GUILLÉN MINGUET, AMPARO (1863-1915), DIVA DEL TEATRO REQUENENSE

A principios del siglo XX, una actriz, triunfadora en los teatros madrileños y españoles, colgaba el cartel de no hay billetes, noche tras noche, durante semanas, nuestro Teatro Jordá[1], representando las obras dramáticas de los autores del momento y las clásicas que no pasaban de moda. Aquella mujer, que inspiraba versos a Serrano Clavero, Vicente Bolós y hasta a la poetisa Luisa Cervera, era Amparo Guillén, desaparecida de la escena de la vida en 1915
Toda saga familiar tiene un principio. Quien guste del teatro conocerá los apellidos Larrañaga, Ladrón de Guevara, Guillén, Rivelles; y quien además lo ame tendrá en mente sus caras con solo leer sus nombres: Amparo Rivelles, Carlos Larrañaga, María Fernanda Ladrón de Guevara, Fernando Guillén… y un largo etcétera de nombres que han dado y dan lo mejor de su arte por nuestros teatros, cines y cadenas televisivas.
Esta larga familia escénica comenzó por un matrimonio de actores valencianos, Amparo Guillén Minguet (1863-1915) y Jaime Rivelles Magalló (1861-1918) cuyos padres, si los datos no nos mienten, nada tenían que ver con el teatro. De hecho, el padre de Amparo era un guardia civil malagueño destinado en Santa Magdalena (Castellón) y la madre, valenciana, ama de casa. La prematura muerte del padre retornaría a estas mujeres a la Valencia materna, desde donde Amparo comenzaría su conquista de los escenarios.
La Guillén fue una de las actrices españolas más renombradas de su tiempo. Descubierta hacia 1879 por el gran Antonio Vico, con quien se formó como primera actriz en la compañía que este formó junto a otro grande de la escena del XIX, Rafael Calvo, y en la que conocería a su futuro marido, con el que formaría compañía propia a partir de 1890, primero de forma ocasional y más tarde definitiva.
Esta insigne actriz, tantas veces compañera de reparto de María Guerrero en el Teatro Español de Madrid, estrenó muchas obras de José Echegaray (autor cumbre de su generación), Angel Guimerá, Joaquín Dicenta y muchos otros, representando tanto títulos consagrados como otros de jóvenes autores y llevando el teatro, con su compañía, a rincones de España donde llegaron a adorarla como a ninguna otra actriz. Tal es el caso de Requena.

Un año después de la muerte de Amparo, Jaime Rivelles publicó un librito biográfico titulado “Amparo Guillén y su Tiempo”, hoy casi imposible de encontrar.
Dice Jaime (p. 50):
“Con ella[2] debutábamos en todas partes, y el éxito y el negocio eran seguros. Serían muchas las poblaciones que pudiera enumerar como prueba; pero también sería injusto en mí no destacar de entre ellas a Játiva, Castellón y Requena. ¡Tarde olvidarán estos cariñosos públicos a la Guillén! ¡Cuantas largas y repetidas temporadas! ¡Con qué afán eran solicitadas las localidades con anticipación de una función a otra! ¡Qué brillantes abonos y beneficios[3]! Se disputaban el cariño y el agasajo colectivo y particular para con la actriz que consideraban suya… En todas cuantas poblaciones actuó le ocurrió lo mismo, pues inmenso era el cariño que por ella sentían en Villena, Alcoy, Elda, Denia y Gandía; pero en los tres indicados puntos solo faltó ponerla en un altar… Ella correspondía a la adoración de estos públicos entregándoles con alma y vida los destellos de su prodigioso arte…”.
Por fortuna, la escasa prensa de que disponemos, impresa en Requena por aquellos años, da fe de lo que, en otro caso, podría parecer exageración de marido; por ello nosotros podemos recordar aquellos tiempos. Y pese a ser pocos los ejemplares conservados, el espacio que dedican a la Guillén y su Compañía es muy extenso.
