Protagonistas muchas veces invisibles.
El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en el que se valora el esfuerzo llevado a cabo en pro de la emancipación femenina y se reivindica la mejora de las condiciones en las que todavía viven demasiadas mujeres, víctimas de explotación y violencia por su condición de tales. En tan reivindicativo día comenzó la llamada revolución rusa de febrero, según el calendario juliano, de 1917.
Las mujeres siempre han sido primordiales en todas las sociedades a la largo de la Historia, pero con demasiada frecuencia han padecido fuertes discriminaciones. En nuestra documentación histórica, tan rica en detalles, no siempre la figura femenina es visible. Se reduce a contadas menciones, como menesterosa necesitada de caridad, viuda o heredera de unos bienes familiares, generalmente. Las respuestas particulares y generales del monumental Catastro del Marqués de la Ensenada son una excepción que permite que nos aproximemos a sus edades matrimoniales, su número de hijos, algunas de sus actividades y, por supuesto, a sus nombres propios. También nos acerca esta excepcional documentación al universo femenino de las monjas agustinas.
Cuando las dificultades económicas apretaron con reciedumbre a muchas familias requenenses en el siglo XIX, las mujeres y los niños tuvieron que trabajar por un corto jornal en la construcción de caminos y carreteras. Aun así, los derechos laborales de las mujeres no se reconocieron debidamente e igual sucedió con los políticos.
Después de la I Guerra Mundial, la Gran Guerra de nuestros bisabuelos, los movimientos feministas ganaron fuerza en distintos puntos de Europa, como en España, vinculados al sufragismo y a distintos movimientos socialistas. Las nuevas costumbres introducidas en la eufórica década de los veinte, como el gusto por los deportes, animó esta tendencia a favor de los derechos de la mujer. Muchas jóvenes de posición comenzaron a llenar las aulas universitarias de la España de Primo de Rivera, lo que repercutió en la modernización pública de nuestro país. Sin esta efervescencia a favor de los derechos de la mujer y de la ciudadanía, en el fondo indisociables, no se explicaría el ambiente de esperanza en el que se alumbró la II República.
La creación de la Agrupación de Mujeres Antifascistas.
Desde la III Internacional Socialista se contempló con preocupación el auge de los movimientos fascistas en buena parte del continente europeo. La llegada al poder en Alemania de Hitler, que implantó con rapidez una brutal dictadura que se cebó con toda voz discordante, conmocionó a los partidos y a las asociaciones izquierdistas.
Precisamente en 1933 el entonces minoritaria Partido Comunista de España, surgido en 1921 de una escisión del PSOE, animó la creación de la Agrupación de Mujeres Antifascistas para combatir al fascismo y reivindicar la dignidad femenina, tan menoscabada por idearios como el nacional-socialista.
El establecimiento de su filial requenense.
La movilización de las mujeres fue un hecho notorio y evidente en los comienzos de la Guerra Civil, en la que proliferaron las milicianas en el bando republicano. Las ideas libertarias defendieron con enorme convicción la igualdad de hombres y de mujeres.
Entre agosto de 1936 y octubre de 1937 los anarquistas y sus simpatizantes tuvieron un enorme peso en la vida local de Requena y sus aldeas, pero finalmente su posición fue menoscabada por la coalición formada por republicanos demoliberales, socialistas moderados y comunistas.
A comienzos de 1938 se creó en nuestra localidad un núcleo de la AMA, coincidiendo con una nueva etapa en el bando republicano. Su objetivo fue realzar el papel de las mujeres en la vida social y en la consecución de la victoria militar, que entonces se antepuso al desarrollo de la revolución, pues a la URSS de Stalin (gran animadora del PCE) le interesaba acercar posiciones con Francia y Gran Bretaña frente al III Reich, algo que se malograría con los acuerdos de Múnich de aquel mismo año.
La organización de la AMA.
Se creó, pues, el Comité de Requena, cuya secretaría estuvo a cargo de Carmen Monteagudo desde febrero del 38. Fue un poco más tarde secundada en sus tareas por Pilar Piqueras, procedente de las Juventudes Socialistas Unificadas.
En marzo se legalizó plenamente y el 25 de mayo promovió el Acto de Unidad de la Mujer en la Retaguardia. El éxito fue importante y en junio la Agrupación presentó un listado con sesenta y dos integrantes en nuestra localidad.
La compusieron entonces mujeres cuyas edades extremas fueron de los 13 a los 72 años, las más veteranas en la reivindicación de los derechos femeninos, aunque predominaron las veinteañeras y treintañeras en consonancia con el ritmo de los cambios sociales desarrolladas en la España del primer tercio del siglo XX.
Entre sus aportaciones cabe destacar la contribución de 700 pesetas que hicieron a los hospitales de sangre y la participación de veinticinco de ellas en las Brigadas de Choque del nuevo Ejército Popular de la República. Sin embargo, su legado más importante reside en su reivindicación de los derechos de la mujer.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA. Expedientes relativos a la Guerra Civil.
