Una cotizada merced.
El 15 de febrero de 1489 el comendador mayor de León y trece de la orden de Santiago don Gutierre de Cárdenas recibió de los reyes don Fernando y doña Isabel una valiosa concesión a título vitalicio, la de la escribanía mayor de las alcabalas, tercias, monedas, moneda forera y otros impuestos de la ciudad de Cuenca y su tierra, de Requena, del maestrazgo de Calatrava y de los dominios del arzobispado de Toledo.

Los reyes, entonces enfrascados en la conquista del sultanato de Granada, reconocieron abiertamente la necesidad de las mercedes principescas para premiar los leales servicios de sus seguidores. Don Gutierre, primo del maestre de Santiago don Alonso, había combatido contra los portugueses en la pasada guerra civil en las tierras de Badajoz, ayudó en la concertación del matrimonio real y participó en las campañas granadinas. Fue la época en la que se consideró a Santiago Apóstol luz y espejo de las Españas. Cuando muriera en 1493 el maestre don Alonso, el rey don Fernando se haría definitivamente con la administración de la orden.
En otras palabras, don Gutierre conseguía una sustanciosa, muy sustanciosa, concesión sobre un extenso territorio castellano lindante con la Corona de Aragón de la cobranza de diez maravedíes por cada mil recaudados. Sin olvidar sus derechos y salarios anexos.
Una gracia cuestionada.
Legalmente nadie se opuso a la decisión de los reyes, pero en la práctica don Gutierre topó con serios escollos. El tesorero y clavario mayor Ruy López de Toledo resignó maquinalmente el oficio de escribano mayor, pero los contadores mayores le opusieron una tenaz resistencia que se prolongó hasta principios de noviembre de 1494. No se resignaron a ser fiscalizados y a compartir sus ganancias con el favorecido por los reyes.
Un hombre de confianza de don Fernando y doña Isabel.
Los reyes supieron favorecer al hijo de una sobrina de don Gonzalo Chacón, tradicionalmente conocido por su mediación en las espinosas negociaciones matrimoniales entre Isabel y Fernando (y sus séquitos) y ahora más visible gracias a la interpretación de Pere Ponce en la serie Isabel.
A lo largo de una vida que se extendió hasta enero de 1503 acumuló oficios, dignidades y bienes a su sombra en los distintos reinos hispánicos, ejemplo del afortunado servidor de la nueva monarquía autoritaria. En 1470 recibió la villa de Elche y el lugar de Crevillente en premio de sus gestiones matrimoniales. Por indicación real, el conde de Ureña se desprendió de sus oficios y bienes en Medina del Campo en su provecho a cambio de un importante juro o pensión. Consiguió en 1483 del arzobispo de Toledo Carrillo Maqueda, de la que se convirtió en su séptimo señor, concertando más pausadamente su dominio en 1490. En 1484 pobló Santa Cruz de Retamar. Fue agraciado en 1488 con importantes derechos sobre la ejecución de los bienes de los sentenciados. Consiguió del burgalés Hospital del Rey en 1490 la granja, dehesa y heredamiento de Requena, cercana a la villa toledana de Borox, añadiendo su jurisdicción y sus alcabalas. Ostentó en 1494 la alcaldía mayor de Toledo. Fue capaz de comprar por 41.000 libras Aspe a los condes de Cocentaina en 1498. Su matrimonio con doña Teresa Enríquez, hija del almirante de Castilla, también le ayudó sobremanera.
Todo ello en reconocimiento de sus servicios. Miembro destacado de su consejo, los reyes le encargaron misiones delicadas como la de juez conservador de los acuerdos con el duque de Bretaña en 1483. El propio rey don Fernando recordó a los munícipes toledanos el 20 de marzo de 1492 que le pagaran los maravedíes, el carbón y la cera de un regidor, pese a no residir en Toledo, ya que se encontraba sirviéndole en las fortalezas de Granada. Él fue uno de los primeros conquistadores que entraron en la Alhambra.
Requena, en el mapa de las ambiciones de don Gutierre.
Nunca pensó en emular a los Mendoza ni a los marqueses de Villena el comendador mayor de León. Tampoco quiso convertir nuestra Requena en una réplica a gran escala de su señorío próximo a Borox. Sí apeteció, sin embargo, tomar parte de sus rentas fiscales.
Entre 1489 y 1494 Requena había superado más o menos las heridas sociales de la guerra de don Álvaro de Mendoza. Los reyes habían alentado la reconciliación por motivos muy prácticos. El 11 de junio de 1489 ordenaron que Alonso de la Torre y Francisco de Comas pudieran gozar de los oficios concejiles.
Mientras tanto el paso de arrieros, de ganados y de mercancías engrosaban las rentas reales, tentando a los más vivaces. El 30 de abril de 1490 los requenenses se quejaron de la duplicación de los derechos de arancel y de las tablas en la plaza, violentando el corregidor y el alcalde lo capitulado.
El 19 de abril de 1491 se discutió acerca de las exenciones de los moradores y el 10 de abril de 1494 se denunció que Alfonso Herrero, ligado al arrendador de las rentas reales de Requena, se había fugado con unos 65.000 maravedíes de las alcabalas y tercias de Utiel.
En 1503 las rentas reales de Requena (alcabalas, tercias, diezmos, aduanas, salinas, servicio y montazgo, puerto y portazgo) rindieron unos 3.610.333 maravedíes, de los que 992.720 fueron a parar a satisfacer unos 10.000 pequeños préstamos, 45.000 a Juan de Bastida y su esposa, un millón al infante don Enrique y 1.191.500 a don Alonso Gutiérrez. Algo así bien merecía la atención del ambicioso comendador.
Fuentes.
ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.
Cancillería. Registro del Sello de Corte, LEG. 149404, 290.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL.
Sección de la nobleza. Archivo de los duques de Baena, 61, D. 5-6.
ARCHIVO HISTÓRICO DE TOLEDO.
Archivo Secreto, Cajón 1, legajo 1, nº. 20 g.
Bibliografía.
RADES, Francisco, Chrónicas de las tres Órdenes y Cavallerías de Santiago, Calatrava y Alcántara. Edición facsímil de París-Valencia, 1997.