Amparo había debutado en Valencia, en el Teatro Café (luego Ruzafa), en septiembre de 1879, con dieciséis años, al lado de actores consagrados como Torromé, Mora, Colom o Manuel Calvo. Este último la incorporó a su propia compañía y la llevó por provincias y luego a Madrid. Pocos años después la vemos en las compañías de Juan Colom y el famoso Manuel Llorens, con quienes actúa en Requena por primera vez, en 1884, protagonizando obras como “El Octavo no mentir”, de Miguel Echegaray, o “Traidor, Inconfeso y Mártir”, del gran José Zorrilla, entre otras.
Su crecimiento como actriz fue rápido y notorio. En 1886, los dos actores más famosos del momento, Rafael Calvo y Antonio Vico, hasta entonces rivales escénicos, formaron “la más prestigiosa compañía de verso de su tiempo [4], reuniendo a insignes actores y actrices como Ricardo Calvo, Antonio Perrín, Jaime Rivelles, Antonia Contreras, Luisa García Calderón y la joven Amparo Guillén, entre otros. A ellos se uniría, en el verano de 1890, una tal María Guerrero, que con el tiempo sería la mejor actriz de nuestro teatro.
Protagonizó en Madrid los estrenos más importantes de aquellos años. En 1887, con veinticuatro años, representa “Dos Fanatismos” y “La Realidad y el Delirio”, ambas del futuro premio Nobel José Echegaray, a quien luego estrenaría otras muchas.
El 4 de diciembre de 1888, en la iglesia de San Cayetano, de Madrid, se casan Jaime y Amparo. La boda no interrumpe la temporada.

Calvo y Vico arriendan el Teatro Español de Madrid y allí se sucederán los éxitos. Entre las obras que estrenará Amparo siguen primando las de Echegaray, pero también Dicenta, Blasco y otros grandes dramaturgos. Citemos, entre aquellas obras, una que luego se convertiría en zarzuela de éxito, “El Mundo Comedia es o El Baile de Luis Alonso”, de Javier de Burgos.
Las biografías no dicen qué las fue separando, pero lo cierto es que María Guerrero y Amparo Guillén tenían una curiosa relación de amor-odio-admiración mutua. El caso es que Amparo y Jaime forman compañía propia por primera vez hacia 1890 y comienzan a hacer giras por provincias durante la época de cierre de temporada madrileña, pero no será hasta 1900 que dicha compañía se convierta en permanente, o casi, pues cuando María Guerrero se haga cargo vitalicio del Teatro Español, llamará a Amparo con frecuencia para los estrenos de obras importantes, sobre todo en la última época de José Echegaray, cuando su teatro se decante hacia el protagonismo femenino, hacia María.
Con María Guerrero, el Teatro Español se convierte en el centro del universo para los autores hispanos. Amparo y Jaime, unas veces juntos y otras por separado, pero casi siempre junto a la Guerrero, estrenarán múltiples obras, como “El Prólogo de un Drama” (Echegaray) o “Virgen y Mártir” (Sales), 1891; “El Hijo de Don Juan” (Echegaray), 1892; “El Padre Juanico” (Guimerá), 1897; y ya en el siglo XX, dejando su propia compañía en ocasiones para volver junto a “esa fiera”, como Amparo definía a María, con obras cumbres de la escena española y hoy olvidadas, como “La Neña” (Oliver), 1904 o “Rosas de Otoño” (Benavente), 1905, su última obra juntas.
Rivelles, en su biografía, apunta varias causas, sin concretar. Bien por los primeros síntomas del deterioro de su salud, quizás por el cuidado de sus tres hijos y su anciana madre y junto a estas, los éxitos con su propia compañía en su querido Levante; lo cierto es que a partir de 1900, la Compañía Guillén-Rivelles se consolida y seguirá así hasta 1909, en que el corazón de Amparo la obliga a dejar definitivamente los escenarios y retirase a su casita en el barrio valenciano del Cabañal.
