El 20 de junio de 2019 se han cumplido setenta y cinco años de la muerte en Madrid de José Joaquín Herrero y Sánchez. Como tantas otras efemérides de requenenses, este aniversario está pasando desapercibido en nuestra ciudad y también en Madrid, donde fue un personaje relevante. Esto es tan solo un boceto, de su larga e interesante trayectoria, que merece un profundo estudio junto a la reedición de sus obras completas.

(La Ilustración Española e Hispanoamericana).
Referencia:
POESÍA, LITERATURA, PERIODISMO, POLÍTICA, MÚSICA
Época:
Requena, 19-XII-1858 – Madrid, 20-VI-1944
Obra:
Poesía, Artículos, Ensayos, Traducciones, Cuentos
Algunos títulos:
Poemas y Fantasías (traducción en verso de Heinrich Heine, 1883, varias reediciones con el título de El Libro de los Cantares).
Ensayos Poéticos, Estrofas (poesía, 1884).
Mar Adentro: Nelson. La muerte viva. Canción (poesía, 1897).
Poetas del Amor. Kalidasa: Gringara Tilaka, Heine: Intermezzo (traducciones en verso, 1898).
Tres Músicos Españoles: Juan del Encina, Lucas Fernández, Manuel Doyagüe, y la cultura artística de su tiempo (discurso de entrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1912).
La mano y su expresión en el arte de Velázquez (ensayo, 1927).
Retratos del Museo de la Real Academia de San Fernando (comentarios al catálogo gráfico, 1930).
Alta Troll, sueño de una noche de estío (traducción inédita de Heinrich Heine, manuscrita en el Archivo Municipal de Requena).
Apuntes biográficos sobre personajes contemporáneos de J.J. Herrero (inéditos, con notas sobre su relación personal con dichos personajes, manuscritos en el Archivo Municipal de Requena: Canalejas, Zorrilla, Benlliure, Sorolla, Campoamor, Gayarre, Núñez de Arce…).
Notas biográficas:
José Joaquín Herrero Sánchez, el Poeta Herrero que dio nuevo nombre a la céntrica y comercial calle de Olivas de Requena,fue un hombre de gran relevancia en la política nacional y las bellas artes, en las que destacó desde finales del siglo XIX hasta los años cuarenta del siglo XX. Ha permanecido en el recuerdo de Requena gracias a la denominación de la citada calle y a su obra literaria, en especial la faceta poética, reproducida con asiduidad en las páginas de los periódicos locales de su época.
La única reseña biográfica de cierta extensión con la que contamos es la publicada en el nº 1 del periódico requenense Alma Solariega, en fecha 1 de julio de 1916, debida a la pluma de Lucio Gil Fagoaga, amigo personal, residente en Madrid, como el poeta, y periodista ocasional en la prensa requenense, que en esta publicación le rindió homenaje partiendo de datos que el propio Herrero le habría facilitado, junto con un retrato a lápiz, dedicado a Gil Fagoaga[1].
El apellido Herrero dio a Requena nombres de gran relevancia histórica que participaron en acontecimientos importantes para la ciudad en el siglo XIX. Los orígenes genealógicos de la familia provienen de Villamalea (Antonio Herrero Gallego) y Minglanilla (Teresa Velasco Cárcel), llegando a Requena a finales del siglo XVIII.
El abuelo de José, Marcelino María Herrero y Velasco (1788-1863), fue alcalde de Requena en varias ocasiones y ocupó diferentes cargos municipales de importancia. Destacado liberal e importante y acaudalado propietario, fue el primer jefe de la Milicia Nacional de Requena o, como se denominó a finales de 1820, Batallón de Voluntarios de la Libertad, con el rango de teniente coronel. Al crearse la Milicia Urbana, en 1833, Marcelino Herrero estaría al cargo de una compañía de infantería de la misma, pasando a ser comandante del Batallón de Requena en 1836 y volviendo al mando de la Milicia Nacional tras su reorganización en 1855[2].
Su padre, José Trinidad Herrero de la Cárcel (1815-1868), fue abogado, diputado a Cortes en varias ocasiones y secretario del Congreso durante las Cortes Constituyentes de 1856. Junto al padre, Marcelino, como uno de los mandos de la Milicia, destacó durante las guerras carlistas.
