1. La tarjeta postal, patrimonio visual y material del historiador.
La tarjeta postal es una cartulina rectangular creada para enviar correo sin necesidad de utilizar un sobre, la primera postal en España fue emitida en 1873 pero solo tenía impreso el franqueo en una cara, la otra estaba en blanco para escribir el mensaje. El costo del franqueo era inferior al del correo normal con lo cual fue bien acogida por el público. Las primeras tarjetas eran ediciones oficiales, posteriormente con la mejora de los métodos de impresión de la última década del siglo XIX surgieron las tarjetas postales ilustradas, impresas y editadas por la industria privada. El tamaño, regulado por la Unión Postal Universal, era de 9 cm ax 14 cm, mediado el siglo XX pasará a 10 cm ax 15 cm. Ambos factores, el abaratamiento del coste y la calidad de la imagen impresa hizo que se pusiese de moda el envío de tarjetas postales.
En la actualidad, además de ser objeto de coleccionismo también lo son de estudio en sí mismas, no sólo como fenómeno social sino también por la información que aporta sobre lugares y épocas. En la década de los noventa del siglo XX se realizaron importantes estudios sobre las tarjetas postales, entrado el siglo XXI algunos autores, como B. Riego y otros, han puesto en valor la tarjeta postal en España, pese a la escasa importancia que se le había concedido dada su procedencia cultural, pero sobre todo se le ha dado un reenfoque interpretativo al analizarlas como un sistema estructurado de información continuada desde el cual podemos ver la evolución en el tiempo de un espacio geográfico concreto.
Las tarjetas postales, señala Monserrat Barragán, surgieron como respuesta a la demanda de los visitantes extranjeros que buscaban un recuerdo gráfico del lugar que visitaban, y si inicialmente el objetivo de los fotógrafos eran los paisajes urbanos con vistas de los edificios singulares de cada localidad, pronto se amplió la temática cuando los editores constataron que a los visitantes les interesaba tanto el paisaje como el paisanaje en el que se incluían aspectos de la cultura española diferentes a los usos y costumbres del país o lugar de procedencia y que solía constituir toda una imagen tópica de lo español o que se consideraba más exótico. De este modo en las instantáneas fotográficas se recogieron visualmente aspectos que no tardarían mucho en desaparecer y que hoy se constituyen en testimonios gráficos extraordinarios del pasado, es decir se han convertido en toda una fuente histórica de carácter gráfico fundamental para la memoria local de las poblaciones que cuentan con colecciones de tarjetas postales. Éstas, por su extraordinario contenido, son fuentes documentales que permiten ilustrar acontecimientos históricos sirviendo de auxiliares de otras disciplinas como la antropología, la arquitectura, el urbanismo, etc. Así sucede con las tarjetas postales sobre Requena, ciudad de la que se editaron varias series o colecciones desde el primer tercio del siglo XX y que hoy constituyen una rica fuente de conocimiento histórico.
La importancia de la tarjeta postal como fuente histórica no es algo que se le haya otorgado prontamente. Los historiadores han mostrado escaso o nulo interés por la tarjeta postal como documento histórico, no obstante se van acercando progresivamente a ellas, pues, como señala J. L. Guereña, las postales no solo permiten aproximarse realidades sociales desde fines del siglo XIX, sino también a una comprensión de la imagen estereotipo de las mismas, en consecuencia la tarjeta postal ha de entrar a formar parte del conjunto de los materiales plurales del historiador. A menudo la postal se convierte en una fuente iconográfica esencial, a veces única e insustituible, para conocer determinados paisajes urbanos, monumentos, edificios de una determinada localidad a principios del siglo XX que ya han desaparecido. Sirvan de ejemplo la tradicional plaza del Portal de Madrid de Requena, cerrada en su flanco oeste por el convento de las HH Agustinas hasta finales de la década de los años treinta, y la Glorieta que estaba cercada por la primitiva verja. Convento y verja fueron derribados no obstante, hoy las tarjetas postales nos permiten conocer el aspecto y el ambiente de dos parajes tan significativos en el ideario requenense. En otras ocasiones la tarjeta postal se constituye en una una fuente complementaria de otro tipo de fuentes documentales, puesto que junto al objetivo fijado por el fotógrafo como pudo ser un edificio singular o una calle, o un puente pueden aparecer elementos reveladores de otra realidad no buscada pero que estaba ahí como fábricas, almacenes, etc. todo un testimonio de la vida industrial o comercial. Es el caso de la presencia de alcoholeras en las tarjetas de Requena junto a la umbrosa avenida de la estación o a la entrada de la población por la carretera de Valencia.