Un resumen demasiado breve de su vida y milagros, pero sirva esta introducción para centrarnos, ahora, en las estancias de Amparo Guillén en Requena, donde, como Jaime nos dice, era adorada.
El Somatén y El Baluarte son los periódicos que tiene Requena en la primavera de 1900, cuando la compañía Guillén-Rivelles visita la ciudad por primera vez.
El Somatén cuenta entre sus redactores con Venancio Serrano Clavero, Estanislao y Pedro Masiá, Vicente Bolós y otros periodistas-poetas-dramaturgos. Por su parte, El Baluarte tiene a Manuel García Lledó, también poeta y novelista al frente, pero no se llevan mal. De hecho Serrano Clavero y García Lledó publican en ambos periódicos.
El 15/IV/1900, El Somatén dedica medio periódico a Amparo Guillén y dice, entre otras cosas:
“Hace dieciséis años que aplaudimos en nuestro Teatro una joven actriz, que siendo ansí niña, mostraba ya excepcionales condiciones para el drama y la comedia.
La precoz artista a que nos referimos, juntamente con el notable primer actor don Manuel Calvo, estuvieron entre nosotros larga temporada en la que alcanzaron grandes y legítimos triunfos.
Mucho tiempo ha transcurrido; muchas actrices han pasado por el escenario de nuestro Teatro, pero no hemos podido olvidar a la genial artista que en aquella temporada nos dio a conocer “El octavo no mentir”, “El guardián de la casa”, “La esposa del vengador”, “La fornarina”, “El rey y el aventurero”, “Traidor, inconfeso y mártir”, “Lázaro” y tantas otras cuyo recuerdo dejó grabado en nosotros el nombre de Amparo Guillén”.
El extenso artículo continúa, explayándose en la biografía, méritos y títulos estrenados por la actriz hasta la fecha del mismo.
Unas semanas antes, el 25/III/1900, en la sección de noticias del mismo periódico, se podía leer:
“En la próxima Pascua de Resurrección, actuará en nuestro coliseo una notable compañía dramática, en la que figura la eminente primera actriz Doña Amparo Guillén y su esposo el notable actor D. Jaime Rivelles.
Tenemos noticias de que el conjunto de la compañía será inmejorable y, en el transcurso de la temporada, se estrenarán las obras más notables y que más éxito han alcanzado en los principales teatros de España, contándose entre ellas, “La muralla”, de Oliver; “Fedora”, de Sardou; “La Duda”, de Echegaray; “El Patio”, de los hermanos Quintero; “¡Pobres hijos!”, de Blasco y otras estrenadas con gran éxito en Madrid”.
El debut se produce ese 15 de abril. En el elenco figura, entre otros, el actor requenense José García de Leonardo, y la lista de obras a representar no tiene desperdicio:
“Mancha que limpia, Mariana, Los amantes de Teruel, La Dolores, La dama de las camelias, La de San Quintín, Mar y Cielo, La Pasionaria, María del Carmen, El señor feudal, Juan José, Lo sublime en lo vulgar, La bola de nieve, Don Alvaro, Sullivan y otras. También ofrecen estrenar La duda, La muralla, Silencio de muerte, La real moza, ¡Pobres hijos!, Fedora, Honra y vida, Doña Blanca de Albornoz y El patio”.
Las obras que esa noche ofrece el matrimonio Guillén-Rivelles a los requenenses, que abarrotan el pequeño Teatro Jordá, son “Mancha que Limpia”, de José Echegaray (1895) y la comedia de Vital Aza (1890) “El Sueño Dorado”.

Durante dos meses, hasta el 17 de junio, los requenenses llenan el teatro a diario para admirar a Amparo, a Jaime y a su compañía, haciendo un esfuerzo económico y de consumo cultural que hoy nos parece cosa de otro mundo.
Una temporada teatral como las programadas en los teatros madrileños. Algo que solo ella repetiría en Requena y que no se ha vuelto a ver.