Dentro de la familia destaca también Enrique Herrero y Moral, primo del poeta y autor de la Historia de Requena (1890).
José Joaquín nació en una de las familias más cultas de la Requena decimonónica. Famosa, por la cita que de ella hace Bernabeu, fue la magnífica biblioteca del domicilio familiar de la calle Olivas, en la que el poeta Serrano Clavero devoraría con avidez muchos de sus libros por gentileza de la madre del poeta y viuda de don José Trinidad, doña Loreto Sánchez Jiménez (1825-1892).
Fue el cuarto hijo, tras Manuela (1851), Elena María (1852) y Marcelino (1855). Después de José (1858) aún llegarían Dionisio (1862) y María Magdalena (1864). Todos ellos serían longevos, a excepción de Elena María fallecida en 1862.
Aunque José Joaquín llegó a conocer a su abuelo, su influencia sería breve ya que falleció cuando el poeta contaba sólo cinco años (1863). Breve sería también el influjo transmitido por el padre a todos los hijos, en especial a los varones, pues tanto Marcelino como José Joaquín y Dionisio fueron alumnos del Instituto Libre de Enseñanza de Requena, cursando luego derecho en la Universidad de Valencia. Tras la muerte de José Trinidad (1868), José tenía diez años, la gran influencia de la madre se vería reflejada en el aprovechamiento estudiantil de todos sus hijos varones. No he podido localizar datos de matrimonio u otros de interés sobre las hijas, a excepción de la mayor, Manuela, casada con Nicolás Moliní Vera, lo que unió en parentesco a dos de las familias más importantes en la política y oligarquía requenense de mediados del XIX.
Afirma Lucio Gil Fagoaga en el citado artículo que:
Desde muy niño mostró su afición al estudio y en el Instituto libre de la localidad comenzó el bachillerato, examinándose de ingreso en 1º de octubre de 1868[3]. Era aquel tiempo para él de graves caracteres y fatídicos signos: en junio había muerto el autor de sus días, el famoso hombre público, colega y grande amigo de Peris y Valero, Olózaga, Sagasta y otros políticos de a la sazón [sic]; en septiembre tuvo lugar la revolución que lanzó del trono a Isabel II y ocasionó tantos trastornos[4].
En el Archivo Histórico de la Comunidad Valenciana se encuentran los expedientes de José Joaquín y sus hermanos Marcelino y Dionisio, correspondientes a los años de estudios en el Instituto Libre de Enseñanza de Requena, entre 1866 y 1872. Concluidos estos, los hermanos se irían trasladando a Valencia para cursar estudios universitarios. José Joaquín lo hizo en 1872 y, según el mismo Gil Fagoaga, tuvo problemas de salud que alargaron la carrera[5]:
Se hizo en tres años el bachiller y en 1871 empezó a estudiar Derecho en la vecina Universidad. Pero su naturaleza se resentía de aquel intenso trabajo, por cuya causa, y cuando se ocupaba en el segundo curso, fueron interrumpidas sus labores, y ya que se reanudaron, pudo terminar la carrera en 1878, cuando aún no contaba veinte años.
Hay que puntualizar que la citada documentación, cuyo expediente se conserva en el Archivo Histórico de la Comunidad Valenciana, corrige en un año los datos del periódico, siendo así que el ingreso en el Instituto Libre de Requena se produjo en el curso de 1869 a 1870 y la conclusión en el curso 1871-1872. El título oficial obtenido fue el de Bachiller en Artes.
Durante sus estudios de derecho en Valencia, flirteó con la masonería, en la que sus hermanos Dionisio y Marcelino fueron destacados miembros[6], pero todo parece indicar, por su trayectoria y escritos, que no continuó en ella al concluir los estudios en la capital del Turia.
En 1879, José Joaquín se instaló en Madrid para terminar allí los estudios de derecho y filosofía y letras, fijando su residencia en la capital del reino.
Gil Fagoaga[7] indica que comenzó también los estudios de ingeniero agrónomo, pero que lo dejó por la amistad contraída con el político y escritor José Canalejas, del que fue íntimo. Es un dato que no se ha podido corroborar. Otros políticos y literatos contarían con su amistad, como Romanones, Campoamor, Sánchez Guerra, etc., y por su afición al teatro y, sobre todo, a la música, destacaré la temprana y cordial amistad que mantuvo con el dramaturgo, poeta y libretista, Carlos Fernández Shaw.