El conjunto de postales de una población permite constatar las profundas transformaciones ocurridas tras la guerra de 1936-1939, incluidos los grandes cambios urbanísticos y Requena es un clarísimo ejemplo de ello. Pero las postales también tiene una dimensión animada al retratar a personajes que van y vienen, los medios de transporte que utilizan, los mercados donde se abastecen, los juegos infantiles que practican, con ello la postal adquiere un valor añadido pues el historiador puede visitar diversos escenarios y contemplar diversas facetas de las actividades humanas. No menos valiosas pueden ser las indicaciones sobre los gustos y modas populares, la vida laboral o los roles sociales de género desempeñados por los diversos protagonistas. Además, como postula Guereña, la mayoría de postales de una población traducen un estereotipo de la misma porque ofrecen el mismo escenario urbano a lo largo de los años y que ha devenido en emblemático de la ciudad, definitorio de la misma y conformando un imaginario colectivo, así es posible aproximarse a las representaciones más o menos concretas que la sociedad se hacía de sí misma en un momento y lugar dados. La fuente de los Patos en la plaza del Portal de Requena, si bien existía desde el XIX y aparece en postales de las primeras décadas del Novecientos no alcanza la categoría de monumento emblemático de la ciudad hasta mediado el siglo XX.
2. Las tarjetas postales sobre Requena.
Las redes sociales nos permiten acceder a muchas de las tarjetas postales editadas sobre Requena desde la década de 1910 hasta la década de los setenta y ochenta del siglo XX, pero no a todas. De momento no existe un catálogo sistemático de las postales editadas en el siglo XX, como ya se ha hecho en otras ciudades, no obstante en el ínterin de su elaboración quiero aportar unas pinceladas sobre las tarjetas postales impresas sobre Requena en el siglo XX, no sólo de cara a reconstruir las posibles series o colecciones sino también para verlas como documentos históricos importantes que nos aportan instantáneas de un pasado que, desde una perspectiva u otra, queremos reconstruir y en qué medida representan el estereotipo de la ciudad de Requena.
2.1.Hasta los años 20
Las dos primeras décadas del siglo XX en Requena aparecen reflejadas en tres serie fotográficas: las de la Industrial Fotográfica sucesores de A Fabert, la colección editada por Hernández y Sánchez; y la Industria Fotográfica Geografía del Reino de Valencia.
La serie de postales que en el reverso llevan impreso “Colección Industrial Fotográfica sucesor de A Fabert” está formada por unas veinticuatro tarjetas y desconozco la fecha de publicación si bien debió ser posterior a la muerte de André Fabert hacia 1911, aunque no mucho dado que la calle Olivas y la plaza del Portal mantienen sus nombres tradicionales, los cuales fueron cambiados en 1912 y 1913 respectivamente con lo cual las foto se hicieron al menos antes de 1912. La indumentaria y peinado, sobre todo el de las mujeres traduce netamente la moda imperante en la “Belle Époque” que finalizaría con la primera Gran Guerra mundial (1914-1919). Todo ello nos permite aproximarnos a una posible edición en torno a 1913, en 1917 encontramos circulando tarjetas de esta serie. Como peculiaridades hay que señalar que al callejón del Piñuelo le llama callejón de Santa María, y al de Segura le llama callejón del Salvador.

La colección Hernández y Sánchez está formada por una quincena de tarjetas postales, aunque no van numeradas y posiblemente se editaran en un cuadernillo, dado que en uno de los lados llevan señales de taladros partidos por haber sido arrancadas. En esta serie de tarjetas postales a la calle Olivas se le denomina ya calle Poeta Herrero y a la plaza del Portal se le cambia el nombre por plaza de Canalejas, el primer cambio se realizó en 1912 y el de la plaza en 1913, al año siguiente del asesinato del estadista José Canalejas (18543-1912), por consiguiente la edición tuvo que realizarse posteriormente a esas fechas y antes de 1919, pues en esa fecha ya están circulando.
En 1913 se publicaba la obra dirigida por Carreras y Candi Geografía General del Reino de Valencia de mano de la editorial Alberto Martín, bellamente ilustrada con fotografías de localidades de las tres provincial del Reino de Valencia. Las fotografías se conservan también en tarjetas postales independientes del libro, el estilo recuerda al de la primera colección de la Industrial Fotográfica, aunque la tipografía de los títulos va en color rojo. Como peculiaridad cabe señalar que la tarjeta número 15 hace referencia al Barrio Obrero, que terminó su primera fase en 1911 y no volvió ser objetivo fotográfico en ninguna otra serie posterior.