Lo repetimos, Amparo Guillén trajo a Requena las grandes obras teatrales de la época y la forma de hacer teatro de aquel momento. Algo irrepetible.
No solo dramas, aunque encantaran a nuestros antepasados. La Guillén sabe también ser cómica. A mediados de mayo de 1900, en una sola semana, se ponen tres comedias de los hermanos Álvarez Quintero: “La Reja”, “El Patio” y “La Vida Íntima”. Pero es en el drama donde saca lo mejor de su arte. Como ejemplo esta crónica de García Lledó en El Somatén de 20/V/1900 sobre la Guillén en “Fedora”, de Sardou:
“En todas las escenas que se precipita el triste desenlace de la obra estuvo felicísima. Aquellas horrorosas sacudidas del alma que torturan a la vengativa y arrepentida “Fedora”; aquellos rasgos de su suprema angustia para arrancar el perdón a Loris; aquella lucha entre el amor y el espanto que le causa la muerte, que la ve llegar inevitable; todo ese revuelto torbellino de ideas y sentimientos que da lugar a las difíciles transiciones que ponen a la protagonista, con la esperanza del perdón, junto al cielo de la felicidad y con el descubrimiento de la culpa en el borde de la tumba, fue interpretado por la señora Guillén magistralmente. Estuvo admirablemente trágica”.
El examen de las noticias nos da la friolera de 36 obras representadas en dos meses, seguramente fueron más.
Tiempo en que los requenenses pudieron ver obras de la categoría de “Don Alvaro o la Fuerza del Sino” (Saavedra); “El Patio” (Hnos. Álvarez Quintero); “Juan José” (Dicenta); “La Dama de las Camelias” (dumas); “La de San Quintín” (Pérez Galdós); “La Dolores” (Feliu y Codina)¸ “La Duda” (Echegaray), obra insignia de Amparo Guillén; “La Muralla” (Oliver); “Los Amantes de Teruel” (Hartzenbuch) y muchas otras de estos y otros autores, más de la mitad de ellas estrenadas por Amparo Guillén en Madrid. ¿Una temporada irrepetible? Pues se repetiría.
La noche del 27 de Mayo resulta histórica. Amparo representa “La Dama de las Camelias”. Es domingo, día de edición del periódico. El Somatén deja clara la devoción de los requenenses a la actriz:
“A la hora de entrar en prensa este semanario, Amparo Guillén esta celebrando su beneficio[5]: el Teatro se haya como nunca lo hemos visto, ni aun en noches de Feria, de brillante y lleno; las ovaciones se repiten para la eminente actriz que sabemos ha de recibir varios regalos de sus muchos admiradores y entusiastas”.
Pero no es solo por la admirable interpretación de Margarita Gautier por lo que la velada será histórica, sino porque Amparo Guillén, como final de la representación, estrena una obrita en verso que ha escrito para ella Venancio Serrano Clavero: “El Prospecto”.
El autor lo califica de “apropósito relámpago”, por su brevedad y en el siguiente número de El Somatén dice de ella García Lledó:
“Dicha obrita escrita en versos fáciles y correctos, exclusivamente para el beneficio de la señora Guillén, solo tiene un defecto, el de que cuando se empieza a saborear se termina, es decir que es un trabajo tan inspirado como breve. Y es lástima porque el pensamiento no puede ser más original y la versificación, hasta en el diálogo, galana, fácil y florida como cuanto escribe Serrano Clavero”.
He aquí unos versos que Serrano Clavero pone en boca de Amparo en “El Prospecto”:
Di Jaime en esas cuartillas
que me entusiasma Requena
por sus costumbres sencillas.
Di que entre gente tan buena
me hallo a las mil maravillas.
Di que en tierra tan galante
me extasío, me embeleso;
que es mi alegría constante…
¡Di todo eso, di todo eso…
y no habrás dicho bastante!