Al llegar a Madrid ingresó en el Ateneo Científico, Literario y Artístico. Ese mismo año (30-VI-1879) era nombrado secretario 3º de la sección de Bellas Artes.
Poco sabemos de sus primeros años madrileños, aunque sí su domicilio, en la céntrica Carrera de San Jerónimo, nº 15. Bernabeu (1982, p. 494-495) afirma que destacó como poeta y crítico de arte, además de dirigir el periódico El Heraldo Literario, aunque es posible que el periódico fuera en realidad la Revista Ilustrada, junto a José Canalejas, pues no se ha localizado dicho título en ninguna relación bibliográfica ni hemeroteca consultada.
Su formación humanística debió ser muy completa, incluyendo un excelente dominio del idioma francés. Su primera publicación conocida es una traducción del poema El penitente de Canosa, del poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856). La curiosidad estriba en que bajo el título, entre paréntesis, se indica “(traducción de Henri Heine)”, con el nombre de pila en francés, Henri, y no en alemán, Heinrich, lo que indicaría que la traducción se hizo sobre otra traducción. Se publicó en el nº 7 de la Revista Ilustrada donde, es curioso, se incluía también una semblanza del tenor de ópera navarro Julián Gayarre, con quien pronto emparentaría Herrero al casarse con Fermina Gayarre, sobrina carnal del famoso cantante. Sin embargo, justo es apuntar que tras la lectura del prólogo de Menéndez Pelayo a los Poemas y Fantasías de Heine, todo parece indicar que Herrero se desenvolvió también con los idiomas inglés y alemán.
La colaboración en la Revista Ilustrada, aunque al parecer solo se editó durante dos años, fue clave en la trayectoria posterior del poeta Herrero. Aunque solo se conservan unos pocos números en la BNE, es fundamental el ideario que se manifiesta en el nº 18, según el párrafo que se reproduce a continuación, tomado de la larga explicación que sobre la Revista hace la Hemeroteca Digital:
Junto a González Serrano como director, aparecen en esta entrega como redactores, además de Canalejas y Colorado, el profesor vinculado a la Institución Libre de Enseñanza Enrique Serrano Fatigati (1845-1918), el pedagogo y geógrafo de origen catalán Ricardo Beltrán y Rózpide (1852-1928), Máximo Ruiz Díaz, Enrique Calleja, Laureano Calderón, Joaquín Juste, José J. Herrero y J. Martos Jiménez. Todos ellos serán los firmantes del artículo que, bajo el epígrafe Nuestro pensamiento, aparezca publicado en este número, en el que reflejarán su ideario demócrata, progresista y regeneracionista en el ámbito de la política, la cultura, el arte y la ciencia.
De ese artículo colectivo merece la pena transcribir un párrafo que explica, precisamente, el pensamiento de este colectivo de periodistas-poetas-políticos en los que se encuadraba aquel joven requenense de tan solo veintitrés años:
Revista Ilustrada (Madrid, 16-V-1881)
NUESTRO PENSAMIENTO
… Aspiramos a mover y agitar la opinión; que si el movimiento es vida y las aguas estancadas sólo producen miasmas, hemos de huir del estancamiento e inercia para entrar de lleno en el oleaje de la vida social. A ella queremos llevar cuantos elementos de regeneración y vida se encuentran en estas grandes energías del espíritu colectivo, que se llaman la ciencia, el arte, la religión, el derecho y la política. Deseamos llegar a la política, la gran preocupación de nuestros días; pero deseamos llegar a ella, ya que es la que ofrece sazonados e incrustados en la práctica los frutos de aquellas energías, excitando y agotando el espíritu de concordia y huyendo los caminos de la aventura, moviéndonos por el noble impulso que infunde el ansiado imperio del derecho y de la justicia, que no por la concupiscencia del poder y del mando. A este fin, queremos influir en la opinión y aún ser influidos por ella y por ella provechosamente aleccionados; queremos ser actores y espectadores que, si evitan cuidadosamente exhibiciones que la dignidad no consiente, se apartan también de cómodos y egoístas retraimientos, jamás justificados ante la más estimable condición del hijo del siglo XIX, ante la condición de ciudadano.