En las tres series aparecen personas captadas en la instantánea tomada por el fotógrafo, hombres, mujeres de diversas edades y posición social a juzgar por la propia indumentaria, pero es en las postales de A. Fabert donde aparecen con mayor frecuencia y detalle y de ellas podemos extraer que la indumentaria traduce la moda de la “Belle Époque”. En las postales podemos ver un variado vestuario de finales del XIX y principios del XX hasta la Primera Guerra Mundial. Se ven señoras con el mantón doblado sobre el brazo, vestidas con falda larga, blusa y delantal, y peinadas con el típico moño modernista. Los varones niños y mayores con gorra, sobretodos y algún blusón, y también algunos hombres con traje. Las jovencitas con falda corta, que todavía no se han vestido de largo. Y también mujeres mayores con la indumentaria más tradicional de los pueblos, falda, delantal y pañuelo, posiblemente negros o grises. El burro o la caballería eran los medios de transporte más usuales. Bien tirando un carro con varales o portando leña o personas, con su típicas alforjas colgando a ambos lados, también aparecen el carro y la tartana.
La serie de Geografía del Reino de Valencia nos brinda el panorama de las entradas a la población por la carretera de Valencia y por la de Albacete. La primera una vez cruzado el puente de Valencia, construido en 1844, nos introduce en la calle san Carlos bordeada de olmos desde el puente hasta la casa conocida como la Gota de la Leche, al fondo de la misma se siluetea la alcoholera de Dutrús, precedida de fragmentos de la huerta, la segunda nos introduce en Cantarranas dejando a la izquierda el edificio del Matadero. También nos permite conocer el aspecto original del altar mayor de la iglesia del Salvador, desparecido en la guerra civil. Mientras que la serie de A. Fabert nos aproxima a la ciudad precedida por amplias vistas generales desde el norte y desde el sur y la entrada del puente de las Ollerías. Las plazas de Albornoz, pero sobre todo las de Felipe V, Constitución y del Portal de Madrid presentan gran animación, hay muchas personas en ellas, lo mismo sucede en las calles Olivas y Castelar. Plazas y calles que parecen centrar la vida comercial y que son elementos comunes a las tres series fotográficas.
Otros elementos comunes son el parque de la Glorieta, que todavía aparece con su primitiva verja, la tómbola en su paseo central y muy frondosa de árboles, la Plaza de Toros, la Estación y el viejo Hospital de San Francisco. La espléndida Plaza de Toros seguirá siendo objeto de los fotógrafos a los largo del siglo XX, en el extremo opuesto está el Barrio Obrero que no volverá a ser fotografiado. La Estación del ferrocarril recogida por las serie de Sucesores de A. Fabert y por la de Hernández y Sánchez, dejara de ser interesante en las décadas siguientes. Y el Hospital, en lo alto de la Loma, seguirá siendo objetivo fotográfico para postales hasta los años sesenta. Un bello ejemplar del puente de Jalance con un río Magro bastante generoso en aguas aparece en la edición de Fabert.

El suministro de agua a la población urbana se lleva a cabo sobre todo en las fuentes instaladas en cada plaza, como las de los patos en la de Canalejas, en la de Constitución frente al Ayuntamiento, la de Albornoz en plena Villa. También se recogen imágenes pintorescas en las fuentes de las Pilas y Palma en las inmediaciones de la entrada a la población por la carretera de Albacete, y los hermosos parajes de las fuentes Bernate, junto al Regajo, y de Regidores, en el extremo de la población en la salida hacia Madrid
En cuanto a la Villa ofrecen especial fotogenia el ángulo de la plaza de Albornoz del que parte la calle del Salvador, el clásico callejón del Piñuelo o de Santa María y el callejón del Salvador o de Segura, junto al arco del Ovejero, así como las respectivas portadas góticas del Salvador y Santa María. En una postal vemos el altar mayor del Salvador tal como era antes de su destrucción, así como entrevemos la nave central con sillas y sin bancos. Fabert, además, ofrece una preciosa vista del perfil meridional de la Villa sobre los restos de muralla, mientras que la edición de Hernández y Sánchez nos brinda el paisaje que devendrá en clásico, como es la vista de la Villa que linda con el camino de los Huertos, con el perfil de la torre y nave de Santa María, además del Baluarte entre los restos de murallas todavía bien conservados.
