena, que oviera estado por el rey don Pedro (Primero de Castilla), tomara la voz del rey de Aragón, el rey don Enrique envió a esa comarca a Pero González de Mendoza, mayordomo mayor del infante don Juan, su fijo primero heredero, e a don Álvar García de Albornoz, su mayordomo mayor. E llegaron estos dos caballeros con otros vasallos del rey, que iban en su compañía, a la Mancha de Monte Aragón, e allí se juntaron en uno, e sopieron cómo compañas de la cibdad de Valencia eran venidas a Requena por esforzar a los del castillo de la villa, que estaban por el rey de Aragón, e combatieran la villa de Requena que estaba por el rey de Castilla, e non la pudieran tomar, ca avía aún departimiento entre la villa e el castillo; e se tornaron para Valencia. E don Álvar García de Albornoz, e Pero González de Mendoza, desque sopieron que gentes de Valencia fincaran en el dicho castillo de Requena, cabalgaron una noche, e llegaron a Requena, e fallaron en los arrabales algunos de los de Valencia, e desbaratáronlos: e estovieron allí algunos días, teniendo cercados a los de Valencia, que estaban en el castillo. E los de Valencia, quando lo sopieron, partieron de la cibdad con muy grandes compañas, e vinieron a Requena, e pasaron cerca del castillo. E don Álvar García e Pero González de Mendoza estaban en la villa; e desque vieron los de Valencia que non querían pelear, tomaron los que estaban en el castillo de Requena, e fuéronse para Valencia.
Pero LÓPEZ DE AYALA, Crónicas. Edición, prólogo y notas de José Luis Martín, Barcelona, Planeta, 1991, Capítulo II de la Crónica del rey don Enrique, segundo de Castilla, pp. 436-437.
3. Las huestes municipales de Requena y Utiel vencidas por las tropas aragonesas (enero de 1449).
A diez días del mes de henero del dicho año de 49, entraron corredores del rreyno de Aragón, fasta ciento noventa de cauallo e quinientos peones, de los quales venían por capitán Valtasar, hijo del vizconde de Chelua, e vinieron… rrío de Jorquera al campo de Serraviel, e rrobaron dende fasta doce mil caueças de ganado menor. E como desto vino las nuevas a la villa de Requena e Utiel, ayuntáronse de anvas villas fasta noventa de a cauallo e cuatrocientos peones, e salieron con prepósito de tomar la dicha caualgada a los dichos aragoneses. E como los aragoneses sentieron que la gente de Requena e Utiel los estauan esperando, a vista dellos tomaron la mejoría de vn cerro, e enviáronles dezir que pues aquella caualgada que ellos llevaban no era suya ni de sus términos, que no quisiesen pelear con ellos e los dexasen pasar.
E sobre esta razón platicaron los de Requena e Utiel, e algunos dellos eran de opinión que acatando la avantaja de la gente de los aragoneses e la mejoría del çerro que tenían, que los dexasen yr; pero otros, con argullo, no acatando esto, dixieron que no se debía fazer saluo pelear con ellos. Por lo qual, acordados todos en esto, como yvan sin capitán que a todos podiese mandar, començaron non con buena orden de souir contra los aragoneses por el çerro arriba; e los aragoneses, con la buena ordenança de su capitán e de las ventajas que tenían, desvarataron a los de Requena e Utiel, e mataron dellos fasta 27, e prendieron dellos fasta setenta de los mejores, e destrozaron los más dellos. E llevaron sus armas e caballos, e pasáronse al rreyno de Aragón con toda su cabalgada.
Pedro CARRILLO DE HUETE, Crónica del halconero de Juan II. Edición y estudio de Juan de Mata Carriazo con estudio preliminar de Rafael Beltrán, Granada, 2006, Capítulo CCCLXXI, pp. 510-511.