Gil Fagoaga comenta que aunque militaba entre los liberales, insistentemente le ofreció Campoamor, su buen amigo, un acta en el partido conservador con Romero Robledo; pero fiel a sus ideales siguió siempre al lado de Canalejas.
No debemos tomar el título de Revista Ilustrada en el sentido literal, pues las ilustraciones, si las había, eran tan solo en la primera página y alguna otra ocasional. Más bien se entiende como una declaración de la cultura, ilustración, que denotan sus articulistas en todo momento. En el número citado hay artículos científicos, filosóficos e historicistas, además del firmado por José Joaquín Herrero, de erudición literaria, titulado Estado de la novela en España, en el que tras una introducción sobre los escritores de otros países, diserta sobre autores como Juan Valera, Pérez Galdós, Ortega Munilla y Armando Palacio Valdés.
En 1882 aparece su nombre como colaborador en la revista madrileña La América, dirigida por Eusebio Asquerino. En ella publicó artículos sobre Ramón de Campoamor y otros, así como un cuento corto, folletín, titulado Asunción. El 11 de marzo leía su épico poema original, El castillo de Lydek, dedicado a su amigo Carlos Fernández Shaw, en el Ateneo de Madrid. Sería publicado en la revista Mundo Ilustrado. También de 1882 es otro extenso poema, citado por Bernabeu (1982) en el capítulo de personajes ilustres: Jaime de Ayerbe[8].

(Edición de la Biblioteca Clásica, 1883).
Dos fueron las pasiones de Herrero en poesía. Por un lado el alemán Heinrich Heine y por otro los poetas hindúes, en concreto los poemarios amatorios. En 1883 publicó Poemas y Fantasías de Heine[9], con prólogo de otro de sus grandes amigos y compañeros de trabajo, Marcelino Menéndez y Pelayo, a quien, en febrero de ese año dedicó un artículo titulado Un lírico español, en la revista La Diana, de Madrid. En el mismo periódico haría, poco después, una loa a Carlos Fernández Shaw y otra al pintor valenciano Antonio Muñoz Degrain. Allí mismo recibió, en otro artículo, alabanzas a su traducción de los poemas de Heine por parte del político, poeta y periodista Manuel Reina Montilla.

Ensayos Poéticos (primer libro original del poeta Herrero)
(Portada de la primera edición, 1884).
Fueron años fecundos en su producción. A mediados de 1884 se imprimía su primera obra original, Ensayos Poéticos, estrofas, en cuya introducción manifestaba que este pequeño libro (75 páginas) era tan solo un proyecto de otro mucho más extenso en el que estaba trabajando. En él destaca el extenso poema El canto de Espartaco, dedicado a Gaspar Núñez de Arcey el soneto A mi madre. Las críticas fueron muy favorables, indicando que los poemas que contenía el libro habían sido leídos en las veladas del Ateneo de Madrid. De estas críticas entresaco tan solo unos párrafos de la firmada por Rafael Chichó en la Revista de España (VII-1884) que, además, nos dan idea del porte físico de Herrero:
De elevada estatura, noble semblante, un tanto altivo y ceñudo, apostura gentil, de formas enjutas y musculosas, voz de trueno, campanuda y semejante á los últimos ecos repercutidos bajo bóveda inmensa y alta, el joven poeta D. José J. Herrero presentóse en el estrado, y tras leve pausa, comenzó á leer, con entonación firme y segura, un Canto á Espartaco, otro a Aben-Aboo y a Saint-Just, que forman, en nuestro concepto, lo más notable de sus estrofas.
…
Se siente palpitar en el Canto a Espartaco, en Aben-Aboo y en Saint-Just, la sangre del poeta, inflamada al conjuro de la idea de libertad, de patria, de amor.
En 1886 dio el salto a la política. En las elecciones de abril obtuvo el acta de diputado, como suplente, por la circunscripción de Torroella de Montgrí (Gerona). En 1888 accedió a la secretaría particular del Ministro de Fomento, su gran amigo José Canalejas y Méndez.