El sistema de producción fundamentalmente agrario, vides y huertas, y de industria de transformación así como la actividad comercial aparecen indirectamente, pero podemos constatar que los campos cultivados llegaban a los pies de la población, las viñas hasta la plaza de toros, desde la loma donde se asienta el Hospital de San Francisco descienden bien cultivados campos en escalonadas hormas de piedra que sustentan el inclinado desnivel hasta la vía del tren, a partir de la cual los terreno labrados llegan hasta la calle las Cruces y las paredes del teatro Circo. Las feraces huertas en torno al Regajo se entreven en las postales sobre la Fuente Bernate y la entrada a la población por el puente de Valencia. Las fotografías nos aproximan a la incipiente actividad industrial requenense vinculada a la producción del vino. Si los abundantes toneles en los andenes de la estación nos reflejan la salida del vino, no lo son menos las fábricas de alcohol que aparecen en diversas fotografías, la del Marqués de Caro en la avenida de la Estación o la de Dutrús que aparece a la entrada por la carretera de Valencia, dos de las muchas fábricas de alcohol que había en Requena.
2.2. Las postales de los años 30
La Requena de los años treinta aparece en dos series de tarjetas que presentan características formales muy semejantes, pero la numeración es diferente. Una de ellas es de la Industrial Fotográfica y la otra posiblemente también. Ambas series presentan un diseño idéntico en las que la imagen está enmarcada en una cartulina de color claro, el tono de las imágenes es grisáceo. Indudablemente la calidad de las tarjetas es menor que en las etapas precedentes, pero fueron años de crisis y carestía.
La primera serie bien puede estar constituida por más de trece tarjetas y se debió de imprimir a comienzos de la República, dado que la calle San Carlos aparece denominada como Blasco Ibáñez, lo que se hizo nada más proclamarse la II República en 1931, y es anterior a 1934 dado que en esa fecha ya las encontramos circulando y con sellos de Joaquín Costa. El paraje de la fuente Bernate muestra prácticamente un primer plano de lo que el lugar donde manan los tres gruesos caños de agua, junto a la que hay niños y mujeres, al igual que las están en la fuente frente a la Casa consistorial, con una indumentaria muy diferente a la de las postales de principios de siglo. También el acogedor rincón de la fuente Regidores sigue siendo un lugar propio de postal. En abierto contraste con la belleza urbana de otras postales no deja de impactar la postal dedicada a la calle Blasco Ibáñez, en su tramo inicial desde la carretera de Valencia, al estar flanqueada por los muros de lo que fue la fábrica de Dutrús a un lado y unas casa particulares al otro, aunque con hileras de árboles. Tres figuras masculinas, dos estáticas posiblemente de la fábrica, y una tercera con la indumentaria típica de los hombres del campo. La fuente de los patos todavía está situada en la plaza de Canalejas, al fondo de la misma los tenderetes están ya listos para el mercado, hay figuras de hombres y niños pero sin la animación propia de otras postales. Niños, carro y toneles en la instantánea de la plaza de Albornoz en el ángulo nordeste con la torre del Salvador centrando la escena. El Hospital está precedido por una pequeña huerta y un par de árboles, la imagen es más cercana y todavía presenta un buen aspecto del edificio en general. La seductora imagen de la iglesia de Santa María y de las casas adyacentes vistas desde los huertos, presentan una aspecto sobrio pero sólido, no amenazan ruina como se verá en décadas posteriores.
La segunda serie de postales presenta las mismas características de diseño gráfico que la anterior, pero debió imprimirse a comienzo de los cuarenta, posiblemente en 1940 o 1941 porque la plaza Consistorial ha pasado a denominarse del General Mola, lo que se hizo en 1939 y el edificio del Ayuntamiento todavía no aparece con las reformas de 1942. En esta segunda serie vemos ya a la Glorieta sin rejas, y vuelve a aparecer el Paseo de la Estación, ya denominado Avenida del General Pereyra desde 1925, aunque de 1936 a 1939 se le cambió por Avenida de Durruti. En la Avenida del General Pereyra aparece el edificio de la Enológica levantado en 1933, que será objeto de edición postales en los años cuarenta y cincuenta. La postal que refleja la entrada de la población desde Valencia muestra una carretera ya asfaltada por la que circulan carros y coche, pero todavía con los frondosos olmos que no tardarán en desaparecer. También parece un coche, símbolo de los nuevos tiempos, en el camino de la fuente Bernate que sigue presentando su belleza paradisíaca. La vista parcial de la población nos sitúa al oeste de Cantarranas con unos campos bien cultivados que llegan hasta lo que fue la casa del marques de Caro y el convento de los Dominicos.
