Generalmente, los países, regiones y poblaciones cuentan con una etapa en la que dicho lugar ha alcanzado su mayor grado de desarrollo de toda su historia, asociándolo con el metal más noble existente, el oro. Esa etapa de gran crecimiento ha tenido su ejemplo más conocido con el Siglo de Oro Español (cuando el país fue la mayor potencia mundial del siglo XVI). Más antiguo es el ejemplo del antiguo Reino de Valencia durante el siglo XV, calificado por algunos expertos como la “Edat Daurada” por el fuerte desarrollo económico, comercial y cultural que disfrutó. Igualmente, podemos calificar como “Edad de Oro” la vertiginosa época de crecimiento agrícola, industrial, comercial, demográfico y cultural que disfrutó entre el siglo XIX y XX la ciudad de Utiel. Pues sin duda, se trata de su momento de mayor desarrollo en toda su historia, superando a su vecina Requena e incluso a su antigua capital de provincia, Cuenca.
Durante la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, la crisis del viñedo francés a causa de las plagas de oídium y la filoxera favoreció la llegada de capital extranjero que invirtió en la compra de vino de la Comarca para ser destinado a abastecer la demanda existente. Utiel, que ya disfrutaba de una pequeña tradición exportadora anterior, comienza a aumentar su producción con una plantación masiva de viñedos roturando las tierras incultas existentes. Como resultado, se convierte en un centro de exportación de vinos a granel, lo que incentiva el desarrollo de una industria de capital extranjero vinculada a los procesos requeridos para la salida de los productos agrícolas, principalmente bodegas y fábricas de aguardiente que más tarde se reconvertirán en alcoholeras.
Los intereses vinícolas forzarán la mejora de las comunicaciones, en particular con Valencia, como puerto de salida de nuestros caldos por mar. La “Carretera de las Cabrillas”, la actual Nacional Madrid-Valencia (acondicionada en la década de los 30 con una serie de grandes infraestructuras realizadas por el ingeniero D. Lucio del Valle) y especialmente la construcción del ferrocarril Valencia-Utiel (1885) permitirían una rápida salida de las materias primas de Utiel, y las comarcas cercanas. Vino, madera, cereales serán recogidos y traslados. Actividades a las que hay que añadir toda una serie de productos comerciales que la ciudad ofrecía a una amplia área de influencia comprendida por el interior valenciano y las áreas orientales de las provincias de Cuenca y Albacete, un territorio muy extenso dentro de las provincias españolas. Y es que Utiel se convirtió en una pequeña capital de una amplia zona del interior rural a la que abastecía de todo tipo de servicios y los productos más innovadores, así como introducir las nuevas modas y costumbres del mundo urbano.
El esplendor económico incitará la inmigración desde otras zonas más pobres, duplicando en medio siglo la población del municipio, apreciándose una concentración de la población en la ciudad y sus aldeas más importantes (Las Casas, Los Corrales y Las Cuevas). El ascenso demográfico generará un crecimiento urbanístico considerable. Apareciendo barrios obreros para las clases más humildes a las afueras de la ciudad. Aunque el gran polo de expansión de Utiel será el Barrio de la Estación o de las Bodegas, ensanche destinado a una función industrial que giraba alrededor del ferrocarril y donde se encontraba la mayor concentración de bodegas de toda España, además de otras actividades como alcoholeras, serrerías o almacenes.
Obviamente, esta época de esplendor, dio como resultado la construcción de una serie de grandes infraestructuras y edificaciones que simbolizan la Edad de Oro de Utiel. En el siglo XIX es cuando se construye la monumental Plaza de Toros “La Utielana” (1851). Algunas de las grandes casas palaciegas de la aristocracia local promotora de la exportación vinícola (el Palacio del Pasiego, o las Casas de Forn, de Amat, Colón, etc.). Todas ellas, familias de comerciantes de origen cántabro, pero especialmente catalán y valenciano afincadas por el tema del vino. Alcanzado considerables fortunas y emparentándose con los terratenientes locales, incorporándose a la pequeña oligarquía que controlaba el poder económico y político de la Comarca. Pero el legado patrimonial más importante, es sin duda el conjunto industrial y ferroviario. Una serie de grandes obras de enorme valor histórico y artístico conformado por bodegas industriales de estilo modernista, entre las que destacan entre otras la de Don Ángel, la Cooperativa Agrícola, Mompó, La Noria, Redonda (estas dos últimas diseñadas por Rafael Janini durante el tiempo que vivió en Utiel). Sin descontar las antiguas y numerosas fábricas de aguardiente, de alcohol o las obras realizadas en los distintos proyectos ferroviarios planteados. Pues no hay que olvidar que las intenciones estatales eran convertir a Utiel en un importante nudo ferroviario.
En el presente artículo, hemos intentado realizar una pequeña introducción sobre uno de los capítulos de la historia de nuestra Comarca más curiosos y complejos. Un resumen donde se sintetizase las características más reseñables de la Edad de Oro Utielana. Próximamente, seguiremos plasmando para Crónicas históricas de Requena algunos de los aspectos de mayor consideración sobre este periodo histórico de Utiel y su comarca.