En septiembre de 1888 entró a formar parte del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios[10]. Hasta ese momento trabajaba como oficial en el Archivo de la Delegación de Hacienda de Madrid. Los archivos serían su trabajo, cuando los cargos políticos no se lo impedían. Era otra consecuencia lógica de sus amistades, pues también a dicho cuerpo pertenecía, sin ir más lejos, Marcelino Menéndez y Pelayo, cuyas trayectorias políticas, laborales y literarias fueron tan parejas y entrelazadas.
En 1889, por defunción del diputado titular, accedió al escaño de diputado por Torroella de Montgrí, solicitando la oportuna excedencia en el Cuerpo de Archiveros. En enero de 1891, al cesar como diputado, se reintegró a su nuevo destino en el Archivo Histórico Nacional.
Durante estos años no dejó de publicar poesías en distintas revistas, en especial en su circunscripción política de Gerona, También, como periodista, le vemos en 1891 ocupado de la crónica exterior en la Revista de España, en la que también presentaría algunos artículos de investigación histórica.
En 1892 participaba, junto a José Canalejas, en el Congreso Geográfico Hispano-Portugués-Americano de Madrid. En 1893 era elegido nuevamente como diputado suplente por Gerona, cargo activo al que accedería en febrero de 1895.
Hay que decir aquí que José Joaquín Herrero, a pesar de residir en Madrid, mantuvo siempre el contacto con Requena, colaborando con sus poemas y artículos en cuanto se le solicitó. En los primeros números de El Eco de la Región (1894) pueden leerse algunas rimas con su firma.
El 9 de febrero de 1895, con treinta y siete años, contrajo matrimonio con Fermina Gayarre Arregui, de veintiséis, en la iglesia de San Sebastián, de Madrid. Fueron los padrinos, la madre de la novia y el ex-ministro José Canalejas. A partir de entonces repartiría sus periodos vacacionales entre Roncal y Requena.
En 1897 publicó un nuevo libro poético original: Mar Adentro, que contiene un extenso poema sobre Horatio Nelson, artífice de la victoria británica en Trafalgar.

(Primera Edición, 1898).
Publicó un nuevo libro en 1898. Bajo el título de Poemas del Amor, recogía versos del poeta hindú Kalidasa (Gringara Tilaka) y, de nuevo, del alemán Heine (Intermezzo). También ese año entró a formar parte de la Junta Facultativa del Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. De nuevo fue elegido diputado, esta vez como titular por Gerona, en marzo de 1898.
En 1903 entró en el Consejo de Instrucción Pública, presidido por el dramaturgo José Echegaray, mientras seguía siendo diputado por Gerona. Al cesar en las Cortes en marzo de ese año, fue designado vocal del Real Consejo de Sanidad, dependiente del Ministerio de la Gobernación. Fruto de su pertenencia activa a este consejo fue la publicación de la Cartilla elemental, para las escuelas de niñas, acerca de las causas de la mortalidad en la infancia evitables con la observancia de los preceptos higiénicos, trabajo premiado en concurso, en colaboración con Luis Fatás y Montes, editado en 1904.
Su dedicación al Archivo, su labor como diputado y su disposición a todo cuando estuviera al servicio del bien público, no pasó desapercibida para el gobierno. En mayo de 1905 se le concedía la Gran Cruz de Isabel la Católica.
En el artículo de Lucio Gil Fagoaga se relacionan, además, otras distinciones como la Gran Cruz de la Concepción de Villaviciosa de Portugal, la de Nizam Iftijar de Túnez, la gran cruz al Mérito Militar con distintivo blanco (1912), la cruz de Dannebrog de Dinamarca y, según se cita, multitud de cruces de segundo grado[11].

(Alma Solariega, Requena, 1-VI-1916).
En 1905 cambiaba las Cortes por el Senado, siendo elegido por la circunscripción de Ciudad Real. En 1906 fue nombrado Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, cuyo ministerio ostentaba el médico, científico y académico murciano Amalio Gimeno Cabañas. José Joaquín tenía ahora el tratamiento de excelentísimo señor. En enero de 1907, al acceder al Ministerio Faustino Rodríguez, dimitió del cargo.
Fue reelegido senador en mayo de 1908, esta vez por la Universidad de Valencia, y también vocal del Real Consejo de Sanidad, a propuesta del Colegio de Abogados de Madrid. En 1909 ya figuraba como bibliotecario oficial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid y consejero de Instrucción Pública del Ministerio de Instrucción.