Retomando el tema, aquella noche del 27 de mayo en que Amparo, en su función de beneficio, hizo La Dama de las Camelias y estrenó El Prospecto de Serrano Clavero, fue la de su exaltación a los “altares teatrales” requenenses. El Somatén, en su crónica del 3 de junio siguiente, dice:
“Grandes triunfos ha conseguido en su carrera artística nuestra predilecta y eminente actriz pero el conseguido aquí la noche de su beneficio tenemos la seguridad de que no lo olvidará nunca Amparo Guillén. Al final de todos los actos fue llamada al palco escénico y al terminar la representación se le tributó la mayor ovación que hemos presenciado en el teatro; el público delirante, frenético de entusiasmo la aplaudía y aclamaba: de algunos palcos le arrojaron gran número de flores que convirtieron pronto la escena en olorosa alfombra; y al mismo tiempo le eran ofrecidos varios regalos. Un hermoso ramo de flores de la platea número dos, otro igual de la del número 8, otro magnífico de Don Luis de Benavides, un precioso abanico del proscenio número dos, un artístico juego de té de la compañía y una sombrilla de raso crema pintada con blondas de la redacción de “El Somatén”. También recibió la señora Guillén varias inspiradas poesías, que en otro lugar publicamos, de la señora doña Luisa Cervera, de Don Vicente Bolós y de “El Dómine Lucas”.
Al día siguiente Amparo Guillén que siente gran cariño por Requena, lo demostró ofreciendo a nuestra patrona la Virgen de los Dolores, dos de los preciosos ramos que le habían regalado”.
La función entera hubo de repetirse días después. En los días siguientes se suceden las funciones de beneficio. El 9 de junio es la del requenense José García de Leonardo quien, junto a Amparo Guillén, elige para su lucimiento “Un Drama Nuevo” (Tamayo y Baus, 1867); y el día 10 se luce Jaime Rivelles junto a su esposa en “Mar sin Orillas” (José Echegaray, 1879) y ambos deleitan al público con la comedia de Blasco (1877) “Como el pez en el agua”.
Tras varios días y otras magníficas representaciones, la Compañía Guillén-Rivelles deja Requena camino de Utiel. El Baluarte del 24/VI/1900 lo describe así:
“La despedida que el domingo por la noche dispensó a los artistas este público, fue cariñosa en extremo, repitiéndose las salidas a escena en medio de atronadores aplausos. Sabemos que dichos artistas abandonan con sentimiento esta ciudad, a la que han cobrado gran afecto. Cónsteles también la profunda simpatía de este público, en cuyo nombre les deseamos todo género de prosperidades”.
Ese otoño, con la llegada de la Feria requenense, regresa de nuevo la compañía, en una breve estancia en la que priman las comedias, debutando con “El Tanto por Ciento” (López de Ayala, 1861) y el juguete “Los Asistentes” (Parellada, 1895). Tanto El Baluarte como El Somatén dan cuenta de los éxitos de esta nueva tanda de interpretaciones.
La escasez de prensa local no nos permite saber si el matrimonio Rivelles Guillén volvió en los años posteriores, pero en 1904 están de nuevo aquí, esta vez acompañados de una jovencísima Amparo Rivelles, su hija, la primera de la saga con ese nombre; no la que tantos hemos conocido, que fue su nieta e hija de otro de sus hijos, el actor Rafael Rivelles.
Requena ha cambiado un poco: en 1903 se inauguró el Teatro Circo y un nuevo periódico local, El Avance, ha tomado el relevo de los anteriores y nos cuenta, en su edición del 10 de abril que en el Circo actúa una compañía de zarzuela y en el Jordá:
“Tenemos también entre nosotros a la eminente Amparo Guillén que después de haber hecho muy brillante campaña en los teatros de la Princesa de Valencia, Castellón, Tarrasa y Sabadell, se propone estrenar aquí obras tan notables como “La Tosca”, “La Pecadora”, “La Escalinata de un Trono”, “El Abuelo”, “Magda” y otras no conocidas de nuestro público”.