2.3. Las colecciones en blanco y negro de los años cuarenta y cincuenta
Las primeras postales con fotografías realizadas después la guerra parecen datar, salvo alguna postal ocasional, de la segunda mitad de los años cuarenta y comienzo de los años cincuenta pues entre ellas aparece el edificio de la casa Consistorial con las reformas hechas en 1942, el edificio del Mercado municipal inaugurado en 1944, la fuente de los Patos que en 1951 fue trasladas de su antigua ubicación, entre el comienzo de la calle de las Monjas y la cuesta del Castillo, al centro de la gran plaza que se abría, tras el derribo del convento de las Agustinas y presidiendo el comienzo de la avenida denominada del General Varela, siguiendo el plan Borso. En la avenida ya están instaladas las farolas cuyo alumbrado se inauguró en 1952. Y la avenida Lamo de Espinosa se traza a comienzos de la década de los cincuenta.
En esta segunda mitad del siglo XX la flamante Avenida, que recibirá el nombre del General Varela, y la fuente de los Patos adquieren un notable protagonismo en las postales sobre Requena. La Avenida en su inicio, en los primeros cincuenta, partiendo de la fuente de los Patos y sin ningún edificio a su alrededor, algo después, mediada la década, aparece ya flanqueada por los edificios de la Caja de Ahorros y el de los Alejandros. La Avenida en el segundo tramo, ya frondosa con bancos y farolas; la Avenida y las construcciones residenciales. La Avenida en la amplia explanada que forma en su cruce con la avenida de Lamo de Espinosa, y en el centro la piedra simbólica del futuro Monumento Nacional a la Vendimia. La avenida Lamo de Espinosa, que muestra su rectilíneo trazado, sus setos, sus farolas y su iluminación, fue bien captada en fotografías tanto de día como nocturnas.
Estas postales en blanco y negro de las décadas centrales del siglo XX también recogen lugares tradicionales, vistos en las series precedentes, como la Glorieta con su tómbola y la arcada sur, la Casa consistorial, la trasera de la calle Santa María vista desde el viejo Camino Real de los Huertos, las tradicionales portadas del Salvador y Santa María, a las que se añade la de la iglesia del Carmen y la imagen de la Virgen de los Dolores en su camerino. La Plaza de Toros y el Hospital de San Francisco siguen siendo objetivo de los fotógrafos, se incorporan el edificio de la Estación de Viticultura y Enología y algunas muy significativas por su especial belleza como el atractivo Canal de Gollizno. Aún parece tener interés la entrada por la carretera de Valencia, con una buena vista del puente, pero los olmos que la sombreaban han sido talados. El bello perfil del puente Santa Cruz, en las Ollerías, también fue captado por el fotógrafo.
Algunos monumentos y parajes, otrora reiteradamente expuestos en las tarjetas postales, ya no son del interés del fotógrafo, con lo cual dejan de ser captados y desaparecen los posibles testimonios sobre las fuentes Bernate y Regidores, tampoco la Estación del ferrocarril, ni el hermoso puentes de Jalance. Las habituales vistas exteriores de lo que constituía el perfil meridional de la población sobre las viejas murallas todavía se mantienen pero van a ir desapareciendo, como la fuente del Peral y la del Pino, si bien la perspectiva desde esta última todavía aparece como un lugar emblemático en los cincuenta. A cambio se se van a ir incorporando las cuestas de acceso a la Villa sobre todo la de las Carnicerías, en sus diversos tramos o direcciones, y algún rincón de la vieja ciudad que antes no había sido captado como el Callejón de Paniagua, se mantiene el callejón de Segura y no se constata el Rincón del Ovejero.
Otro edificio singular que no entró en el objetivo de ningún fotógrafo profesional, excepto en la colección particular de don Antonio Andújar, fue el Castillo, tal vez porque todavía fue sede de la cárcel hasta 1945. El castillo surge por primera vez al fondo de una postal que enfoca a la fuente de los Patos y, curiosamente, poco después se convertirá en uno de los blancos predilectos de los fotógrafos por su contraste entre lo nuevo y lo viejo de la ciudad.