1910 fue otro año importante en la vida del requenense Herrero. En enero era nombrado académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cubriendo la vacante del marqués de Alta Villa en la sección de música. Seguía siendo senador por la Universidad de Valencia.
En 1911 era nombrado Inspector General de Bellas Artes. En calidad de este último cargo, en mayo fue encargado de supervisar el traslado de los cuadros de Carlos IV y su esposa María Luisa, del Ministerio de la Guerra al Museo Nacional de Pintura y Escultura (Museo del Prado), para su exposición pública. En noviembre ascendía a Jefe de Primer Grado en el Cuerpo de Archiveros.
Su esposa, Fermina Gayarre y Arregui, falleció el 5 de junio de 1912. En la nota aparecida al día siguiente, en el diario ABC, se expresaba que la finada, por sus bondades, había sabido captarse la simpatía de cuantas personas la trataron.

(Real Academia de Bellas Artes, 1912).
El 23 de ese mismo mes tomaba posesión oficial como académico de Bellas Artes de San Fernando, con un discurso titulado Tres músicos españoles: Juan del Encina, Lucas Fernández, Manuel Doyagüe, y la cultura artística de su tiempo. La disertación, publicada por la propia Academia, fue contestada por el académico Cecilio de Roda López, director del Real Conservatorio de Música de Madrid, que fallecería tan solo un mes más tarde. El discurso de Herrero es toda una demostración de saber musicológico por parte de un cultísimo literato y avezado melómano. En la contestación, Cecilio de Roda dice de él que es:
… un trabajador constante y un enamorado de la Belleza, un estudioso y un pensador, un entusiasta del Arte y una fuerza activa en la vida; su divisa pudiera ser muy bien: Amar la Belleza, trabajar porque la conozcan y la amen los demás.
La prensa requenense, días más tarde, daba cuenta del acto en la Real Academia con todo detalle:
El Distrito (Requena), 30-VI-1912
Días pasados se celebró en Madrid, en la Real Academia de S. Fernando, la recepción de nuestro ilustre paisano y querido amigo, el Excmo. Sr. Don José J. Herrero, que ingresó como académico leyendo un hermoso y concienzudo discurso sobre la historia de la música que se aplaudió mucho.
Dio solemnidad al acto con su presencia el Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Canalejas, que felicitó muy cariñosamente a nuestro querido amigo y paisano.
En el número que viene nos ocuparemos más detenidamente y con toda la atención que merece, copiando algunos párrafos del interesante y magnífico discurso del Sr. Herrero.
Reciba la más cordial enhorabuena y el cariñoso saludo de admiración que le envía “El Distrito”, en el que cuenta con antiguos y verdaderos amigos el simpático Pepe.
Fue el pintor requenense Fernando Martínez Checa, de su misma edad y amigo de la infancia, quien, en el mismo periódico El Distrito y en carta al director, Nicolás Agut, exponía la necesidad de que su ciudad natal organizara un merecido homenaje al preclaro hijo, iniciativa que Agut tomó como suya, exponiéndola en el periódico y en el propio ayuntamiento, en carta firmada por ambos de la que el pleno se hizo eco. El homenaje público, en el teatro Romea, tuvo lugar a finales del mes de julio, aunque sin la presencia de José Joaquín Herrero, por motivos de trabajo. Tanto él, como el jefe del gobierno, José Canalejas, enviaron cartas de agradecimiento y adhesión.
No quedó ahí el tema. Martínez Checa remitió una instancia al pleno del Ayuntamiento, leída en la sesión del 7 de agosto de 1912, solicitando la rotulación de varias calles con los nombres de hijos de Requena nacidos en ellas. El 23 de septiembre se aprobaba el cambio de nombre de la calle de la Plata por Naturalista Pérez Arcas y la calle de Olivas por Poeta Herrero, quien se apresuró a enviar carta de agradecimiento.
El 12 de noviembre, en plena Puerta del Sol madrileña, era asesinado el presidente del Consejo de Ministros, José Canalejas, por el anarquista Manuel Pardiñas. Su muerte fue sentida por todo el país. En Requena, su amistad con Herrero, de todos conocida, se manifestó con el nombramiento de hijo adoptivo de la ciudad para Canalejas, a título póstumo.