A continuación hay un comentario que nos da pie a suponer que la compañía debió volver en otras ocasiones tras la magnífica temporada de 1900. Dice así:
“La Compañía dramática Guillén-Rivelles siempre ha sido recibida en Requena con cariño y verdadera satisfacción”.
La competencia con la zarzuela es importante, pero el gancho de los Rivelles-Guillén y el pequeño tamaño del Teatro Jordá siguen produciendo llenos constantes.
El Avance de 17/IV no escatima elogios:
“En el teatro Jordá estamos admirando la hermosa labor artística de la compañía dramática Guillén-Rivelles. Las obras representadas son “El alcalde de Zalamea”, “Silencio de muerte” y “La Tosca”. Dadas las numerosas simpatías que en nuestra ciudad tiene la notable artista Amparo Guillén y viendo el admirable y estudioso conjunto que exhiben en las obras ejecutadas, todo lo que nosotros dijéramos resultaría pálido ante la realidad”.
Podríamos transcribir aquí todas las crónicas periodísticas de esta temporada en la que el matrimonio Rivelles-Guillén trae a Requena las últimas obras de Echegaray, Galdós, Dicenta, Sardou, Guimerá… pero nos quedaríamos sin espacio. Baste con un fragmento de El Avance que sirve para cualquier actuación de Amparo:
“Es la Guillén una artista que siente y hace sentir cuando quiere y como quiere, porque tiene un talento poco común y un extraordinario dominio de la escena”.
El 5 de junio, tras dos meses en Requena, dejan el Jordá para seguir su camino. Atrás quedan nuevas y memorables interpretaciones de “Fedora”, “La Escalinata de un Trono” y, cómo no, “La Duda”. Tal ha sido la calidad de la compañía que, por ejemplo, en Carlos II el Hechizado, el público chilla y patea al actor (Sr. Martínez) en el papel del villano Fray Froilán, como si la acción fuera real y al terminar le aplaude a rabiar, reconociendo su gran valía.
Ese verano de 1904, tras la gira que incluía Requena, la Guillén es reclamada de nuevo por María Guerrero para el Teatro Español de Madrid, donde estrenará con gran éxito, entre otras, La Neña (Oliver) y, en 1905, Rosas de Otoño (Benavente).
No es hasta junio de 1906 que los Rivelles-Guillén vuelven a Requena. Tan solo una nota de prensa en el periódico Arte y Letras (3/VI/1906) nos da cuenta de la noticia. Lamentamos no tener más datos de aquella última visita:
“El sábado, día 9 del actual, debutará en este teatro la compañía dramática que dirige D. Jaime Rivelles y en la que figura su distinguida esposa, la notable actriz Dª Amparo Guillén. Auguramos una brillante campaña a la distinguida actriz tan estimada del público requenense”.

Ya diagnosticada de su dolencia de corazón, Amparo seguirá en activo hasta 1909. En diciembre de ese año actúa por última vez. Es en Novelda (Castellón), con su obra más querida, La Duda (Echegaray), y Los Hijos Artificiales (Abati). Tras varios desfallecimientos, el médico la conmina a descansar. Se retira a su querido barrio de El Cabañal, donde muere el 7 de junio de 1915, mientras Jaime Rivelles se encuentra actuando en Utiel.
Este ha sido nuestro homenaje a una gran actriz que quiso a Requena como Requena la quiso a ella.
Marcial García Ballesteros
(Publicado con anterioridad en El Trullo, 2015)
[1] Años después “Teatro Romea”. [2]Se refiere al drama “La Duda”, de José Echegaray, estrenado por Amparo Guillén y María Guerrero, en 1898. [3] Las funciones de “beneficio” eran aquellas en las que el taquillaje era íntegro para los intérpretes “beneficiados”. Solían representarse al final de la estancia en una localidad y con obras elegidas por ellos. [4] SÁNCHEZ ESTEBÁN, Ismael, María Guerrero, Barcelona, 1946. [5] La función de Beneficio otorgaba toda la recaudación de taquilla al beneficiado, que elegía obras de lucimiento.