2.4. Los cambios de la década de los 60. Las postales coloreadas
La década de los sesenta introduce la novedad de las tarjetas coloreadas. Para esas fechas ya se conocía y utilizaba la tarjeta postal en color y en España comenzó el cambio de la postal en blanco y negro a la de color, en el proceso se editaron postales coloreadas a mano. Se trataba de postales hechas en blanco y negro pero pigmentadas en la impresión, no duraron mucho. La serie de postales coloreadas recoge una treintena de vista de la población ya utilizadas en la década precedente, e incorpora elementos inexistentes en la década anterior como fueron la Escuela de Capataces abierta en 1965, la Piscina municipal inaugurada en la primera mitad de la década, o el Castillo que aparece con su blanca corona de almenas restauradas en 1961.
En su conjunto las postales de los sesenta, continuadoras de la línea iniciada en los cincuenta, traducen el mantenimiento de lugares ya convertidos en típicos y tópico como la plaza de la Villa, la vista de Santa María desde debajo de los Huertos, la Glorieta y la Casa consistorial, sin olvidar el Hospital sobre la Loma, al pie de la cual se erige un elemento totalmente nuevo como el Silo, el cual no es objetivo fotográfico pero si nos sirve para constatar la existencia de una determinada política económica. Ese conjunto de imágenes captadas para tarjetas postales, sobre todo nos brinda la imagen de una ciudad en abierta expansión hacia el oeste, gravitando su urbanismo en torno a las flamante avenidas del General Varela y de Lamo de Espinosa, que la cruza en perpendicular, si bien la segunda todavía está escasa de edificios. Como lugar emblemático la plaza de los Patos, que se ha convertido en el centro de la población, con su fotogénica fuente que será fotografiada tanto de cara a lo nuevo, como cabeza de la gran avenida del General Varela, como enfocada con el Castillo de fondo, convirtiéndose en el centro desde el que se vuelve a un pasado ilustre con no menos ilustres monumentos que van a dar pie a un creciente turismo. Desde la fuente, por la cuesta del Castillo se retorna a un mundo diferente del que dan testimonio las sucesivas plazas en tono a los restos de la fortaleza, previas a la iglesia del Salvador, y la gran plaza de la Villa o de Albornoz. La señorial calle de Santa María, la recoleta ermita de san Julián en la cuesta de las Carnicerías, la belleza del conjunto de la villa vista desde los Huertos, cuyos edificios todavía revisten una relativa solidez.

2.5. La hegemonía del color de los años 70.
En la década de los setenta la técnica del offset permite una gran calidad en las reproducciones a color que nos presentan una Requena en la que se ofrecen panoramas de contraste entre la vieja y la moderna ciudad vista en su perfil norte, desde el viejo hospital de San Francisco, el lado meridional desde los Pinos de Florillo o la perspectiva clásica de la Villa desde Debajo los Huertos, o desde la hermosa huerta de Gollizno, si bien la vieja Villa muestras ya sus tejados cubiertos de las antenas de televisión y la Avenida ofrece casi un catálogo de los coches de la época.
En Requena encontramos postales a todo color ya en 1966, en las que se captan viejos edificios de la Villa como el Palacio del Cid, que nunca antes había sido tenido en cuenta. En la Avenida Lamo de Espinosa cruce con la de General Varela aparece ya la Residencia de Estudiantes Santo Domingo Savio que había comenzado a construirse en 1963 y se inauguró en el curso 1964-1965. En los años setenta en las, ya clásicas, vistas de las Villa se mantienen las portadas del Salvador y Santa María, la plaza de la Villa, el palacio del Cid, la calle de San Nicolás se incorpora el tema que resultará turístico por excelencia como fue el de la bodegas subterráneas de la Villa, en este caso con una postal de la llamada Bodega Honda, así como la hermosa estampa de la cuesta del Ángel. El callejón del Piñuelo es de nuevo fotografiado.
El Castillo se queda como punto de acceso al histórico entorno medieval y como contraste de la nueva y moderna Requena, simbolizada en la Avenida que se inicia en la fuente de los Patos, una Avenida ya de densa arboleda que atraviesa la postal en su proyección hacia el oeste arrastrando con ella el ambiente de la ciudad. Desde ella se accederá a los modernos espacios de ocio y deportes simbolizados en la Piscina, junto al nuevo espacio docente que representan el nuevo Instituto de Enseñanza Media, en lo que entonces parecía el final de la gran Avenida, y la Residencia de Estudiantes Santo Domingo Savio, en la avenida lamo de Espinosa. En la gran explanada del Instituto se ubicó, en 1972, el Monumento Nacional a la Vendimia.
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