Fueron años de intensa actividad por parte del poeta, que ya contaba cincuenta y cuatro años. A su trabajo como bibliotecario de la Facultad de Filosofía, se unía el cargo de senador, el de Inspector General de Enseñanza del Ministerio de Instrucción Pública, académico de Bellas Artes, consejero del Real Consejo de Sanidad y vocal de la Junta Facultativa de Archivos así como de la Junta de Iconografía Nacional. Agotado, a finales de 1913 dimitía como Inspector General de Enseñanza, aunque al mismo tiempo accedía a la presidencia de la comisión de archivos y bibliotecas musicales de la Real Academia de Bellas Artes. A todo ello hay que sumar los diversos nombramientos como presidente de tribunales de oposición de lo más diverso, como por ejemplo para la elección de profesor numerario de armonía del Real Conservatorio de Madrid, tras la dimisión de Tomás Bretón, quien presidía la sección de música de la Real Academia.
En la sesión de la Junta Facultativa del Cuerpo de Archiveros de 4 de diciembre de 1915, José Joaquín Herrero solicitó se le concediera la jubilación y la baja en dicha junta, por padecer una afección en la vista que le impedía desempeñar adecuadamente su trabajo. Le fue concedida la jubilación, aunque no así la baja de la Junta, dada su calidad y trayectoria, para lo que se le nombró vocal de la misma como miembro de la Real Academia de Bellas Artes.
Continuó en otros cargos y accedió de nuevo al Senado, esta vez por Albacete, aceptando la vicepresidencia de la Junta de Iconografía Nacional. Ese año pertenecía también, en la Real Academia, a la comisión de Monumentos Históricos y Artísticos y como vocal al Patronato del Museo de Arte Moderno.
En 1923 fue designado senador, una vez más, esta vez por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en diciembre de 1924, ya en plena dictadura de Primo de Rivera, era nombrado por el rey, presidente de la Junta de Iconografía Nacional[12] y en 1925, bibliotecario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cargo que ostentaría hasta su muerte.
Su labor como bibliotecario de la Real Academia se vería reflejada en sendas publicaciones sobre arte en los siguientes años: En 1927 La mano y su expresión en el arte de Velázquez, ensayo erudito sobre la técnica pictórica del pintor sevillano y en 1930, publicado por la Junta de Iconografía Nacional, Retratos del Museo de la R.A. de San Fernando, en el que realizó un estudio detallado de la colección de la institución, reproducida en láminas muy cuidadas.
Este mismo 1930 había sido nombrado director del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas y en febrero de 1931 era designado Director General de Bellas Artes, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. El cargo le duraría dos meses. Con la proclamación de la Segunda República, el 14 de abril, era cesado, conservando otros cargos.
No contamos con datos fidedignos de 1931 a 1934, por no haberse editado en dichos años la Guía Oficial de España, que se reanudó en 1935. En ese año, además de las diversas comisiones de la Real Academia, figuraba como director de dos museos: Nacional de Reproducciones Artísticas y Nacional de Artes Decorativas, siendo nombrado en marzo de ese año vocal de la Junta Superior del Tesoro Artístico. Estaba claro que sus amplios conocimientos y personalidad habían sido reconocidos tanto por la monarquía como por la república.
Tampoco hay noticias sobre los años de la guerra civil, si bien su trayectoria vital, exenta de exaltaciones políticas e inmersa en su labor académica y archivística, así como su prestigio artístico y social debieron pesar en los nuevos dirigentes, ya que en junio de 1939 era citado en el B.O.E. como miembro del patronato del Museo Nacional de Arte Moderno y en agosto ratificado como director del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. Como miembro de la Real Academia de Bellas Artes, en septiembre contestaba al discurso de ingreso de Antonio Fernández Casal, aunque por delegación, por encontrarse delicado de salud. En 1941 se publicó el discurso de entrada del nuevo académico de Bellas Artes, Eugenio d’Ors, con la contestación al mismo de José Joaquín Herrero, ambos expuestos en 1938. El libro fue publicado como Teoría de los Estilos.
El 20 de junio de 1944 fallecía en su domicilio madrileño, nº 11 de la calle de Velázquez. Al día siguiente, ABC ofrecía una sentida necrológica y una breve reseña biográfica. Dejaba tres hijos, María Gabriela, María Luisa y Fernando.
En el Archivo Municipal de Requena se conserva un pequeño pero importante fondo personal del poeta Herrero, en el que se hayan diversos bocetos biográficos manuscritos de personajes amigos suyos a los que trató y admiró, entre ellos: Joaquín Sorolla, José Canalejas, Gaspar Núñez de Arce, Marcelino Menéndez y Pelayo, Ramón de Campoamor, Mariano Benlliure, José Zorrilla y otros. También un poema titulado Alta Troll, otra traducción de Heinrich Heine, que no llegó a publicarse, junto a algunos apuntes sobre el mismo.
El poeta Herrero fue un personaje fundamental en las Bellas Artes españolas desde finales del XIX hasta mediados del XX. Su vida y su obra necesitan una profunda revisión y puesta a la luz. Su conocimiento y trato con los más destacados artistas y políticos españoles de su época es un capítulo pendiente para conocerles también a ellos. Solo es de desear que no pasen otros setenta y cinco años antes de que esto suceda.
Bibliografía:
BERNABEU LÓPEZ, Rafael. Historia crítica y documentada de la ciudad de Requena. Reedición, Requena, Ayuntamiento, 1982.
GIL FAGOAGA, Lucio. “Requenenses ilustres: José Joaquín Herrero”, en periódico Alma Solariega nº 1, Requena, Imprenta de Salvador Soteres, 1-VII-1916, p. 3-4.
HORTELANO IRANZO, José Luis. ¡¡A las armas, ciudadanos!! La milicia ciudadana en la meseta de Requena-Utiel en el siglo XIX, Requena, Centro de Estudios Requenenses, 2019.
PÉREZ BOYERO, Enrique y otros. Inventario del fondo documental de la Junta Facultativa de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 2016.
SAMPEDRO RAMO, Vicent. “Hijos de la Acacia: la masonería en Requena”, en Oleana nº 34, revista, Requena, Centro de Estudios Requenenses, 2019.
Otros Datos:
Páginas web del Congreso y Senado españoles; Hemerotecas digitales de la Biblioteca Nacional de España y del periódico ABC (Madrid); Biblioteca de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid); Archivo Marcial García Ballesteros; Archivo Municipal de Requena…
Marcial García Ballesteros

José Joaquín Herrero Sánchez
(Fototeca del Ministerio de Educación).
[1] A pesar de ser un artículo contemporáneo, al parecer con datos facilitados por Herrero, hay que tomar su texto con reservas, dado que contiene diversas inexactitudes, sobre todo en lo que a fechas se refiere.
[2] HORTELANO IRANZO, José Luis. ¡A lar armas, ciudadanos!, Requena, C.E.R., 2019.
[3] Año erróneo, como se explica más adelante.
[4] Alma Solariega, Requena, 1-VIII-1916, p. 4-5: “Requenenses ilustres: José Joaquín Herrero”.
[5] Op. Cit.
[6] SAMPEDRO RAMO, Vicent. “Hijos de la Acacia: la masonería en Requena”, en Oleana nº 34.
[7] Op. Cit.
[8] Hijo ilegítimo del infante Pedro I de Ayerbe, a su vez hijo ilegítimo de Jaime I el Conquistador. Fue el primer barón de Paternoy.
[9] En el libro citado figura como Enrique Heine. Fue reeditado a finales de los años veinte con el título de El Libro de los Cantares, con idéntico prólogo, introducción y poemas.
[10] A través del B.O.E. y la Guía Oficial de España, ambos accesibles por Internet, es posible seguir su trayectoria en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, hasta llegar a lo más alto del mismo.
[11] Sólo se ha podido comprobar documentalmente la concesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica.
[12] Según la BNE: La Junta de Iconografía Nacional fue creada en 1876 con el objetivo de reunir e inventariar retratos de personajes ilustres españoles. La idea original se debe al Ministro de Fomento, D. Francisco Queipo de Llanos, Conde de Toreno, quien pretendía que España contase con una galería de retratos de hombres ilustres. Para llevar a cabo este proyecto se dispuso la creación de la Junta, constituida entonces por Valentín Carderera, el Marqués de Barzanallana y Francisco Asensio Barbieri entre otros.